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THEODORA POR WILLIAM CHRISTIE
Por
Ignacio Deleyto Alcalá.
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El oratorio Theodora con
libreto de Thomas Morell pertenece al grupo de los cuatro últimos
oratorios originales compuestos por Handel entre 1749 y 1752. Precedido
por Susanna y Solomon (1749) y seguido únicamente por
Jeptha (1752) es en palabras de Anthony Hicks “el más extraordinario
del grupo [...] basado en una historia no bíblica de dos mártires romanos.
Toca temas tales como la libertad de pensamiento, la validez moral del
suicidio para evitar una violación, y el enfrentamiento entre la religión
y la autoridad del estado; la música retrata sublimemente la nobleza
espiritual de los amantes Theodora y Didymus y el carácter opuesto de las
comunidades pagana y cristiana”*.
A pesar de su
ceguera en esta época Handel pudo todavía seguir dirigiendo sus obras para
el público londinense y revisar algunas de sus partituras anteriores como
el magnífico oratorio The Triumph of Time and Truth (1757) obra
que, por cierto, pide a gritos una nueva grabación después de la pionera
de Denys Darlow (Hyperion, 1982). Theodora no es precisamente el
oratorio que más urgentemente necesite otra versión pues, como todos los
aficionados sabrán, está bien representado en el catálogo. A la cabeza la
lectura de Paul McCreesh (Archiv, 2000) seguida por otras como la del
"crucificado" Nicholas McGegan (HM, 1992), Peter Neumann (MDG, 2001) o la
incompleta de Nikolaus Harnoncourt (Teldec, 1990).
Nos llega ahora
la de William Christie, grabada en París en 2000, aunque no publicada
hasta finales del año pasado, en lo que probablemente sea el último título
del americano en Erato. Christie no se acerca a este oratorio por primera
vez. La controvertida producción de Peter Sellars para el Festival de
Glyndebourne de 1996 con un reparto estelar que incluía a Dawn Upshaw,
Lorraine Hunt (la Theodora de Mcgegan), David Daniels, Richard Croft y
Frode Olsen nos permitió ver a un William Christie capaz de desarrollar la
larga partitura con sensibilidad y aliento dramático.
En esta nueva versión nos encontramos con un reparto bastante diferente
(sólo repite el tenor Richard Croft) que, en general, se amolda bien al
carácter de la obra. Sophie Daneman, habitual colaboradora de Christie, es
una heroína abnegada con una expresiva voz, de suficiente peso y marcado
vibrato lo cual puede no gustar a los más puristas. Su famosa “With
darkness deep” es una versión a la altura de las mejores aunque quizás
Lorraine Hunt (McGegan) se lleve aquí la palma por su mayor dramatismo y
calado vocal. Debemos tener en cuenta que preferir a un cantante sobre
otro es muchas veces una cuestión de gusto personal y como tal hay que
tomarla. Daniel Taylor en el importante papel del convertido Didymus
plantea alguna reserva. El canadiense es un contratenor de gran
sensibilidad, de ágil y bella voz y capaz de ornamentar con gusto pero
algo liviano y de escaso mordiente. A pesar de que se ajuste bien al
carácter de su papel y que en general resuelva con brillantez, uno se
queda con la sensación de que su parte se podría cantar mejor.
El rodado Nathan Berg, que siempre nos ha parecido un bajo handeliano de
categoría, borda el papel del gobernador romano con su potente voz y su
instinto dramático. Ya desde su aria de salida “Go, my faithful soldier,
go” y especialmente en “Racks, gibbets, sword and fire” muestra autoridad
y dominio en la parte y, como debe ser, su fuerza vocal impregna toda la
escena. El tenor Richard Croft canta su papel con gran personalidad y se
convierte en otro de los valores de esta grabación. Su voz ágil pero a la
vez reveladora de un amplio registro nos ha convencido plenamente.
Finalmente, la mezzo Juliette Galstian, en el papel de Irene, ha sido una
agradable sorpresa pues su instrumento de atractivo y cálido timbre unido
a una perfecta dicción y buen estilo hace que escuchemos su parte con
creciente interés. Escúchese, por ejemplo, su “Bane of virtue”. Superior,
sin duda, a la frialdad de una Susan Bickley (McCreesh).
Tanto la orquesta como el coro se mueven por la música de Handel como pez
en el agua. El oratorio tiene varios números corales importantes como el
"He saw the lovely youth", que cierra la segunda parte, y que fue
considerado por el propio Handel como superior al "Hallelujah" de su
Messiah, algo en lo que sinceramente no podemos estar de acuerdo. Aquí
recibe una magnífica interpretación como también ocurre con el bellísimo
coro final.
Christie dirige
la obra con dramatismo y con su habitual sentido de la frase handeliana.
Cuando la ocasión obliga, también sabe relajarse y dar a la escena el
necesario hálito contemplativo. Con la partitura completa, una toma sonora
modélica e impecable presentación, esta versión de William Christie dejará
un buen sabor en la boca. Recomendable.
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* Anthony Hicks: "Handel and the
idea of an oratorio" pp 160-161. The Cambridge Companion to Handel.
Donald Burrows, ed. CUP, 1997.
REFERENCIAS:
G. F. HANDEL: Theodora Sophie
Daneman, Daniel Taylor, Richard Croft, Nathan Berg, Juliette Galstian,
Laurent Slaars. Les Arts Florissants. William Christie, director. ERATO
0927 43181-2. 3 CDs.
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