Revista en Internet
Número 5º - Junio 2000


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
El lector opina
Crítica discos
Web del mes
Midi del mes 
Tablón anuncios
Buscar

CINE Y MUSICA: LA SINFONIA DEL PROFESOR HOLLAND

Por Ángel Riego Cue

 

En el tratamiento que ha dado el cine a la profesión docente, cabe distinguir varios grupos, según la temática principal de la película: las hay que se centran en la escuela como medio de prevención o lucha contra la delincuencia juvenil, y todos recordamos a Glenn Ford en su magnífico papel de profesor en "Blackboard Jungle" de Richard Brooks (1955, en España, "Semilla de maldad"); sobre las complejas, a veces tortuosas, relaciones profesor-alumno, un título que nos viene inmediatamente a la memoria es "Term of Trial" (1962, en España "Escándalo en las aulas"), donde un profesor maduro, interpretado por Laurence Olivier, despierta el amor en una joven alumna que, frustrada, terminará por acusarlo de abusos deshonestos, llevándolo a juicio.

Pero si hablamos de la carrera docente como vocación, de la satisfacción que causa el haber formado a una generación tras otra, el haber influido en sus vidas, no hay duda que "la" película por excelencia es "Adiós, Mr. Chips", que dirigió en 1936 Sam Wood con Robert Donat como el inolvidable profesor Chipping, "Chips", y que conocería dos "remakes", uno musical de 1969 con Peter O'Toole, y otro de 1984.

Es a esta última a la que más nos recuerda la que ahora nos ocupa, "Profesor Holland" (Mr. Holland's Opus, 1995), con la que por primera vez en esta serie de comentarios no tratamos de un film sobre un compositor o intérprete célebre, sino sobre un personaje creado por el guionista Patrick Sheane Duncan: un profesor que imparte la asignatura "Apreciación Musical" en una High School norteamericana (el equivalente a un instituto de bachillerato).


La profesión de maestro difícilmente supone el salto a la fama para quienes la ejercen, más bien es una labor oscura y callada, cuyos frutos se notan al cabo del tiempo en las personas a las que el profesor ha formado. Exige tener vocación por esta labor, y no simplemente el deseo de tener un puesto de trabajo estable, que encima permita disfrutar de cierto tiempo libre. Algo así es lo que busca Glen Holland al principio de la película, buscar una vida estable tras diez años de pianista de clubs nocturnos, "hacer su trabajo lo mejor posible", ganar dinero y escapar al finalizar las clases. La propia directora del centro le llamará la atención: un maestro no sólo debe transmitir conocimientos, sino orientar vocaciones, despertar interés en sus alumnos.

La situación cambiará cuando Glen se entere de que su mujer Iris está embarazada. Irá tomando interés por su labor docente, irá descubriendo que la vida se disfruta más cuando hay un trato humano más directo. Acabará siendo el favorito de sus alumnos.


La acción del film comienza en 1964, al poco tiempo del asesinato del presidente Kennedy, un momento que parece seguir vivo en la memoria histórica de los nortemericanos, al menos a juzgar por la cantidad de películas recientes ambientadas en esa época. El propio instituto, cuando llega Holland, está cambiando su antiguo nombre por el de "John F. Kennedy". A partir de ahí, transcurren treinta años de historia, hasta que a mediados de los 90 las autoridades educativas del Estado deciden recortar el presupuesto educativo, y suprimir la asignatura de "Apreciación Musical", jubilando a Holland, que si al principio odiaba tener que dedicarse a la enseñanza, al final no deseaba otra cosa que seguir haciéndolo.

Para mostrar el paso del tiempo, se eligen algunas imágenes representativas de cada época, de presidentes norteamericanos, y de acontecinientos como la guerra de Vietnam o la toma de rehenes en la embajada USA en Irán. La película, en ese sentido, nos da la impresión de querer imitar a "Forrest Gump", sin llegar a su altura. No deja de ser curioso que una de las imágenes "representativas" de los 80-90 sea ver a una pareja gay haciendo manitas por la calle.

En general, "Mr. Holland's Opus" es una película correctamente narrada, con un interesante argumento que podría haberse explotado más, pero difícilmente se le puede considerar una gran película. Para ello debería haber contado con un director más inspirado que el correcto Stephen R. Herek, conocido sobre todo por "remakes" de títulos clásicos del cine, como "Los Tres Mosqueteros" (1993) o "101 Dálmatas" (1996). Un ejemplo de una escena que podría mejorarse es cuando Holland enseña cómo tocar el clarinete a una chica que tiene el complejo de ser la inútil de su familia: el profesor le hace apreciar la música, le enseña que la música es para disfrutar tocándola, y el cambio producido en ella es enorme. Sin embargo, esta escena parece desarrollarse demasiado rápida, en la vida real esos cambios requieren más tiempo.


Lo mejor de la película son algunas interpretaciones, comenzando por el papel titular, encarnado por Richard Dreyfuss, inolvidable protagonista de películas de Spielberg como "Tiburón", "Encuentros en la tercera fase" o "Always", y cuya caracterización al comienzo del film nos recuerda, curiosamente, a Dmitri Shostakovich. Dreyfuss estuvo nominado al Oscar en la edición de 1996 por este trabajo. Otra interpretación destacada es la de Olympia Dukakis como la directora del centro, que terminará confesando a Holland que él ha llegado a ser su profesor preferido.

No podemos dejar de mencionar la música de Michel Kamen, con una composición ("American Symphony") de más de 8 minutos, en la que se supone que Holland trabajó durante esos 30 años (!), y de la que sólo se escucha en la película su parte final, la más charanguera. En el disco de la BSO se puede escuchar entera, y nos encontramos con una síntesis de estilos modernos "comerciales" desde las fanfarrias heroicas a lo John Williams, hasta un estilo minimalista cercano a Michael Nyman. En suma, es al menos una composición más cuidada que lo que habitualmente se escucha en la música de cine.


Por lo demás, como es habitual en el cine americano, nos encontramos con las "historias humanas" de costumbre, que hacen que la acción se siga con cierto interés, pues "ocurren cosas": así, el chico negro a quien tanto costó enseñarle a tocar el tambor para que pudiera formar parte de la banda, y que moriría en Vietnam; la chica con talento para el canto, que se revela con una puesta en escena de Gershwin para el festival de fin de curso, y que le llegará a ofrecer a Holland fugarse con ella a New York... En conjunto, la mayor tragedia humana de la vida de Holland es que a su hijo, a quien ponen por nombre Coltrane, como homenaje al músico de jazz, es sordo. Un hecho este, de su vida personal, que afecta también a su vida profesional: cuando les explique a sus alumnos que Beethoven conocía las notas musicales porque era sordo "pero no de nacimiento", lo dirá con una emoción especial: es otro de los momentos de la película que habría mejorado si hubiera sido narrado de forma algo menos explícita.


En relación con la sordera de su hijo, hay un otro pasaje que va más allá de la anécdota, e ilustra la importancia que tiene la música, o cierto tipo de música, en nuestras vidas, y es cuando Cole se indigna porque su padre le dice que han matado a John Lennon, pero "tú no sabrás ni quién es, claro". Con su lenguaje de gestos, le hace saber a su padre que lo que Lennon significa es muy importante ¡¡hasta para un sordo!!

De aquella época (finales de 1980) mis recuerdos son que en Estados Unidos la muerte de Lennon provocó una conmoción que algunos compararon con la producida por el asesinato de John F. Kennedy. En España, el suceso tuvo una cobertura informativa mucho menor, pero aun así en medios como el diario "El País" se presentó su figura como de una importancia capital en la historia de la música, al menos en la historia reciente. En medio de la exaltación oficial de Lennon al Olimpo de la creación musical, sólo recuerdo ahora mismo como voz discordante la de un prestigioso musicólogo español que escribía al mes siguiente, en la revista de música más veterana del Reino, que Lennon era "un muchacho de Liverpool que llegó a enriquecerse con la música sin necesidad de conocer los rudimentos de este lenguaje".



La dedicación de Holland a la enseñanza le quitó tiempo para dedicarse a componer, y en el homenaje final que le rinden sus alumnos le dicen que ellos son las notas de su sinfonía. Al igual que Mr. Chips, que nunca había podido tener un hijo (pues su esposa murió al dar a luz, y el niño no sobrevivió), pero "sus alumnos eran todos hijos suyos". Con la diferencia de que Mr. Holland además sí pudo escribir su sinfonía. En ese homenaje también participa aquella chica inútil para el clarinete que se ha convertido en ¡la gobernadora del Estado! Cosa curiosa, y que un espectador europeo posiblemente no entienda, es cómo teniendo amistades en tan altos puestos, la decisión de suprimir la asignatura de Holland no sea revocada.

Dentro de lo habitual en el cine americano, que no se caracteriza precisamente por la gran profundidad conceptual, sí se puede advertir en la película una cierta reflexión sobre la carencia que puede provocar en la formación de los seres humanos los recortes en la enseñanza de las Humanidades: a todos esos alumnos a los que Holland influyó tan positivamente en su vida, ¿cómo les habría ido sin él?

Y es que a eso vamos, mucha enseñanza técnica y de "cosas útiles", pero poco o nada de lo que antes se llamaban "humanidades", y los resultados tardan en notarse, pero acaban saliendo a la luz. Piénsese en los suicidas de la secta Heaven's Gate, por ejemplo, que en gran parte eran expertos informáticos. Aunque para explotar más a fondo este tema hubiera hecho falta, como se ha dicho, otro enfoque, y otro director, y otra película.