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"LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH"
El libro al que me refiero
en el título pasa por ser un texto anónimo del que, como mucho y siendo
benévolo, se abrigarían muchas dudas de que hubiera sido escrito por la
segunda esposa de Johann Sebastian Bach. Esto ha sido así, al menos en el
ámbito de la lengua en castellano, donde el engaño ha llegado a calar
tan hondo como para despistar a un autor tan lúcido e informado como
Enrique Martínez Miura. Tal es así que en la introducción a su libro
sobre Bach (Ediciones Península, primera edición: abril de 1997)
califica al texto que estamos analizando como falso, y un poco más abajo
como fuente espuria ya que “La pequeña crónica...” habría sido fantaseada
a partir del libro de Forkel -Leipzig, 1802; existe traducción al castellano de Adolfo Salazar, Méjico,
1950- y sirve únicamente como testimonio del aumento del interés por
Bach en el mercado editorial de los primeros decenios del siglo XIX.
Confieso que tras la lectura de la supuesta autobiografía, también yo
pensé algo similar. Tuve claro desde el principio que el autor del libro
debió ser un personaje que viviera en el siglo XIX. Y es que el texto está
salpicado de imágenes románticas, como aquella en la que un joven y
brillante alumno del Kantor de Leipzig agoniza mientras este sujeta
entre sus manos las del moribundo. Hay que descubrirse ante la autora del
texto -lo narra en primera persona una mujer- porque es mérito suyo el
haber conseguido colocarnos tantas pistas erróneas de la gran pista errónea,
a saber, la de la autoría, porque no puede ser casual, no debemos
suponerlo así, la elección de un determinado tono para contextualizar un
relato, la elección de un determinada estética.
Por que el texto del que estamos hablando no
es anónimo, y si alguna razón ha debido tener la Editorial Juventud
-octava edición, 1998, traducción del alemán de Carlos Guerendiain-
para mantener al lector español sometido a este engaño, cuesta sostener
que ésta sea la ignorancia -no puede haber tanta-, ya que tal y como
puede leerse en la solapa, este libro, cuya primera edición apareció
en Alemania en forma anónima,... no parece tener precisado ni el
siglo de su aparición en el mercado, no ya la identidad de su autor. Quizá
porque es más romántico así, o porque se vende mejor un libro cuya
autora podría ser la esposa del personaje biografiado.
Hubiera sido preferible que la editorial española
se comportara con más seriedad. Porque sí, “La pequeña crónica...”
tiene una autora, pero no es Ana Magdalena, sino Esther Meynell, que pasa
por ser una musicóloga inglesa, y que publicó el libro en inglés en
1925, de forma anónima, aunque ante el éxito de ventas obtenido, se dice
que se vio obligada a reconocer su propia autoría y desde entonces se
publica así, tal y como sucede con las traducciones francesa y alemana
que pueden adquirirse hoy en día en los países en los que se hablan
estas lenguas. En el caso especifico del idioma alemán, la traducción más
antigua que he podido hallar data de 1957, de forma que me temo que ni la
primera edición del libro apareció en Alemania, ni se trata, aunque lo
parezca, de un testimonio del aumento del interés por Bach en el mercado
editorial de los primeros decenios del siglo XIX.
Reconozco que la lectura del texto me resultó
en ocasiones irritante, ya que está lleno de detalles de los que, aún
teniendo a la fuente documental por cierta, habría que poner en duda,
como es el caso del final de la narración, donde J.S. Bach una vez ciego,
recupera la vista unos instantes para contemplar por última vez a su
amada, antes de morir -otro cuadro genuinamente romántico. Pero quizá no
anda tan mal encaminada Esther Meynell, ya que si bien la anécdota
resulta en apariencia fantasiosa, sería por otra parte reveladora del
amor que ambos esposos se profesaban, conclusión a la que ninguno de los
biógrafos de Bach, anteriores a Klaus Eidam, habría llegado salvo este
mismo -vease el Capítulo VI de “La verdadera vida de Johann Sebastian
Bach”, Siglo XXI editores, primera edición: diciembre de 1999- y la
propia Esther Meynell, aunque en este caso de forma poética.
De manera que parece ser que, pese a nuestros
propios prejuicios, “La pequeña crónica...” tiene una autora, que es
posible que en algún caso se dejará llevar por la fantasía pero que se
documentó bien para llevar a cabo el trabajo que realizó -en definitiva,
una suerte de novela histórica-, hasta el punto de que fue ella la que en
primer lugar contradijo a todos los anteriores biógrafos de Bach, y a los
posteriores hasta Eidam, sobre determinados aspectos de la “bondad” de
su estancia en Leipzig. Léase a tal efecto, el final del capítulo XVIII
de la obra citada de Eidam.
De manera que, y esto lo digo a modo de colofón,
si bien no podemos, por la forma que presenta, catalogar al libro como una
buena fuente documental, deberíamos al menos otorgarle el respeto de lo
que en el fondo es: una historia novelada y bastante bien documentada.
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