|
|
EL SONIDO DE PHILADELPHIA
Por Fernando López Vargas-Machuca. Valencia. Palau de la Música. 28 de mayo. Brahms: Concierto para violín. Shostakovich: Décima Sinfonía. Gil Shaham, violín. Philadelphia Orchestra, Christoph Eschenbach, director.
En su primer tour europeo con el que desde septiembre del pasado año es su nuevo director titular, Christoph Eschenbach, recalaba la mítica Philadelphia Orchestra en la ciudad de Valencia ofreciendo uno de los conciertos más llamativos de la ya de por sí lujosísima y envidiable temporada del Palau de la Música, tan llena de grandes nombres. Y lo más impresionante del mismo terminó siendo el propio sonido de la formación norteamericana, que sigue manteniendo sus señas de identidad: brillantes y poderosos metales (quizá algo menos las trompetas) a despecho de algún desliz muy ocasional, madera carnosa y muy musical cuajada de solistas formidables y, sobre todo, esa emblemática cuerda grave, robusta, empastadísima y de extraordinaria belleza, que desde hace ya tiempo no conoce en todo el globo terrestre rival que le haga sentir envidia. Hubo algo más de primerísima línea: la intervención de un Gil Shaham en auténtico estado de gracia abordando con escalofriante soltura técnica y musicalidad a prueba de bombas el dificilísimo Concierto para violín de Brahms. Sin recrearse nunca en el puro sonido -aunque el suyo fue bellísimo- ni en el mero virtuosismo acrobático -del que a pesar de todo demostró andar sobrado-, ofreció una recreación intensa y sincera que supo atender tanto a los aspectos más introvertidos de la página como a su vertiente extrovertida y luminosa. Memorable la propina bachiana, de absoluta claridad polifónica y conmovedora profundidad expresiva. Bueno, ¿y la batuta? Eschenbach se mostró como un magnífico concertador, muy atento a la claridad orquestal, a la planificación de las tensiones (modélico en esta sentido el primer movimiento de la Sinfonía, con una entrada de la cuerda grave absolutamente memorable) y al diálogo con el solista. También se mantuvo ajeno a cualquier devaneo sonoro de discutible gusto, resultando tan sobrio como ortodoxo en todo momento. Pero por desgracia manifestó también ciertas limitaciones a la hora de profundizar en el contenido expresivo de los pentagramas, o al menos en alguno de ellos. Así las cosas, se mostró tan correcto como frío y aburrido en Brahms, mientras que en Shostakovich convenció, dentro de una línea objetiva y ajena a segundas lecturas, ofreciendo una recreación ajena a esa retórica y grandilocuencia que tantas veces afean la bien construida -pero me temo que bastante sobrevalorada- partitura. Lo mejor de sí mismo lo ofreció el maestro como propina: una electrizante obertura de Ruslan y Ludmila. Por muchas cosas, un concierto para recordar.
Web del Palau de la Música de Valencia: http://www.palaudevalencia.com/ Web de la Philadelphia Orchestra: http://www.philorch.org/styles/poa02e/www/index2.html Web de Eschenbach: http://www.christoph-eschenbach.com/
|