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LA
MÚSICA AMERICANA SEGÚN LEONARD BERNSTEIN
Por Angel
Riego Cue
La edición "Bernstein Century", en
curso de publicación, parece ser la definitiva que Sony
Classical dedicará al carismático director de orquesta
y compositor norteamericano. Previamente, tras su muerte
en 1990, se había editado la llamada "Royal
Edition", que aparte de ser menos completa, tenía
una presentación que dejaba mucho que desear,
consistente en portadas con acuarelas del príncipe
Carlos de Inglaterra. Como hacía falta una edición más
completa, y por otro lado el prestigio de Charles había
caído bajo mínimos, en 1998 Sony se decidió a sacar
esta nueva serie, con presentación (siempre fotografías
de Bernstein en la portada) de auténtico lujo,
incluyendo los artículos originales de los LP´s, etc.
Como esta nueva edición de Leonard Bernstein es ya
inmensa (aunque gran parte de sus grabaciones siguen
editadas únicamente en la "Royal Edition",
están pasando poco a poco a esta), y además tampoco la
conocemos en su integridad, hemos decidido seleccionar
para nuestros lectores aquellos discos que correspondan a
música de compositores americanos (lo que, excepto un
solo caso, querrá decir norteamericanos). Las razones
son muchas, entre ellas que esta música es,
posiblemente, la que mejor interpretaba Bernstein ya
desde su primera época, y donde tiene poca competencia,
a no ser él mismo en grabaciones posteriores: aparte de
que muy pocos maestros puedan llegar a su altura en el
repertorio americano, de muchas de estas obras,
simplemente, no contamos en el mercado con ninguna otra
grabación.
En sus últimos años, cuando Bernstein grababa para DG,
repitió parte de este repertorio; las versiones de su
última época son mucho más sofisticadas, con más
matices, mientras que las primeras son generalmente más
frescas y espontáneas, aunque menos refinadas.
Un
ejemplo, pasando ya a comentar discos concretos, lo
tenemos en la "Rhapsody in Blue" de Gershwin:
en la grabación CBS de 1959, reeditada por Sony en esta
serie, Bernstein casi no parece un músico
"clásico", sino proveniente del cine o un
campo similar; en cambio, en la de DG de 1983, la
Rapsodia parece música de Mahler, de tan refinada y
"clásica" como la hace. Si uno no le hace
ascos a tanta sofisticación, la segunda sería
preferible; sin embargo, las otras dos obras del disco no
las volvería a grabar, por lo que este sigue siendo
imprescindible para escuchar a "Lenny" en el
"Americano en París" de Gershwin, y la
"Suite del Gran Cañón" de Grofé, una
evocación del Oeste Americano del autor que orquestó la
"Rapsodia" de Gershwin.
Lo dicho para este disco se va a repetir en adelante:
muchas veces sólo el Bernstein maduro puede competir con
éxito contra el Bernstein joven, pero como en su etapa
de CBS (hoy Sony) grabó muchas más obras que las que
luego repetiría para DG, los primeros discos siguen
siendo imprescindibles, aparte de su indudable valor
intrínseco.
Otro ejemplo: la música de Aaron Copland (1900-1990),
íntimo amigo de Bernstein, y quizás el más famoso
compositor americano de línea, digamos,
"académica". De Copland tenemos un disco con
sus obras orquestales más populares, en gran parte
también evocaciones del Oeste americano: "Primavera
Apalache", "Billy el Niño" y
"Rodeo", además de la "Fanfarria para el
Hombre Corriente", que utilizaría en su
"Tercera Sinfonía". Un disco ideal para
introducirse en la obra de este compositor, con buen
sonido (1959-61) y versiones extraordinarias (¡qué
final de "Rodeo"!). De todas estas obras sólo
repetiría en DG la "Primavera Apalache".
De
las piezas orquestales más populares de Copland se
quedan descolgadas dos, "El Salón México"
(quizás la más famosa de todas) y el "Danzón
Cubano", que debido a su temática se incluyen en un
CD titulado "Latin American Fiesta", con
música de compositores latinoamericanos. Muchos
conocimos por primera vez que existían obras como
"Batuque" de Fernández, "Sensemayá"
de Revueltas o la "Sinfonía India" de Chávez
gracias al programa de TV "Conciertos para
jóvenes", que presentaba el propio Bernstein;
entonces no había aún ningún director
"importante" que se ocupara de esta música, y
aún hoy, casi 40 años después, el disco sigue siendo
una introducción ideal a un repertorio no lo
suficientemente conocido, con la única excepción de la
"Bachiana Brasileira nº 5" de Villa-Lobos.
Siguiendo con Copland, otro CD presenta obras suyas de
muy diversos estilos: de su primera época son
"Música para el Teatro" (1925) y el Concierto
para piano y orquesta (1926), que mezclan la inspiración
"clásica" y el jazz; de 1962 es
"Connotaciones" para orquesta, una de sus obras
más atrevidas y vanguardistas, incomprendida en su día;
el disco también incluye una toma "mono"
(1951) del "Salón México", anterior a la más
difundida en estéreo. El programa es muy parecido al de
un disco Copland que grabó Bernstein para DG en sus
últimos años, sólo que el de DG traía el concierto
para clarinete y este de Sony trae el de piano y, dato
importante, con el propio compositor como solista.
La obra orquestal más "prestigiosa" de
Copland, al menos en círculos académicos, es su Tercera
Sinfonía, estrenada en 1946, que en otro CD encontramos
acoplada con su juvenil "Sinfonía para órgano y
orquesta" (que, tras quitar la parte del órgano,
pasaría a ser su Primera Sinfonía). A menudo se escucha
la opinión que las tres obras maestras del sinfonismo
"académico" norteamericano son tres Terceras
Sinfonías: las de Copland, William Schuman y Roy Harris,
las tres presentes en esta edición, y las tres que
serían asimismo regrabadas por Bernstein en sus últimos
años, aunque generalmente estos últimos discos son más
difíciles de encontrar.
Y para terminar con Copland, un disco conteniendo dos
rarezas: "El segundo huracán", una ópera
sobre los valores de la solidaridad humana, compuesta
para ser interpretada por estudiantes de instituto en los
años de la Gran Depresión, y que Bernstein rescató en
1960 para su programa de TV, y "En el
Principio" (In the Beginning), para mezzo, coro y
orquesta, una obra de admirable sencillez donde Copland
sale airoso de la difícil tarea de poner en música la
Creación del Mundo según la Biblia; curiosamente, la
toma de 1953 se publica ahora por primera vez.
Junto a Copland, otro de los autores
"académicos" más conocidos de Estados Unidos
es indudablemente Samuel Barber (1910-1981), aunque no
sea más que por su archiconocido "Adagio para
cuerdas", que suena en tantas películas, y que
encontramos en un CD junto a su bello "Concierto
para violín", de un lirismo neo-romántico, y del
que "la" versión por excelencia ha sido
siempre esta, con Isaac Stern como solista. El disco se
completa con dos obras de William Schuman (1910-1992):
"A Ti, vieja causa" y "En alabanza a
Shahn". Ambs son elegías fúnebres: la primera, en
un estilo neoclásico que recuerda a Stravinsky, por los
hermanos Kennedy y Martin Luther King; la segunda, por el
artista Ben Shahn, cn evocaciones del folklore judío y
de Europa del Este. De toda esta música Benstein sólo
volvería a grabar el "Adagio".
Del mismo William Schuman encontramos en otro CD su
aclamada "Tercera Sinfonía", de la que en su
estreno en 1941 se llegó a decir que era "una de
las grandes obras orquestales del siglo XX". El CD
añade otras dos sinfonías de Schuman: la
"Sinfonía para cuerdas" (en realidad, su 5ª)
y su "Octava", de 1962, y puede servir como
inmejorable primer acercamiento a este compositor.
La sinfonía que completa la "trinidad sinfónica
americana", la Tercera de Roy Harris, se nos
presenta en otro CD titulado "American
Masters", junto con otras dos sinfonías de autores
poco conocidos, aunque nada despreciables: la
"Segunda" de Randall Thompson y la
"Cuarta" de David Diamond, de las que no
disponibles hay más versiones que estas. Es curioso lo
que recuerdan a John Williams muchos pasajes de estas
obras, y eso que están escritas en los años 30-40...
Pasando a
otro tipo de compositor americano, la edición incluye
dos CD's del heterodoxo y autodidacta Charles Ives
(1874-1954): uno con las sinfonías 2 y 3, y otro con la
"Holidays Symphony", el díptico orquestal
formado por "La pregunta sin respuesta" y el
"Central Park in the Dark", más el
"Concierto para orquesta" de Elliot Carter (n.
1908). De estas obras, Bernstein sólo repetiría para el
disco la "Segunda" y el "Díptico",
precisamente las obras más recomendables para iniciarse
en este fascinante autor, cuyo interés nos parece mucho
mayor que el de los compositores "académicos".
La nómina de compositores americanos, sin incluir al
propio Bernstein, que dejamos para el final, se cierra
con Lukas Foss (n. 1922), concretamente con un disco que
también puede servir como introducción a su música,
dado lo poco que hay disponible de esta, con tres piezas
de épocas y estilos muy distintos. "El Cantar de
los Cantares", de 1947 (que ya estuvo publicado en
la "Royal Edition"), sobre el famoso libro
bíblico de Salomón, con su estilo neoclásico con las
adecuadas evocaciones orientales, puede gustar a todo
tipo de público; más "dura" para un oyente es
la colección de canciones "El ciclo del
tiempo" (1960), donde Foss experimenta con el
serialismo, en la línea del "Martillo sin
dueño" de Boulez. "Phorion", de 1966, no
pasa de ser un ingenioso divertimento donde el Preludio
de la "Partita nº 3" para violín de Bach se
escucha deformado de mil maneras, como en una pesadilla.
Para terminar esta sección, una referencia a discos de
esta serie que también contienen música de compositores
americanos, y que no conocemos: uno titulado "Music
of Our Time" donde se escuchan obras de las
"Last Pieces" de Morton Feldman o el
"Triplum" de Günther Schuller, al lado de
Messiaen, Ligeti o Denisov; en otro llamado "Modern
Masters", el "Concierto para Orquesta
Clásica" de Harold Shapero se ve acompañado por
obras de Lopatnikoff y Dallapiccola. Y está próximo a
salir el "American Masters 2" con "El
Flautista Increíble" de Piston, la "Sinfonía
Aerotransportada" de Blitzstein, y el "Preludio
para Orquesta" de E.B. Hill.
Como
hemos dicho, la parte final de este comentario la
dedicaremos a obras del propio Bernstein que, estas sí,
volvió a grabar en su práctica totalidad para DG; sólo
quedó sin repetir, de las aquí examinadas, la
"Misa". De elegir un solo disco para
introducirse en la música de Lenny, sería el que reúne
alguna de sus piezas más populares, como la jubilosa
obertura de "Candide", las Danzas Sinfónicas
de "West Side Story", suite orquestal que
reproduce algunas de las melodías de la obra que más
fama dio a Bernstein, la música de la película "La
ley del silencio" (On the waterfront) y el ballet
"Fancy Free", en grabaciones estéreo de
1960-63.
Otro disco que vendría a continuación de este sería el
que contiene el "Preludio, fuga y Riffs", obra
que intenta fusionar el jazz y la tradición clásica, y
donde participa al clarinete nada menos que Benny
Goodman. Junto a él, otro de los clásicos de Bernstein,
los Tres Episodios de Danza de "On the Town"
(el musical que en España se llamó en su versión para
el cine "Un día en Nueva York"), y una de las
mejores obras escritas por Bernstein, la Serenata para
violín y orquesta sobre "El Banquete" de
Platón. Desgraciadamente, la grabación que se incluye
es la estéreo de 1965 con un Francescatti ya no en su
mejor momento, en vez de la "mono" que realizó
Stern en 1956, poco después de estrenar él mismo la
pieza, y que es preferible. Lo que sí incluye el disco
en toma "mono" es otro "Fancy Free",
de 1956, con la Columbia Symphony, de sabor popular más
"auténtico" que el posterior.
La "Serenata" con Stern y la Symphony of the
Air se incluye en otro CD con la Segunda Sinfonía,
"La Era de la Ansiedad", una obra que intentaba
retratar la angustia de la vida "moderna" en
1949, y que hoy nos suena demasiado pretenciosa; se trata
también de una toma "mono" anterior a la más
conocida, y en la que el compositor Lukas Foss interpreta
la parte de piano solista. El sonido "mono" es
excelente en las dos obras.
En general, nos parece más soportable su Tercera
Sinfonía, "Kaddish", escrita en 1963 sobre el
texto del servicio fúnebre judío, y que Bernstein
dedicó "a la amada memoria de John F. Kennedy"
tras enterarse de su asesinato. La presente versión,
grabada apenas cinco meses después del hecho, suena
vibrante y "reivindicativa", sobre todo por la
voz de la narradora, la propia mujer de Bernstein,
Felicia Montealegre. En 1977 el compositor revisó la
partitura, y grabó una nueva versión más reposada y
madura al año siguiente, con un narrador más sereno, y
con la voz solista nada menos que de Montserrat Caballé,
que sin embargo no consigue que olvidemos a la gran
Jennie Tourel. En conjunto esta segunda versión puede
ser preferible para disfrutar la obra como "música
pura", aunque el carácter testimonial de la primera
no deja de darle interés. Este CD se complementa con los
"Salmos de Chichester", escritos para la citada
catedral inglesa, que es otra de nuestras obras
predilectas del Bernstein compositor.
El resto de obras de Bernstein presentadas, incluye
también el ballet "Dybbuk" (sin complemento en
el CD, dura sólo 48 minutos), sobre una historia que
mezcla el folklore judío, la Cábala y las leyendas
sobre poderes ocultos, en una obra que quiere seguir el
rastro del primer Stravinsky, aunque sin su genialidad;
de todos modos, merece la pena conocerse. Y por último
la "Misa", la única de estas obras que
Bernstein no volvió a grabar: escrita para la
inauguración del Kennedy Center de Nueva York, homenaje
póstumo al desaparecido presidente norteamericano, es un
conglomerado de estilos que van desde la línea de un
Carl Orff en coros con acompañamiento de percusión,
hasta incursiones en el "Blues" e incluso en el
Rock, mezclando intérpretes sobre el escenario y
grabados en cinta magnetofónica, y utilizando el texto
en latín de la misa católica junto a otros de diversa
procedencia. La obra está pensada para el escenario y,
de hecho, se parece a un musical de Broadway,
recordándonos a veces a "West Side Story". La
parte más "clásica" se encuentra en las tres
"Meditaciones" para orquesta y, de hecho, es lo
único de esta obra que Bernstein volvería a grabar.
Mencionamos de pasada otros dos discos de esta serie con
música de Bernstein, que no conocemos, uno con la
sinfonía nº 1 "Jeremías" y la grabación en
estéreo de la nº 2, y otro con dos obras para la
escena: "Trouble in Tahiti" y
"Facsimile".
Como despedida, traemos aquí dos discos, con música que
podría no entrar en el campo de lo "clásico",
pero que forman parte de esta edición, y cuyo carácter
"americano" es indudable. En uno de ellos,
titulado "What is Jazz", Bernstein repite para
el disco una explicación que hizo en TV en 1955
disertando sobre el jazz, con ilustraciones musicales de
algunos de sus más grandes representantes; el disco se
complementa con dos obras que utilizan el jazz unido a la
música sinfónica, el "Concerto Grosso St. Louis
Blues" (con la participación nada menos que de
Louis Armstrong) y los "Diálogos para Jazz Combo y
Orquesta" de Howard Brubeck. El otro, "Great
Marches", recoge 24 de las 25 marchas contenidas en
un doble LP (sólo ha quedado fuera la "Marcha de
los duendes" de la "Suite Lírica" de
Grieg), en las que el autor más representado es el
americano J.P. Sousa. Aunque aquí no aparece el
Bernstein más sutil, sino casi siempre el más
charanguero (hay excepciones, como la marcha de "El
Amor de las 3 naranjas" de Prokofiev) el disco sigue
teniendo su interés, sobre todo para los amantes de este
género: no es fácil encontrar a orquestas y directores
importantes tocando "La Marsellesa",
"Rule, Britannia" o "Barras y
Estrellas".
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