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Número 6º - Julio 2000


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CINE Y MUSICA: SHINE, EL BRILLO DEL GENIO QUE PUDO SER

Por Ángel Riego Cue

 

Existen muchas películas sobre músicos célebres, en las que la celebridad del artista ha precedido y dado origen a la película; otras en las que aparecen músicos desconocidos tanto antes como después de la misma; más raro es el caso que nos ocupa, de un intérprete que alcance la fama gracias a una película sobre su vida.

"Shine" descubrió en 1996 para el gran público la figura del pianista australiano David Helfgott, narrando su vida, aunque adornada, como es habitual, con detalles ficticios. Helfgott, nacido en 1947 en una familia de judíos emigrados de Polonia, fue un "niño prodigio" que ya a los 14 años atrajo la atención de Isaac Stern, quien le invitó a estudiar música en los Estados Unidos. Finalmente elegiría Londres, donde a los 19 años se matriculó en el Royal College of Music.

Sin embargo en 1970, tras graduarse, le sobrevino una enfermedad nerviosa que le mantuvo más de una década en tratamiento psiquiátrico, alejándole de toda actividad concertística. Saldrá del hospital al ser reconocido por una antigua admiradora, quien lo lleva a vivir con ella, pues el padre de David ha cumplido su promesa, y ha renegado de él. La convivencia entre los dos se hace imposible y, finalmente, David se irá a vivir con un conocido que ella le recomienda.

A comienzos de los 80 reaparece en público; primero en un restaurante, donde llama la atención interpretando "El vuelo del moscardón" de Rimsky-Korsakov (en el arreglo para piano de Rachmaninov); poco después conocerá a a la que será su mujer, Gillian, una astróloga divorciada y mucho mayor que él. Luego, animado por ella, reaparecerá en las salas de concierto como intérprete "clásico".

"Shine", como película, no pasa de ser una correcta producción, de impecable acabado formal, que demuestra una vez más que el cine australiano posee una industria capaz de realizar productos comparables a los del cine norteamericano, algo que se puso de manifiesto ya en 1981 con Peter Weir y su "Gallípoli". Dirigida por Scott Hicks, de quien no conocemos ningún otro de sus trabajos, tiene sus mejores bazas en la presencia entre los actores de "pesos pesados" como el desaparecido Sir John Gielgud como el profesor londinense de piano de David, o Armin Mueller-Stahl en su papel de padre autoritario.

Tampoco podemos olvidar, en el reparto, a Lynn Redgrave como Gillian o a los tres actores que interpretan a David en tres fases de su vida, como niño, adolescente y adulto. Con este último, Geoffrey Rush ganó en 1997 el Oscar al mejor actor, evidenciando una vez más el gusto de la Academia de Hollywood por las interpretaciones de personajes desequilibrados o histriónicos; al parecer, la "normalidad" vende menos.

El desequilibrio de David comienza en la adolescencia, donde ya notamos a un joven con muy escasa sociabilidad, encerrado en sí mismo, lo que en el film da la impresión de estar causado por el carácter tiránico de su padre, que le prohíbe estudiar en el extranjero con la amenaza de que nunca volverá a ser admitido en su familia; David habrá de esperar a la mayoría de edad para poder irse. La única persona en la que encontró cierto afecto había sido la anciana escritora Katharine Prichard, a quien conoció en un recital que dio en la Sociedad para la Colaboración con la URSS, y que le animará a irse al extranjero. El contraste con su vida posterior en el Londres de los 60, y su ambiente de libertad, es enorme, y la reconstrucción de esa época nos parece de lo más logrado de la película. Aunque esto apenas se cuente de pasada, sus excesos en la vida nocturna (incluyendo alcohol, quizá drogas...) serán los que precipiten su enfermedad.


Existen en el guión de "Shine" ciertas libertades con respecto a la historia real de David Helfgott, que en parte responden a tópicos que han hecho fortuna en el cine, y que el espectador posiblemente espere encontrar. La crueldad de su padre posiblemente esté exagerada, pero resulta más "cinematográfico" así, al recordarnos a tantas figuras de padres despóticos de la pantalla. También el derrumbe tras interpretar el famoso Tercer Concierto de Rachmaninov en el Royal Albert Hall es algo que "sólo pasa en las películas", en realidad la enfermedad le sobrevino mucho después.

Al menos la película habrá tenido el mérito de volver a poner de moda la música de Rachmaninov, después de que su concierto nº 2 fuera también divulgado por el cine en los años 40 y 50 (recordemos "Breve encuentro" de David Lean, y "La tentación vive arriba" de Billy Wilder). En esta ocasión es el nº 3, "la pieza más difícil que existe", el que se convierte casi en la razón de vivir para el protagonista, desde que su padre le interesa por él a los 5 años (parece demencial que a esa edad pueda pedir que le enseñen a tocarlo; es posible que ni el propio profesor pudiera hacerlo), más tarde cuando se presenta con él a un Premio Nacional autraliano para jóvenes intérpretes que será ganado por otro pianista, Roger Woodward, y por fin cuando lo interpreta en Londres en el Royal Albert Hall, desmayándose nada más finalizar.

En realidad, aparte de ser ficticio un desmayo tan "cinematográfico", no fue en el Albert Hall donde tocó el tercero de "Rach", sino en el propio conservatorio londinense en 1969; en la famosa sala de conciertos lo que llegó a interpretar fue el Concierto nº 1 de Liszt, ya en 1970, poco antes de enfermar ese mismo año.

Además de este concierto, y de varias piezas para piano solo muy conocidas, entre la música "clásica" utilizada en la película, no podemos dejar de recordar dos obras vocales de Vivaldi, el "Gloria" y la cantata "Nulla in mundo pax sincera"; esta última cumple las funciones de "tema de amor" de David y Gillian. Y es con su boda, y la posterior reaparición de David en público como intérprete "clásico" como termina el film: una actuación en la que vemos en la sala a su madre, su antiguo profesor de música en la infancia, su antiguo rival Roger Woodward... sólo falta el padre, que ha muerto poco antes, y que en el último momento intentó una reconciliación con su hijo.


Tras esta reaparición, Helfgott ha seguido interpretando el Tercer Concierto de Rachmaninov y, dada la fama mediática adquirida con su biografía filmada, en 1997 llegó a publicarse en CD una interpretación, que no pasaba de lo discreto, donde el pianista era acompañado por la Filarmónica de Copenhague con dirección de Milan Horvat; fue editada por RCA, sello que posee versiones infinitamente superiores de la obra a cargo de Horowitz, Ashkenazy o el propio compositor, pero que sin duda venderán menos al no verse "promocionadas" por una película llena de detalles morbosos.

Además de este disco (completado con obras para piano solo de Rachmaninov), Helfgott ha llegado a grabar tras el éxito de "Shine", que sepamos, otros dos, también editados por RCA: uno es "Brilliantissimo", donde interpreta algunas de las piezas románticas que suenan en la película (como la Rapsodia Húngara nº 2 o "La Campanella" de Liszt, o el Preludio nº 15 "La Gota de Agua" de Chopin), y que concluye con "El Vuelo del Moscardón": una oportunidad para oírle estas obras en su redacción original, pues en el disco de la banda sonora se escuchan, excepto el "Vuelo", en "arreglos" de David Hirschfelder, autor también de la música original escrita para el film. El otro disco lleva por título "Brave New World", como la novela de Aldous Huxley, e incluye obras de Granados, Debussy, Schubert, Grieg, Gershwin y Grainger, terminando con la transcripción de la "Danza del Sable" de Khachaturian.

En resumen, si un pianista que tal vez hubiera podido ser grande, pero que por desgraciadas circunstancias no ha pasado de ser uno más "del montón" (y esto tras un estimable esfuerzo de rehabilitación), ha podido hacer carrera y ser famoso en todo el mundo gracias a una película asimismo "del montón", parece que podrá admitir, al menos en un aspecto, que su apellido no fue una ironía; que, efectivamente, ha sido ayudado por Dios.