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EL FENÓMENO DUDAMEL LLEGA A OVIEDO
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Oviedo, Auditorio Príncipe Felipe. 24 de enero de 2008. Beethoven:
Sinfonía nº 7. Tchaikovsky: Sinfonía nº 5. Orquesta Sinfónica de la
Juventud Venezolana "Simón Bolívar". Director: Gustavo Dudamel.
Había gran expectación, traducida en lleno absoluto del Auditorio, en
presenciar el debut en Asturias del joven director venezolano Gustavo
Dudamel (n. 1981) y sus jóvenes músicos, que ya son todo un fenómeno
mediático, como ocurre tantas veces en las que se mezcla lo artístico con
las causas humanitarias. La historia empezó en los años 70, antes de que
naciera el propio director, cuando por iniciativa de José Antonio Abreu se
inició la proliferación de orquestas en Venezuela, que dieron a muchos
jóvenes una oportunidad para escapar de la pobreza y llevar una vida digna
como empleados del Estado. La fundación que se encarga de ellas es la
FESNOJIV, popularmente conocida como "El Sistema", y es de ese sistema del
que ha salido Dudamel, convertido ahora en todo un icono en el mundo de la
música clásica, que graba discos para la Deutsche Grammophon con sus
músicos venezolanos y ha sido nombrado hace poco director titular de la
Filarmónica de Los Angeles.
Personalmente, no soy partidario de mezclar los valores artísticos con la
labor humanitaria que pueda estar detrás; cuando se hace la crítica de un
concierto hay que juzgar el valor musical de lo escuchado, y no "perdonar
la vida" a los intérpretes cuando lo hacen mal, sólo porque con ello se
haga una obra de caridad, o se trabaje por una buena causa. Sin embargo,
en el caso de la "Joven Orquesta Simón Bolívar" es difícil separar sus
valores musicales (que los tiene) de su origen. En una época en que
estamos tan acostumbrados a lo rutinario, lo displicente, escuchar a estos
jóvenes que tocan con un entusiasmo como si la vida les fuera en ello es
algo muy raro de encontrar. No es una orquesta que dé para muchos lujos en
cuanto a afinación, ni que tenga una tímbrica precisamente sensual; en ese
sentido, una orquesta profesional como la Sinfónica del Principado de
Asturias es infinitamente superior. Pero luego escuchamos a estos jóvenes
venezolanos tocar el movimiento final de la Séptima de Beethoven
compenetrados con su director, que marca un tempo vertiginoso, como
queriendo batir el récord mundial de velocidad, y solamente el ser capaces
de seguirle ya es todo un mérito en sí mismo, y un mérito musical, no
"humanitario", aunque sin conocer de dónde ha salido la orquesta sería
inexplicable tanto entusiasmo. Hay que señalar además que la plantilla
orquestal es nutridísima, como si fuera necesario dar empleo al mayor
número posible de jóvenes: en Beethoven, 6 filas de violines; en
Tchaikovsky, 7 filas de violines y todos los metales duplicados.
Gustavo Dudamel tiene sin duda "madera" de gran director, lo que se notaba
en detalles como el saber apianar, consiguiendo un efecto muy poético en
los movimientos centrales de la Séptima de Beethoven, o saber
rubatear un vals (algo que Barenboim aún no aprendió, por poner un
ejemplo) en la Quinta de Tchaikovsky, y en conjunto lo mejor que
puede decirse de él es que nunca cae en la rutina, sus versiones siempre
son disfrutables en directo, aunque posiblemente en disco, para una
audición "en frío", perdieran bastante. Eso sí, se pierden matices, hay
mucha "letra pequeña" que no se escucha, posiblemente la orquesta tampoco
diera para más. Seguramente se puedan esperar grandes cosas de él en el
futuro y con orquestas "de verdad", mientras tanto estos conciertos de la
Sinfónica de la Juventud Venzolana son disfrutables como un espectáculo
musical un poco "sui generis", sin pretender escuchar versiones de
referencia ni comparables a las de las grandes orquestas de hoy en día. De
hecho, el año pasado pudimos escuchar un Tchaikovsky muy superior a este,
realmente magnífico, por Tugan Sokhiev, un director sólo 4 años mayor que
Dudamel, y una orquesta que tampoco suena mucho entre las grandes, la del
Capitole de Toulouse. Pero claro, al no tener detrás una obra humanitaria,
pues apenas se habla de ellos en la prensa...
No me gusta reseñar si en tal o cual concierto sonó un teléfono móvil,
parece un recurso para hablar de algo cuando el crítico no sabe qué decir,
pero ocurre que en este caso (donde parecía haber venido mucho público no
habitual de la sala de conciertos) se sobrepasaron todos los límites:
justo cuando iba a empezar Dudamel a dirigir la Séptima de
Beethoven sonó uno; el director espera, comienza la obra y unos segundos
después suena otro, lo que ocasionó que Dudamel parase a la orquesta (como
el falso comienzo del Danubio Azul en los Conciertos de Año Nuevo) y
esperase a que terminaran de sonar los móviles (aún sonó un tercero).
Posiblemente a causa de esa mala impresión nos diera solamente una
propina, el ya tradicional "Mambo" de West Side Story, de
Bernstein, incluyendo el volteo de los instrumentos por parte de los
músicos, que también se ha convertido ya en costumbre.
(A la salida pudimos ver al presidente de la Fundación Premios Príncipe de
Asturias, Graciano García, que se dirigía a los camerinos para hablar con
Dudamel y con el maestro Abreu, quien también asistía al concierto, lo que
pudiera ser indicio de que piense conceder un premio -merecidísimo, sin
duda- a la Fundación creada por este último).
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