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Número 87º - Enero-febrero 2.008


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STUTZMAN Y LA MOLINERA

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 13 de enero de 2008. Schubert: La bella molinera. Nathalie Stutzmann, contralto. Inger Södergren, piano.

Por Fernando López Vargas-Machuca.   

Vuelven los recitales líricos a la sala grande del Maestranza después de un paréntesis de varios años. Fueron suprimidos debido a la escasez de público y aprovechando la coyuntura de que en Sevilla abría un nuevo y más adecuado espacio escénico en el que se iban a programar regularmente -y así se ha hecho- semejante tipo de espectáculo, la Sala Joaquín Turina gestionada por la Fundación El Monte. Pero se iba echando de menos en el teatro hispalense la aparición en solitario de las grandes voces de nuestros días, y por fin se ha recuperado la costumbre con un pequeño ciclo que incluye, aparte de la estupenda y cada día más aplaudida Mariola Cantarero, nada menos que a Cecilia Bartoli, Waltraud Meier y, abriendo el fuego, Nathalie Stutmann.

A la contralto francesa le habíamos escuchado no hace muchos meses, precisamente en la Sala Joaquín Turina, ese monumento que es Viaje de invierno. Fue aquélla una admirable interpretación que ha sido superada ahora por la del otro gran ciclo schubertiano, La bella molinera, por la sencilla razón de que se mueve aún con mayor soltura expresiva en el mundo más bien agridulce de este ciclo cronológicamente cuatro años anterior que en el mucho más dramático, desgarrado y hasta nihilista que lo sucede y complementa. No quiere esto decir que la Stuzmann resultara descafeinada, superficial o equivocadamente amable. Simplemente que no le gusta cargar las tintas y que, dueña de una voz pequeña pero de enorme belleza y homogeneidad, de una técnica prodigiosa, de una dicción admirable y de un legato para derretirse, a la hora de transmitir toda la calidez, la ternura y la delicadeza que albergan los pentagramas, nuestra artista no conoce hoy rival. De ahí que en lieder como El cazador o Celos y orgullo quizá se pudieran echar de menos algo más de rebeldía, o en Pausa o El maldito color un dolor interno aún más acongojante, mientras que en otros como El curioso, Saludo matinal o La nana del arroyo -último del ciclo- resultara difícilmente superable.

Al contrario que en algunas de las otras ocasiones en la que la hemos escuchado, donde estuvo más bien tosca y descontrolada, la pianista Inger Södergren realizó junto a su habitual pareja artística una irreprochable labor, desde luego no personal ni creativa pero sí atenta y llena de musical. Gracias a ella se redondeó una actuación presidida por parte de ambas por la belleza, la exquisitez bien entendida, la sensibilidad y, sobre todo, por la modestia frente a una partitura a la que se intenta servir con sinceridad y buen gusto. El público fue muy numeroso y aplaudió a rabiar, pero por desgracia hubo aplausos a destiempo y toses en abundancia, prueba inequívoca de que buena parte del mismo acudía por primera vez a este tipo de espectáculos.

 

ENLACES RECOMENDADOS

Web oficial de Nathalie Stuzmann: http://www.nathaliestutzmann.com/

Web de la ROSS: http://www.rossevilla.com

Web del Teatro de la Maestranza: http://www.teatromaestranza.com/