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Número 87º - Enero-febrero 2.008


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ACCIDENTADO RETORNO DE ROLANDO VILLAZÓN

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).  

RECITAL ROLANDO VILLAZÓN: Obras de R. Schumann, H. Duparc, G. Fauré,. J. Massenet, F. P. Tosti, F. J. Obradors. Barcelona, Gran Teatre del Liceu, 13-I-2008.

 Después de meses retirado de los escenarios, el fulgurante tenor Rolando Villazón reapareció en el coliseo la capital catalana, frente a un público expectante de reencontrarse con una sus voces más queridas. No dejó de causar cierta sorpresa el programa del concierto, casi en su totalidad integrado por lieder y canciones, unos géneros no especialmente adecuados para un escenario de las dimensiones del Liceu, ni para lo que pueda esperar un público, fundamentalmente, operístico. Especialmente arriesgada se antojó la primera parte del recital, con el Dichterliebe de Schumann, unas piezas que requieren una profundidad y un preciosismo estilístico en el decir que va mucho más allá del derroche intuitivo y sensual del melodismo lírico meridional. Y en Villazón hubo mucho más de esto que de aquello. A pesar de la brillantez natural de su timbre y de una lectura apasionada de los versos de Heine, su interpretación no logró ir más allá de lo convencional, sin alcanzar ese clímax de fluidez y delicada intimidad que envuelve los acentos poéticos del pentagrama schumanniano.

 En la segunda parte, las canciones francesas de Duparc, Fauré y Massenet, especialmente la de este último (Ouvre tes yeux bleus), dejaron entrever el talento más genial de este intrépido tenor de canto espontáneo, inspirado fraseo y timbre arrollador. Pero cuando el recital parecía levantar el vuelo hacia las más infinitas alturas, con las canciones de Tosti empezaron a asomar problemas en forma de afecciones vocales que obligaron al tenor a interrumpir el recital y abandonar la escena. A pesar de su simpatía natural para con el público y de seguir con el programa hasta el final, con propina especialmente preparada – la ya mítica Rosó catalana-, la inseguridad y la incomodidad vocal se dejaron sentir el resto del concierto.

  Nunca es fácil reemprender la actividad en los escenarios, y mucho menos con el grado de exigencia y presión que padecen algunas de sus estrellas galácticas, como el caso del joven Villazón. Su carrera ha sido meteórica pero el derroche de tanta energía y esfuerzo siempre acaba pasando factura. Haría bien en dosificar sus reencuentros con los escenarios hasta que sus facultades canoras vayan a la par con su entusiasmo jovial y vitalista. El público melómano desea y necesita Villazón por años. La paciencia, en estos casos, acostumbra a ser el mejor aliado de la esperanza.