Un musical del siglo XVIII

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.  

Al fin vence la mujer. Comedia musical basada en las tonadillas escénicas "El celoso" y "Al fin vence la mujer" del maestro Blas de Laserna. Compañía Lirica “Madrid Goyesco”. Intérpretes: Ingartze Astuy (mezzosoprano), Germán Torrellas (bajo y guitarra), Igor Baranovsky (violín), Katalin Karacsony (violín), Emma Mendo (oboe), Germán Torrellas Paz (violonchelo), Carlos Granados (castañuelas). Escenografía: María Aranguren. Vestuario: P. Heinze. Dirección: Germán Torrellas. Madrid. Teatro Infanta Isabel.  Del 1 al 13 de julio de 2008.  

Las tonadillas fueron un género muy difundido y popular en los teatros madrileños de finales del siglo XVIII: El Príncipe, La Cruz, Los Caños... La compañía Madrid Goyesco, que dirige Germán Torrellas, ha unido un par de piezas del exitoso compositor navarro Blas de Laserna (Corella, 1751 – Madrid, 1816) para montar un espectáculo tan interesante como divertido titulado Al fin vence la mujer. El mismo Torrellas dirige, toca y protagoniza la función asumiendo el papel de Robustiano, al que da réplica la mezzo Ingartze Astuy, como Gumersinda, con la asistencia de un eficaz quinteto en el que sobresalen las coquetas castañuelas de Granados. La función se precede de una breve, didáctica y oportuna explicación en la que Torrellas informa sobre la importancia que el género tuvo dentro de la música española y que prácticamente solo conocen los musicólogos. Por eso, su puesta en escena tiene doble mérito: como tarea de recuperación histórica de un género precioso, y como misión de difusión (o reivindicación) de la música española. El propio Blas de Laserna defendió el estilo patrio frente a la irresistible influencia italiana que acabó por imponerse en las modas del siglo XIX. Es sorprendente el papel que la mujer adquiere en este teatro, imponiéndose poco a poco al arbitrario y tradicional dominio del hombre a través de situaciones cotidianas y llenas de humor. El montaje de la Compañía Madrid Goyesco es sencillo, gracioso y digno. Los intérpretes defienden sus partes con arrojo y la puesta en escena es funcional, con un vestuario y unos muebles evocadores. El público que pudo ver estas funciones se divirtió e ilustró a partes iguales. Este espectáculo se anuncia con gracia y acierto como “el musical de moda (a finales del XVIII)”.