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Número 88º - Junio-Septiembre 2.008


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Lúgubre Mozart

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

Idomeneo re di Creta. Música de Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto de Giambattista Varesco. Reparto (primero): Kurt Streit, Bernarda Finck, Cinzia Forte, Emma Bell, Charles Workman, Eduardo Santamaría. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Luc Bondy. Escenógrafo: Erich Wonder. Figurinista: Rudy Sabounghi. Iluminadora: Dominique Bruguière. Coreógrafo: Arco Renz. Dramaturgo: Greoffrey Layton. Director del coro: Peter Burian. Nueva Producción del Teatro Real, el Teatro alla Scalla, y la Opéra Nacional de Paris. Teatro Real. Madrid, del 17 al 27 de julio de 2008. 

Alfa y Omega: El Teatro Real ha programado la primera de las grandes ópera serias de Mozart, Idomeneo, tras ofrecer la última, La clemenza, en curiosa versión semiescénica. El Idomeneo ha sido presentado con escena “completa”, en una puesta insulsa y muy triste que firma Luc Bondy. La presencia de niños entre el pueblo castigado por reyes y dioses es el mejor acierto. Los movimientos e interpretaciones no están mal, pero el decorado tristón, las luces oscuras y las vestimentas grises nos remiten a soluciones manidas y poco acertadas. La música de Mozart, incluso la más tenebrosa, tiene siempre unas luces y brillos que la escena no reflejó en este caso. Personalmente me resulta un poco fatigoso escuchar cantantes a quienes difícilmente se ve el rostro, a pesar del empleo de tenues y anacrónicos cañones de seguimiento. El vestuario de refugiados de entreguerras, con abrigos largos y botas, es un tópico de los escenarios de ópera que ya resulta cargante. Si lo que se pretendía con esta aparente austeridad era concentrar la atención en el drama, tal propósito no se consiguió. La grandilocuencia y la espectacularidad son elementos intrínsecos a ciertas óperas, a ciertas épocas, muy difíciles de sustituir. En el primer reparto pudimos disfrutar de unas voces estupendas y muy variadas. Tuvieron más éxito los cantantes secundarios que los principales. Emma Bell, en el papel de Electra, fue la triunfadora absoluta por su poder vocal y su gran presencia escénica. Es una cantante y una actriz consumada, estupenda, entregada, llena de fuerza y de cualidades, que canta igual de bien de pie, boca arriba o boca abajo. También cosechó un gran éxito Charles Workman, en el rol de Arbace, con una proyección impecable y un timbre de bellas y conmovedoras resonancias. Cinzia Forte, como Illia, y Bernarda Fink, como Idamante, mostraron una línea más sutil y mozartiana, más adecuada al estilo. Formaron la pareja de enamorados con buena compenetración. Kurt Streit fue el rey Idomeneo, con fuerza y dramatismo. Esta es una ópera seria y dramática, de carácter tempestuoso como la mar de fondo que aparece en el decorado, pero la interpretación musical me resultó demasiado romántica, demasiado pesada en general, en detrimento del difícil equilibrio tímbrico y dinámico que las melodías de Mozart requieren para mostrar lo mejor de su arquitectura. Tal vez las voces y la dinámica tendrían que haber sido algo más contenidas. En este sentido, la versión musical fue un poco antigua, al igual que la puesta en escena, que podría haber sido perfectamente diseñada hace veinte años. López Cobos dirigió con solvencia la orquesta sin entrar en estas disquisiciones estilísticas. El coro estuvo magnífico en algunas de sus bellísimas intervenciones. Las músicas (con la voz de René Pape) y truenos grabados son un detalle secundario, pero que se presentaron incomprensiblemente con una calidad sonora impropia de un teatro con los medios técnicos de que dispone el Real. Esta coproducción resultó fallida en su concepción escénica, plástica y musical, pero la función se sostuvo gracias a la maestría de los cantantes. Las voces fueron protagonistas y redentoras. 

Fotografía: Javier del Real