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CURRICULUM DE JOHN KRAKENBERGER Juan Krakenberger nació el 23 de Sept., 1924 en Fürth, Baviera, Alemania, único hijo de un industrial y una pianista. El padre, Lothar, fue cantante amateur de Lieder, la madre había estudiado piano en el Gewandhaus de Leipzig con el Prof. Teichmüller (casualmente uno de los primeros pedagogos alemanes que tomaron asuntos fisiológicos en serio). Desde que tengo memoria, recuerdo el piano de cola Blüthner en el salón de música, y al violinista visitante, a veces también un violoncelista y se tocaron sonatas y tríos. Me dijeron más adelante que cuando comencé el colegio a la edad de seis años, yo silbaba la melodía del 1º movimiento de la Sonata de César Frank. Comencé con clases de violín cuando tuve 5 años, con un violinista de café local, hijo de un empleado de mi padre. Debe haber sido un buen profesor, porque existe una foto mía tocando con mi madre la Sonata Nº4 de Beethoven a la edad de 11 años. Entretanto mi padre había muerto y nos mudamos de vuelta a Leipzig donde tuve clases con un famoso profesor que me pegaba sobre los dedos de la mano izquierda con su arco, y muchas veces volví de la clase llorando. Afortunadamente, Hitler puso fin a esto (qué ironía!) y abandoné Alemania yendo a Italia donde tuve un amor de profesor, ex integrante de la orquesta de los estudios UFA (películas), que me devolvió el entusiasmo. Cuando Mussolini acabó con esto, seguí estudiando en Suiza, en un famoso colegio de St. Gallen, donde un violinista holandés, miembro de la sinfónica de St. Gallen, hizo lo necesario para que avanzara con mi violín. (Allí escuché por la primera vez en mi vida a un importante solista - esto fue en 1937 o 1938 - acompañado pòr orquesta: Se trató de Erica Morini. No recuerdo lo que tocó pero se le rompió una cuerda, agarró el violín del concertino, y siguió tocando sin perderse un compás). Esto me impresionó mucho. Antes de estallar la segunda guerra mundial, mi familia pudo emigrar a Sud-América, a Buenos Aires, República Argentina. Afortunadamente, había muchos otros emigrantes, entre ellos destacados músicos que de una manera formaron un equipo para crear una escuela centroeuropea. También crearon una institución musical, el Collegium Musicum de Buenos Aires, del cual fui socio fundador. El Collegium necesitaba a un viola para su cuarteto de cuerdas, y me seleccionaron; no tuve siquiera cambiar de profesor, porque Ernesto Blum (Premio Kreisler de Viena) era violista. Mis otros profesores fueron: Música de Cámara - Ljerko Spiller (pedagogo de violín de renombre mundial), composición - Guillermo Graetzer (alumno de Hindemith). También asistí algunas veces a las clases de análisis de Ernesto Leuchter, de la escuela de Viena, y visité algunos cursos sobre historia y estética de Ernesto Epstein, quién publicó diversos libros sobre musicología, y trajo instrumentos originales y cantantes especializados en música antigua a Buenos Aires. Estabamos recién al principio de los años cuarenta. Desde el inicio me atrajo la música de cámara. Así fue que toqué cuarteto en el Collegium Musicum con violinistas que hicieron luego una brillante carrera, tales como León Spierer (ex concertino de la Filarmónica de Berlin), Simón Blech (ahora director de orquesta en Sud-América), Alberto Lysy (durante muchos años, colaborador de Menuhin) y el celista Bernardo Altmann (durante 20-30 años integrante de la Filarmónica de Nueva York). Me gané la vida trabajando para una compañía multinacional, pero seguí estudiando y haciendo mucha música. Durante un período de 4 años en el Brasil me encontré con gente tales como los pianistas Gulda y Solomon, violinistas como Szigeto y Ricci, y eso continuó luego en Lima, Perú, donde debido a mis buenas relaciones se me eligió para formar parte de la Comisión Nacional de la Música (siguiendo la iniciativa de la UNESCO). Fue precisamente en Lma que formé un cuarteto de cuerdas con los solistas de la sinfónica local, y sobre algunos años tocamos el ciclo completo de los cuartetos de Beethoven. En Lima tuve contacto estrecho con pianistas como Daniel Barenboim (que tenia entonces 17 años de edad), Arthur Balsam que vino con Joseph Fuchs para dar conciertos, Paul Badura Skoda, violinistas como Henryk Szering, Carrol Glenn de los EEUU y nuevamente Ricci, de quien aprendí mucho. También renové mi relación con Antonio Ianigro, a quien había conocido ya en Buenos Aires años antes, y que vino a Lima con sus famosos Solisti di Zagreb, una excelente orquesta de cámara. De ahí viene que soy propietario de una viola italiana de Capicchione: Todos los violistas de ese grupo de cámara tenian violas hechas por este maestro de Rimini, y me enamoré enseguida de su sonido. Ianigro me recomendó, y un año más tarde, en 1964, recibí mi instrumento, que valoro hasta hoy. Vale ahora 70 veces más de lo que me costó entonces. Cuando me harté definitivamente de la política de Sud-América, me decidí de arriesgarme retornando a Europa; aterricé primero en Paris, luego Londres, más tarde Ginebra, y finalmente en Madrid. En Paris hice música de cámara con Samy Barón (rumano, asistente de Enesco), en Londres tuve contacto con Jacqueline du Prés, y en Ginebra colaboré con las clases maestras de música de cámara en el famoso conservatorio. Todo eso fue muy divertido. En Ginebra uno se encontró con gente como Arturo Rubinstein, Pierre Fournier (a quien conocí de Lima), e hice música de cámara con el gran profesor Corrado Romano y su esposa. Finalmente, en 1973 aterrizamos en Madrid. ¿Porqué Madrid? Pues, español se convirtió en nuestra lengua madre en Sud-América, fue el idioma que hablaron nuestros hijos, y volver a Sud-Amérca estaba fuera de cuestión. ¿A dónde más se podía ir? No lamento haber venido aquí, a pesar que en materia musical raramento estoy de acuerdo con lo que hacen los políticos. Me empleé a fondo acerca de ciertas prácticas obsoletas (como por ej., clases de solfeo antes de iniciarse sobre el instrumento, en los conservatorios) y creo que he contribuido con mi granito de arena al poco progreso que se ha hecho durante estos 27 años. Fui miembro de un cuarteto profesional de cuerdas (Cuarteto Hispánico-Numen) durante 9 años, con el cual dimos la vuelta a España, fuimos a festivales en Yugoslavia y Alemania representando este país, y tuve la gran fortuna de poder tocar sobre los Stradivarius del Palacio Real de Madrid. También hice algunas giras de conciertos con mi pianista Lee Anders, una excelente acompañante que estudió en la Northwestern University, Illinois. Pueden oírnos como fondo musical de mi página web a través de una grabación hecha durante una plática en Radio Nacional Clásica. Estoy ahora semi-retirado. Dar conciertos, y la vida irregular que ello entraña, no me atrae más. Tuve mi hora, y ahora estoy feliz enseñando, publicar artículos en The Strad o revistas locales especializadas en música (Doce Notas) y, por fin, en Internet. Tuve la suerte de enseñar a alumnos capaces, algunos de ellos prominentes en su actividad profesional. He trabajado y sigo trabajando con cuartetos de cuerdas noveles, he conducido orquesta de cámara formada principalmente por mis propios alumnos, he dirigido otras orquestas de cuerda y recientemente - alentado por mi esposa - comencé a moverme por Internet. Debo confesar que está siendo una experiencia extraordinaria, y gracias a Connie Sunday, una experta como pocas, está Ud. ahora leyendo esta historia. ¿Qué pasó con mis composiciones? Componer requiere compostura, y con todo el trajín de mudanzas no ha habido la suficiente para seguir adelante, lo que lamento muchísimo. En Buenos Aires, me habían dado un premio para un quinteto de cuerdas (variaciones sobre un coral de Bach) y se me pidió componer música para un ballet (una historia de mujeres en la guerra civil española) para piano y tímpani, que dio la vuelta al mundo (España excluida) en los años cincuenta. Confieso ser acaparador de recortes de prensa, testimonios, credenciales, etc A pesar de la insistencia de mi familia de deshacerme de todo eso, soy incapaz de tirar algo a la basura. El que quiera echar un vistazo, está bienvenido.
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