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       DEL PRIMITIVO CANTO CRISTIANO A
      LA POLIFONÍA Por Elisa Ramos. Lee su curriculum. 
 Se
      suele señalar el siglo IX como el momento del nacimiento de la polifonía
      con la invención de los primeros organa. Pero tal vez sería más
      oportuno hablar de las primeras manifestaciones musicales escritas sobre
      un proceso oral que ya existía y el camino que trazaron en el desarrollo
      de la música occidental. El término polifonía, de poli-phonos, define
      la producción de varios sonidos o melodías simultáneas. Hombres y
      mujeres –o niños- cantando juntos producen una distancia de octava; las
      diferencias de tesitura entre otras voces implica distinta interválica al
      reproducir una misma melodía a diferente altura; las prácticas de
      ornamentación e improvisación en la práctica musical abogan por la
      existencia de  polifonía en
      la música desde tiempos remotos y en cualquier lugar del mundo. Circunscribiéndonos
      a la música europea se han barajado diversas hipótesis acerca de los orígenes
      de la polifonía. Señalan la apreciación de sonidos simultáneos al
      presionar una tecla en los primeros órganos que llegaron a Constantinopla
      y la posibilidad de que el término organum
      derivara de la similitud del término griego organon
      con el órgano como instrumento y su capacidad de producción sonora
      vertical. En la música medieval se denominará como “canto de órgano”
      a la interpretación polifónica para distinguirla del “canto llano” o
      monodia. Se ha señalado también la derivación de polifonías orientales
      practicadas en la zona rusa de Georgia -lugar donde existirían las
      primeras comunidades que interpretaban músicas polifónicas- y la práctica
      de quintas paralelas en Cerdeña como forma primitiva de polifonía. En
      cualquier caso, debió de ser un proceso continuado que desembocó en la
      plasmación teórica de la  polifonía
      práctica.    
      A partir de los primeros tratados la creación consciente de composiciones
      polifónicas y su sistematización marcarían un rumbo distintivo al
      desarrollo de la música occidental. Se estaban poniendo los cimientos
      para construir el edificio sonoro vertical que la diferencia de otras músicas
      del mundo. Músicas no menos importantes y complejas aunque hayan seguido
      caminos y desarrollos diferentes. Con
      una mirada retrospectiva los tratadistas teóricos del siglo XII
      plantearon el tema de la polifonía buscando referencias sobre la
      interpretación de algunos cantos a varias voces en la música culta de
      tipo religioso de la zona de Francia. Recordemos que el Canto Romano
      Antiguo habría efectuado un viaje de ida y vuelta para retornar a su
      punto de origen transformado por las influencias de la Liturgia Galicana.
      En el siglo VII Isidoro de Sevilla (ca. 560-636) hacía referencia en sus
      escritos a la música armónica como sonidos simultáneos a los que definía
      en términos de simphonía (consonancia) y diaphonía (disonancia). Llamó
      simphonías a la simultaneidad acorde de sonidos graves y agudos a
      distancia interválica de octava, cuarta y quinta. El resto de los
      intervalos serían sonidos discordes o no consonantes. Entre los siglos
      IX-X, Hucbaldo (ca. 840-930) en
      Harmonia Institutiones, introducía el término organum,
      refiriéndose a la consonancia como el encuentro simultáneo y armónico
      de dos sonidos emitidos por diferentes fuentes. Su contemporáneo Regino
      de Prum ( †  915), en un
      tratado del mismo título y con propósitos parecidos intentaba también
      definir consonancia y disonancia. En
      el tratado anónimo  Musica
      Enchiriadis (ca. 900), fuente de capital importancia para estudiar los
      inicios de la polifonía escrita, aparecían los primeros ejemplos que
      trataban de sistematizar las prácticas polifónicas orales. En él se
      planteaban - de forma similar a las ideas de Isidoro de Sevilla- las
      simphonías simples a distancia de octava, quinta o cuarta, y las
      compuestas de octava-octava, octava-quinta y octava-cuarta, cuando se
      agregaban más sonidos. Como novedad, se introducía la compuesta de
      octava-cuarta y se aplicaba el principio de sucesión de simphonías para
      definir a la diaphonía como sinónimo de organum. El término diaphonía
      abandonaba el concepto de disonancia para hacer referencia al discurrir
      consonante de dos melodías simultáneas. El tratado se erige como el
      primer manual musical que inaugura la historia escrita de la polifonía
      occidental. Sus ejemplos muestran diferentes variedades de diaphonías
      simples y compuestas explicando la forma de proceder para construir los
      organa primitivos: a partir de una  melodía
      gregoriana, que tomaba el nombre de vox
      principalis, se agregaba una nueva con la denominación de vox
      organalis. Sucesivas combinaciones se estructuraban sobre tres modelos
      fundamentales de partida:  
 1. Diaphonía diapasón: sucesión de simphonías simples con dos melodías en movimiento de octavas paralelas. La nueva voz se situaba por debajo de la original a distancia de octava. 
 2.    
      Diaphonía diapente: por el mismo procedimiento se añadía una voz
      inferior a distancia de quinta. Las dos melodías discurrían en
      movimiento de quintas paralelas.    
 3.    
      Diaphonía diatessaron: el movimiento transcurría en cuartas
      paralelas con la nueva voz, igual que en los casos anteriores, por debajo
      de la melodía de partida.     
      Para crear un organum a más de dos voces se añadía a la melodía de
      origen más de una voz nueva -a diferente distancia- o se duplicaban la
      voz principal, la organal, o ambas a la vez. Encontramos ya organa a tres
      y cuatro voces - llamados diaphonías compuestas- estructurados a partir
      de cada uno de los modelos simples o combinando más de uno.  
  La
      cuarta diaphonía parte del primer modelo construyendo un organum a tres
      voces. La voz principal queda en el centro, al añadir otra voz organal
      por duplicación a la octava superior.   La
      quinta diaphonía combina diferentes posibilidades para estructurar cuatro
      modelos de organum.  1.    
      Partiendo de la diapente,  la
      duplicación a la octava superior de la voz organal añade - a distancia
      de cuarta- una voz superior a la principal. Ésta 
      queda en el centro con cuarta superior y quinta inferior.   2.    
      Partiendo también de la diapente, la duplicación a la octava
      inferior de la voz principal añade - a distancia de cuarta - una voz
      inferior a la organal. La situación de la voz 
      principal no cambia de lugar pero ahora se encuentra a distancia de
      octava respecto a la voz organal más grave.  3.    
      Duplicando a la octava superior las dos voces de una simphonía
      diapente se obtiene un organum a cuatro voces. La voz principal 
      se sitúa más abajo, aunque por encima de la voz organal más
      grave.    4.    
      Partiendo de la diaphonía al diapason se añade una cuarta
      superior a la voz principal que vuelve a quedar en el centro en un organum
      a tres voces. 
 
  La
      sexta diaphonía estructura de nuevo otros cuatro modelos combinando en
      uno de ellos dos tipos de diaphonías simples: 1.    
      Partiendo de la diaphonía diatessaron, la duplicación a la octava
      superior de la voz organal, organiza un organum a tres voces. Encontramos
      de nuevo la voz principal centrada, con quinta superior y cuarta inferior.
        2.    
      Superponiendo los modelos de diapasón y diatessaron se construye
      un organum a tres voces que mantiene arriba la voz principal.   
 3.    
      Partiendo  de la
      diaphonía diatessaron y doblando las dos voces a la octava, el organum a
      cuatro voces sitúa a la voz principal por debajo de las nuevas voces
      organales.  4.    
      Partiendo de la diaphonía al diapasón se añade una quinta
      superior que sitúa a la voz principal en el centro de una diaphonía
      compuesta a tres voces.   Todo
      se reducía a relaciones interválicas de octava, quinta y cuarta en
      movimiento absolutamente paralelo. Es lo que se conoce como Organum
      purum. Las octavas y quintas paralelas, cuya sonoridad resultaba tan
      natural en este momento, no tendrían cabida siglos más tarde en el seno
      del sistema armónico tonal. De hecho, evitar que se produzcan en la
      progresión de las voces, aunque sea de forma aislada, ha venido siendo el
      caballo de batalla de la mayoría de los estudiantes de armonía en la
      realización de sus ejercicios escolásticos. Sin embargo, el movimiento
      de cuartas paralelas ya se cuestionaba 
      en ese momento al dar lugar en ocasiones a distancias de cuarta
      aumentada. El cantor debía evitar el tritono 
      modificando la voz organal.  En
      Schola Enchiriadis, versión que comenta el tratado anterior según
      la técnica platónica de diálogo, se considera que no es posible un
      organum purum a la cuarta porque su relación con la voz principal no
      puede discurrir de forma tan consonante como los que lo hacen 
      a la octava o a la quinta. Los ejemplos denominados como Organum
      paralelo modificado trataban de fijar la forma de evitar el tritono
      interrumpiendo el paralelismo estricto de las voces. Tal vez se tratara de
      una preocupación de tipo más teórico que práctico. Los cantores,
      habituados a eludir esa sonoridad, podían reducir los intervalos
      aumentados de forma natural relativizando las distancias a partir de la
      primera nota de referencia sobre la melodía original. Toda
      esta construcción se hacía con un esquema muy rígido de nota contra
      nota y con intervalos considerados consonantes. Música
      Enchiriadis ponía las bases teóricas para trabajar sobre una melodía
      gregoriana de referencia y hacer polifonía. El Organum sería la forma
      musical práctica regida por los criterios de la polifonía teórica. No
      obstante, es bastante probable que la teoría resultara demasiado rígida
      y pobre en su intento de sistematizar la música práctica al omitir la
      realidad sonora sujeta a la improvisación. El monopolio de la Iglesia
      sobre la música culta medieval, con un repertorio establecido, dejaba
      poco lugar a la creatividad. La polifonía fue una manera más de tropar
      como cauce creativo de embellecimiento y expansión del repertorio litúrgico.
       Superados
      estos tratados los teóricos empezaron a plantearse, a más de un siglo de
      distancia, la entrada de otros movimientos interválicos con aplicación
      de movimientos paralelos, oblicuos y contrarios. Su combinación daría 
      cabida a relaciones consideradas como no consonantes. Así, sólo
      aparecían de forma sucesiva los intervalos consonantes entre los que se
      intercalaban de forma aislada las ‘inconsonancias’ para volver a la
      consonancia o llegar al unísono. A siglos de distancia del concepto de
      acorde funcional, el principio de tensión-reposo, presente ya en los
      arcos de las melodías gregorianas, empezaba a aplicarse en la
      verticalidad de la música.  Guido
      D’Arezzo en el tratado Micrologus
      (ca. 1025) ampliaba el margen de los intervalos aceptados y ponía
      especial énfasis en la conveniencia de modificar el movimiento de las
      voces para llegar al unísono al final de las frases (occursus).
      Dando prioridad a los intervalos de octava y cuarta admitió la tercera
      mayor, la segunda mayor y la tercera menor. La quinta se convirtió en un
      intervalo dudoso al ser rechazada y considerarse como inconsonancia  junto a la segunda menor.      
      Los tratados De música de Jhon
      Cotton (ca.1100) y el anónimo Ad
      organum faciendum (hacia la misma época) planteaban el cambio en la
      situación de la voz principal. Denominaban organum a la diaphonía
      construida por un conjunto de sonidos con una melodía principal,
      alrededor de la cual circulaba otra voz que coincidía con ella en puntos
      de reposo al unísono o a la octava.  La
      plasmación musical de los tratados se refleja en la polifonía escrita
      que se conserva en varios centros importantes entre los que destacan San
      Marcial de Limoges y Santiago de Compostela. Su repertorio, fijado en
      manuscritos para uso de los cantores, ha permitido tener ideas más
      precisas acerca de cómo debieron sonar y estudiar su desarrollo. Teoría
      y práctica se afectaron mutuamente dando lugar a diferentes tipos de
      organum.  El
      Organum purum o estricto se
      desarrolló entre los años 900 y 1050. Se caracteriza por el movimiento
      paralelo entre dos, tres o cuatro voces que se construyen por duplicación;
      la voz principal lleva el canto gregoriano y la relación de todas las
      voces es siempre de punctum contra punctum (nota contra nota): a cada nota de la voz
      principal corresponde una en la voz organal.  El
      organum purum convergente parte de las normas que Guido D’Arezzo
      estableciera en su Micrologus aplicadas al organum paralelo. En el occursus
      la cadencia de las voces debe hacerse a una tercera mayor si el movimiento
      es convergente; si es oblicuo mediante un salto de segunda mayor. Estas
      ideas, concebidas para ser aplicadas al organum paralelo, afectarían
      también al organum libre. La teoría guidoniana puede servir de ejemplo
      de cómo en el tiempo, hacia atrás y hacia delante, 
      la práctica puede influir sobre la teoría y viceversa.   El
      Organum libre tuvo su
      desarrollo entre 1050 y 1150 aproximadamente. Destaca el cambio que se
      produjo en la disposición de la voz principal. Al situarse y mantenerse
      en la parte inferior de la composición se convirtió en la base de Cantus
      Firmus, como Tenor Gregoriano, sobre el que se estructurarían las composiciones
      polifónicas posteriores. Por otra parte, la libertad de introducir
      distintas relaciones interválicas y la serie de normas que se
      establecieron otorgaron mayor riqueza sonora a las composiciones. Según
      Cotton (ca.1100), mientras las V.P asciende la V.O debe descender; si una
      reposa en el grave, la otra debe hacerlo en el agudo; si el reposo es a
      media altura, deben tender al encuentro para producir el unísono. Los
      frecuentes cruces de voces se resolvían volviendo al unísono para
      separarse de nuevo cada una hacia su tesitura. El sistema de relación
      entre las voces es de punctum contra
      punctum y va a empezar a denominarse a partir del S. XII como técnica
      de Discantus. 
      El problema del diabulus in música (tritono Fa-Si) se resolvió con la notación de
      Si bemol, como única alteración de las escalas de la modalidad medieval.
       El organum melismático o florido se desarrolló de 1150 en
      adelante en Santiago de Compostela y San Marcial de Limoges. Fue un
      experimento nuevo sobre lo existente y ya no dependía de las diaphonías
      de Musica Enchiriadis . La voz
      principal, situada en el registro grave, lleva el canto gregoriano en
      notas tenidas, origen de la denominación de tenor gregoriano (tenere, mantener). La duración no es fija pues no existe aún el
      concepto métrico de compás. La voz organal se desarrolla por encima de
      forma melismática abandonando la técnica de nota contra nota. El melisma
      plantea todo tipo de movimientos por cada nota tenida utilizando los
      principios del organum libre. Tiene que respetar la evitación del tritono  y ser consonante en sus encuentros con la voz principal en unísono,
      octava, cuarta o quinta. Se considera que el melisma debe ser mayor de
      tres notas por cada nota tenida para definirlo como organum melismático y
      diferenciarlo del Discantus
      desarrollado. Esta técnica mantiene el estilo de nota contra nota,
      aunque en determinados pasajes a una sola nota pueden corresponder dos o
      tres en la voz superior.  La
      técnica de discanto se encuentra reflejada en el suplemento del Tropario
      de Winchester (s. XI) con organa, aplicados normalmente a un
      repertorio de aleluyas y responsorios, que manejan esta técnica y el
      organum paralelo combinado con algunos movimientos del organum libre.
      Conviene señalar también otras fuentes importantes para analizar los orígenes
      de la polifonía. En las Alelúyas
      de Chartres, de finales del siglo XI, predomina la utilización del
      sistema del organum libre. Los manuscritos de San Marcial de Limoges
      recogen tropos y secuencias en forma polifónica combinando organum en
      discanto desarrollado y organum florido o melismático. El Codex
      Calistinux, de mediados del siglo XII, combina las dos estructuras que
      encontrábamos en San Marcial y recoge la que puede ser la primera muestra
      de polifonía escrita a tres voces reales. 
      En el organum triplum Congadudeant
      Catholici  ya no se
      observa  duplicación de alguna de las dos voces, sino la creación de
      una tercera voz en estilo melismático sobre dos en estilo de nota contra
      nota.  La semilla de los primeros experimentos polifónicos había germinado y auguraba un crecimiento floreciente. En París, las creaciones polifónicas alcanzarían una magnitud similar a la monumentalidad de las grandiosas catedrales góticas. La Escuela de Notre Dame abriría nuevos caminos a la creatividad de la música occidental. 
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