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Número 24º - Enero 2.002


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El repertorio pianístico francés entre dos siglos. Parte primera:  Sombras, colores, formas. 

Por Elisa Rapado. Lee su curriculum.

Introducción

            Podría comenzar mi estudio, tras una breve introducción histórica, diciendo “El gran compositor Fauré nació en el año 1845...”. Pero es superior a mis fuerzas. La razón es que voy a hablar de la música francesa del siglo XIX, cuyo mérito inicial consistió en liberarse de la estética del subjetivismo[1],que había caracterizado a todo el siglo XIX en las demás naciones. No puedo, por tanto, implicar la biografía de aquellos compositores que nunca quisieron que los hechos de su vida sirvieran para explicar las razones musicales de su obra.

            Prescindo de biografías, por tanto. Sin embargo, creo que el enfoque hermenéutico que voy a intentar adoptar es más eficaz y moderno que el procedimiento historiográfico, y caracteriza mejor a la invenstigación contemporánea, conforme la entienden autores como Dahlhaus y Fubini. Con ello no pretendo presumir de haber hecho ningún descubrimiento nuevo, sino, simplemente, tratar de aplicar lo  ya existente.

            Hay que tener en cuenta, además, que en estos años no podemos considerar aisladamente a la música de las demás manifestacions histórico-artísticas. Nos encontramos en un momento en el que todos los autores vuelven la vista hacia las demás artes, de hecho, a este respecto surgirán algunas ideas estéticas, que se retomarán posteriormente, como el considerar que todas las artes surgen de un mismo principio estético, siendo diferentes solamente en el material[2].

            Francia, en concreto, es el país en el que la pintura, la música y la literatura se relacionaron más estrechamente, quizá porque en la propia historia francesa ese tipo de relación siempre había producido grandes creaciones (recordemos las tragedias líricas del siglo XVII, que incluían literatura y música de prestigio, así como danzas y escenografías efímeras). A lo largo de estas páginas, se tratará de estudiar la incidencia, en la música para piano, de todos los factores (políticos, económicos, sociales, culturales, artísticos) que intervinieron en la gestación del pensamiento y las composiciones de los autores del periodo decadentista y de Fin de Siglo.

El movimiento cultural francés de mediados de siglo

Francia es uno de los países en los que hablar de nacionalismo musical no tiene sentido. La razón la podemos encontrar en que la nación francesa, en los años en los que ubicamos nuestro estudio, se encontraba plenamente realizada, con una cultura propia y prestigiosa que ejercía una poderosa influencia sobre el resto de naciones europeas. La capital, París, era un foco de atracción de muchos intelectuales europeos que se congregaban allí, confiriendo a todas las manifestaciones artísticas desarrolladas un cariz cosmopolita. Por tanto, el ansia de resurgimiento histórico y reafirmación cultural que produjeron el nacionalismo en los restantes países europeos no tuvo lugar en Francia.

            No obstante, este cosmopolitismo característico de Francia no impidió el desarrollo de una tradición musical propia y diferente de los demás países. Simplemente, el renacimiento de la música francesa se retrasó, surgió con el desarrollo de las instituciones  como el Conservatorio, la Asociación de Artistas Músicos y, sobre todo, la fundación de la Sociedad de Compositores (1862) y la Sociedad Nacional para la Música Francesa[3] (1871).

A partir de ese momento, los compositores buscaron su inspiración no sólo en la música popular, sino en las grandes obras francesas del pasado, fijando su atención en la obra de compositores como Gluck, Rameau, Couperin etc. Este renacimiento de las características más peculiares de la música francesa fue el que condujo a una supremacía musical de este país en la primera mitad del siglo XX.

             La música francesa evolucionó de acuerdo con estas tres corrientes:

-        Tradición cosmopolita: se trata de una música anti-romántica, con las siguientes características:

1.      Evita los extremos expresivos, en favor de formas musicales tradicionales (tanto instrumentales como vocales).

2.      Utiliza la forma clásica de conformar y desarrollar los temas; así como texturas homofónicas con ciertos rasgos de escritura horizontal o contrapuntística.

3.      Introduce pequeñas innovaciones cromáticas en la armonía.

4.      Aplica sistemáticamente el principio cíclico.

Algunos representantes de esta línea son César Franck y su discípulo Vincent D’Indy. 

-        Tradición francesa: plantean de nueva la concepción clásica de la música como forma sonora –tomando como modelos a músicos del siglo XVI, como Couperin-, en contraste con la concepción romántica de la música como expresión: es una composición musical con orden, comedida, más lírica y danzante que épica o dramática, económica, sencilla, reservada, no transmite mensaje, pero consta de serenidad, detalles cuidados. Gounod se enmarca en esta corriente, así como Saint Saëns, Massenet y Fauré.  

-        Nueva música: partiendo de la tradición francesa de Rameau y Couperin, llega hasta el impresionismo musical. Sus representantes son Ravel y Debussy. Su importancia es tal que merece ser tratada con mayor amplitud, en el siguiente capítulo.

Hay algunos compositores muy difíciles de clasificar en una u otra corriente. Tal es el caso del compositor antiimpresionista Erik Satie, que comentaremos más ampliamente como autor de música para piano.

El Impresionismo

“El impresionismo musical comparte muchos rasgos, incluso técnicos, con el impresionismo en la literatura y en la pintura. Exhibe el mismo desafecto hacia un agrupamiento ‘composicional’ lógico de ideas, la misma predilección pictórico-bidimensional por la yuxtaposición de diferentes coloridos y sonoridades no enlazados por líneas definidas, y el efecto deseado de tales composiciones se alcanza tan sólo ‘mirándolas’ desde cierta distancia (...). Es por virtud del orden, y no por la disposición emocional de las diferentes secciones que se obtienen la ‘forma’, ya que no se apela a la memoria sino, más bien, a una facultad de impresionabilidad sensorial. (...) Esta vez la música se torna ilustración, la ilustración del estado emocional enunciado por el título. Ya no emplea la forma en el sentido convencional; la argamasa del edificio sonoro será el estado del alma sugerido por el título poético, es decir, por su contenido extramusical”[4].

“El impresionismo, esenciamente, descompone el todo -¿qué es el todo sino una síntesis?- en sus partes constitutivas. El pintor descompone la luz en sus colores simples, jamás los mezcla en su paleta, los yuxtapone en el lienzo y es el espectador el que ha de recomponerlos; es decir, el que ha de realizar su propia síntesis mediante un proceso mental. El músico sustituye los colores simples por los tonos enteros, y aunque el efecto no es, ni puede ser el mismo, obliga al oyente a una síntesis parecida. En suma, el impresionismo no busca la sustancia de las cosas, sino el accidente, que es lo único perceptible, y por tanto lo único que es real con seguridad. El pintor da primacía al color sobre el dibujo, y el color depende de la luz. ¿De qué color es una hoja de papel iluminada por una luz roja? Blanca, dice la razón (que tiene que realizar una síntesis). Roja, dice la percepción, que sólo realiza un análisis. Para el pintor impresionista, naturalmente es roja, o por lo menos, parece roja, que es lo que importa. Como las hojas verdes de los árboles bajo el sol resultan plateadas. El músico buscará un adecuado paralelismo a esta reacción. ¿No se ha hablado siempre del timbre como un ‘color’? de aquí que el timbre predomine sobre el dibujo (la melodía) y aun sobre la estructura global del sonido (la armonía)”[5].

Es una corriente estética que tiende a primar las sensaciones, las sugerencias y las asociaciones estimativas que, subconscientemente, nos presentan las cosas sobre la representación racional, la reproducción o la imitación. El término se refirió en un principio a las artes plásticas, alrededor de 1874.  En literatura, se aplicó fundamentalmente al simbolismo, de poetas como Mallarmé, Verlaine y Rimbaud.

            El enfoque de la composición se destina a crear atmósferas e impresiones sensoriales mediante armonías y timbres. El artista va a expresar el mundo tal y como lo ve[6], y no según las convenciones y costumbres del momento, por ello supone una liberación del artista.

            Se trata de evocar un clima, un sentimiento fugaz, una atmósfera, con ayuda de títulos sugerentes y reminiscencias de sonidos naturales, ritmos de danza, trozos de melodía etc. Se pretende destacar el impacto, la impresión que produce en nosotros ese objeto y no el destacar el objeto en sí mismo. Aunque es, por ello, una especie de música programática, se diferencia de ella en que rechaza el contar una historia o el expresar emociones profundas.

            Los fundamentos de esta nueva corriente estética se encuentran en la alusión y el sobreentendido, y es la antítesis de las expresiones profundas, vigorosas y rectilíneas de los románticos. Trata de rescatar la música de la influencia romántica y, en concreto, del wagnerianismo. Es decir, la ideología de fondo del impresionismo es una revalorización del gusto francés en contra del germanismo, que estaba sólidamente asentado en toda Europa, y de cuya huella no consiguieron librarse ni siquiera los compositores nacionalistas .

La naturaleza es el punto de partida: el compositor tiende a suscitar con su música una imagen visual tan fuerte como pueda, ya que la naturaleza no requiere necesariamente asociaciones o interpretaciones mentales o afectivas, y permite recrearse, sin más, con la luz, la sombra, los colores opuestos etc.

          Podemos considerar que el Impresionismo, como movimiento musical, comienza con la primera melodía de flauta en el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, y termina en el 1920 con el surgimiento de otras corrientes estéticas, como el Neoclasicismo. De hecho, el propio Ravel abandonó por estos años los procedimientos compositivos impresionistas para adoptar el nuevo lenguaje neoclásico. Esto puede verse en obras como Homagge a Rameau, suites, le tombeau de Couperin etc.

          Una de las obras que más influyeron en este nuevo movimiento musical fue el poema Pelleas et Melisande, de Maeterlinck. La estética simbolista (también de otros poetas, que, posteriormente, influirían en los compositores modernistas, como Schöenberg, Stravinski o el propio Ravel) y las imagenes literarias sugeridas por el poeta, sugirieron a Debussy la posibilidad de asociar el lenguaje musical y literario con las mismas impresiones pictóricas.

Algunos aspectos estéticos y estilísticos del impresionismo son los siguientes:

-                  Perviviencia de algunas características del romanticismo, tanto grandioso como intimista: esto puede verse en la que todavía el poema sinfónico está presente: los compositores impresionistas intentan plasmar ideas programáticas descriptivas ( un ejemplo sería la Mer, de Debussy). También se mantienen las pequeñas piezas para piano, a la manera de las fantasías o piezas para niños de Schumann y Mendelssohn. Se trata de un impresionismo subjetivo, que localizamos, por ejemplo, en las pequeñas descripciones de los preludios de Debussy.  

-                  Componentes realistas y naturalistas. Los autores impresionistas describen pictóricamente los árboles, jardines bajo la lluvia, tienen algo que ver todavía con los programas musicales de Berlioz, Liszt, Wagner: 

-                  Exotismo y asimilación de lenguajes populares. Utilizan un lenguaje nuevo: la música del lejano oriente, conocida y asimilada a partir de las exposiciones universales, que trajeron a Europa escalas exóticas (pentatónica, escala de tonos enteros, escalas modales), el empleo de instrumentos de colorido exótico (arpa, celesta, triángulo) etc. Debussy, en particular, se dejó influir por estas corrientes musicales, sobre todo por el Gamelán javanés, como puede verse, por ejemplo, en su composición Pagodas. 

Un caso aparte dentro de este descubrimiento de lo exótico (que no deja de ser una reminiscencia de gusto por lo lejano en el espacio y en el tiempo, que caracterizaba al Romanticismo) es el colorido hispánico, que encontramos en muchas composiciones pianísticas de Debussy (Soirée dans Grenade) y Ravel.

 

             El Impresionismo también presenta algunas peculiaridades formales que le son propias.

x        Armonía: se relaciona con el lenguaje pictórico de los artistas contemporáneos. 

1.     El acorde busca su disonancia en función del metro y el timbre, perdiéndose así la cadencia tradicional. El sonido impresionista surge al agrupar sonidos independientes, que al superponerse pierden su personalidad y producen el efecto de impresión –o disolución impresionista-. Así se consigue dar también un efecto de belleza sensual. 

2.     Se suprimen las armonías tradicionales por otras basadas en escalas infrecuentes, como la pentatónica, para conseguir el color tonal. Se asienta y asimila el uso de la modalidad. 

3.     Desaparece la tensión a la tónica para generarse un estatismo en toda la composición. Se consigue crear una sensación de centro tonal mediante la repetición (notas pedales). 

4.     El empleo de escalas modales conduce a la utilización de acordes por cuartas. 

5.     Surge el movimiento paralelo de las armonías (desplazamiento por grados conjuntos en todas las voces de acordes completos, perdiéndose la tensión de los movimientos obligados, las notas de resolución fija etc). 

6.     La suspensión (eliminan cadencias claras, y, como en el caso de la pintura, las delimitaciones).

x        Melodía: También es muy característica, no solamente por el especial colorido que adquiere con el empleo de las escalas modeales, sino sobre todo por la ruptura de la estructuración lógica de las frases. Con el Impresionismo, las líneas melódicas desaparecen, porque la melodía debe ser algo fragmentario, una atmósfera sonora, imprecisa. Es decir, el protagonista de la música es el sonido[7], no los sonidos, sino el sonido en sí mismo, como objeto de placer y, en ocasiones, sin ninguna finalidad.

x        Metro y ritmo Puede considerarse el aspecto más descuidado por el impresionismo, sin embargo, en ocasiones puede cobrar gran importancia, por ejemplo cuando se aplican la fuerza rítmica de la música española, o bien la síncopa tomada del jazz.

x        Aspectos tímbricos y de textura Se preocupan por el colorido tímbrico, hasta obtener de los instrumentos y de la combinación de los mismos con sonidos nuevos algunos efectos pintorescos, extraños, penetrantes. Las progresiones armónicas y los efectos coloristas se consiguen con la música instrumental: la orquesta logra efectos muy delicados a base de modificarla: a los trombones y trompetas se les pone la sordina, los registros graves acallan las maderas estridentes, los violines emplean registros agudos, las violas, los graves y los chelos, armónicos.

x        Aspecto formal Como se disuelve la armonía funcional, sus formas también. No se utiliza ninguna forma típica alemana. Se compone mediante la yuxtaposición, y solamente se mantienen las formas libres, preludios, fantasías, que generalmente adoptan estructuras simétricas. La forma lied (ABA) será la más apreciada.

           Una vez comentadas las características de los movimientos musicales que se sucedieron en Francia, me centraré en la evolución de la música para piano francesa.

Piano en la música francesa:

                      Los compositores de música para piano franceses fueron, en general, los que menos se dedicaron a la música escénica, incluso si fueron además, grandes compositores de música orquestal. La razón la podemos encontrar en que las dos modalidades de ópera de éxito que imperaban en su tiempo (grand opera y opera comique) compartían una filosofía estética de ampulosidad, excesos de expresión y amaneramiento que no tenían nada que ver con las ambiciones musicales de los pianistas franceses. Además, su mayor formación intelectual contribuyó a que se erigieran muy pronto como los mayores renovadores de la música francesa[8].

Es por ello por lo que puede afirmarse, más que en ningún otro país, que el arte instrumental francés más evolucionado tiene en el piano su mejor reflejo. Su ascenso irresistible desde comienzos de siglo condicionó su pronto asentamiento como el instrumento dominador, y aunque esto había sucedido en todos los demás países, hubo una característica peculiar en el país que hizo que el pianismo francés tomase un camino muy diferente al alemán, e incluso a los demás países europeos que desarrollaban las ideas nacionalistas.

Dicha característica consiste en el gusto por el timbre. Aunque todavía no se trata de una especulación sobre el timbre en sí mismo, como sucederá a lo largo del siglo XX, este desarrollo tímbrico del instrumento se encuentra en la música para teclado francesa desde el siglo XVI; adivinándose ya en las obras de Couperin, Rameau etc, y pasará a los compositores tanto impresionistas como sus contemporáneos, algunos de cuyos pasajes pueden considerarse auténticas filigranas pianísticas que investigan sobre las posibilidades sonoras y formales del instrumento y la música, aparte de sugerir algo extramusical.

            Este instrumento para el que escribieron los compositores franceses tiene mucho más que ver con el piano actual que con sus antecesores más inmediatos, el fortepiano y el pianoforte. Sin embargo, la escritura pianística francesa debe todavía mucho a los compositores románticos. Como hemos dicho anteriormente, el pianismo francés se caracterizó por el cultivo de danzas, piezas líricas, preludios y fantasías, a la manera de Chopin, Mendelssohn, Schumann, Schubert etc.

Estas piezas constan de formas generalmente libres. Incluso si se trata de formas más complicadas, como sonatas o suites, la relación entre los tiempos o partes no pasa de un mero nexo tonal o melódico. Las tres líneas evolutivas de la música francesa citadas anteriormente servirían para clasificar y estudiar también la música pianística del siglo. Sin embargo, para no repetir el esquema, las características generales anteriores se aplicarán a continuación a los compositores concretos.

 

Pero eso será el próximo mes de Febrero.

 



[1]Planteamiento filosófico-musical que consistía en la plasmación musical de las vivencias del individuo, tanto compositor como intérprete.

[2] Benedetto Croce y todos sus discípulos partirán de esta misma idea, aunque en concreto él no la aplicó a la música.

[3] Fue fundada por un grupo de compositores relativamente jóvenes, entre los que encontramos los nombres de Saint-Saëns, Chabrier y Fauré.

[4] LANG, P H. La música en la civilización occidental. Eudeba, Buenos Aires, 1979 pág 815

[5] COMELLAS, JL. Nueva historia de la música. Barcelona, Ediciones Internacionales Universitarias, 1995 págs 470-71.

[6] En este sentido, por lo que tiene de personal e individual, conecta con el subjetivismo romántico, pero difiere de éste en que la atención cae sobre la impresión y no sobre la expresión. El artista no trata de inferir de su impresión un impacto sensorial objetivado, es decir  válido para cualquier persona, sino que aporta su propia visión.

[7] En el sentido alemán de klang, es decir, sonido como timbre.

[8] Esto se puede explicar porque, a lo largo de los siglos anteriores, correspondientes a la monarquía absoluta de los diversos Luises de Francia, el teatro siempre había estado ligado a la Corte, y a sus intelectuales. El siglo XIX, tras la Revolución, requería un arte teatral menos elitista, más expresivo, que pudiese impactar y sorprender con sus golpes de efecto al aficionado medio.