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WEST
EASTERN DIVAN,
QUINTA EDICIÓN
Por
Fernando López Vargas-Machuca.
En
la que es ya su quinta convocatoria, el West Eastern Divan se ha
consolidado como una iniciativa de amplia proyección internacional con un
importante futuro por delante. Ello se debe en gran medida al espaldarazo
que ha supuesto la concesión del Premio Príncipe de Asturias a la
Concordia a sus responsables, Edward Said y Daniel Barenboim. También a la
firme voluntad de la Junta de Andalucía por apostar por un proyecto que
tiene como señas de identidad la búsqueda de nexos de unión entre culturas
enfrentadas entre sí y el radical rechazo de la guerra y el terrorismo.
"La única ideología política que pedimos a los chicos es que estén en
contra del uso de la violencia como solución a los conflictos", ha
manifestado con insistencia Barenboim.
Un planteamiento en abierto contraste
con la actitud del gobierno español -presidido por el conservador Partido
Popular- de apoyo a la política internacional de George Bush,
circunstancia que posiblemente habrá servido de incentivo al presidente
socialista andaluz Manuel Chaves a la hora de conceder a Said y Barenboim
la deseada estabilidad del taller en Andalucía. También a la hora de
firmar con ambos la creación de la Fundación Barenboim-Said para la
Música y el Pensamiento, cuya misión es no sólo ofrecer un marco
estable al West Eastern Divan, sino también añadir una dimensión
más rica al mismo, incluyendo entre otras ideas la creación de una escuela
de estudios orquestales que ofrezca ayudas para alumnos sin recursos. Todo
ello en estrecha colaboración con la Fundación Tres Culturas del
Mediterráneo, que ha apoyado decididamente la iniciativa.
Dos presencias a destacar
En esta edición hay que subrayar dos
incorporaciones. Una es la del pianista onubense Javier Perianes, quien
tras una audición el Madrid ha sido reclamado por el bonaerense para
ejercer labores docentes en el taller y participar junto a los miembros
del Diván en el recital de música de cámara, ofrecido en esta ocasión en
la ciudad cordobesa de Lucena. Todo un orgullo para el joven artista, de
quien el propio Barenboim ha afirmado públicamente que "posee un
extraordinario talento".
La otra incorporación es la de Edward
Said, ausente el año pasado por su gravísima enfermedad, una leucemia que
ha reducido sus viajes al mínimo. Por suerte su intelecto permanece
intacto, como ponen de manifiesto los artículos que periódicamente podemos
leer en el diario El País y quedó en evidencia en la rueda de prensa
ofrecida el día del concierto, manifestando capacidad analítica y
precisión conceptual dignas de elogio ante las preguntas que le hicimos.
Un orgullo haber tenido entre nosotros a este intelectual admirable que
cumple con el Diván y con la nueva fundación que lleva su nombre uno de
los sueños de su vida.
Por lo demás, la presente edición del
taller ha seguido el esquema del
año pasado. Los
jóvenes instrumentistas seleccionados de Israel y países islámicos de
Oriente Medio han convivido a lo largo de tres semanas con integrantes de
la Orquesta Joven de Andalucía en el antiguo seminario de la pequeña
localidad sevillana de Pilas. Algunos -los que no alcanzaban el nivel
técnico suficiente- tan sólo para enriquecerse con la asistencia a las
clases y con la convivencia humana. El resto, también para trabajar
páginas camerísticas con profesores procedentes de la Staatskapelle de
Berlín y para ensayar con el propio Barenboim y su asistente Cliff Colnot
las páginas orquestales que al terminar el trabajo se llevan de gira. Una
gira mucho más extensa en esta oportunidad, que ha incluido hitos tales
como las actuaciones en el teatro romano de Mérida y los Proms de Londres,
más la presentación del taller por primera vez en su historia en un país
islámico, concretamente en Marruecos, siendo firme la intención de ampliar
la lista en futuras ediciones.
El director del momento
Musicalmente el resultado volvió a ser
muy satisfactorio. Por un lado por el nivel técnico que exhibió la
orquesta, no extraordinario pero sí asombroso para el poco tiempo que sus
jóvenes integrantes han trabajado juntos. Por otro, claro está, por el
talento desplegado por Daniel Barenboim, al que su creciente fama le está
haciendo mucho daño: no hay nada como la popularidad para que los no que
se sienten cómodos compartiendo los gustos de la mayoría desplieguen su
retahíla de prejuicios y desdenes. Tampoco el comportamiento cada año
menos cordial y más distante del divo debería hacer olvidar a nadie que
nos encontramos -independientemente de que gusten o no sus a veces
radicales planteamientos expresivos- ante uno de los más grandes músicos
de las últimas décadas, y sin duda el mejor director de nuestros días para
el repertorio tradicional, resultado de una felicísima combinación de
técnica, riesgo y personalidad. Esto no quiere decir que no muestre
irregularidades; de hecho, en el concierto del miércoles 20 de agosto en
el Teatro de la Maestranza las hubo.
Nuestro artista no rindió al cien por
cien en la Incompleta de Schubert, ofreciendo una lectura
ciertamente más satisfactoria que la floja del año pasado en Madrid, más
comprometida y emocionante, matizadas con sensibilidad las intervenciones
solistas, pero un tanto nerviosa, irregular y desequilibrada en su
discurso. Quienes le escuchamos esta obra en el mismo Maestranza allá por
1992, con la Filarmónica de Berlín, sabemos que puede hacerlo mejor. Hubo
por lo demás algunas pifias en la orquesta, corregidas dos días después en
el concierto en los Proms que fuera en su momento retransmitido a través
de Internet.
Memorable de principio a fin la
Heroica, como no podía ser menos saliendo del mayor beethoveniano
desde tiempos de Klemperer. Se trató de una lectura dramática, tensa,
doliente y hasta desgarradora, mucho antes trágica que victoriosa, en la
que el inflamable Barenboim hizo gala una vez más de su creatividad y
compromiso expresivo apuntando hacia el corazón mismo de la partitura sin
ofrecer concesiones a la dulzura, la espectacularidad o el efectismo. Por
otra parte fue una versión un tanto "a la alemana", con un sonido
poderoso, empastado y denso que recordaba más -salvando las evidentes
distancias- al bronce envejecido de la Staatskapelle de Berlín que a la
plata refulgente de la Sinfónica de Chicago, por citar las dos orquestas
de las que nuestro artista es titular. En definitiva, una propuesta muy
alejada del Beethoven de vistoso, lúdico y superficial que hoy proponen
gente como Rattle o ciertos historicistas, y por ende muy próxima a lo que
ofrecía el inolvidable Furtwängler en concierto.
Las dos propinas fueron las mismas del
año pasado. En primer lugar una bellísima lectura -apolínea mas no
frívola- del intermedio de Rosamunda de Schubert. Seguidamente la
obertura de El Barbero de Sevilla, menos satisfactoria que la de la
anterior ocasión aun estando mejor tocada; resultaron igual de admirables
su frescura, desenfado y espíritu dionisiaco, así como la planificación de
los crescendi, pero perdió enteros por sus tempi en exceso acelerados, su
carencia de cantabilidad y la escasa claridad del entramado orquestal. Los
calurosísimos aplausos fueron por sevillanas, para irritación de algunos
"exquisitos". No así del hijo de Barenboim, a la sazón concertino en la
segunda parte del programa, quien parecía divertirse de lo lindo con tales
palmas.
Un futuro para mejorar
Asentado ya para siempre el West
Eastern Divan en
Andalucía, es necesario que en la próxima edición se corrijan los defectos
organizativos de las dos últimas, especialmente en lo que al concierto de
música de cámara se refiere. Confiamos igualmente en que la prensa
especializada tenga finalmente la oportunidad de acceder a Barenboim, pues
hasta ahora sólo a los enviados de la prensa nacional -normalmente
redactores con escasa o ninguna idea de música- se les ha concedido la
oportunidad de entrevistarle.
Es de esperar también que, como la
Consejera de Cultura de la Junta y el propio Barenboim han anunciado, el
taller encuentre el año que viene una mayor proyección a lo largo y ancho
de la comunidad autónoma, y que la recién creada
Fundación Barenboim-Said pase
de ser un proyecto un tanto indefinido a transformarse en una realidad
que, como señala el
documento firmado el pasado 20 de agosto, logre "convertir a Andalucía en
un relevante centro de formación y divulgación de la música clásica, así
como fomentar el espíritu de reflexión, diálogo y encuentro intercultural".
Finalmente, sería muy recomendable que
los aficionados que siguen manifestando reticencias ante este proyecto
aprendan a distinguir la paja del grano. Es decir, entre lo que son por un
lado el más o menos oportunista apoyo político y el amplio despliegue
mediático en torno al West Eastern Divan, ambos indispensables para
la propia existencia del taller y para la difusión de su mensaje, y por
otro la bondad humana de esta iniciativa, la calidad musical de sus
resultados y la fertilidad de las semillas que viene plantando. Desde
aquí, nuestro más sincero apoyo y más caluroso aplauso.
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