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CINE
Y MUSICA: LOS TRES COLORES DE LA BANDERA DE FRANCIA
Por Angel
Riego Cue. Lee su Curriculum.
La denominación
"cine de autor" ha hecho fortuna para referirse
a cineastas que se sirven de sus películas para
transmitir contenidos intelectuales que vayan más allá
del mero entretenimiento; si el cine
"comercial" se puede comparar, en literatura, a
la novela de entretenimiento o "evasión", el
cine de autor estaría más cerca del ensayo filosófico.
En esta categoría pueden incluirse nombres como Ingmar
Bergman, Luis Buñuel o Andrei Tarkovsky.
Precisamente tras la muerte de Tarkovsky en 1986 pareció
que se buscaba un "sucesor" (en un estilo bien
distinto, claro está) en la figura del polaco Krystof
Kieslowski, quien a finales de los años 80 estaba
realizando una serie de 10 episodios para la TV llamada
"Decálogo", consistente en meditaciones sobre
los Diez Mandamientos adaptados a la vida actual. Bien
puede decirse que estaba hecha desde una sensibilidad
cristiana, cosa nada extraña dada la influencia en
Polonia de la Iglesia Católica, pero con una sinceridad
bastante mayor que la de cualquiera de sus homólogos
occidentales: ya se sabe, en Polonia el catolicismo es
"otra cosa". Los episodios del Quinto y Sexto
Mandamiento se llegaron a estrenar en salas de cine con
los títulos "No matarás" y "No
amarás".
Tras el Decálogo, Kieslowski realizaría "La doble
vida de Verónica" (1991), una meditación sobre el
famoso tema del "Doppelgänger" o doble, que
supuestamente tenemos cada uno (o al menos, algunas
personas), y sobre la sincronización entre dos
"vidas paralelas", la de dos jóvenes, la
francesa Verónique y la polaca Weronika, que transcurren
sin que cada una sepa nada de la otra, pero sin embargo
con inexplicables coincidencias entre ambas. Finalmente,
Verónique llegará a saber de su "homóloga"
polaca cuando esta ya ha muerto. Ambos personajes estaban
interpretados por la misma actriz, Irène Jacob, que
debutó aquí como protagonista: todo un descubrimiento
de Kieslowski, quien la volvería a emplear más adelante
en otra película donde también se plantearía la
existencia del "doble".
La vocación de Kieslowski de realizar películas que
ilustren grandes principios abstractos llegó a su
culminación cuando anunció una trilogía sobre los tres
pilares de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y
Fraternidad. En un mundo laico donde la religión está
en retroceso (al menos la oficial), y donde la Soberanía
Popular ha ocupado el lugar de Dios como fuente de
legitimidad para las leyes, parece como si estos valores
laicos ocuparan el lugar sagrado que antes correspondía
a los Mandamientos.
Las tres partes de la trilogía, realizada entre 1993 y
1994, se denominarían con los colores de la bandera
oficial de Francia tras la Revolución de 1789:
"Azul" para la Libertad, "Blanco"
para la Igualdad, "Rojo" para la Fraternidad.
Tras el rodaje de esta última, Kieslowski anunció que
no pensaba volver a dirigir películas, lo que fue tomado
por algunos como una argucia "comercial" para
ser bien tratado por la crítica; se llegó a hablar de
que estaba estudiando el proyecto de una nueva trilogía
sobre la Divina Comedia de Dante (el Infierno, el
Purgatorio y el Paraíso). Sin embargo, las razones de su
retirada debían estar basadas en serios problemas de
salud, pues Kieslowski moriría en Varsovia el 13 de
marzo de 1996, a consecuencia de un infarto. Tenía 54
años.
Los "Tres Colores" (y "Rojo" en
particular) se convirtieron en su testamento artístico,
y creemos oportuno incluirlos en esta serie sobre
películas que tengan relación con la música por varias
razones, entre ellas porque supuso para un amplio sector
del público el descubrimiento de un compositor de la
talla de Zbigniew Preisner, cuya música original para
estos filmes es de un nivel muy superior al habitual en
las "bandas sonoras". Y sobre todo porque, en
la primera de ellas, el argumento gira en torno a la
mujer de un compositor.
"Azul" ilustra la vida de Julie, esposa del célebre
compositor Patrice de Corsy, a quien se encarga una obra
que celebre la Unidad Europea, pero que muere junto a su
hija en un accidente de coche: sólo Julie sobrevive al
accidente. No le quedan ataduras con el pasado, su
libertad ahora es total, pero siempre que hay tanta
libertad el problema es cómo hacer uso de ella, y su
primer impulso es no conseguir acostumbrarse a su nueva
situación, y suicidarse ingiriendo pastillas, lo que no
tiene el valor de consumar.
Antes de salir del hospital, desde donde ha contemplado
por televisión los funerales de su marido y su hija, una
periodista le pregunta por la música encargada a su
marido, y si es cierto que el verdadero compositor era
ella y no Patrice, lo que pone sobre la pista al
espectador. Julie parece decidida a hacer tabla rasa del
pasado: tira a la basura la partitura incompleta del
"Canto por la Unificación Europea", vende
todos los muebles de su casa de campo, acuerda el pago de
una pensión a su madre y a su criada Marie, que vivían
en ella, y como único mobiliario deja un colchón, sobre
el que invita a hacer el amor a Olivier, músico ayudante
de su marido, ya entrado en la edad madura, y que fue
siempre un secreto admirador de Julie. A la mañana
siguiente ella se despide, diciéndole que no la echará
de menos.
A partir de aquí, comienza una nueva vida en la que no
quiere saber nada de la anterior. Lo que ocurre es que la
nueva está totalmente vacía, no tiene absolutamente
nada que hacer (al ir a alquilar una habitación,
responde a la pregunta del encargado sobre a qué se
dedica con un "A nada en absoluto"). Su única
ocupación parece ser nadar en una inmensa piscina, y
cuando un joven que fue testigo del accidente solicita
verla para contarle las últimas palabras de su marido, a
ella le parecerá como si hubiera pasado un siglo desde
aquello, y no querrá recordar el pasado. Un pasado, sin
embargo, que vuelve esporádicamente en sus recuerdos, y
que en la película se simboliza con la reaparición de
la música tocada en el funeral.
En otro piso de la casa donde se hospeda Julie vive
Lucille, una mujer a quien los vecinos desean echar por
dedicarse la prostitución, pues todas las noches recibe
a hombres en su apartamento. Julie se niega a firmar la
petición, y sin su firma la petición no puede
prosperar, con lo que Lucille se queda. Esto hace que
surja una amistad entre las dos mujeres, a pesar de su
carácter diametralmente opuesto; sin embargo, es la
primera relación de Julie en su nueva vida. Ambas se
prestarán ayuda: Julie encuentra su piso invadido por
las ratas (y sus crías) y decide meter un gato para que
las extermine, pero no tiene el valor de contemplar la
muerte de ningún ser vivo, y Lucille se ofrece para ir a
"limpiar" el piso en su lugar. Por otra parte,
Lucille llama una noche a Julie, cuando esta ya se ha
acostado, para que vaya a verla al espectáculo de
"strip-tease" donde trabaja, pues necesita
algún apoyo, alguien con quien hablar, ante el
descubrimiento de su padre sentado en primera fila.
Sin embargo, la antigua vida aún le persigue: tras meses
de búsqueda, Olivier ha logrado dar con ella, y se
reúnen en una cafetería. Curiosamente, un flautista
callejero está tocando en ese momento un tema del
"Canto por la Unificación Europea"; a la
pregunta de Julie de cómo ha conocido esa música, él
contesta que se la ha inventado (una más de las
coincidencias que ocurren en las películas de
Kieslowski). También va a ver a su madre, con el
resultado de que esta ni la conoce, confundiéndola con
su propia hermana (tía de Julie). Su madre ya no
pertenece al mismo mundo, sólo piensa en ver programas
estúpidos de la televisión.
Precisamente en un noticiero de TV, durante la visita al
local "porno" de Lucille, es donde Julie verá
que Olivier se ha ofrecido a terminar el
"Canto" (del cual la secretaria de Patrice hizo
una copia antes de que Julie lo destruyera), lo que
indigna a Julie; en el reportaje se ven fotos de Patrice
departiendo con músicos famosos de la vida real, como el
pianista Alexis Weissenberg. También ve las fotos de
Patrice con otra mujer, que nunca había visto, y que
resulta ser Sandrine, su amante desde hacía años y
estar esperando un hijo suyo. Va a conocerla a los
juzgados (ella es abogada) y nota que lleva un crucifijo
del mismo modelo que le regaló su marido. Ello le
convence de que él la quería, y lega su casa de campo
(aún sin vender) a ella y a su futuro hijo, que también
lo es de Patrice.
Por fin ha decidido que el "Canto" debe
terminarse, y en una sesión de trabajo conjunto con
Olivier (un diálogo reproducido en el CD de la banda
sonora original), le corrige la parte que ha escrito él,
bastante charanguera y superficial, por cierto, cambiando
la orquestación hasta lograr un resultado mucho más
refinado: el espectador oye el resultado de cada cambio
en la partitura. El texto que debía cantarse era el
bíblico de la I Carta a los Corintios, capítulo 13
("Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de
los ángeles, si no tengo caridad..."; recordemos,
al margen, que fue el último texto al que Brahms le puso
música, en sus "Cuatro Cantos serios").
Olivier decide que la obra finalmente acabada ha de
presentarse al mundo como hecha por Julie, haciendo por
fin justicia a su talento, oscurecido por la fama que se
llevaba su marido. La película termina cuando ellos
hacen el amor de nuevo, y sobre la composición, en su
versión definitiva, se acoplan las imágenes de las
vivencias que, de un modo u otro, están reflejadas en
ella: el joven testigo del accidente, el local de
Lucille, el parto del hijo de Patrice, la visita a la
madre de Julie... Las imágenes parecen sugerir que todo
eso se ha reflejado en un pasaje u otro de la
composición. Y, por primera vez desde que abandonó el
hospital, Julie llora; antes, en la casa de campo, la
criada Marie lloraba porque su señora no lo hacía.
Las dos siguientes películas tienen una relación con la
música mucho más tangencial, pero no podemos dejar de
referirnos a ellas, pues quedaría incompleta la visión
que nos ofrece el director polaco, aparte que los
argumentos de las tres están muy imbricados.
"Blanco" comienza en los juzgados de París el mismo
día que Julie ha entrado a buscar allí a la que fue
amante de su marido. Se celebra una vista de divorcio,
del matrimonio formado por Karol, peluquero polaco, y su
mujer francesa Dominique. La razón es que desde la boda,
él ha sido incapaz de consumar el matrimonio, aunque
antes sí había hecho el amor con ella (ya se sabe, otra
de las curiosas situaciones que ocurren en las películas
de Kieslowski). La desigualdad entre ambos es enorme:
ella es alta, bellísima y refinada; él, bajo, grueso, y
no precisamente una belleza, aunque simpático, ni
siquiera sabe hablar francés para dirigirse al tribunal,
al que reclama "igualdad". Parece como si su
impotencia se debiera a pensar que no la merece. Ella
gana el pleito, y le echa de casa con lo puesto,
bloqueando incluso su cuenta corriente, e incendiando la
peluquería para que la policía culpe a Karol y le
busque.
Karol se ha convertido en un músico callejero que pide
limosna en el Metro de París tocando canciones polacas
con un instrumento formado por un peine y un papel. Una
de ellas es reconocida por un compatriota, Mikolaj, que
está a punto de regresar a Polonia, y que conoce así la
nacionalidad de Karol. Mikolaj propone a Karol un negocio
sucio: matar a un hombre, "pero él mismo lo
desea", y no quiere suicidarse porque el disgusto
para su familia sería aún mayor al demostrar que no
tenía ningún apego por ellos. Karol sólo aceptará
tras comprobar que Dominique ya tiene a otro hombre. Pero
su vuelta a Polonia es complicada: no tiene pasaporte, ni
visado. Se le ocurre ir dentro de una maleta, como
equipaje, pero con tan mala fortuna que la maleta es
robada al llegar a Polonia, y los ladrones, cuando
comprueban que dentro hay un hombre, y encima sin dinero,
le dan una paliza y lo tiran a una zanja. A pesar de tan
desagradable recibimiento, Karol se siente feliz pues ya
está de nuevo en su tierra.
Regresa a su antiguo negocio de peluquería, compartido
con su hermano Jurek, donde Karol era el preferido de las
señoras. Precisamente una de sus clientes le da una
recomendación para el mundo de los negocios turbios,
pues Karol desea enriquecerse con rapidez. Le contratan
como vigilante. Un día, haciéndose el dormido, escucha
una conversación de sus jefes sobre el proyecto de la
compra de unos terrenos y decide anticiparse,
comprándolos él primero para revenderlos después por
10 veces el valor que ha pagado: la versión polaca de lo
que aquí se conoció como "la cultura del
pelotazo". La operación está a punto de costarle
la vida, pero finalmente sale bien y le convierte en un
hombre rico. Más exactamente, en un nuevo rico, con la
habitual ostentación de lujo que caracteriza a los de su
clase.
¿Esa riqueza le dará la felicidad? Si a Patrice de
Corsy le habían encargado una obra que celebrara la
unidad europea, las diferencias abismales entre la
riqueza del Oeste y la pobreza (salvo para unos pocos)
del Este parece que dan al traste con cualquier carácter
"unitario" de Europa. Pero ¿son felices, al
menos, los pocos privilegiados que se han hecho ricos en
el Este? La respuesta que nos da Kieslowski es negativa,
simbolizada por la tarea que Mikolaj encargó a Karol en
París, y que este retoma cuando se reencuentran en
Polonia. En suma, se trata de que el hombre que deseaba
que le mataran era el propio Mikolaj, que lo tiene todo
(familia, mujer, hijos, dinero) pero no desea vivir.
Karol acepta el encargo de matarle, y le dispara con una
bala de fogueo; Mikolaj, sintiendo la muerte tan cerca,
volverá a desear vivir.
Ahora que Karol lo tiene todo (incluso ha aprendido
francés), sólo le falta recuperar a Dominique. Pero no
es fácil. Sólo logrará hacerla venir con una argucia:
la nombra heredera de todos sus bienes, y a continuación
finge su propia muerte, comprando un cadáver con la cara
desfigurada (al parecer, con dinero se puede comprar casi
todo), que es identificado como Karol por todos sus
familiares y conocidos, que están en el ajo. Dominique
ha acudido al funeral, y Karol, desde una prudente
distancia, la ve llorar. Esto será suficiente para él:
la ha reconquistado, y aquella misma noche se presenta
ante ella (que recibe una sorpresa mayúscula) en su
hotel, y hacen el amor. Pero a la mañana siguiente, él
se marcha y la policía detiene a Dominique, acusándola
de haber asesinado a Karol: su testimonio de que aún
vive no es tenido en cuenta frente a los testigos que han
identificado el cadáver, y acaba en la cárcel. Pero
como "todo se compra", Karol soborna a un
funcionario de la prisión para que le deje verla desde
la ventana, y desde allí la ve llorar y enviarle
mensajes de amor por señas: Dominique aún le quiere.
"Rojo" comienza con una llamada que hace Michel desde
Inglaterra a su novia Valentine, en Ginebra, mientras las
imágenes describen todo el recorrido de la línea
telefónica. Valentine es modelo, y está haciendo
fotografías para un anuncio de chicle. A través de las
sucesivas llamadas de su novio, descubriremos a una
persona celosa, a quien no le gusta la profesión de
ella, que continuamente le pregunta si está con
alguien... Cuando ella le pregunte si la quiere, sólo
obtendrá como respuesta "Creo que sí".
Cerca de Valentine vive Auguste, joven abogado que
prepara las oposiciones a juez. No han hablado nunca.
Auguste sale con su novia, Karin, que trabaja en un
"Servicio Meteorológico Personalizado", que se
lee por teléfono. El día del examen de oposición, a
Auguste se le caerá un libro, abriéndose por la página
de un determinado tema de Derecho: lo lee, y precisamente
ese será el que le pregunten, consiguiendo así aprobar
el examen.
Un nuevo personaje entra en escena cuando Valentine
atropella a una perra, y por la etiqueta que lleva
colgada al cuello localiza el domicilio de su dueño.
Este es un viejo que parece indiferente a todo, que a la
pregunta de si hay que llevar la perra a un veterinario
le contesta secamente "Como quiera". Ella
decide llevarla por su cuenta, pero tras ser curada la
perra se escapa y vuelve con su dueño. Este averigua la
dirección de Valentine para enviarle el dinero que ha
costado el tratamiento de su perra, pero envía más de
la cuenta, y Valentine acude otra vez a su casa a
devolver el resto.
En esa visita es cuando descubre el oficio del viejo (ha
sido juez) y su ocupación actual: el espionaje
telefónico de sus vecinos. Ella se indigna ante esto, y
decide denunciarle ante los espiados: él mismo le
señala la dirección de una casa desde donde escuchaba
la conversación de un hombre con su amante (otro
hombre). Pero al llegar a la casa, ve que es la de un
matrimonio, con una hija que también escucha lo que
habla su papá, y desiste de la idea de la denuncia.
Cuando el juez le cuenta que un hombre que pasea por la
calle hablando con un radioteléfono es traficante de
drogas, ella le llama para decirle "Deberían
matarte", descubriendo así que tiene un hermano
toxicómano.
Para conseguir ver de nuevo a Valentine, el juez idea una
argucia: se auto-denuncia, para que su nombre aparezca en
los periódicos y Valentine piense inmediatamente en ir a
verle para aclarar que no ha sido ella la denunciante. De
esta nueva visita comienza una amistad entre la joven
modelo y el viejo juez. Curioso personaje este, que puede
recordarnos a Dios (el Juez Supremo) por su profesión, o
por ser Omnisciente de lo que pasa en su vecindario
gracias a las conversaciones que escucha, y que le
permiten predecir el curso futuro de las vidas de sus
vecinos. Aunque también puede recordarnos al propio
Kieslowski respecto a los personajes de sus películas, a
los que controla cada movimiento y cada palabra que
dicen.
Entretanto, durante la vista del caso de las escuchas,
Karin ha conocido a otro hombre, de quien se hace amante,
traicionando a Auguste. Este lo descubre, y, desesperado,
se decide a seguirles en un crucero que harán los dos en
el Canal de la Mancha a bordo de un yate, pues el
Servicio Meteorológico anuncia buen tiempo; para ello,
Auguste tomará el "ferry" que atraviesa el
Canal.
Precisamente ese "ferry" es el medio que
Valentine utilizará, a sugerencia del juez, para volver
a Inglaterra y ver a Michel, siempre demasiado ocupado en
sus negocios. La víspera de su viaje invita al juez a un
desfile de modelos; durante el mismo, escudriña entre el
público a ver si le ve, sin éxito. Pero él ha acudido,
y al finalizar el desfile tiene una conversación con
ella, donde le cuenta su vida: las coincidencias con la
vida de Auguste (a quien ella no conoce) son
extraordinarias, tanto que podría decirse que Auguste es
su "doble": también el viejo juez aprobó su
oposición gracias a leer la página por la que se abrió
un libro caído al suelo, también tenía una novia que
le traicionó con otro, y quien persiguió... hasta que
ella murió en un accidente. Años después, tuvo la
ocasión de juzgar al amante de su novia, y lo declaró
culpable. Al terminar su relato, ha estallado una
tormenta: algo premonitorio de lo que va a ocurrir.
Cuando Valentine se despide del juez, casi se puede decir
que hay amor entre ellos, pese a su diferencia de edad.
El juez le promete que se comprará un receptor de TV
para ver el desfile, pero lo que verá en él serán las
imágenes de la tragedia ocurrida en el Canal de la
Mancha: el "ferry" ha naufragado, y de sus
1.400 pasajeros hay sólo 7 supervivientes, entre ellos
Auguste y Valentine. Otros supervivientes son,
curiosamente, las parejas de las dos primeras películas
de la serie (Julie y Olivier, de "Azul", y
Karol y Dominique, de "Blanco"; se ve que esta
última ha salido ya de la cárcel), más un barman. Del
yate donde viajaban Karin y su amante no hay rastro de
supervivientes. Auguste y Valentine se han conocido en el
accidente, e intercambian miradas ante las cámaras.
Parece que el "dedo de Dios" había dispuesto
este encuentro. El viejo juez los ve por TV y sonríe.
Las tres películas de los "Colores" de
Kieslowski no serían lo que son sin un trabajo de
primera clase de los actores, entre los que algunos
nombres deben ser obligatoriamente mencionados: Para
empezar, las tres mujeres que protagonizan cada entrega,
de carácter tan distinto: Julie en "Azul" es
Juliette Binoche, a quien recordamos por su oscarizado
papel de enfermera en "El Paciente Inglés"
(1996); ciertamente, su personaje de mujer bella,
intelectual y algo frívola nos parecería difícil de
creer interpretado por cualquier otra actriz; Julie
Delpy, habitual en alguna de las últimas películas de
Godard e intérprete de Constance en la versión de 1993
de "Los tres mosqueteros", es la Dominique
ideal para "Blanco"; por último, Irène Jacob,
descubierta por Kieslowski, sirve a su personaje con una
economía de gestos digna de una veterana; un personaje
(Valentine, en "Rojo") que es lo más parecido
que se pueda encontrar a la encarnación de la mujer
ideal en la pantalla, tan bella por fuera como bondadosa
por dentro: un ejemplo a título de curiosidad, es la
única que ayuda a una viejecita encorvada a tirar una
botella al contenedor, mientras que Julie en
"Azul" y Karol en "Blanco" no
reaccionaron en una situación idéntica.
Mientras que en "Azul" el papel preponderante
es el de Julie, en "Blanco" el protagonista es,
lógicamente, Karol, interpretado magistralmente por el
actor polaco Zbigniew Zamachowski, a quien ya vimos en
algún episodio del "Decálogo", y en
"Rojo" comparten protagonismo la modelo
Valentine y el viejo juez, en una creación memorable del
veteranísimo Jean-Louis Trintignant, con una carrera a
sus espaldas de cuatro décadas haciendo cine; de ella,
el título que antes viene al recuerdo es "Un hombre
y una mujer" (1966), de Claude Lelouch, donde
compartía el protagonismo con Anouk Aimée.
Otra mención ha de ir hacia la fotografía, obra
respectivamente de Slavomir Idziak (Azul), Edward
Klosinski (Blanco) y Piotr Sobocinski (Rojo),
colaboradores de Kieslowski que utilizan el simbolismo de
cada color: el "Azul", color de la frialdad, en
el azul de la habitación de la casa de campo, o de la
piscina donde se sumerge Julie; el "Blanco",
color de la inocencia, en el blanco de la nevada Polonia,
de las palomas que emprenden el vuelo migratorio hacia el
Oeste, o de los recuerdos del día de la boda de Karol y
Dominique (el traje de la novia, la intensa luz a la
salida de la iglesia); o el "Rojo", color de la
pasión, en el rojo del fondo del anuncio de chicle con
la cara de Valentine, del jeep en que viaja Auguste, o de
la tapicería de los asientos del teatro en donde
conversan la modelo y el juez. Particularmente es
importante en "Azul" el soporte de la
fotografía, al basarse menos en la palabra que las
otras, y podemos encontrar escenas de un simbolismo tan
claro como la conversación en el "night-club"
de Lucille: las luces de neón la iluminan a ella en rojo
y a Julie en azul.
Por último, debemos referirnos a la música compuesta
por Zbigniew Preisner, todo un descubrimiento como se ha
dicho. La de "Azul" está, lógicamente,
protagonizada por el "Canto a la Unificación
Europea", en su versión inicial, firmada por
Patrice, y en la definitiva de Julie, una obra
enormemente bella y expresiva, que consigue la
comunicación con el público, y que nos ha recordado a
otro compositor polaco actual, Henryk Gorecki, cuya
"Tercera Sinfonía" se convirtió curiosamente
en superventas en 1993. En "Blanco", el motivo
central es una canción polaca de los años 30, "Ta
ostatnia niedziela" (El pasado domingo), de Jerzy
Petersburski, que posee un cierto aire de tango; junto a
ella, el otro tema principal, que simboliza el ascenso
económico de Karol, nos trae a la memoria la música de
Nino Rota para "El padrino". A pesar de la
calidad de las dos piezas, parece poco para llenar un
disco con ellas, aunque sea sólo de 30 minutos, como en
este caso. En cuanto a "Rojo", la música
central es un "Bolero" semejante al de Ravel,
que acompaña las escenas del desfile de modelos: una
música que consigue un efecto relajante, en la línea
general de la película.
Además del "Canto...", la otra música que
suena insistentemente en "Azul" es la de los
funerales por Patrice de Corsy y su hija, con alguna
reminiscencia de la Marcha Fúnebre de Chopin, y que es
obra del "compositor de principios del siglo XIX,
Van den Budenmayer", admirado por Patrice, hasta el
punto que pensaba terminar su "Canto" con una
cita suya. Este "compositor" aparece también
en "Rojo" cuando Valentine desea comprar un
disco suyo (título de la composición: "No tomarás
a la mujer de otro") tras escucharlo en una tienda,
pero el último ejemplar se lo han llevado Auguste y
Karin. Y también aparecía en "La doble
vida..." cuando la soprano Weronika cantaba música
suya. Quien esto escribe fue testigo de una situación
vivida un día de 1994 en Madrid (donde se pudo ver en
los cines de versión original las tres películas en
tres días consecutivos) cuando un cliente entró en la
sección de discos del Real Musical y pidió música de
Van den Budenmayer, "ese compositor que aparece
citado en las películas de Kieslowski". Los
dependientes no supieron explicarle algo tan obvio como
que se trataba de un personaje ficticio, y que la música
atribuida a él está compuesta en realidad por Preisner.
Como conclusión, dentro de un nivel de calidad en
general extraordinario, que consagró a los "Tres
Colores" de Kielowski entre las mejores películas
hechas en la década de los 90, existe una cierta
progresión dentro de ellas, de menos a más:
"Azul" presenta un argumento algo críptico
para el espectador medio (también es el caso de otras
películas de Kieslowski, como "La doble
vida..."), caía en los tiempos muertos como modo de
expresar el vacío en la vida de su protagonista y
utilizaba ciertos recursos expresivos (fundido de la
pantalla en negro con música de fondo para volver a la
misma escena de antes) que puede recordar al lenguaje de
los telefilmes norteamericanos tipo "Dinastía"
("continuará..."). "Blanco" ya
presenta un argumento que puede seguir cualquier tipo de
público (y que además es la mar de entretenido); por
último "Rojo", es una obra maestra que deja en
el espectador una sensación de optimismo ante el ser
humano, un verdadero bálsamo que compensa tantas
visiones negras de la existencia humana, que nos repiten
que el mundo es una basura y que sólo se puede vomitar
sobre él. Por contra, el último film de Kieslowski nos
habla del poder del amor para superar todas las
dificultades y vencer todas las barreras, pero ¿no era
eso lo que dice la Primera Carta a los Corintios, puesta
en música por Julie en "Azul"?: "El amor
es paciente, es amable, no es envidioso"...
"Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta. No terminará nunca".
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