| 
      
         | 
        CINE
        Y MUSICA: LOS TRES COLORES DE LA BANDERA DE FRANCIA 
        Por  Angel
        Riego Cue. Lee su Curriculum. 
            
        La denominación
        "cine de autor" ha hecho fortuna para referirse
        a cineastas que se sirven de sus películas para
        transmitir contenidos intelectuales que vayan más allá
        del mero entretenimiento; si el cine
        "comercial" se puede comparar, en literatura, a
        la novela de entretenimiento o "evasión", el
        cine de autor estaría más cerca del ensayo filosófico.
        En esta categoría pueden incluirse nombres como Ingmar
        Bergman, Luis Buñuel o Andrei Tarkovsky. 
         
        Precisamente tras la muerte de Tarkovsky en 1986 pareció
        que se buscaba un "sucesor" (en un estilo bien
        distinto, claro está) en la figura del polaco Krystof
        Kieslowski, quien a finales de los años 80 estaba
        realizando una serie de 10 episodios para la TV llamada
        "Decálogo", consistente en meditaciones sobre
        los Diez Mandamientos adaptados a la vida actual. Bien
        puede decirse que estaba hecha desde una sensibilidad
        cristiana, cosa nada extraña dada la influencia en
        Polonia de la Iglesia Católica, pero con una sinceridad
        bastante mayor que la de cualquiera de sus homólogos
        occidentales: ya se sabe, en Polonia el catolicismo es
        "otra cosa". Los episodios del Quinto y Sexto
        Mandamiento se llegaron a estrenar en salas de cine con
        los títulos "No matarás" y "No
        amarás". 
         
        Tras el Decálogo, Kieslowski realizaría "La doble
        vida de Verónica" (1991), una meditación sobre el
        famoso tema del "Doppelgänger" o doble, que
        supuestamente tenemos cada uno (o al menos, algunas
        personas), y sobre la sincronización entre dos
        "vidas paralelas", la de dos jóvenes, la
        francesa Verónique y la polaca Weronika, que transcurren
        sin que cada una sepa nada de la otra, pero sin embargo
        con inexplicables coincidencias entre ambas. Finalmente,
        Verónique llegará a saber de su "homóloga"
        polaca cuando esta ya ha muerto. Ambos personajes estaban
        interpretados por la misma actriz, Irène Jacob, que
        debutó aquí como protagonista: todo un descubrimiento
        de Kieslowski, quien la volvería a emplear más adelante
        en otra película donde también se plantearía la
        existencia del "doble". 
         
        La vocación de Kieslowski de realizar películas que
        ilustren grandes principios abstractos llegó a su
        culminación cuando anunció una trilogía sobre los tres
        pilares de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y
        Fraternidad. En un mundo laico donde la religión está
        en retroceso (al menos la oficial), y donde la Soberanía
        Popular ha ocupado el lugar de Dios como fuente de
        legitimidad para las leyes, parece como si estos valores
        laicos ocuparan el lugar sagrado que antes correspondía
        a los Mandamientos. 
         
        Las tres partes de la trilogía, realizada entre 1993 y
        1994, se denominarían con los colores de la bandera
        oficial de Francia tras la Revolución de 1789:
        "Azul" para la Libertad, "Blanco"
        para la Igualdad, "Rojo" para la Fraternidad.
        Tras el rodaje de esta última, Kieslowski anunció que
        no pensaba volver a dirigir películas, lo que fue tomado
        por algunos como una argucia "comercial" para
        ser bien tratado por la crítica; se llegó a hablar de
        que estaba estudiando el proyecto de una nueva trilogía
        sobre la Divina Comedia de Dante (el Infierno, el
        Purgatorio y el Paraíso). Sin embargo, las razones de su
        retirada debían estar basadas en serios problemas de
        salud, pues Kieslowski moriría en Varsovia el 13 de
        marzo de 1996, a consecuencia de un infarto. Tenía 54
        años. 
         
        Los "Tres Colores" (y "Rojo" en
        particular) se convirtieron en su testamento artístico,
        y creemos oportuno incluirlos en esta serie sobre
        películas que tengan relación con la música por varias
        razones, entre ellas porque supuso para un amplio sector
        del público el descubrimiento de un compositor de la
        talla de Zbigniew Preisner, cuya música original para
        estos filmes es de un nivel muy superior al habitual en
        las "bandas sonoras". Y sobre todo porque, en
        la primera de ellas, el argumento gira en torno a la
        mujer de un compositor. 
         
         
         
        "Azul" ilustra la vida de Julie, esposa del célebre
        compositor Patrice de Corsy, a quien se encarga una obra
        que celebre la Unidad Europea, pero que muere junto a su
        hija en un accidente de coche: sólo Julie sobrevive al
        accidente. No le quedan ataduras con el pasado, su
        libertad ahora es total, pero siempre que hay tanta
        libertad el problema es cómo hacer uso de ella, y su
        primer impulso es no conseguir acostumbrarse a su nueva
        situación, y suicidarse ingiriendo pastillas, lo que no
        tiene el valor de consumar. 
         
        Antes de salir del hospital, desde donde ha contemplado
        por televisión los funerales de su marido y su hija, una
        periodista le pregunta por la música encargada a su
        marido, y si es cierto que el verdadero compositor era
        ella y no Patrice, lo que pone sobre la pista al
        espectador. Julie parece decidida a hacer tabla rasa del
        pasado: tira a la basura la partitura incompleta del
        "Canto por la Unificación Europea", vende
        todos los muebles de su casa de campo, acuerda el pago de
        una pensión a su madre y a su criada Marie, que vivían
        en ella, y como único mobiliario deja un colchón, sobre
        el que invita a hacer el amor a Olivier, músico ayudante
        de su marido, ya entrado en la edad madura, y que fue
        siempre un secreto admirador de Julie. A la mañana
        siguiente ella se despide, diciéndole que no la echará
        de menos.  
         
        A partir de aquí, comienza una nueva vida en la que no
        quiere saber nada de la anterior. Lo que ocurre es que la
        nueva está totalmente vacía, no tiene absolutamente
        nada que hacer (al ir a alquilar una habitación,
        responde a la pregunta del encargado sobre a qué se
        dedica con un "A nada en absoluto"). Su única
        ocupación parece ser nadar en una inmensa piscina, y
        cuando un joven que fue testigo del accidente solicita
        verla para contarle las últimas palabras de su marido, a
        ella le parecerá como si hubiera pasado un siglo desde
        aquello, y no querrá recordar el pasado. Un pasado, sin
        embargo, que vuelve esporádicamente en sus recuerdos, y
        que en la película se simboliza con la reaparición de
        la música tocada en el funeral. 
         
        En otro piso de la casa donde se hospeda Julie vive
        Lucille, una mujer a quien los vecinos desean echar por
        dedicarse la prostitución, pues todas las noches recibe
        a hombres en su apartamento. Julie se niega a firmar la
        petición, y sin su firma la petición no puede
        prosperar, con lo que Lucille se queda. Esto hace que
        surja una amistad entre las dos mujeres, a pesar de su
        carácter diametralmente opuesto; sin embargo, es la
        primera relación de Julie en su nueva vida. Ambas se
        prestarán ayuda: Julie encuentra su piso invadido por
        las ratas (y sus crías) y decide meter un gato para que
        las extermine, pero no tiene el valor de contemplar la
        muerte de ningún ser vivo, y Lucille se ofrece para ir a
        "limpiar" el piso en su lugar. Por otra parte,
        Lucille llama una noche a Julie, cuando esta ya se ha
        acostado, para que vaya a verla al espectáculo de
        "strip-tease" donde trabaja, pues necesita
        algún apoyo, alguien con quien hablar, ante el
        descubrimiento de su padre sentado en primera fila. 
         
         
        Sin embargo, la antigua vida aún le persigue: tras meses
        de búsqueda, Olivier ha logrado dar con ella, y se
        reúnen en una cafetería. Curiosamente, un flautista
        callejero está tocando en ese momento un tema del
        "Canto por la Unificación Europea"; a la
        pregunta de Julie de cómo ha conocido esa música, él
        contesta que se la ha inventado (una más de las
        coincidencias que ocurren en las películas de
        Kieslowski). También va a ver a su madre, con el
        resultado de que esta ni la conoce, confundiéndola con
        su propia hermana (tía de Julie). Su madre ya no
        pertenece al mismo mundo, sólo piensa en ver programas
        estúpidos de la televisión. 
         
         
        Precisamente en un noticiero de TV, durante la visita al
        local "porno" de Lucille, es donde Julie verá
        que Olivier se ha ofrecido a terminar el
        "Canto" (del cual la secretaria de Patrice hizo
        una copia antes de que Julie lo destruyera), lo que
        indigna a Julie; en el reportaje se ven fotos de Patrice
        departiendo con músicos famosos de la vida real, como el
        pianista Alexis Weissenberg. También ve las fotos de
        Patrice con otra mujer, que nunca había visto, y que
        resulta ser Sandrine, su amante desde hacía años y
        estar esperando un hijo suyo. Va a conocerla a los
        juzgados (ella es abogada) y nota que lleva un crucifijo
        del mismo modelo que le regaló su marido. Ello le
        convence de que él la quería, y lega su casa de campo
        (aún sin vender) a ella y a su futuro hijo, que también
        lo es de Patrice. 
         
        Por fin ha decidido que el "Canto" debe
        terminarse, y en una sesión de trabajo conjunto con
        Olivier (un diálogo reproducido en el CD de la banda
        sonora original), le corrige la parte que ha escrito él,
        bastante charanguera y superficial, por cierto, cambiando
        la orquestación hasta lograr un resultado mucho más
        refinado: el espectador oye el resultado de cada cambio
        en la partitura. El texto que debía cantarse era el
        bíblico de la I Carta a los Corintios, capítulo 13
        ("Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de
        los ángeles, si no tengo caridad..."; recordemos,
        al margen, que fue el último texto al que Brahms le puso
        música, en sus "Cuatro Cantos serios"). 
         
        Olivier decide que la obra finalmente acabada ha de
        presentarse al mundo como hecha por Julie, haciendo por
        fin justicia a su talento, oscurecido por la fama que se
        llevaba su marido. La película termina cuando ellos
        hacen el amor de nuevo, y sobre la composición, en su
        versión definitiva, se acoplan las imágenes de las
        vivencias que, de un modo u otro, están reflejadas en
        ella: el joven testigo del accidente, el local de
        Lucille, el parto del hijo de Patrice, la visita a la
        madre de Julie... Las imágenes parecen sugerir que todo
        eso se ha reflejado en un pasaje u otro de la
        composición. Y, por primera vez desde que abandonó el
        hospital, Julie llora; antes, en la casa de campo, la
        criada Marie lloraba porque su señora no lo hacía. 
         
         
        Las dos siguientes películas tienen una relación con la
        música mucho más tangencial, pero no podemos dejar de
        referirnos a ellas, pues quedaría incompleta la visión
        que nos ofrece el director polaco, aparte que los
        argumentos de las tres están muy imbricados. 
         
         
         
        "Blanco" comienza en los juzgados de París el mismo
        día que Julie ha entrado a buscar allí a la que fue
        amante de su marido. Se celebra una vista de divorcio,
        del matrimonio formado por Karol, peluquero polaco, y su
        mujer francesa Dominique. La razón es que desde la boda,
        él ha sido incapaz de consumar el matrimonio, aunque
        antes sí había hecho el amor con ella (ya se sabe, otra
        de las curiosas situaciones que ocurren en las películas
        de Kieslowski). La desigualdad entre ambos es enorme:
        ella es alta, bellísima y refinada; él, bajo, grueso, y
        no precisamente una belleza, aunque simpático, ni
        siquiera sabe hablar francés para dirigirse al tribunal,
        al que reclama "igualdad". Parece como si su
        impotencia se debiera a pensar que no la merece. Ella
        gana el pleito, y le echa de casa con lo puesto,
        bloqueando incluso su cuenta corriente, e incendiando la
        peluquería para que la policía culpe a Karol y le
        busque. 
         
        Karol se ha convertido en un músico callejero que pide
        limosna en el Metro de París tocando canciones polacas
        con un instrumento formado por un peine y un papel. Una
        de ellas es reconocida por un compatriota, Mikolaj, que
        está a punto de regresar a Polonia, y que conoce así la
        nacionalidad de Karol. Mikolaj propone a Karol un negocio
        sucio: matar a un hombre, "pero él mismo lo
        desea", y no quiere suicidarse porque el disgusto
        para su familia sería aún mayor al demostrar que no
        tenía ningún apego por ellos. Karol sólo aceptará
        tras comprobar que Dominique ya tiene a otro hombre. Pero
        su vuelta a Polonia es complicada: no tiene pasaporte, ni
        visado. Se le ocurre ir dentro de una maleta, como
        equipaje, pero con tan mala fortuna que la maleta es
        robada al llegar a Polonia, y los ladrones, cuando
        comprueban que dentro hay un hombre, y encima sin dinero,
        le dan una paliza y lo tiran a una zanja. A pesar de tan
        desagradable recibimiento, Karol se siente feliz pues ya
        está de nuevo en su tierra. 
         
        Regresa a su antiguo negocio de peluquería, compartido
        con su hermano Jurek, donde Karol era el preferido de las
        señoras. Precisamente una de sus clientes le da una
        recomendación para el mundo de los negocios turbios,
        pues Karol desea enriquecerse con rapidez. Le contratan
        como vigilante. Un día, haciéndose el dormido, escucha
        una conversación de sus jefes sobre el proyecto de la
        compra de unos terrenos y decide anticiparse,
        comprándolos él primero para revenderlos después por
        10 veces el valor que ha pagado: la versión polaca de lo
        que aquí se conoció como "la cultura del
        pelotazo". La operación está a punto de costarle
        la vida, pero finalmente sale bien y le convierte en un
        hombre rico. Más exactamente, en un nuevo rico, con la
        habitual ostentación de lujo que caracteriza a los de su
        clase. 
         
        ¿Esa riqueza le dará la felicidad? Si a Patrice de
        Corsy le habían encargado una obra que celebrara la
        unidad europea, las diferencias abismales entre la
        riqueza del Oeste y la pobreza (salvo para unos pocos)
        del Este parece que dan al traste con cualquier carácter
        "unitario" de Europa. Pero ¿son felices, al
        menos, los pocos privilegiados que se han hecho ricos en
        el Este? La respuesta que nos da Kieslowski es negativa,
        simbolizada por la tarea que Mikolaj encargó a Karol en
        París, y que este retoma cuando se reencuentran en
        Polonia. En suma, se trata de que el hombre que deseaba
        que le mataran era el propio Mikolaj, que lo tiene todo
        (familia, mujer, hijos, dinero) pero no desea vivir.
        Karol acepta el encargo de matarle, y le dispara con una
        bala de fogueo; Mikolaj, sintiendo la muerte tan cerca,
        volverá a desear vivir. 
         
        Ahora que Karol lo tiene todo (incluso ha aprendido
        francés), sólo le falta recuperar a Dominique. Pero no
        es fácil. Sólo logrará hacerla venir con una argucia:
        la nombra heredera de todos sus bienes, y a continuación
        finge su propia muerte, comprando un cadáver con la cara
        desfigurada (al parecer, con dinero se puede comprar casi
        todo), que es identificado como Karol por todos sus
        familiares y conocidos, que están en el ajo. Dominique
        ha acudido al funeral, y Karol, desde una prudente
        distancia, la ve llorar. Esto será suficiente para él:
        la ha reconquistado, y aquella misma noche se presenta
        ante ella (que recibe una sorpresa mayúscula) en su
        hotel, y hacen el amor. Pero a la mañana siguiente, él
        se marcha y la policía detiene a Dominique, acusándola
        de haber asesinado a Karol: su testimonio de que aún
        vive no es tenido en cuenta frente a los testigos que han
        identificado el cadáver, y acaba en la cárcel. Pero
        como "todo se compra", Karol soborna a un
        funcionario de la prisión para que le deje verla desde
        la ventana, y desde allí la ve llorar y enviarle
        mensajes de amor por señas: Dominique aún le quiere. 
         
         
         
        "Rojo" comienza con una llamada que hace Michel desde
        Inglaterra a su novia Valentine, en Ginebra, mientras las
        imágenes describen todo el recorrido de la línea
        telefónica. Valentine es modelo, y está haciendo
        fotografías para un anuncio de chicle. A través de las
        sucesivas llamadas de su novio, descubriremos a una
        persona celosa, a quien no le gusta la profesión de
        ella, que continuamente le pregunta si está con
        alguien... Cuando ella le pregunte si la quiere, sólo
        obtendrá como respuesta "Creo que sí". 
         
        Cerca de Valentine vive Auguste, joven abogado que
        prepara las oposiciones a juez. No han hablado nunca.
        Auguste sale con su novia, Karin, que trabaja en un
        "Servicio Meteorológico Personalizado", que se
        lee por teléfono. El día del examen de oposición, a
        Auguste se le caerá un libro, abriéndose por la página
        de un determinado tema de Derecho: lo lee, y precisamente
        ese será el que le pregunten, consiguiendo así aprobar
        el examen. 
         
        Un nuevo personaje entra en escena cuando Valentine
        atropella a una perra, y por la etiqueta que lleva
        colgada al cuello localiza el domicilio de su dueño.
        Este es un viejo que parece indiferente a todo, que a la
        pregunta de si hay que llevar la perra a un veterinario
        le contesta secamente "Como quiera". Ella
        decide llevarla por su cuenta, pero tras ser curada la
        perra se escapa y vuelve con su dueño. Este averigua la
        dirección de Valentine para enviarle el dinero que ha
        costado el tratamiento de su perra, pero envía más de
        la cuenta, y Valentine acude otra vez a su casa a
        devolver el resto.  
         
        En esa visita es cuando descubre el oficio del viejo (ha
        sido juez) y su ocupación actual: el espionaje
        telefónico de sus vecinos. Ella se indigna ante esto, y
        decide denunciarle ante los espiados: él mismo le
        señala la dirección de una casa desde donde escuchaba
        la conversación de un hombre con su amante (otro
        hombre). Pero al llegar a la casa, ve que es la de un
        matrimonio, con una hija que también escucha lo que
        habla su papá, y desiste de la idea de la denuncia.
        Cuando el juez le cuenta que un hombre que pasea por la
        calle hablando con un radioteléfono es traficante de
        drogas, ella le llama para decirle "Deberían
        matarte", descubriendo así que tiene un hermano
        toxicómano. 
         
        Para conseguir ver de nuevo a Valentine, el juez idea una
        argucia: se auto-denuncia, para que su nombre aparezca en
        los periódicos y Valentine piense inmediatamente en ir a
        verle para aclarar que no ha sido ella la denunciante. De
        esta nueva visita comienza una amistad entre la joven
        modelo y el viejo juez. Curioso personaje este, que puede
        recordarnos a Dios (el Juez Supremo) por su profesión, o
        por ser Omnisciente de lo que pasa en su vecindario
        gracias a las conversaciones que escucha, y que le
        permiten predecir el curso futuro de las vidas de sus
        vecinos. Aunque también puede recordarnos al propio
        Kieslowski respecto a los personajes de sus películas, a
        los que controla cada movimiento y cada palabra que
        dicen.  
         
        Entretanto, durante la vista del caso de las escuchas,
        Karin ha conocido a otro hombre, de quien se hace amante,
        traicionando a Auguste. Este lo descubre, y, desesperado,
        se decide a seguirles en un crucero que harán los dos en
        el Canal de la Mancha a bordo de un yate, pues el
        Servicio Meteorológico anuncia buen tiempo; para ello,
        Auguste tomará el "ferry" que atraviesa el
        Canal. 
         
        Precisamente ese "ferry" es el medio que
        Valentine utilizará, a sugerencia del juez, para volver
        a Inglaterra y ver a Michel, siempre demasiado ocupado en
        sus negocios. La víspera de su viaje invita al juez a un
        desfile de modelos; durante el mismo, escudriña entre el
        público a ver si le ve, sin éxito. Pero él ha acudido,
        y al finalizar el desfile tiene una conversación con
        ella, donde le cuenta su vida: las coincidencias con la
        vida de Auguste (a quien ella no conoce) son
        extraordinarias, tanto que podría decirse que Auguste es
        su "doble": también el viejo juez aprobó su
        oposición gracias a leer la página por la que se abrió
        un libro caído al suelo, también tenía una novia que
        le traicionó con otro, y quien persiguió... hasta que
        ella murió en un accidente. Años después, tuvo la
        ocasión de juzgar al amante de su novia, y lo declaró
        culpable. Al terminar su relato, ha estallado una
        tormenta: algo premonitorio de lo que va a ocurrir. 
         
        Cuando Valentine se despide del juez, casi se puede decir
        que hay amor entre ellos, pese a su diferencia de edad.
        El juez le promete que se comprará un receptor de TV
        para ver el desfile, pero lo que verá en él serán las
        imágenes de la tragedia ocurrida en el Canal de la
        Mancha: el "ferry" ha naufragado, y de sus
        1.400 pasajeros hay sólo 7 supervivientes, entre ellos
        Auguste y Valentine. Otros supervivientes son,
        curiosamente, las parejas de las dos primeras películas
        de la serie (Julie y Olivier, de "Azul", y
        Karol y Dominique, de "Blanco"; se ve que esta
        última ha salido ya de la cárcel), más un barman. Del
        yate donde viajaban Karin y su amante no hay rastro de
        supervivientes. Auguste y Valentine se han conocido en el
        accidente, e intercambian miradas ante las cámaras.
        Parece que el "dedo de Dios" había dispuesto
        este encuentro. El viejo juez los ve por TV y sonríe. 
         
         
         
         
        Las tres películas de los "Colores" de
        Kieslowski no serían lo que son sin un trabajo de
        primera clase de los actores, entre los que algunos
        nombres deben ser obligatoriamente mencionados: Para
        empezar, las tres mujeres que protagonizan cada entrega,
        de carácter tan distinto: Julie en "Azul" es
        Juliette Binoche, a quien recordamos por su oscarizado
        papel de enfermera en "El Paciente Inglés"
        (1996); ciertamente, su personaje de mujer bella,
        intelectual y algo frívola nos parecería difícil de
        creer interpretado por cualquier otra actriz; Julie
        Delpy, habitual en alguna de las últimas películas de
        Godard e intérprete de Constance en la versión de 1993
        de "Los tres mosqueteros", es la Dominique
        ideal para "Blanco"; por último, Irène Jacob,
        descubierta por Kieslowski, sirve a su personaje con una
        economía de gestos digna de una veterana; un personaje
        (Valentine, en "Rojo") que es lo más parecido
        que se pueda encontrar a la encarnación de la mujer
        ideal en la pantalla, tan bella por fuera como bondadosa
        por dentro: un ejemplo a título de curiosidad, es la
        única que ayuda a una viejecita encorvada a tirar una
        botella al contenedor, mientras que Julie en
        "Azul" y Karol en "Blanco" no
        reaccionaron en una situación idéntica. 
         
        Mientras que en "Azul" el papel preponderante
        es el de Julie, en "Blanco" el protagonista es,
        lógicamente, Karol, interpretado magistralmente por el
        actor polaco Zbigniew Zamachowski, a quien ya vimos en
        algún episodio del "Decálogo", y en
        "Rojo" comparten protagonismo la modelo
        Valentine y el viejo juez, en una creación memorable del
        veteranísimo Jean-Louis Trintignant, con una carrera a
        sus espaldas de cuatro décadas haciendo cine; de ella,
        el título que antes viene al recuerdo es "Un hombre
        y una mujer" (1966), de Claude Lelouch, donde
        compartía el protagonismo con Anouk Aimée. 
         
         
        Otra mención ha de ir hacia la fotografía, obra
        respectivamente de Slavomir Idziak (Azul), Edward
        Klosinski (Blanco) y Piotr Sobocinski (Rojo),
        colaboradores de Kieslowski que utilizan el simbolismo de
        cada color: el "Azul", color de la frialdad, en
        el azul de la habitación de la casa de campo, o de la
        piscina donde se sumerge Julie; el "Blanco",
        color de la inocencia, en el blanco de la nevada Polonia,
        de las palomas que emprenden el vuelo migratorio hacia el
        Oeste, o de los recuerdos del día de la boda de Karol y
        Dominique (el traje de la novia, la intensa luz a la
        salida de la iglesia); o el "Rojo", color de la
        pasión, en el rojo del fondo del anuncio de chicle con
        la cara de Valentine, del jeep en que viaja Auguste, o de
        la tapicería de los asientos del teatro en donde
        conversan la modelo y el juez. Particularmente es
        importante en "Azul" el soporte de la
        fotografía, al basarse menos en la palabra que las
        otras, y podemos encontrar escenas de un simbolismo tan
        claro como la conversación en el "night-club"
        de Lucille: las luces de neón la iluminan a ella en rojo
        y a Julie en azul. 
         
         
        Por último, debemos referirnos a la música compuesta
        por Zbigniew Preisner, todo un descubrimiento como se ha
        dicho. La de "Azul" está, lógicamente,
        protagonizada por el "Canto a la Unificación
        Europea", en su versión inicial, firmada por
        Patrice, y en la definitiva de Julie, una obra
        enormemente bella y expresiva, que consigue la
        comunicación con el público, y que nos ha recordado a
        otro compositor polaco actual, Henryk Gorecki, cuya
        "Tercera Sinfonía" se convirtió curiosamente
        en superventas en 1993. En "Blanco", el motivo
        central es una canción polaca de los años 30, "Ta
        ostatnia niedziela" (El pasado domingo), de Jerzy
        Petersburski, que posee un cierto aire de tango; junto a
        ella, el otro tema principal, que simboliza el ascenso
        económico de Karol, nos trae a la memoria la música de
        Nino Rota para "El padrino". A pesar de la
        calidad de las dos piezas, parece poco para llenar un
        disco con ellas, aunque sea sólo de 30 minutos, como en
        este caso. En cuanto a "Rojo", la música
        central es un "Bolero" semejante al de Ravel,
        que acompaña las escenas del desfile de modelos: una
        música que consigue un efecto relajante, en la línea
        general de la película. 
         
         
        Además del "Canto...", la otra música que
        suena insistentemente en "Azul" es la de los
        funerales por Patrice de Corsy y su hija, con alguna
        reminiscencia de la Marcha Fúnebre de Chopin, y que es
        obra del "compositor de principios del siglo XIX,
        Van den Budenmayer", admirado por Patrice, hasta el
        punto que pensaba terminar su "Canto" con una
        cita suya. Este "compositor" aparece también
        en "Rojo" cuando Valentine desea comprar un
        disco suyo (título de la composición: "No tomarás
        a la mujer de otro") tras escucharlo en una tienda,
        pero el último ejemplar se lo han llevado Auguste y
        Karin. Y también aparecía en "La doble
        vida..." cuando la soprano Weronika cantaba música
        suya. Quien esto escribe fue testigo de una situación
        vivida un día de 1994 en Madrid (donde se pudo ver en
        los cines de versión original las tres películas en
        tres días consecutivos) cuando un cliente entró en la
        sección de discos del Real Musical y pidió música de
        Van den Budenmayer, "ese compositor que aparece
        citado en las películas de Kieslowski". Los
        dependientes no supieron explicarle algo tan obvio como
        que se trataba de un personaje ficticio, y que la música
        atribuida a él está compuesta en realidad por Preisner. 
         
         
        Como conclusión, dentro de un nivel de calidad en
        general extraordinario, que consagró a los "Tres
        Colores" de Kielowski entre las mejores películas
        hechas en la década de los 90, existe una cierta
        progresión dentro de ellas, de menos a más:
        "Azul" presenta un argumento algo críptico
        para el espectador medio (también es el caso de otras
        películas de Kieslowski, como "La doble
        vida..."), caía en los tiempos muertos como modo de
        expresar el vacío en la vida de su protagonista y
        utilizaba ciertos recursos expresivos (fundido de la
        pantalla en negro con música de fondo para volver a la
        misma escena de antes) que puede recordar al lenguaje de
        los telefilmes norteamericanos tipo "Dinastía"
        ("continuará..."). "Blanco" ya
        presenta un argumento que puede seguir cualquier tipo de
        público (y que además es la mar de entretenido); por
        último "Rojo", es una obra maestra que deja en
        el espectador una sensación de optimismo ante el ser
        humano, un verdadero bálsamo que compensa tantas
        visiones negras de la existencia humana, que nos repiten
        que el mundo es una basura y que sólo se puede vomitar
        sobre él. Por contra, el último film de Kieslowski nos
        habla del poder del amor para superar todas las
        dificultades y vencer todas las barreras, pero ¿no era
        eso lo que dice la Primera Carta a los Corintios, puesta
        en música por Julie en "Azul"?: "El amor
        es paciente, es amable, no es envidioso"...
        "Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo
        lo soporta. No terminará nunca". 
         
         
         |