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YEHUDI
MENUHIN: ARCO Y BATUTA
Un recuerdo a
los dos años de su muerte
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
Este mes se cumplen dos años de la inesperada muerte en
Berlín de Yehudi Menuhin, uno de los grandes violinistas
de todos los tiempos. Como es muy probable que la fecha
pase desapercibida, nos gustaría recordarle en estas
páginas aunque sea brevemente. Para ello hemos elegido
un par de discos de la serie Double Forte de EMI que nos
presentan al Menuhin violinista y director en obras de
Handel.
Muchos son los violinistas que han pasado a la historia
de la interpretación con letras de oro: Ysaye, Kreisler,
Heifetz, Szigeti, Milstein, Francescatti, Grumiaux,
Oistrakh, Szeryng, Stern, etc. pero muy pocos han
alcanzado la popularidad de Menuhin, probablemente el
único de los mencionados cuyo nombre sea conocido para
el ciudadano de a pie con escasa cultura musical.
Desde de la famosa grabación del Concierto para
violín de Elgar en 1932, su carrera
discográfica fue imparable y casi siempre de la mano de
EMI, sello para el que grabó durante casi 70 años,
probablemente el contrato más largo en la industria
fonográfica. Esa grabación con el propio compositor
dirigiendo a la London Symphony Orchestra y a un joven
Menuhin de 16 años, se efectuó los días 14 y 15 de
Julio en el estudio No. 1 de Abbey Road y pasa por ser
una de las grabaciones clásicas de siempre y que ha
permanecido en catálogo ininterrumpidamente desde
entonces. Hoy se puede encontrar en la serie Great
Recordings of the Century de EMI (CDM 566979 2) y
también en el sello Naxos dentro de su serie Naxos
Historical (8.110902 ) con un excelente reprocesado a
cargo de Mark Obert-Thorn.
A pesar de que, según varios críticos, Menuhin no
tuviera la técnica de otros grandes violinistas, su
pureza de estilo heredada de Enescu, su profundidad
interpretativa noble y apasionada, su rico sonido
"cantabile" y lleno de color, le han otorgado
una fama legendaria. Además de haber sido un consumado
solista en los grandes conciertos del repertorio
(Beethoven, Brahms, Mendelssohn, etc.) y un excelente
músico de cámara (para algunos su mayor contribución)
también fue director de orquesta durante décadas
habiendo trabajado regularmente con orquestas como la
Filarmónica de Berlín. Músico, por tanto, integral que
por si fuera poco también estuvo social y musicalmente
comprometido. En definitiva, un espíritu infatigable al
servicio de la música en todas sus facetas.
En una discografía tan amplia y con tantos éxitos
sería muy largo hacer recomendaciones. Sin embargo, nos
gustaría traer ahora una de sus grabaciones como botón
de muestra y, de este modo, homenajear al Menuhin
violinista de la mejor manera posible: escuchando su arte
en una obra donde el violinista es el único
protagonista.
Menuhin mostró gran interés por conocer a Bartók, cosa
que sucedió en Nueva York en 1943. Sabedor de las
dificultades económicas por las que pasaba el compositor
húngaro, Menuhin le pidió que compusiera una obra para
él. El resultado fue la Sonata para violín solo
terminada en 1943 e interpretada por Menuhin en Nueva
York al año siguiente. El propio Menuhin lo recuerda en
su autobiografía: "Le pedí que compusiera una obra
para mí. No tenía que ser una obra a gran escala. No
esperaba un tercer concierto para violín, más bien
pensaba en una obra para violín solo. No me podía
imaginar que escribiría para mí una de las piezas
maestras de todos los tiempos. Cuando la vi, en Marzo de
1944, confieso que me quedé atónito. Me parecía casi
imposible de tocar. La primera impresión fue, sin duda,
errónea. La sonata es interpretable, bellamente
compuesta para el violín, una de las obras más
dramáticas y satisfactorias que conozco, la composición
más importante para violín solo desde Bach." (Unfinished
Journey. Londres, 1978.) Menuhin grabaría
esta impresionante y reveladora obra en Junio de 1947 en
una inspirada visión que derrocha emoción, dramatismo y
concentración absoluta (CDH 7 69804 2).
Pasemos ya al comentario de los discos dedicados
a Handel que contienen los Concerti Grossi Op 6,
la Música Acuática y las 6
sonatas para violín y continuo de la Op 1.
Ambos discos (CZS 5 73344 2 & 5 73347) se pueden
complementar con otros dos publicados en la misma serie
que incluye los Conciertos para Órgano
con Simon Preston y la Música para los Reales
Fuegos Artificiales, entre otras obras.
Es evidente que ha habido notables cambios desde un punto
de vista interpretativo en la música de Handel (y del
barroco en general) desde los años sesenta cuando se
efectuaron estas grabaciones con la Bath Festival
Orchestra, orquesta residente del Festival de Bath de la
que Menuhin fue fundador y que más tarde se convertiría
en la Menuhin Festival Orchestra.
Desde finales de los años setenta y con la llegada del
movimiento historicista -fuertemente apoyado por la
industria discográfica- se revisaron los criterios
interpretativos de la música barroca buscando una mayor
fidelidad a las intenciones del compositor y alejándose
de lecturas más próximas a la estética romántica. Los
resultados fueron diversos, pero, en general, se puede
hablar de interpretaciones que nos devolvieron,
recuperaron o "inventaron" un sonido muy
apropiado para estos compositores, siempre apoyado en
serios estudios de las partituras, de la instrumentación
adecuada y de la época, y que por lo general son
preferibles a enfoques precedentes que, salvo
excepciones, resultaban más pesados bien por
desconocimiento, por una tradición romantizada o por
falta de valoración hacia ese periodo de la música.
Cuando hablamos de la Op 6 de Handel o de su Música
Acuática, es difícil prescindir de nombres, hoy ya
históricos, como Hogwood, Gardiner o Pinnock que
mostraron un entusiasmo como nadie antes, una belleza de
sonido contagiosa, y una fuerza interpretativa
aplastante. Son, por tanto, las referencias para esta y
otras músicas de este período. De todos modos, debemos
decir desde ya, que las lecturas de Menuhin a pesar de
disponer de una gran orquesta, excesivo vibrato y uso
exagerado del portamento, son muy ajustadas en cuanto a
tempi y muestran un sentido coherente en cuanto a
distribución de la masa sonora en varios planos; así
ocurre en la Música Acuática, una versión con más
aciertos que errores.
Sin duda, el peor Menuhin se encuentra en las
introducciones en las que no puede evitar una
"sobreacentuación" y unas frases largas que
parecen no terminar nunca como el comienzo del Concerto
grosso nº 7. Sin embargo, otras veces imprime
un ritmo ágil y fresco que sienta muy bien a esta
música. Tiene momentos verdaderamente brillantes como el
Allegro final de la Suite nº 3 en la
que nos ofrece una auténtica danza campestre, enérgica
y contagiosa, muy superior a la de Raymond Leppard que
resulta aburrida e insulsa. En general, Menuhin se acerca
a esta música con un gran respeto y hace lecturas
detallistas y seductoras que se dejan escuchar con
interés. La orquesta es de primer orden con una cuerda
flexible y bien empastada y unas maderas excelentes así
como unos metales resonantes pero capaces de matizar. Las
6 Sonatas para violín del Op 1 son una
buena oportunidad para disfrutar del bello instrumento de
Menuhin, su legato en particular, que suena en todo su
esplendor a pesar del enfoque desfasado hoy día.
¿Dónde situar por tanto estas lecturas handelianas?
Pues dentro de la tradición con instrumentos modernos
son versiones que no desmerecen para nada de otras de
mayor fama como las de Marriner o Leppard (director
claramente sobre valorado en Handel por un sector de la
crítica española.) Además, si tenemos en cuenta el
factor precio hay que reconocer que la propuesta de EMI
es muy buena pues por muy poco dinero el aficionado puede
hacerse con estas obras fundamentales del barroco en
versiones muy dignas que, en todo caso, deben acompañar
en cualquier discoteca a otras con instrumentos
originales como las mencionadas más arriba.
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