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Número 14º - Marzo 2.001


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YEHUDI MENUHIN: ARCO Y BATUTA

Un recuerdo a los dos años de su muerte

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Este mes se cumplen dos años de la inesperada muerte en Berlín de Yehudi Menuhin, uno de los grandes violinistas de todos los tiempos. Como es muy probable que la fecha pase desapercibida, nos gustaría recordarle en estas páginas aunque sea brevemente. Para ello hemos elegido un par de discos de la serie Double Forte de EMI que nos presentan al Menuhin violinista y director en obras de Handel.

Muchos son los violinistas que han pasado a la historia de la interpretación con letras de oro: Ysaye, Kreisler, Heifetz, Szigeti, Milstein, Francescatti, Grumiaux, Oistrakh, Szeryng, Stern, etc. pero muy pocos han alcanzado la popularidad de Menuhin, probablemente el único de los mencionados cuyo nombre sea conocido para el ciudadano de a pie con escasa cultura musical.

Desde de la famosa grabación del Concierto para violín de Elgar en 1932, su carrera discográfica fue imparable y casi siempre de la mano de EMI, sello para el que grabó durante casi 70 años, probablemente el contrato más largo en la industria fonográfica. Esa grabación con el propio compositor dirigiendo a la London Symphony Orchestra y a un joven Menuhin de 16 años, se efectuó los días 14 y 15 de Julio en el estudio No. 1 de Abbey Road y pasa por ser una de las grabaciones clásicas de siempre y que ha permanecido en catálogo ininterrumpidamente desde entonces. Hoy se puede encontrar en la serie Great Recordings of the Century de EMI (CDM 566979 2) y también en el sello Naxos dentro de su serie Naxos Historical (8.110902 ) con un excelente reprocesado a cargo de Mark Obert-Thorn.

A pesar de que, según varios críticos, Menuhin no tuviera la técnica de otros grandes violinistas, su pureza de estilo heredada de Enescu, su profundidad interpretativa noble y apasionada, su rico sonido "cantabile" y lleno de color, le han otorgado una fama legendaria. Además de haber sido un consumado solista en los grandes conciertos del repertorio (Beethoven, Brahms, Mendelssohn, etc.) y un excelente músico de cámara (para algunos su mayor contribución) también fue director de orquesta durante décadas habiendo trabajado regularmente con orquestas como la Filarmónica de Berlín. Músico, por tanto, integral que por si fuera poco también estuvo social y musicalmente comprometido. En definitiva, un espíritu infatigable al servicio de la música en todas sus facetas.

En una discografía tan amplia y con tantos éxitos sería muy largo hacer recomendaciones. Sin embargo, nos gustaría traer ahora una de sus grabaciones como botón de muestra y, de este modo, homenajear al Menuhin violinista de la mejor manera posible: escuchando su arte en una obra donde el violinista es el único protagonista.

Menuhin mostró gran interés por conocer a Bartók, cosa que sucedió en Nueva York en 1943. Sabedor de las dificultades económicas por las que pasaba el compositor húngaro, Menuhin le pidió que compusiera una obra para él. El resultado fue la Sonata para violín solo terminada en 1943 e interpretada por Menuhin en Nueva York al año siguiente. El propio Menuhin lo recuerda en su autobiografía: "Le pedí que compusiera una obra para mí. No tenía que ser una obra a gran escala. No esperaba un tercer concierto para violín, más bien pensaba en una obra para violín solo. No me podía imaginar que escribiría para mí una de las piezas maestras de todos los tiempos. Cuando la vi, en Marzo de 1944, confieso que me quedé atónito. Me parecía casi imposible de tocar. La primera impresión fue, sin duda, errónea. La sonata es interpretable, bellamente compuesta para el violín, una de las obras más dramáticas y satisfactorias que conozco, la composición más importante para violín solo desde Bach." (Unfinished Journey. Londres, 1978.) Menuhin grabaría esta impresionante y reveladora obra en Junio de 1947 en una inspirada visión que derrocha emoción, dramatismo y concentración absoluta (CDH 7 69804 2).


Pasemos ya al comentario de los discos dedicados a Handel que contienen los Concerti Grossi Op 6, la Música Acuática y las 6 sonatas para violín y continuo de la Op 1. Ambos discos (CZS 5 73344 2 & 5 73347) se pueden complementar con otros dos publicados en la misma serie que incluye los Conciertos para Órgano con Simon Preston y la Música para los Reales Fuegos Artificiales, entre otras obras.

Es evidente que ha habido notables cambios desde un punto de vista interpretativo en la música de Handel (y del barroco en general) desde los años sesenta cuando se efectuaron estas grabaciones con la Bath Festival Orchestra, orquesta residente del Festival de Bath de la que Menuhin fue fundador y que más tarde se convertiría en la Menuhin Festival Orchestra.

Desde finales de los años setenta y con la llegada del movimiento historicista -fuertemente apoyado por la industria discográfica- se revisaron los criterios interpretativos de la música barroca buscando una mayor fidelidad a las intenciones del compositor y alejándose de lecturas más próximas a la estética romántica. Los resultados fueron diversos, pero, en general, se puede hablar de interpretaciones que nos devolvieron, recuperaron o "inventaron" un sonido muy apropiado para estos compositores, siempre apoyado en serios estudios de las partituras, de la instrumentación adecuada y de la época, y que por lo general son preferibles a enfoques precedentes que, salvo excepciones, resultaban más pesados bien por desconocimiento, por una tradición romantizada o por falta de valoración hacia ese periodo de la música.

Cuando hablamos de la Op 6 de Handel o de su Música Acuática, es difícil prescindir de nombres, hoy ya históricos, como Hogwood, Gardiner o Pinnock que mostraron un entusiasmo como nadie antes, una belleza de sonido contagiosa, y una fuerza interpretativa aplastante. Son, por tanto, las referencias para esta y otras músicas de este período. De todos modos, debemos decir desde ya, que las lecturas de Menuhin a pesar de disponer de una gran orquesta, excesivo vibrato y uso exagerado del portamento, son muy ajustadas en cuanto a tempi y muestran un sentido coherente en cuanto a distribución de la masa sonora en varios planos; así ocurre en la Música Acuática, una versión con más aciertos que errores.

Sin duda, el peor Menuhin se encuentra en las introducciones en las que no puede evitar una "sobreacentuación" y unas frases largas que parecen no terminar nunca como el comienzo del Concerto grosso nº 7. Sin embargo, otras veces imprime un ritmo ágil y fresco que sienta muy bien a esta música. Tiene momentos verdaderamente brillantes como el Allegro final de la Suite nº 3 en la que nos ofrece una auténtica danza campestre, enérgica y contagiosa, muy superior a la de Raymond Leppard que resulta aburrida e insulsa. En general, Menuhin se acerca a esta música con un gran respeto y hace lecturas detallistas y seductoras que se dejan escuchar con interés. La orquesta es de primer orden con una cuerda flexible y bien empastada y unas maderas excelentes así como unos metales resonantes pero capaces de matizar. Las 6 Sonatas para violín del Op 1 son una buena oportunidad para disfrutar del bello instrumento de Menuhin, su legato en particular, que suena en todo su esplendor a pesar del enfoque desfasado hoy día.

¿Dónde situar por tanto estas lecturas handelianas? Pues dentro de la tradición con instrumentos modernos son versiones que no desmerecen para nada de otras de mayor fama como las de Marriner o Leppard (director claramente sobre valorado en Handel por un sector de la crítica española.) Además, si tenemos en cuenta el factor precio hay que reconocer que la propuesta de EMI es muy buena pues por muy poco dinero el aficionado puede hacerse con estas obras fundamentales del barroco en versiones muy dignas que, en todo caso, deben acompañar en cualquier discoteca a otras con instrumentos originales como las mencionadas más arriba.