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UN
RECUERDO A SIR THOMAS BEECHAM
Por Angel
Riego Cue. Lee su
curriculum.
El pasado 8 de marzo se han cumplido 40 años de
la muerte de Sir Thomas Beecham, uno de los más
célebres directores de orquesta británicos
(posiblemente el que más), y hemos decidido rendirle un
pequeño homenaje en esta sección, comentando cuatro
grabaciones reeditadas en la serie de EMI "Great
Recordings of the Century", que corresponden a su
última época (1955-58), con buen sonido, pues la
actividad discográfica de Beecham comenzó ya en 1910,
retirándose en 1959.
Nacido en 1879, Thomas Beecham aprendió el oficio de
director de un modo atípico: como su padre era rico
(dueño de una importante empresa farmacéutica), pudo
alquilar una orquesta entera para su hijito. Al
principio, la calidad de sus interpretaciones era
pésima, pues Beecham nunca había seguido una formación
musical reglada de modo continuo. Pero como el dinero de
papá era inagotable (incluyendo el necesario para
subvencionar temporadas de ópera en el Covent Garden), y
Thomas tenía indudablemente una gran inteligencia, supo
ir puliendo su estilo en la práctica diaria del
concierto y la ópera, que no en recibir clases.
Aparte de la música, o más incluso para el gran
público, a Beecham se le conocía en su día por sus
extravagancias; ya desde los años 10 sus declaraciones
estrafalarias aparecían en los titulares de los
periódicos, como aquella frase de 1916 sobre los
ingleses, que no sabían apreciar la ópera porque son
"la raza más vulgar e inculta de Europa".
Posteriormente, se llegaron a recopilar anécdotas suyas
en un libro (que sepamos, sólo Otto Klemperer ha
merecido semejante "honor"). Verdaderas o
falsas, algunas de esas anécdotas han pasado a la
historia: Beecham viajaba en los autobuses fumando en el
compartimento de no fumadores, pero si alguien le pedía
fumar en su presencia, él amenazaba con vomitarle
encima; en una ocasión le preguntaron por qué no
quería mujeres en su orquesta y contestó que si fueran
bonitas distraerían a los músicos, y si fueran feas lo
distraerían a él (Es decir, en el primer caso las
mirarían a ellas y no a la partitura o al director; en
el segundo caso, harían que el director mirara para otra
parte, para no verlas, en vez de dirigir la vista a sus
músicos). La más famosa quizá sea aquella que tras
dirigir un concierto en Alemania ante Hitler, se vuelve
al primer violín y le comenta: "Parece que a ese
viejo chiflado le ha gustado". Al lado del atril del
músico estaba un micrófono (aún abierto) que
retransmitía el concierto por radio, y las palabras de
Beecham llegaron a millones de personas.
El concepto de la música que tenía Beecham puede
resumirse como "hedonista": la música debía
dar placer, no tenía que ser algo que requiriera un gran
esfuerzo intelectual. Por eso no aceptaba obras muy
modernas como el Wozzeck de Alban Berg. Según
sus palabras, "No me interesa la música, u otra
obra cualquiera de arte, que no logre estimular el goce
de la vida, y lo que es más, el orgullo por la
vida".
Esta actitud hacía que al menos las interpretaciones de
Sir Thomas nunca fueran rutinarias o mecánicas, y que
siempre tuvieran "carácter". Por ello, el
maestro ha sido siempre el ídolo de la crítica
británica, que continúa considerando a muchas
interpretaciones suyas como de referencia. Sin embargo,
ha surgido en los últimos tiempos un cierto revisionismo
que da más peso a los defectos del director
(deficiencias en la técnica, gusto "kitsch",
etc.) y considera como el más grande de los directores
británicos no a Beecham, sino a Sir John Barbirolli,
músico mucho más dotado técnicamente y también más
"serio" y menos extravagante.
Comenzaremos
nuestro repaso por las grabaciones de Beecham al frente
de la última orquesta de las que fundó, la Royal
Philharmonic Orchestra (antes había fundado la London
Philharmonic y varias más) por la Scheherezade
de Rimsky-Korsakov, grabada en 1958. Esta interpretación
ha sido considerada desde siempre como "la"
referencia para la obra, o una de las referencias. ¿Lo
sigue siendo, escuchada hoy? La respuesta no es sencilla.
Por una parte, el director sabe crear el ambiente
"ensoñador", de "embrujo" que tan
bien le sienta a esta obra, y hace que su escucha sea
agradable, y que apetezca repetir; por otra, la
realización orquestal, en cuanto a afinación, empaste,
etc. queda a un nivel totalmente "provinciano"
si se la compara con el virtuosismo que estamos
acostumbrados a escuchar hoy a las grandes orquestas
(sobre todo a las americanas: Boston con Ozawa,
Filadelfia con Muti, incluso en la misma época de este
disco la impresionante de Chicago con Reiner). El
complemento (Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor,
de Borodin), aceptable dentro de un gusto decididamente
"kitsch".
El
Peer Gynt de Grieg es una obra que no requiere
el virtuosismo orquestal de Scheherezade, por lo
que este disco es recomendable sin ningún reparo: una
versión incisiva, ácida, con humor, de una música que
le va al director como anillo al dedo. Además añade
otras obras infrecuentes de Grieg, que raras veces graban
los grandes directores. Buena la participación de la
soprano Ilse Hollweg y de la Sociedad Coral Beecham, que
también participaba en el disco anterior, en las Danzas
Polovtsianas. Sin embargo, debemos recordar la
versión del mencionado Barbirolli, aunque no sea más
que porque EMI se ha olvidado de ella y la ha marginado a
series de "baratillo": además de añadir más
música que Beecham (12 números en vez de 10),
Barbirolli propone una visión mejor realizada en lo
técnico, más poética (y más "seria" si se
quiere), que podría disputar con esta de Beecham el
puesto de ser la referencia: la elección dependerá de
cómo valoremos en esta obra el sentido del humor.
En
los últimos años de su vida, Beecham fijó su
residencia en Francia por motivos fiscales, de ahí sus
abundantes colaboraciones con la Orquesta Nacional
francesa, con repertorio de ese país. La única
Sinfonía de Bizet la registró dos veces, en 1958 con
sonido "mono" y al año siguiente en stereo,
esta última la presentada en este disco. El Bizet de
Beecham ha venido siendo aclamado, como es habitual, por
la crítica, especialmente la inglesa: escuchada hoy esta
Sinfonía, junto a las indudables cualidades beechamianas
que consiguen hacer al oyente gozar de la música,
también aparece cierta retórica algo desfasada, y el
sonido de la grabación resulta algo cavernoso. En
conjunto, nos parece preferible la grabación de esta
sinfonía que hizo una década más tarde Jean Martinon
con la misma orquesta, para DG. En las dos Suites de La
Arlesiana, el director vuelve a su habitual Royal
Philharmonic, consiguiendo resultados disfrutables en
algunos números (Minueto de la Suite 1 acertando en su
carácter "festivo", delicadeza extrema en el
Minueto de la 2), pero también con una realización
orquestal manifiestamente mejorable, por no decir
"cutre", donde lo que hoy se ha quedado más
"kitsch" son los pasajes donde le da al bombo y
platillo, como la Farandole de la Suite 2. Preferible,
con mucho, Abbado y la London Symphony en DG, pese a ser
un director mucho más "serio".
Beecham
cultivó también el repertorio germánico, y tienen fama
sus interpretaciones de autores como Mozart o Richard
Strauss. También de Schubert, como nos muestra este
precioso disco con tres sinfonías suyas, que no están
entre las más tocadas, a excepción de la
"Quinta". La Quinta de Schubert por Beecham
recuerda a la de Bruno Walter: muy lenta, todo mimo, todo
delicadeza, excepto en el Minueto, donde el director
inglés saca su vena dramática. Las mismas cualidades
adornan su "Tercera" y su "Sexta":
gráciles, como "música de hadas", donde se
requiere (final de la 6ª), o de un jubiloso optimismo
(que puede sonar algo ingenuo hoy) donde este es
necesario (primer movimiento de la misma 6ª). Versiones
como estas son algo, decididamente, "de otra
época"; hoy día ya no se dirige así. Por
desgracia.
No hemos podido disponer para el presente comentario del
último disco de Beecham publicado en esta serie,
dedicado a la música de su gran amigo el compositor
inglés Frederick Delius, lo cual es una lástima debido
a que Beecham siempre fue un acérrimo defensor de este
autor, a quien colocaba como "el último de los
grandes compositores"; según Sir Thomas, desde 1925
no se había escrito ni un solo compás que mereciese la
pena. El CD recientemente aparecido (ref. 7243 567552 2 2
) contiene las siguientes obras: On Hearing the First
Cuckoo in Spring; Brigg Fair; Summer
Night on the River; Irmelin Prelude;
Dance Rhapsody No.2, A Song before Sunrise y Summer
Evening, y está extraído de un doble CD de precio
alto, ya descatalogado, con todo lo que Beecham grabó de
Delius en estéreo.
REFERENCIAS:
RIMSKY-KORSAKOV: Scheherezade + BORODIN: Danzas
Polovtsianas del Príncipe Igor/ EMI CDM 566983 2
GRIEG: Peer Gynt, Danza Sinfónica nº 2, Obertura de
concierto "En Otoño", Vieja Romanza Noruega
con Variaciones/ EMI CDM 566914 2
BIZET: Sinfonía en do, La Arlesiana: Suites 1 y 2/ EMI
CDM 567231 2
SCHUBERT: Sinfonías 3, 5 y 6/ EMI CDM 566984 2
Royal Philharmonic Orchestra, excepto en la Sinfonía de
Bizet (Orquesta Nacional de la Radio Francesa)
Sociedad Coral Beecham (Danzas Polovtsianas y Peer Gynt)
Ilse Hollweg, soprano (Peer Gynt)
Director: Sir Thomas Beecham
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