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Número 15º - Abril 2.001


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UN RECUERDO A SIR THOMAS BEECHAM

Por Angel Riego Cue. Lee su curriculum.

          

El pasado 8 de marzo se han cumplido 40 años de la muerte de Sir Thomas Beecham, uno de los más célebres directores de orquesta británicos (posiblemente el que más), y hemos decidido rendirle un pequeño homenaje en esta sección, comentando cuatro grabaciones reeditadas en la serie de EMI "Great Recordings of the Century", que corresponden a su última época (1955-58), con buen sonido, pues la actividad discográfica de Beecham comenzó ya en 1910, retirándose en 1959.

Nacido en 1879, Thomas Beecham aprendió el oficio de director de un modo atípico: como su padre era rico (dueño de una importante empresa farmacéutica), pudo alquilar una orquesta entera para su hijito. Al principio, la calidad de sus interpretaciones era pésima, pues Beecham nunca había seguido una formación musical reglada de modo continuo. Pero como el dinero de papá era inagotable (incluyendo el necesario para subvencionar temporadas de ópera en el Covent Garden), y Thomas tenía indudablemente una gran inteligencia, supo ir puliendo su estilo en la práctica diaria del concierto y la ópera, que no en recibir clases.

Aparte de la música, o más incluso para el gran público, a Beecham se le conocía en su día por sus extravagancias; ya desde los años 10 sus declaraciones estrafalarias aparecían en los titulares de los periódicos, como aquella frase de 1916 sobre los ingleses, que no sabían apreciar la ópera porque son "la raza más vulgar e inculta de Europa". Posteriormente, se llegaron a recopilar anécdotas suyas en un libro (que sepamos, sólo Otto Klemperer ha merecido semejante "honor"). Verdaderas o falsas, algunas de esas anécdotas han pasado a la historia: Beecham viajaba en los autobuses fumando en el compartimento de no fumadores, pero si alguien le pedía fumar en su presencia, él amenazaba con vomitarle encima; en una ocasión le preguntaron por qué no quería mujeres en su orquesta y contestó que si fueran bonitas distraerían a los músicos, y si fueran feas lo distraerían a él (Es decir, en el primer caso las mirarían a ellas y no a la partitura o al director; en el segundo caso, harían que el director mirara para otra parte, para no verlas, en vez de dirigir la vista a sus músicos). La más famosa quizá sea aquella que tras dirigir un concierto en Alemania ante Hitler, se vuelve al primer violín y le comenta: "Parece que a ese viejo chiflado le ha gustado". Al lado del atril del músico estaba un micrófono (aún abierto) que retransmitía el concierto por radio, y las palabras de Beecham llegaron a millones de personas.

El concepto de la música que tenía Beecham puede resumirse como "hedonista": la música debía dar placer, no tenía que ser algo que requiriera un gran esfuerzo intelectual. Por eso no aceptaba obras muy modernas como el Wozzeck de Alban Berg. Según sus palabras, "No me interesa la música, u otra obra cualquiera de arte, que no logre estimular el goce de la vida, y lo que es más, el orgullo por la vida".

Esta actitud hacía que al menos las interpretaciones de Sir Thomas nunca fueran rutinarias o mecánicas, y que siempre tuvieran "carácter". Por ello, el maestro ha sido siempre el ídolo de la crítica británica, que continúa considerando a muchas interpretaciones suyas como de referencia. Sin embargo, ha surgido en los últimos tiempos un cierto revisionismo que da más peso a los defectos del director (deficiencias en la técnica, gusto "kitsch", etc.) y considera como el más grande de los directores británicos no a Beecham, sino a Sir John Barbirolli, músico mucho más dotado técnicamente y también más "serio" y menos extravagante.


Comenzaremos nuestro repaso por las grabaciones de Beecham al frente de la última orquesta de las que fundó, la Royal Philharmonic Orchestra (antes había fundado la London Philharmonic y varias más) por la Scheherezade de Rimsky-Korsakov, grabada en 1958. Esta interpretación ha sido considerada desde siempre como "la" referencia para la obra, o una de las referencias. ¿Lo sigue siendo, escuchada hoy? La respuesta no es sencilla. Por una parte, el director sabe crear el ambiente "ensoñador", de "embrujo" que tan bien le sienta a esta obra, y hace que su escucha sea agradable, y que apetezca repetir; por otra, la realización orquestal, en cuanto a afinación, empaste, etc. queda a un nivel totalmente "provinciano" si se la compara con el virtuosismo que estamos acostumbrados a escuchar hoy a las grandes orquestas (sobre todo a las americanas: Boston con Ozawa, Filadelfia con Muti, incluso en la misma época de este disco la impresionante de Chicago con Reiner). El complemento (Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor, de Borodin), aceptable dentro de un gusto decididamente "kitsch".

El Peer Gynt de Grieg es una obra que no requiere el virtuosismo orquestal de Scheherezade, por lo que este disco es recomendable sin ningún reparo: una versión incisiva, ácida, con humor, de una música que le va al director como anillo al dedo. Además añade otras obras infrecuentes de Grieg, que raras veces graban los grandes directores. Buena la participación de la soprano Ilse Hollweg y de la Sociedad Coral Beecham, que también participaba en el disco anterior, en las Danzas Polovtsianas. Sin embargo, debemos recordar la versión del mencionado Barbirolli, aunque no sea más que porque EMI se ha olvidado de ella y la ha marginado a series de "baratillo": además de añadir más música que Beecham (12 números en vez de 10), Barbirolli propone una visión mejor realizada en lo técnico, más poética (y más "seria" si se quiere), que podría disputar con esta de Beecham el puesto de ser la referencia: la elección dependerá de cómo valoremos en esta obra el sentido del humor.

En los últimos años de su vida, Beecham fijó su residencia en Francia por motivos fiscales, de ahí sus abundantes colaboraciones con la Orquesta Nacional francesa, con repertorio de ese país. La única Sinfonía de Bizet la registró dos veces, en 1958 con sonido "mono" y al año siguiente en stereo, esta última la presentada en este disco. El Bizet de Beecham ha venido siendo aclamado, como es habitual, por la crítica, especialmente la inglesa: escuchada hoy esta Sinfonía, junto a las indudables cualidades beechamianas que consiguen hacer al oyente gozar de la música, también aparece cierta retórica algo desfasada, y el sonido de la grabación resulta algo cavernoso. En conjunto, nos parece preferible la grabación de esta sinfonía que hizo una década más tarde Jean Martinon con la misma orquesta, para DG. En las dos Suites de La Arlesiana, el director vuelve a su habitual Royal Philharmonic, consiguiendo resultados disfrutables en algunos números (Minueto de la Suite 1 acertando en su carácter "festivo", delicadeza extrema en el Minueto de la 2), pero también con una realización orquestal manifiestamente mejorable, por no decir "cutre", donde lo que hoy se ha quedado más "kitsch" son los pasajes donde le da al bombo y platillo, como la Farandole de la Suite 2. Preferible, con mucho, Abbado y la London Symphony en DG, pese a ser un director mucho más "serio".


Beecham cultivó también el repertorio germánico, y tienen fama sus interpretaciones de autores como Mozart o Richard Strauss. También de Schubert, como nos muestra este precioso disco con tres sinfonías suyas, que no están entre las más tocadas, a excepción de la "Quinta". La Quinta de Schubert por Beecham recuerda a la de Bruno Walter: muy lenta, todo mimo, todo delicadeza, excepto en el Minueto, donde el director inglés saca su vena dramática. Las mismas cualidades adornan su "Tercera" y su "Sexta": gráciles, como "música de hadas", donde se requiere (final de la 6ª), o de un jubiloso optimismo (que puede sonar algo ingenuo hoy) donde este es necesario (primer movimiento de la misma 6ª). Versiones como estas son algo, decididamente, "de otra época"; hoy día ya no se dirige así. Por desgracia.


No hemos podido disponer para el presente comentario del último disco de Beecham publicado en esta serie, dedicado a la música de su gran amigo el compositor inglés Frederick Delius, lo cual es una lástima debido a que Beecham siempre fue un acérrimo defensor de este autor, a quien colocaba como "el último de los grandes compositores"; según Sir Thomas, desde 1925 no se había escrito ni un solo compás que mereciese la pena. El CD recientemente aparecido (ref. 7243 567552 2 2 ) contiene las siguientes obras: On Hearing the First Cuckoo in Spring; Brigg Fair; Summer Night on the River; Irmelin Prelude; Dance Rhapsody No.2, A Song before Sunrise y Summer Evening, y está extraído de un doble CD de precio alto, ya descatalogado, con todo lo que Beecham grabó de Delius en estéreo.



REFERENCIAS:

RIMSKY-KORSAKOV: Scheherezade + BORODIN: Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor/ EMI CDM 566983 2

GRIEG: Peer Gynt, Danza Sinfónica nº 2, Obertura de concierto "En Otoño", Vieja Romanza Noruega con Variaciones/ EMI CDM 566914 2

BIZET: Sinfonía en do, La Arlesiana: Suites 1 y 2/ EMI CDM 567231 2

SCHUBERT: Sinfonías 3, 5 y 6/ EMI CDM 566984 2


Royal Philharmonic Orchestra, excepto en la Sinfonía de Bizet (Orquesta Nacional de la Radio Francesa)

Sociedad Coral Beecham (Danzas Polovtsianas y Peer Gynt)
Ilse Hollweg, soprano (Peer Gynt)

Director: Sir Thomas Beecham