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EUTERPE DESDEÑADA: SOBRE LA MÚSICA EN SECUNDARIA.
En 1975 se publicó el plan de estudios de «Música y actividades artístico-culturales» para el primer curso del Bachillerato Unificado Polivalente. En aquel momento fue un gran acontecimiento, aunque la pomposa denominación delataba una cierta desconfianza hacia la Música, que necesitaba ser avalada con la coletilla alusiva a lo «artístico-cultural». En realidad se trataba de un curso de Historia de la Música que transcurría desde «los tiempos del Románico» hasta «las corrientes musicales de vanguardia» a través de «la audición de las obras más significativas». Otro hecho importante fue la convocatoria en 1984 de las primeras oposiciones de profesores agregados de Música. Con la reforma del sistema educativo de 1990, la Música consiguió un espacio lectivo y unos contenidos más razonables que incorporaban como parte sustancial no solo conceptos, sino también procedimientos y actitudes. La educación entendida como una mera acumulación de información teórica parecía superada y gracias a ello la Música empezó a encontrar su lugar, como disciplina seria y rigurosa, capaz de conjugar teoría y práctica. A pesar de las dificultades derivadas de la falta de medios y de apoyo, la reforma empezaba a dar ahora, tras una década, sus primeros frutos. Falta de tiempo. Afortunadamente, tras las numerosas protestas y manifestaciones en contra de la reducción de horas, parece que las Comunidades Autónomas mantendrán el mismo horario que hasta ahora venía dedicándose a la Música, deshaciendo el despropósito ministerial. Pero en realidad, las horas semanales de Música deberían ser más, en beneficio de la formación integral de los alumnos, porque a través de la Música mejora el rendimiento general en otras materias. Es algo que está científicamente demostrado con experimentos que tuvieron su origen en Hungría. Una mayor actividad musical semanal ayuda a desarrollar la atención, la concentración, la memoria, la tolerancia, el autocontrol, la sensibilidad; favorece el aprendizaje de la lengua, de las matemáticas, de la historia, de los valores estéticos y sociales; previene los conflictos y los problemas disciplinarios; contribuye al desarrollo intelectual, afectivo, interpersonal, psicomotor, físico... Todo esto ya estaba presente en la Antigua Grecia, en las propuestas educativas de Platón que fueron rescatadas a principios del siglo XX por Emile Jaques-Dalcroze y luego por Carl Orff. El pedagogo, psicólogo y antropólogo suizo Edgar Willems dijo hace décadas que la educación musical despierta y desarrolla las facultades humanas. Howard Gardner ha explicado como «la Música estructura la forma de pensar y trabajar, ayudando a la persona en el aprendizaje de las matemáticas, del lenguaje y de las habilidades espaciales». El mismo autor ha declarado que los legisladores que eliminan la educación musical de la enseñanza «son arrogantes e ignoran cómo han evolucionado la mente y el cerebro humano». Muchos problemas del sistema educativo se derivan de un modelo tradicional basado en la escritura y en el conocimiento puramente teórico de la cosas, que está siendo superado por una cultura audiovisual con nuevas formas de saber que el lingüista Raffaele Simone ha denominado la revolución de la Tercera Fase. Saber escuchar o saber mirar son en nuestro mundo tan necesarios como saber leer y escribir. Aunque la enseñanza todavía no ha dado a esto la debida respuesta, cabe vaticinar que la educación musical y visual van a cobrar en un futuro no muy lejano una importancia capital. Contenidos obsoletos. En Secundaria la asignatura se denomina Música, aunque por sus contenidos debería llamarse Teoría e Historia de la Música. En Bachillerato aparece como Historia de la Música en calidad de asignatura propia de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales y, por lo tanto, como optativa para todas las otras. En el anterior plan de Bachillerato había una asignatura optativa y de oferta obligatoria de Música que ignoran en el Ministerio. La Historia de la Música es una materia bonita e interesante, pero no tiene ningún sentido introducirla en la enseñanza general a costa de la propia educación musical. También puede ser muy interesante la Historia de la Poesía o de la Escultura, pero no existen como materias independientes. En ningún otro país se enseña Historia de la Música en vez de Música, puesto que ésta incluye aquella. El disparate es tal que la Historia de la Música tiene en Secundaria más presencia que en el grado equivalente de la enseñanza profesional que se imparte en los Conservatorios. La medida es tan grotesca como pretender impartir Historia del Inglés o Historia de la Educación Física, en vez de practicar y aprender el Inglés o la Gimnasia. Por algo señaló Edgar Willems que la Música se aprende «haciendo Música». El compositor Iannis Xenakis, fallecido hace pocas semanas, dejó dicho que «no hay que educar en la pasividad, sino en la acción, en la capacidad de llegar a una estructuración inédita que pueda cambiar nuestra sociedad y nuestras estructuras de pensamiento». Aristóteles reflexionó sobre este asunto en La Política: «La primera cuestión es si la Música debe incluirse en la educación o no y cuál es su sentido: si es educación, juego o diversión. Hay buenas razones para pensar que sea las tres cosas (...). Ahora hay que tratar sobre lo que antes quedó planteado como problema: si lo niños deben aprender Música cantando y tocando ellos mismos o no. Está claro que hay una gran diferencia para la formación del carácter si uno participa personalmente de la ejecución o no, pues es cosa muy difícil o imposible llegar a ser jueces acertados sin haber participado de ella (...). No es difícil determinar lo que conviene y lo que no conviene a cada edad, así como refutar a los que dicen que el estudio de la Música es una ocupación vulgar. En primer lugar, los jóvenes deben practicar la Música mientras lo son, ya que es necesario participar en la ejecución para poder juzgar, y al hacerse mayores dejar este ejercicio para poder juzgar las buenas músicas y gozar correctamente de ellas gracias a la enseñanza practicada en su juventud». Una regresión. La reforma de los años noventa tuvo un buen fundamento teórico, pero su aplicación y su recepción entre el profesorado ha sido un fracaso. Fue percibida como una imposición, acompañada de una jerga incomprensible, de un incremento de responsabilidades y de una ausencia de medios materiales para su ejecución. Todo ello provocó malestar, frustraciones y rechazo. Este clima ha favorecido el golpe reaccionario escondido tras la reforma de las Humanidades y sus principales víctimas han sido la Música y la Educación Plástica y Visual, aunque todo el conjunto de las enseñanzas acabará por sufrir las consecuencias. El problema es que en su momento no se hizo una pedagogía de la pedagogía, no se supo formar y convence a los formadores. Esta crisis se advierte especialmente en Secundaria, donde el profesorado procede de licenciaturas ajenas a una enseñanza en la que acaba recalando ante la ausencia de otras salidas profesionales. Los resultados de los Cursos de Aptitud Pedagógica, de los Centros de Profesores y de los Planes de Formación del Profesorado ha sido miserables que incluso se ha vuelto contraproducentes. El sistema de ingreso en los cuerpos docentes también ha favorecido perfiles mucho más eruditos que pedagógicos, dando una vez más la supremacía al conocer sobre el hacer. La licenciatura de Historia y Ciencias de la Música tuvo desde sus inicios en Oviedo el propósito colocar a sus graduados como profesores de Secundaria. A pesar de que no presentan el perfil idóneo para la enseñanza, durante estos años se les ha respetado y se les ha tratado con una benignidad que ahora pagaremos todos, pues amparados por una coyuntura política propicia los más mediocres no han dejado pasar la ocasión para imponer un currículo ajustado a sus pobres conocimientos, en vez de dedicarse a la investigación musicológica para la que supuestamente fueron formados. Resulta imposible enseñar Música si no se sabe cantar, tocar, ni bailar, pero cualquiera puede dictar a toda velocidad unos apuntes refritos de Historia de la Música. Es entonces cuando estallan los problemas disciplinarios, porque los alumnos no son tontos y se percatan de cuando les toman el pelo. Con su actitud no hacen otra cosa que delatar las contradicciones del sistema educativo y la falta de profesionalidad de cierto sector del profesorado que, por distintas razones, no tiene la debida preparación. Quienes añoraban el viejo plan de estudios del Bachillerato Unificado Polivalente han conseguido resucitarlo y tomarse la revancha ante una reforma que nunca fueron capaces de comprender. Detrás de ello también subyace una concepción conservadora de la música, que concede un extraordinario valor a los grandes monumentos del pasado, a la música clásica consagrada por las discográficas, los auditorios y los teatros de ópera. El hecho de que solo el uno por ciento de la ciudadanía tenga algún contacto con la música clásica aviva las inquietudes y sirve de coartada para justificar la necesidad de dar más Historia y menos Música. Pero se olvida que lo prioritario para acceder a este o cualquier otro repertorio es dominar las bases de la Música como medio de expresión; y éste es un objetivo fundamental que está lejos de haberse cumplido. El debate sobre los géneros está superado desde hace décadas, pero todavía es posible encontrar profesores que ignoran y rechazan determinados géneros como el rock o la música de las vanguardias históricas. Aunque todos los géneros están presentes en el currículo, el acento se pondrá en los grandes períodos históricos que como siempre acabarán por acaparar la casi totalidad del escaso horario disponible. En vez de ofrecer una educación musical, pretenden formar aficionados a la música clásica sin notar que esto solo podrá ser consecuencia de aquello y que lo contrario es locura. Conclusión.
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