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Número 18º - Julio 2.001


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VUELVEN LAS CUATRO ESTACIONES DE VIVALDI

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Pocas obras son tan populares como Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi conocida hasta por el que nunca ha escuchado más de dos minutos de música clásica. Es probablemente la primera obra que se enseña a los niños en la escuela infantil o en las guarderías. La primera obra que cualquier persona identifica con su compositor. El primer disco de música clásica para mucha gente. El único disco que figura en las discotecas de muchas familias junto quizás a una Quinta o Novena de Beethoven o una Patética de Tchaikovsky. En definitiva, todo un "hit" de la música clásica. Las casas discográficas siguen apostando por ella, saben que su venta está asegurada y no desaprovechan ocasión para reeditar, relanzar o regrabar lo que en realidad es solo parte de una opus completa del maestro veneciano: Il Cimento dell' Armonia e dell' Inventione op 8: 12 conciertos que sin llegar a la riqueza del L'Estro Armonico forman una colección inspirada y técnicamente muy exigente para el intérprete.

Siempre que hablamos de Barroco necesariamente hemos de distinguir entre versiones "de toda la vida", es decir, con instrumentos modernos basadas en una visión romántica poco justificable históricamente o versiones historicistas que buscan una fidelidad al original o, al menos, presentan lecturas alejadas de vicios que durante años salpicaron a ésta y otras muchas obras maestras del Barroco.

No cabe duda que tras el paso del movimiento historicista y la influencia que ha tenido en la interpretación de la música barroca, ninguna versión con instrumentos modernos se puede comparar con las que se hacían hace dos o tres décadas. Normalmente tenemos un número reducido de músicos y, por supuesto, el solista no suele abusar del vibrato, ni la orquesta de densidades innecesarias. También hay que decir que una interpretación con instrumentos originales tampoco es garantía de nada. Muchas veces y en este caso concreto puede resultar más gratificante una lectura de un o una gran violinista que despliega toda su técnica y talento que la de un conjunto historicista de dudoso gusto en cuanto a afinación u ornamentaciones y que busca ser original por encima de todo, haya o no justificación para ello.

En todo caso, cualquier nueva versión de esta partitura debiera ofrecer, al menos, un enfoque novedoso que justificara una nueva grabación pues, como queda dicho, lo que sobran son versiones de esta obra que puede llegar a aburrir de lo "oída" que está.

Este mes comentaremos dos recientes versiones de Las Cuatro Estaciones; la primera a cargo de una de las grandes del violín de nuestros días: la coreana Kyung Wha Chung publicada por EMI CLASSICS (CDC 57015) y otra de SONY CLASSICAL en la interpretación de la Venice Baroque Orchestra con Giuliano Carmignola como violín solista y dirigida por Andrea Marcon (SK 51352).

Kyung Wha Chung es una intérprete de reconocido prestigio cuyo currículo de logros, grabaciones y premios daría para un artículo aparte. Siguiendo los pasos de la gran violinista alemana Anne-Sophie Mutter, ella también se ha decidido a grabar esta obra sin director y con un pequeño conjunto de músicos que usan instrumentos modernos. En el caso de la coreana algunos como Myron Lutzke son también integrantes de conjuntos historicistas americanos, aspecto este que como veremos no influye para nada en el resultado final.

Como se podía esperar en una violinista de su altura la versión de Chung tiene personalidad propia además de ser técnicamente impecable. Aquí no se trata de ser original sino de mostrar la belleza del instrumento por encima de todo. Chung frasea con elegancia y produce un sonido amplio y brillante. Su versión es relajada, virtuosística y sin feísmos. Sin embargo, el acompañamiento resulta algo pesado, poco imaginativo y tremendamente convencional. Es curioso el hecho de que en ambas versiones la orquesta consta de quince miembros. A pesar de ello, la St. Luke's Chamber Ensemble con frecuencia suena como una gran orquesta sinfónica mientras que la Venice Baroque Orchestra sin abandonar su protagonismo nunca molesta al inquieto violín solista.

Carmignola, por su parte, se acopla mejor con su conjunto para ofrecer una interpretación más redonda y creativa de la obra. Su lectura es al mismo tiempo bella y atrevida, no exenta de ciertas brusquedades. Sabe ornamentar con gusto sin caer en el puro efectismo y deja lugar también a la improvisación. Su versión resulta vibrante, imaginativa además de sorprender, algo difícil en una obra así. Su conjunto aporta un bajo continuo de archilaúd, clave y órgano que como es normal supera en colorido y belleza al simple clave de la orquesta americana.

En definitiva, los italianos han hecho una versión más satisfactoria que se escucha con mucho interés y que sin provocar en exceso consigue que el oyente redescubra una obra archifamiliar. Chung hace una versión sobresaliente pero convencional.

Además, Carmignola y Marcon incluyen tres extraordinarios conciertos para violín y orquesta que son primera grabación mundial y que muestran todas las exigencias técnicas de las partituras del veneciano. Por su parte, EMI no ofrece acoplamiento y el disco dura poco más de cuarenta minutos. Por el mismo precio, no hay mucho que pensar antes de elegir.