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Número 18º - Julio 2.001


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EL EXTRATERRESTRE: SERGEI VASYLEVICH RACHMANINOFF

Por Daniel Mateos MorenoLee su Curriculum.

 

Imagínese usted que se encuentra, por una calle oscura y solitaria en mitad de la noche, a un hombre muy alto, con una amplia complexión física, el pelo muy corto, nudillos grandes y separados (que denotan personalidad agresiva según Conan Doyle), unas manos enormes, con los rasgos de la cara muy marcados, labios anchos y con expresión hierática, con cara de "pocos amigos", vestido elegantemente. Si este hombre se le acerca en esas circunstancias, como mínimo sentiría temor. En ese momento le pregunta: ¿Qué hora es, por favor? Entonces usted se calmaría bastante, y observaría en el rostro de Rachmaninoff una leve sonrisa, casi como la de la "Mona lisa".

A veces, las apariencias engañan. Muchos pianistas necesitan mover mucho su cuerpo para conferir lirismo a sus interpretaciones. Sin embargo otros son como rocas delante de un piano, y a pesar de ello consiguen interpretaciones mucho más profundas y más líricas que los anteriores. Este es el caso de Rachmaninoff, y también de Arthur Rubinstein.

En el libro de Harold C. Schönberg "Los grandes pianistas", en un capítulo titulado "el puritano", decía:

"(...) The tall, dour, lank, unsmiling figure of Sergei Rachmaninoff, with its seamed face and head of close-cropped (almost shaved) hair invariably reminded the public of a convict on the loose." -Ver traducción (1)-


Rachmaninoff en concierto.

Este carácter fantasmagórico que produce la figura de Rachmaninoff, esta impresión aural, tiene fiel reflejo en su música. A niveles conceptuales, algo parecido ocurre con Liszt. Mientras Liszt nos refleja una música llena de luchas mitológicas, conflictos entre la vida y la muerte, Rachmaninoff muestra una personalidad fantasmagórica, irónica, como aquel que piensa que se pueden expresar mejor dichos pensamientos profundos de una forma irónica, a veces humorística, reflejándolo en una música llena de contrastes, casi aparentando superficialidad; pero es todo lo contrario, lo que en realidad demuestra es honestidad y naturalidad, evidencia ser una música primaria y que nace del corazón. Precisamente ahí está la personalidad mágica de Rachmaninoff.

Su música, sincera de por sí, no obedece a tendencias musicales objetivables. Musicalmente, Rachmaninoff no pertenece ni al romanticismo ni al clasicismo ni al post-romanticismo. Siempre se ha tachado a Rachmaninoff de conservador, de anti-novedoso. Todo lo contrario de lo que se piensa: Hay que ser valiente para componer en ese estilo, mientras que hacían ya sus pinitos músicas en lenguajes completamente nuevos. Y es que la dificultad de clasificación de la música de Rachmaninoff dentro de un periodo es totalmente lógica al ser su música tan personal, tan nacida del corazón, que no necesita la utilización de nuevos recursos ni persigue una originalidad en el lenguaje. Aunque podemos decir que su música es típicamente rusa, él siempre argumentaba que nunca se proponía hacer música rusa, sino que su música es así porque él es así.

Rachmaninoff se mostraba siempre muy reacio a revelar su fuente de inspiración. Sobre su proceso creativo, decía estas palabras: "Oigo la música en mi cabeza. Cuando la música para, yo paro de escribir". Una vez contó a un periodista que su inspiración en muchos casos provenía de fuentes literarias o pictóricas. Se sabe que "The isle of Dead" fue compuesta después de observar unas pinturas de Arnold Böcklin con el mismo título. En este mismo pintor se inspiran sus Estudios-Tableau. Pero Rachmaninoff insistía mucho en que sus fuentes de inspiración no eran más que inspiraciones, y no programas previos para desarrollar las piezas, excepto en una pieza: El "diabólico" estudio en La menor Op.39 n.6, uno de los tres que grabó, y que como él mismo le comentó a Respighi en una carta, es la expresión musical del cuento popular de hadas "Little Red Riding Hood", del que también es partícipe la "Sugestión Diabólica" Prokoffiana.

Pero tras un primer análisis, es evidente deducir que son dos los leit-motiv que aparecen y reaparecen en la música de Rachmaninoff: Por una parte el sonido de las campanas de sus primeros años en St. Petersburgo, teniendo su máxima expresión en "The bells", la favorita para él de entre sus composiciones. También podemos citar el preludio Op.32 N.3 en Mi Mayor. Por otra parte debemos hablar de la música coral rusa ortodoxa, la cual le causó gran impresión, al igual que la música de Norteamérica, de lo que podemos encontrar rastros en numerosas piezas, en especial en la Rapsodia sobre un Tema de Paganini, que conjuga una música norteamericana con su estilo personal ruso; y por supuesto, en su cuarto concierto, del cual el segundo movimiento se inspira en un espiritual negro.

Rachmaninoff compartía junto con su amigo Feodor Chaliapin la firme convicción de que una pieza siempre tenía un clímax único. Este método interpretativo consistía en determinar en cada pieza cuál es el clímax, y todo lo demás, cada "p" o cada "ff" debe llevar a ese clímax, o salir de él. Es un eje sobre el que se basa la interpretación de la pieza, un foco colocado justo en el sitio ideal, que ilumina la interpretación como si fuera la luz en una creación pictórica.

El método de estudio de Rachmaninoff consiste en trabajar una pieza musical como si tú mismo fueras el compositor, dividiendo el estudio en diferentes fases. Expresándolo en sus propias palabras: "You must take the work apart, peer into every corner, before you can assemble the whole" -Ver traducción (2)- . Por supuesto, siempre guardando una lógica con respecto al "punto de inflexión", o clímax. La peor crítica que él mismo podía hacerse al terminar un recital es olvidar dicho punto culminante. Daba lo mismo que la interpretación de este o aquel pasaje fueran geniales, como él mismo relataba: "either the whole made sense, or nothing did" -Ver traducción (3)- . Esta es una concepción globalizadora de una pieza musical, significa ponerse en el lugar del compositor y no limitarse a ser intérprete, es la diferencia entre el arquitecto y el albañil. El albañil construye la casa ladrillo a ladrillo, el arquitecto la tiene toda entera en su cabeza.

Para Rachmaninoff sólo dos o tres directores de orquesta comprendían verdaderamente su obra: Eugene Ormandy (New York Philarmonic), Leopold Stokowsky (Philadelphia P.), y Dimitri Mitropoulos.


Rachmaninoff y Leopold Stokowsky

Actualmente se tiende a minusvalorar las grabaciones de Rachmaninoff, a clasificarlas dentro de un estilo interpretativo perteneciente a un periodo histórico-musical. Se tiende a "romantizar" la música de Rachmaninoff, hacer numerosos ritardandos en los pasajes más líricos, a tocar su música más lenta. Se supone que ésta es una tendencia del pensamiento musical actual, pero sin embargo yo abogo porque se trata de un error de conceptos. Un craso error. Todos estos pianistas que tocan así su música, no comprenden en absoluto a Rachmaninoff. Siendo un amante y estudioso de su música y su figura, daría estas recomendaciones prácticas para los pianistas que intentan tocar y comprender su música:

1º.- Lo más importante es establecer el clímax de la pieza, su punto cumbre. No tiene por qué ser un pasaje corto, ni tiene por qué estar en "fff", se trata simplemente del clímax armónico y formal. Se ha de estudiar formalmente la pieza en un primer estadío.

2º.- Los acentos. El ritmo es imprescindible en Rachmaninoff, hay que mantenerlo desde el principio hasta el final mientras no se indique lo contrario. Olvidaos de los ritardandos y sensibilizaciones manieristas a cada final de frase. Siempre se debe acentuar la parte fuerte de cada compás, además de los acentos que correspondan según esté escrito en la partitura. Hay que respetar la partitura, buscando para ello ediciones que no estén revisadas por nadie más que el propio Rachmaninoff.

3º.- Los contrastes. Debe haber contrastes diabólicos, fantasmagóricos, debe dar "miedo", entre los Forte y los Piano. La fabulosa técnica de Rachmaninoff le permitía hacer dichos contrastes a una velocidad superior.

4º.- Muchas veces se intercalan melodías de una forma genial, jugando con las voces. Tienen que oírse estas melodías como si de una fuga se tratara, tal y como hace Rachmaninoff en sus grabaciones.

5º.- Estirad la mano al máximo. La única manera de que la música de Rachmaninoff suene a Rachmaninoff es utilizar digitaciones aparentemente "imposibles" por la extensión que suponen, pero que con el estudio se van haciendo asequibles. Los saltos pensadlos como extensiones. El miedo a saltar esta sólo en vuestra cabeza, no en los dedos. Rechazad ediciones con cruces de dedos y digitaciones especiales para manos pequeñas.


Las manos de Rachmaninoff

6º.- No hay que asustarse o acomplejarse oyendo la rapidez con que Rachmaninoff toca éste o aquel pasaje. Rachmaninoff sólo existió uno, no tratemos de imitar al pie de la letra lo que él haga, pero si él lo hace rápido, debemos intentar hacerlo así. Por otra parte no caigáis en el error de considerar a Rachmaninoff como una "máquina": lo toca rápido demostrando un talento enorme y dando equilibrio a toda la pieza, porque su técnica se lo permite, ¡no seamos envidiosos, seamos humildes y reconozcamos nuestras limitaciones! El propio Rachmaninoff estaba lleno de contradicciones y nunca estuvo contento con sus interpretaciones, incluso pasó por un periodo de depresiones, del cual salió gracias a la ayuda del psiquiatra Dr. Nikolai Dahl, y al cual dedicó su segundo concierto. Hay que darse cuenta del enorme talento de Rachmaninoff tocando sus composiciones. Se trata de percibir algo espiritual, algo que no se puede estudiar o decir con palabras, de conseguir comprender el espíritu ruso austero, irónico, inteligente, fantasmagórico, de Rachmaninoff. Llegar a llorar escuchando su Humoresca en sol Op.10 n.5, o llegar a aborrecer su segundo concierto para piano y orquesta (comparándolo con sus demás conciertos, claro), no son actitudes contradictorias.

Si pretendemos introduciros en un Rachmaninoff más profundo que el Rachmaninoff que los aficionados conocen, os sugiero estas piezas: Variaciones sobre un Tema de Corelli, la Sonata n.2 para piano solo, concierto n.4 para piano y orquesta, Humoresca... y en realidad, muchas, muchísimas más, que no se suelen tocar en las salas de conciertos debido a su tremenda dificultad. Cualquier pianista reconocerá que es mucho más fácil tocar un concierto de Liszt o uno de Chopin, que ponerse a estudiar uno de Rachmaninoff.

Espero que estos consejos os sirvan de ayuda, y acabéis amando a Rachmaninoff como muchos ya lo hacemos. Pero no intentéis creer que sabéis tocar ésta o aquella pieza de Rachmaninoff sin antes haber buscado y oído su grabación: os llevaréis grandes sorpresas. Espero que de esos choques entre la personalidad de cada uno y la del propio Rachmaninoff, nazcan visiones positivas y fructificantes, y entendáis mejor al genio.

La figura de Rachmaninoff se está popularizando cada vez más, una prueba de ello y que resulta simpática, es el hecho de que las páginas webs en Internet que contienen el nombre "Rachmaninoff" son las más visitadas de entre todas las webs de música clásica, según reflejan los contadores de visitas.

Para terminar concluyo con dos frases, la primera recogida de una carta de Rachmaninoff a Medtner, después de una serie de recitales, acerca de las "Variaciones sobre un tema de Corelli", y la segunda un comentario que suscribo:

"Not played them in full once. I was guided by the coughing of the public. When the coughing increased, I would leave out the next variation ... In one concert ... the coughing was such that i played only 10 variations ... My record was 18. However, I hope that you will play them all and that you will not cough". -Ver traducción (4)-

"Rachmaninoff was made of steel and gold; steel in his arms, gold in his heart. I can never think of this majestic being without tears in my eyes, for i not only admired him as a supreme artist, but i also loved him as a man" (Palabras de Josef Hofmann en "In memory of Rachmaninoff"). -Ver traducción (5)-

 

Traducciones:

(1). "(...) La enorme figura enjuta, austera, severa, sin un mínimo hálito de sonrisa, con su arrugada cara y pelo casi rapado (como si estuviera afeitado), trae a la memoria del público la imagen de un convicto en las últimas".

(2). "Se debe desmontar, asomarse en cada rincón, antes de ensamblarlo todo".

(3). "O todo tuvo sentido, o nada lo hizo".

(4). "Nunca las toqué todas de una vez. Yo me guiaba por las toses del público. Cuando las toses aumentaban, omitía la siguiente variación ... En un concierto, las toses fueron tantas que sólo toqué 10 Variaciones ... Mi récord está en 18. De todas formas, espero que puedas tocarlas todas y no tosas".

(5). "Rachmaninoff estaba hecho de acero y oro. Acero en sus brazos, oro en su corazón. No puedo pensar nunca en esta existencia majestuosa sin lágrimas en mis ojos, pues no sólo lo admiro como artista supremo, sino como ser humano".