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Número 18º - Julio 2.001


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¿EL HEREDERO?

Por "Don Profondo".

 

Con una preciosa y muy adecuada estética de ecos modernistas nos llega la primera grabación frente a la Filarmónica de Viena del joven director Christian Thielemann, interpretando dos páginas straussianas que son una auténtica prueba de fuego para el virtuosismo de cualquier orquesta y la técnica y sensibilidad de la batuta que se atreva con ellas: la Sinfonía Alpina y una suite orquestal de El Caballero de la Rosa que no es la típica selección de valses, sino un arreglo publicado en 1945 atribuido a Arthur Rodzinski, que rara vez se graba. Programa hermosísimo, pues, para una figura en alza.

Lo paradójico es que a pesar de la intensa campaña de promoción que realiza  Deustsche Grammophon, a Thielemann se le conoce no tanto por su labor directorial como por sus presuntas declaraciones racistas sobre Daniel Barenboim en el marco de la rivalidad entre la Deustche Staatsoper que él dirige y la Ópera Unter den Linden que lidera el músico judeo-argentino. El asunto no es baladí, ya que al berlinés fue aclamado en el Festival de Bayreuth por su interpretación el pasado verano de Los Maestros Cantores sustituyendo a aquél, y hay quienes sospechan que su éxito se debe no poco a su “sangre aria de pura cepa”: ya se sabe que para los filonazis un judío no puede dirigir lo que para ellos es sacrosanta glorificación del arte alemán.

Sea como fuere, Thielemann ha alcanzado ya una extraordinaria consideración como director del repertorio germánico, y un crítico tan prestigioso como Ángel-Fernando Mayo, máximo especialista español en Wagner, no ha dudado en calificarle de heredero de la gran tradición directorial alemana de los Furtwängler y Knappertsbusch, ahí es nada, si bien otras voces diversas, no menos sabias, afirman que no hay para tanto. Bien, quien esto suscribe no puede realizar más consideraciones al respecto al no haberle escuchado nada más que el disco que pasamos a comentar. Se trata, sin duda, de un buen producto. La orquesta es de lo más adecuada, la grabación es de calidad y la batuta, a eso vamos, da la talla.

Thielemann aborda su labor con evidente entusiasmo, demuestra una técnica más que suficiente, extrae de la orquesta un opulento sonido straussiano, logra una notable dosis de claridad y saca adelante las dos páginas sin problemas. De todas formas, hay algunos reparos. La Sinfonía Alpina es poderosa e impactante, pero su desarrollo se nos antoja algo irregular; algunos momentos son espléndidos, de gran director, pero otros no terminan de convencer, resultando una lectura espontánea y vistosa antes que madura o profunda como la de, sí, el grandísimo Barenboim (Erato), por no acudir a versiones clásicas como la de Kempe (EMI). En Rosenkavalier parece seguir los pasos de Kleiber antes que los de Karajan, lo que quiere decir que aborda la sublime partitura con chispa y ardor juvenil más que con introversión y melancolía, si bien no llega a la estratosférica altura de ninguno de los dos, máximos recreadores de la ópera. Thielemann demuestra muy loables intenciones, rubatea con buen sentido, pero carece de refinamiento, pasa de largo ante momentos muy importantes y cae en ocasiones en estallidos de brutalidad que seguramente lograron encendidos aplausos -se trata de una toma en vivo- pero que, en disco, convencen bien poco. La orquesta, por otra parte, no está tan maravillosa como con los citados.

A pesar de los reparos, un buen disco que, para quienes no tenga en su casa estas obras, supondrá un atractivo regalo. Además, la confirmación del indudable talento de un director que, aquí, se muestra sólo notable, pero del que esperamos más, mucho más. Estaremos muy atentos a la retrasmisión en Radio Clásica de Maestros (miércoles 25 de julio, a las 15,45) para ver si, efectivamente, supera ampliamente a Barenboim como afirman determinados expertos, aunque los que venimos, traumatizados, de escuchar a aquél en el Teatro Real vamos a poner el listón en lo más alto. Veremos.

 

Strauss: Sinfonía Alpina, Suite de El Caballero de la Rosa.
Orquesta Filarmónica de Viena, Christian Thielemann. 77’.
Deustche Grammophon 469 519-2.