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Número 20º - Septiembre 2.001


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EL LEGADO DE TELEFUNKEN

Por Angel Riego Cue. Lee su curriculum.

          

Cada vez se va generalizando más entre los sellos discográficos el presentar las grabaciones históricas no como algo de lo que haya que avergonzarse, debido a su mal sonido, sino como algo de lo que estar orgullosos, y que merece ediciones de lujo (por la presentación, no necesariamente por el precio) destinadas a coleccionistas. Así, inspirada directamente en "Masterworks Heritage" de Sony Clasical (pues su diseño y presentación parecen calcadas de las de dicha serie, comentada en el primer número de esta revista) nos llega ahora "Telefunken Legacy", serie en la que Teldec recupera alguna de las viejas glorias de la Telefunken alemana en la época dorada de la misma, coincidente con el período nazi y en algunos casos con los últimos años de la República de Weimar.

Dentro de esta colección ocupan un lugar destacado los registros de quien fue uno de los principales directores de orquesta en la primera mitad del siglo XX, Willem Mengelberg (1871-1951), artífice del prestigio de la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, considerada desde su época entre las mejores de Europa. Sus 50 años de titular de esa agrupación (1895-1945) son un récord sólo equiparable al de Mravinsky en Leningrado, y aún podría haberse prolongado más de no haberse interpuesto los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Le corresponde a Mengelberg el honor de haber estrenado obras como la Vida de Héroe de Strauss o el Concierto para violín nº 2 de Bartok, y de haber sido el principal defensor de las sinfonías de Mahler (primero junto al propio compositor, quien solía consultarle detalles sobre dirección; luego en solitario tras la muerte de este) desde que ambos se conocieran en 1902. De hecho, en 1920 se interpretó en Amsterdam en primicia mundial el ciclo completo de las sinfonías de Mahler, pero antes de esa fecha ya el número de interpretaciones mahlerianas en el Concertegbouw debía, según Norman Lebrecht, al menos igualar al del resto de las orquestas del mundo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Mengelberg (que había estudiado en Alemania y era de ascendencia alemana) no tuvo inconveniente en dirigir a la Filarmónica de Berlín, orquesta del país "invasor", ni de conceder entrevistas para la prensa nazi. También dirigió en los países ocupados, dando ciclos de sinfonías de Beethoven; precisamente, una Novena dada en París en los días del desembarco de Normandía sería lo último que dirigiría en su vida. Tras el final de la guerra, una comisión formada para le prohibió dirigir el resto de su vida. Hubo numerosas peticiones de clemencia, y en 1948 la sentencia fue revisada: la prohibición sería de seis años, de los que ya había cumplido tres; es decir, podría volver a dirigir en 1951, cuando cumplía los 80. Pocas semanas antes de que venciera el plazo, moría Mengelberg en su retiro de Suiza, donde residía desde 1944. Sirvan estas líneas como recuerdo de tan inmenso director, el año en que se han cumplido 50 desde su fallecimiento.

El estilo de Mengelberg hoy día levantaría ampollas entre la crítica más "purista", pues no dudaba en alterar las partituras, cambiando incluso la instrumentación, por ejemplo suprimiendo la flauta piccolo en la Sinfonía Pastoral. No dudaba en decir a los músicos de su orquesta que el compositor era un ser humano como los demás, y bien podía haberse equivocado. Pero eso sí, sus interpretaciones son originales y creativas, no caen nunca en la rutina. Así, en un disco de esta serie encontramos una Sinfonía de César Franck (noviembre de 1940) de tempo muy acelerado, en una línea que podría llamarse expresionista, y que muestra cierta vecindad de esta música con la de Mahler, en vez de la solemnidad "catedralicia" habitual. Y una Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak (1941) vigorosa, que también posee remansos poéticos en el Largo y en Trío del Scherzo.

Esta colección nos ofrece también otros dos discos de Mengelberg: un programa Beethoven con una Quinta vitalista cuyo final es una explosión de júbilo sin parangón en la discografía de la obra, y una Pastoral que expresa una enorme variedad de estados de ánimo, como el carácter "alegre y saltarín" del primer movimiento, poético en 2º y 5º, o vigoroso en los otros dos (Las notas del CD señalan 1937 como la fecha de ambas, aunque expertos como Mark Oberth-Thorn aseguran que la Quinta en realidad coresponde a 1942). Y un programa Richard Strauss con una Vida de Héroe de 1941 "necesariamente de referencia"... al menos para su época, pues está tocada por la orquesta y director artífices de su estreno mundial y elogiados por el compositor como los mejores intérpretes de su obra. Una versión con más "misterio" y menos opulencia de lo que se escucha habitualmente. Junto a ella, un Don Juan (1938) con toda la morbidez necesaria, y un Till (1941, este por Clemens Krauss y la Filarmónica de Viena) impagable, lleno de fina ironía "de la de antes".


Siguiendo con los directores, encontramos un disco con interpretaciones de otro de los más grandes entre los grandes, Erich Kleiber (1890-1956), que a diferencia de Mengelberg se exilió de la Alemania nazi en 1935, abandonando su puesto al frente de la Ópera Estatal de Berlín; aunque no tenía motivos para ser perseguido (ni era judío, ni tenía ideas de izquierda, ni se había destacado en contra del régimen), el mero ambiente represivo fue suficiente para que decidiera irse a vivir a Argentina, y adquirir la nacionalidad del país. Ese puede ser el motivo de que se conserven tan pocos discos suyos (al menos "oficiales" con sonido aceptable), pues en su etapa sudamericana no grabó nada, sólo se conservan tomas "en vivo" con mal sonido del Teatro Colón de Buenos Aires y otros lugares. A su vuelta a Europa tras la guerra comenzó a grabar para Decca, y es por ese puñado de legendarias grabaciones hechas al final de su vida por lo que hoy le recuerdan la mayoría de los aficionados: varias sinfonías de Beethoven (3,5,6,7,9), la 40 de Mozart, y las óperas Las Bodas de Fígaro y El caballero de la rosa. Erich Kleiber moriría repentinamente en Suiza con sólo 66 años, precisamente el día del bicentenario del nacimiento de Mozart (27 de enero de 1956).

Siendo tan exiguo el legado en discos de este gran maestro, se agradece cualquier publicación que amplíe un poco nuestro conocimiento de sus interpretaciones, aunque el sonido, como en este caso, esté lejos del ideal. Lo que nos presenta Teldec son unas tomas de sus últimos años en Berlín, antes del exilio (van de 1930 a 1934), siempre con la Filarmónica, y que conforman un programa de oberturas y piezas cortas, de ahí el título de "Piezas de Exhibición Orquestal". La mayoría de ellas corresponden al mundo vienés del vals y la opereta: así encontramos valses como Die Schönbrunner de Lanner o Aceleraciones de Johann Strauss, y oberturas de operetas como El Murciélago del mismo Strauss, Donna Diana de Reznicek o, también relacionado con este mundo, la del "singspiel" Las Alegres Comadres de Windsor de Otto Nicolai; algunas de ellas las ha seguido defendiendo su célebre hijo Carlos, cuya fama parece haber eclipsado, un tanto injustamente, a la de su padre. Las versiones de esta música que nos presenta el disco son siempre un modelo de estilo, al menos teniendo en cuenta el gusto de la época. Algunas cosas pueden sorprender hoy día, como el "tempo" rapidísimo del vals en El Murciélago, aunque sirven para aprender bastante sobre los gustos de la época y sobre la personalidad del director, amigo siempre de "tempi" ligeros. Debe señalarse que en esta misma colección hay otro disco íntegramente dedicado a los Strauss vieneses, donde Erich comparte cartel con Clemens Krauss.

El disco también nos ofreces piezas "serias": Las oberturas Coriolano, de Beethoven, Benvenuto Cellini de Berlioz, la "Marcha Húngara" de La Condenación de Fausto de este último, Fuegos Artificiales de Stravinsky (toda una rareza para la época), y terminando con los valses de El Caballero de la rosa, toda una especialidad familiar de padre e hijo. Las interpretaciones no podremos decir que sean siempre de referencia, pero sí que con ellas siempre se aprende algo nuevo: véase si no esa "Marcha Húngara" que Kleiber dirige con su habitual "tempo" ligero, y que le da un aire "zíngaro" que la emparenta con las Danzas Húngaras de Brahms o las Rapsodias de Liszt, algo que no hemos vuelto a oír el esta obra, siempre escuchada en estilo mucho más solemne. Por todo ello creemos que este disco bien merece un hueco en la discoteca de todos los seguidores de los grandes directores del siglo XX.


También en esta colección encontramos discos con recitales de cantantes de la época, de los que comentaremos aquí dos: el primero, dedicado a Peter Anders (1908-1954), tenor que murió en accidente de tráfico son sólo 46 años; con él desapareció una de las más firmes promesas entre los tenores alemanes de la posguerra. Poco antes de su muerte ya había sido elegido por Wieland Wagner para cantar papeles líricos wagnerianos en el Festival de Bayreuth (Lohengrin, Walther von Stolzing, Parsifal) y, dada la evolución de su voz, no se descartaba que terminara cantando los papeles más dramáticos, como Siegmund o Tristan (este último incluso lo pensaba cantar para la radio). Se ha llegado a decir que, a su muerte, el director Hans Knappertsbusch anunció a sus músicos "el principio del fin de una era".

Son muy escasos los discos de este enorme artista que están actualmente disponibles (el más conocido tal vez sea el Winterreise de Schubert grabado en 1945, que publicó D.G. en la edición de su centenario). Por ello es bienvenida esta aportación, 18 arias grabadas a comienzos de su carrera (1934-39), cuando su voz era mucho más lírica y se adaptaba perfectamente al repertorio alemán de este tipo, especialmente el mozartiano, del que encontramos aquí dos arias del "Rapto" (el "O wie ängstlich", de Belmonte y el "Im Mohrenland" de Pedrillo), las dos de Ottavio de Don Giovanni y el "Aria del retrato" de la Flauta Mágica: en ellas, la voz de Anders, con ese carácter "doliente", resulta delicada y sensible, y a la vez no pierde nada de la "masculinidad" de sus personajes. Bastante es decir que estas grabaciones de los años 30 en el aspecto expresivo hoy no nos suenan viejas, es decir ñoñas, sino plenamente vigentes. También, dentro del repertorio del "sinsgpiel", son modélicas el "Durch die Wälder" del Freischütz de Weber, el "Vater, Mutter" de la casi desconocida Undine de Lortzig (¡qué emocionante uso de la media voz aquí!) y el "Horch, die Lerche" de Las Alegres Comadres de Windsor. El repertorio alemán se completa con dos momentos del Holandés Errante de Wagner (La Canción del Timonel y la Cavatina de Erik, aquí quizás demasiado "dolientes") y el aria del cantante italiano del Caballero de la rosa.

Fuera del repertorio alemán, el disco incluye también incursiones de Anders en el italiano ("Questa e quella" y "La donna è mobile", de Rigoletto, o las dos arias de Tosca), el francés (Aria de la flor, de Carmen) o el ruso (aria de Lensky del Oneguin o la canción india de Sadko). Estas interpretaciones son en general menos "idiomáticas", y no sólo por estar el texto traducido, como se hacía en su época; en realidad lo único del disco no cantado en alemán es el aria del Caballero de la rosa, que pertenece a una ópera en alemán pero es el único "islote" que se canta en italiano. Pese a "germanizar" demasiado a Bizet o a Verdi (Puccini lo resiste mucho mejor), estas interpretaciones no desmerecen del resto, se escuchan siempre con agrado, y son necesarias para completar el retrato de un cantante de aquella época. En los acompañamientos, siempre con la Opera Estatal de Berlín, hay que señalar que en 9 arias el director es nada menos que Hans Schmidt-Iserstedt, toda una garantía.


El otro disco dedicado a un cantante nos trae a la soprano "coloratura" Erna Sack (1898-1972), llamada "el ruiseñor alemán", un verdadero fenómeno de su época cuya popularidad en Alemania fue comparable, por poner un caso, a la de Lily Pons en Estados Unidos, pero que hoy día se hallaba prácticamente olvidada, hasta el punto de que no existía ninguna edición de sus grabaciones en sellos "oficiales". Después de la Segunda Guerra Mundial, Sack vivió un tiempo en Sudamérica con su marido y no regresaría a Alemania hasta 1950. En 1956 anunciaría su retirada, aunque aún haría una breve gira por Alemania del Este en 1957.

La Sack, que ostenta el récord de la nota más aguda jamás grabada en disco, cantó durante su carrera todo tipo de repertorio, inclyendo lieder y ópera (papeles como Gilda o Rosina, siempre en alemán, la Reina de la Noche o, dentro de las óperas de Richard Strauss, la Zerbinetta de Ariadne en Naxos o la Isotta de La mujer silenciosa, esta última estrenada por ella) pero con lo que siempre se la ha relacionado es con el repertorio más "ligero" (opereta, valses cantados, piezas de exhibición vocal), y de hecho ese tipo de piezas son las que conforman el presente disco, con grabaciones de 1935 a 1939; desde opereta (las arias de Adele en El Murciélago, o una de Paganini de Lehar), valses cantados (Rosas del Sur, Vals del Emperador, el Oro y Plata de Lehar), alguna incursión en el "singspiel" (Martha de Flotow, Der Vogelhändler de Zeller), piezas curiosas como la versión de Adam de las variaciones de Mozart sobre Ah vous dirai-je, maman y un "Potpourrí" de sus éxitos bajo el título, precisamente, de "El Ruiseñor alemán"; músicas todas ellas servidas con agudos prodigiosos, emitidos con toda facilidad y que, escuchadas hoy, nos transportan a otra época.




REFERENCIAS:

DVORAK: Sinfonía nº 9 "Del Nuevo Mundo" + FRANCK: Sinfonía en re menor
Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam/ dir. Willem Mengelberg
Teldec "Telefunken Legacy" 8573-83025-2

"ERICH KLEIBER: Orchestral Showpieces"
Orquesta Filarmónica de Berlín
Teldec "Telefunken Legacy" 3984-28407-2

"PETER ANDERS: Operatic Portrait"
Mozart - Wagner - Tchaikovsky - Bizet - Weber - Puccini - Verdi, etc.
Teldec "Telefunken Legacy" 8573-83023-2

"CIRIBIN: ERNA SACK; DIE DEUTSCHE NACHTIGALL"
Arditi - Zeller - Flotow - Lehar - Adam - Pestalozza - Donizetti - J. Strauss
Teldec "Telefunken Legacy" 3984-28412-2