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EL
LEGADO DE TELEFUNKEN
Por Angel
Riego Cue. Lee su
curriculum.
Cada vez se va generalizando más entre los
sellos discográficos el presentar las grabaciones
históricas no como algo de lo que haya que avergonzarse,
debido a su mal sonido, sino como algo de lo que estar
orgullosos, y que merece ediciones de lujo (por la
presentación, no necesariamente por el precio)
destinadas a coleccionistas. Así, inspirada directamente
en "Masterworks Heritage" de Sony Clasical
(pues su diseño y presentación parecen calcadas de las
de dicha serie, comentada en el primer número de esta
revista) nos llega ahora "Telefunken Legacy",
serie en la que Teldec recupera alguna de las viejas
glorias de la Telefunken alemana en la época dorada de
la misma, coincidente con el período nazi y en algunos
casos con los últimos años de la República de Weimar.
Dentro de esta colección ocupan un lugar destacado los
registros de quien fue uno de los principales directores
de orquesta en la primera mitad del siglo XX, Willem
Mengelberg (1871-1951), artífice del prestigio de la
Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, considerada
desde su época entre las mejores de Europa. Sus 50 años
de titular de esa agrupación (1895-1945) son un récord
sólo equiparable al de Mravinsky en Leningrado, y aún
podría haberse prolongado más de no haberse interpuesto
los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Le
corresponde a Mengelberg el honor de haber estrenado
obras como la Vida de Héroe de Strauss o el Concierto
para violín nº 2 de Bartok, y de haber sido el
principal defensor de las sinfonías de Mahler (primero
junto al propio compositor, quien solía consultarle
detalles sobre dirección; luego en solitario tras la
muerte de este) desde que ambos se conocieran en 1902. De
hecho, en 1920 se interpretó en Amsterdam en primicia
mundial el ciclo completo de las sinfonías de Mahler,
pero antes de esa fecha ya el número de interpretaciones
mahlerianas en el Concertegbouw debía, según Norman
Lebrecht, al menos igualar al del resto de las orquestas
del mundo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Mengelberg (que había
estudiado en Alemania y era de ascendencia alemana) no
tuvo inconveniente en dirigir a la Filarmónica de
Berlín, orquesta del país "invasor", ni de
conceder entrevistas para la prensa nazi. También
dirigió en los países ocupados, dando ciclos de
sinfonías de Beethoven; precisamente, una Novena dada en
París en los días del desembarco de Normandía sería
lo último que dirigiría en su vida. Tras el final de la
guerra, una comisión formada para le prohibió dirigir
el resto de su vida. Hubo numerosas peticiones de
clemencia, y en 1948 la sentencia fue revisada: la
prohibición sería de seis años, de los que ya había
cumplido tres; es decir, podría volver a dirigir en
1951, cuando cumplía los 80. Pocas semanas antes de que
venciera el plazo, moría Mengelberg en su retiro de
Suiza, donde residía desde 1944. Sirvan estas líneas
como recuerdo de tan inmenso director, el año en que se
han cumplido 50 desde su fallecimiento.
El estilo de Mengelberg hoy día levantaría ampollas
entre la crítica más "purista", pues no
dudaba en alterar las partituras, cambiando incluso la
instrumentación, por ejemplo suprimiendo la flauta
piccolo en la Sinfonía Pastoral. No dudaba en
decir a los músicos de su orquesta que el compositor era
un ser humano como los demás, y bien podía haberse
equivocado. Pero eso sí, sus interpretaciones son
originales y creativas, no caen nunca en la rutina. Así,
en un disco de esta serie encontramos una Sinfonía
de César Franck (noviembre de 1940) de tempo muy
acelerado, en una línea que podría llamarse
expresionista, y que muestra cierta vecindad de esta
música con la de Mahler, en vez de la solemnidad
"catedralicia" habitual. Y una Sinfonía
del Nuevo Mundo de Dvorak (1941) vigorosa, que
también posee remansos poéticos en el Largo y en Trío
del Scherzo.
Esta colección nos ofrece también otros dos discos de
Mengelberg: un programa Beethoven con una Quinta
vitalista cuyo final es una explosión de júbilo sin
parangón en la discografía de la obra, y una Pastoral
que expresa una enorme variedad de estados de ánimo,
como el carácter "alegre y saltarín" del
primer movimiento, poético en 2º y 5º, o vigoroso en
los otros dos (Las notas del CD señalan 1937 como la
fecha de ambas, aunque expertos como Mark Oberth-Thorn
aseguran que la Quinta en realidad coresponde a
1942). Y un programa Richard Strauss con una Vida de
Héroe de 1941 "necesariamente de
referencia"... al menos para su época, pues está
tocada por la orquesta y director artífices de su
estreno mundial y elogiados por el compositor como los
mejores intérpretes de su obra. Una versión con más
"misterio" y menos opulencia de lo que se
escucha habitualmente. Junto a ella, un Don Juan
(1938) con toda la morbidez necesaria, y un Till
(1941, este por Clemens Krauss y la Filarmónica de
Viena) impagable, lleno de fina ironía "de la de
antes".
Siguiendo
con los directores, encontramos un disco con
interpretaciones de otro de los más grandes entre los
grandes, Erich Kleiber (1890-1956), que a diferencia de
Mengelberg se exilió de la Alemania nazi en 1935,
abandonando su puesto al frente de la Ópera Estatal de
Berlín; aunque no tenía motivos para ser perseguido (ni
era judío, ni tenía ideas de izquierda, ni se había
destacado en contra del régimen), el mero ambiente
represivo fue suficiente para que decidiera irse a vivir
a Argentina, y adquirir la nacionalidad del país. Ese
puede ser el motivo de que se conserven tan pocos discos
suyos (al menos "oficiales" con sonido
aceptable), pues en su etapa sudamericana no grabó nada,
sólo se conservan tomas "en vivo" con mal
sonido del Teatro Colón de Buenos Aires y otros lugares.
A su vuelta a Europa tras la guerra comenzó a grabar
para Decca, y es por ese puñado de legendarias
grabaciones hechas al final de su vida por lo que hoy le
recuerdan la mayoría de los aficionados: varias
sinfonías de Beethoven (3,5,6,7,9), la 40 de Mozart, y
las óperas Las Bodas de Fígaro y El
caballero de la rosa. Erich Kleiber moriría
repentinamente en Suiza con sólo 66 años, precisamente
el día del bicentenario del nacimiento de Mozart (27 de
enero de 1956).
Siendo tan exiguo el legado en discos de este gran
maestro, se agradece cualquier publicación que amplíe
un poco nuestro conocimiento de sus interpretaciones,
aunque el sonido, como en este caso, esté lejos del
ideal. Lo que nos presenta Teldec son unas tomas de sus
últimos años en Berlín, antes del exilio (van de 1930
a 1934), siempre con la Filarmónica, y que conforman un
programa de oberturas y piezas cortas, de ahí el título
de "Piezas de Exhibición Orquestal". La
mayoría de ellas corresponden al mundo vienés del vals
y la opereta: así encontramos valses como Die
Schönbrunner de Lanner o Aceleraciones de
Johann Strauss, y oberturas de operetas como El
Murciélago del mismo Strauss, Donna Diana
de Reznicek o, también relacionado con este mundo, la
del "singspiel" Las Alegres Comadres de
Windsor de Otto Nicolai; algunas de ellas las ha
seguido defendiendo su célebre hijo Carlos, cuya fama
parece haber eclipsado, un tanto injustamente, a la de su
padre. Las versiones de esta música que nos presenta el
disco son siempre un modelo de estilo, al menos teniendo
en cuenta el gusto de la época. Algunas cosas pueden
sorprender hoy día, como el "tempo"
rapidísimo del vals en El Murciélago, aunque
sirven para aprender bastante sobre los gustos de la
época y sobre la personalidad del director, amigo
siempre de "tempi" ligeros. Debe señalarse que
en esta misma colección hay otro disco íntegramente
dedicado a los Strauss vieneses, donde Erich comparte
cartel con Clemens Krauss.
El disco también nos ofreces piezas "serias":
Las oberturas Coriolano, de Beethoven, Benvenuto
Cellini de Berlioz, la "Marcha Húngara"
de La Condenación de Fausto de este último, Fuegos
Artificiales de Stravinsky (toda una rareza para la
época), y terminando con los valses de El Caballero
de la rosa, toda una especialidad familiar de padre
e hijo. Las interpretaciones no podremos decir que sean
siempre de referencia, pero sí que con ellas siempre se
aprende algo nuevo: véase si no esa "Marcha
Húngara" que Kleiber dirige con su habitual
"tempo" ligero, y que le da un aire
"zíngaro" que la emparenta con las Danzas
Húngaras de Brahms o las Rapsodias de
Liszt, algo que no hemos vuelto a oír el esta obra,
siempre escuchada en estilo mucho más solemne. Por todo
ello creemos que este disco bien merece un hueco en la
discoteca de todos los seguidores de los grandes
directores del siglo XX.
También
en esta colección encontramos discos con recitales de
cantantes de la época, de los que comentaremos aquí
dos: el primero, dedicado a Peter Anders (1908-1954),
tenor que murió en accidente de tráfico son sólo 46
años; con él desapareció una de las más firmes
promesas entre los tenores alemanes de la posguerra. Poco
antes de su muerte ya había sido elegido por Wieland
Wagner para cantar papeles líricos wagnerianos en el
Festival de Bayreuth (Lohengrin, Walther von Stolzing,
Parsifal) y, dada la evolución de su voz, no se
descartaba que terminara cantando los papeles más
dramáticos, como Siegmund o Tristan (este último
incluso lo pensaba cantar para la radio). Se ha llegado a
decir que, a su muerte, el director Hans Knappertsbusch
anunció a sus músicos "el principio del fin de una
era".
Son muy escasos los discos de este enorme artista que
están actualmente disponibles (el más conocido tal vez
sea el Winterreise de Schubert grabado en 1945,
que publicó D.G. en la edición de su centenario). Por
ello es bienvenida esta aportación, 18 arias grabadas a
comienzos de su carrera (1934-39), cuando su voz era
mucho más lírica y se adaptaba perfectamente al
repertorio alemán de este tipo, especialmente el
mozartiano, del que encontramos aquí dos arias del
"Rapto" (el "O wie
ängstlich", de Belmonte y el "Im
Mohrenland" de Pedrillo), las dos de Ottavio de Don
Giovanni y el "Aria del retrato" de la Flauta
Mágica: en ellas, la voz de Anders, con ese
carácter "doliente", resulta delicada y
sensible, y a la vez no pierde nada de la
"masculinidad" de sus personajes. Bastante es
decir que estas grabaciones de los años 30 en el aspecto
expresivo hoy no nos suenan viejas, es decir ñoñas,
sino plenamente vigentes. También, dentro del repertorio
del "sinsgpiel", son modélicas el "Durch
die Wälder" del Freischütz de Weber, el
"Vater, Mutter" de la casi desconocida Undine
de Lortzig (¡qué emocionante uso de la media voz
aquí!) y el "Horch, die Lerche" de Las
Alegres Comadres de Windsor. El repertorio alemán
se completa con dos momentos del Holandés Errante
de Wagner (La Canción del Timonel y la Cavatina de Erik,
aquí quizás demasiado "dolientes") y el aria
del cantante italiano del Caballero de la rosa.
Fuera del repertorio alemán, el disco incluye también
incursiones de Anders en el italiano ("Questa e
quella" y "La donna è mobile", de Rigoletto,
o las dos arias de Tosca), el francés (Aria de
la flor, de Carmen) o el ruso (aria de Lensky
del Oneguin o la canción india de Sadko).
Estas interpretaciones son en general menos
"idiomáticas", y no sólo por estar el texto
traducido, como se hacía en su época; en realidad lo
único del disco no cantado en alemán es el aria del Caballero
de la rosa, que pertenece a una ópera en alemán
pero es el único "islote" que se canta en
italiano. Pese a "germanizar" demasiado a Bizet
o a Verdi (Puccini lo resiste mucho mejor), estas
interpretaciones no desmerecen del resto, se escuchan
siempre con agrado, y son necesarias para completar el
retrato de un cantante de aquella época. En los
acompañamientos, siempre con la Opera Estatal de
Berlín, hay que señalar que en 9 arias el director es
nada menos que Hans Schmidt-Iserstedt, toda una
garantía.
El otro
disco dedicado a un cantante nos trae a la soprano
"coloratura" Erna Sack (1898-1972), llamada
"el ruiseñor alemán", un verdadero fenómeno
de su época cuya popularidad en Alemania fue comparable,
por poner un caso, a la de Lily Pons en Estados Unidos,
pero que hoy día se hallaba prácticamente olvidada,
hasta el punto de que no existía ninguna edición de sus
grabaciones en sellos "oficiales". Después de
la Segunda Guerra Mundial, Sack vivió un tiempo en
Sudamérica con su marido y no regresaría a Alemania
hasta 1950. En 1956 anunciaría su retirada, aunque aún
haría una breve gira por Alemania del Este en 1957.
La Sack, que ostenta el récord de la nota más aguda
jamás grabada en disco, cantó durante su carrera todo
tipo de repertorio, inclyendo lieder y ópera (papeles
como Gilda o Rosina, siempre en alemán, la Reina de la
Noche o, dentro de las óperas de Richard Strauss, la
Zerbinetta de Ariadne en Naxos o la Isotta de La
mujer silenciosa, esta última estrenada por ella)
pero con lo que siempre se la ha relacionado es con el
repertorio más "ligero" (opereta, valses
cantados, piezas de exhibición vocal), y de hecho ese
tipo de piezas son las que conforman el presente disco,
con grabaciones de 1935 a 1939; desde opereta (las arias
de Adele en El Murciélago, o una de Paganini
de Lehar), valses cantados (Rosas del Sur, Vals
del Emperador, el Oro y Plata de Lehar),
alguna incursión en el "singspiel" (Martha
de Flotow, Der Vogelhändler de Zeller), piezas
curiosas como la versión de Adam de las variaciones de
Mozart sobre Ah vous dirai-je, maman y un
"Potpourrí" de sus éxitos bajo el título,
precisamente, de "El Ruiseñor alemán";
músicas todas ellas servidas con agudos prodigiosos,
emitidos con toda facilidad y que, escuchadas hoy, nos
transportan a otra época.
REFERENCIAS:
DVORAK: Sinfonía nº 9 "Del Nuevo Mundo" +
FRANCK: Sinfonía en re menor
Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam/ dir. Willem
Mengelberg
Teldec "Telefunken Legacy" 8573-83025-2
"ERICH KLEIBER: Orchestral Showpieces"
Orquesta Filarmónica de Berlín
Teldec "Telefunken Legacy" 3984-28407-2
"PETER ANDERS: Operatic Portrait"
Mozart - Wagner - Tchaikovsky - Bizet - Weber - Puccini -
Verdi, etc.
Teldec "Telefunken Legacy" 8573-83023-2
"CIRIBIN: ERNA SACK; DIE DEUTSCHE NACHTIGALL"
Arditi - Zeller - Flotow - Lehar - Adam - Pestalozza -
Donizetti - J. Strauss
Teldec "Telefunken Legacy" 3984-28412-2
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