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ARROPADOS POR LA MÚSICAPor Elisa Ramos. Lee su curriculum.Orquesta Barroca de la Academia de Música Antigua de la Universidad de Salamanca. Director: Angel Sampedro (violín). Programa: J. B. Lully, Chacona. G. Muffat, Florilegium Primun. A. Corelli, Concerto Grosso Op. 6. núm 5. J.B. Lully, Le Bourgeois Gentilhomme. Concierto Inauguración Auguste Rodin. Universidad de Salamanca, Fundación “la Caixa”, Excmo. Ayuntamiento de Salamanca y Academia de Música Antigua. Biblioteca Antigua de la Universidad de Salamanca. 28 de enero de 2002 Una
de las maravillas que nos está deparando el año de la culturalidad es la
oportunidad de disfrutar de esculturas, fotografías dibujos y grabados de
Auguste Rodin en diferentes espacios de la ciudad. En salas de
exposiciones cerradas y al aire libre, sus obras enriquecen el arte de
lugares monumentales como el Patio de Escuelas Menores de la Universidad y
la Plaza Mayor. El imponente Balzac comparte nuestra vida, instalado en el
centro de la plaza, dominando desde su pedestal el trasiego cotidiano. Con
su llegada la música viva entró por primera vez en la Biblioteca Antigua
de la Universidad de Salamanca. La escrita había penetrado en ella hace
siglos, pero ahora -como simbólico homenaje a la exposición de Rodin-
acogía un concierto de
compositores del barroco italiano y francés, en torno a la figura de
Lully. Fue un momento histórico y un privilegio poder disfrutar de la música
en tan legendario espacio. El
acceso a la Biblioteca Antigua es muy restringido. Se conserva casi como
un museo -con determinadas condiciones de temperatura (alrededor de 15º)
y un alto grado de humedad ambiental- para preservar
el buen estado de las joyas que atesora entre sus muros. Sus
puertas sólo se habían abierto al público por motivos muy puntuales:
sendas exposiciones dedicadas a las figuras de Fray Luis de León y Miguel
de Unamuno, algunas visitas guiadas en pequeños grupos, como complemento
de la celebración de congresos, y otras situaciones especiales. En
esta excepcional ocasión se abrió a público y músicos. El espacio
puede dar cabida a unas 250 personas, pero el aforo hubo de ser menor de
su capacidad real para evitar una excesiva alteración de las adecuadas
condiciones ambientales. El frío reinante se calaba hasta los huesos
obligando a permanecer con el abrigo. Un frío físico, que no emocional
ni sonoro. El calor lo pusieron los músicos. La
Orquesta Barroca nació en 1990 en el seno de la Academia de Música
Antigua con el ideal de aproximarse al repertorio barroco a través de
criterios históricos y filológicos. Sus integrantes reciben clases
individuales de cualificados
especialistas aunque habitualmente su trabajo se desarrolla bajo la
dirección de Ángel Sampedro y Wim ten Have. En sus actuaciones, dentro y
fuera de España, ha sido dirigida también por figuras de la talla de
Sigiswald Kuijken y ha acompañado a prestigiosos solistas. Hace sólo
unos meses pudimos disfrutar en el Paraninfo un concierto con el
maravilloso traverso de Wilbert Hazelzet bajo la dirección de Jacques
Ogg. El
acierto de Ángel Sampedro consiguió, como en otras ocasiones, que los músicos
nos arroparan con cálidas interpretaciones llenas de vitalidad, afecto y
musicalidad. Supieron remitirnos muy bien al imaginario mundo musical de
tiempos pretéritos imprimiendo un adecuado sello a las obras que
escuchamos. Entre ellos, los libros y nosotros, asomaron la expresión de
afectos, las sutilidades rítmicas francesas, el carácter danzable de la
música y los contrastes seccionales del concerto grosso. Una
sucesión apoyada muy bien
por un potente continuo que otorgó una excelente base al conjunto de la
orquesta. La
temperatura fue subiendo en la dirección e intención dialogante de las
secciones y frases musicales. Las cuerdas altas estuvieron al principio
algo destempladas y ligeramente imprecisas en algunos ataques pero fueron
ganando en sonoridad y equilibrio. Los cuidados matices hicieron acto de
presencia para manifestar momentos de potencia, progresivos o súbitos
contrastes sonoros y la importancia del silencio como parte expresiva de
la música. Las cesuras en el aire del
concerto grosso de Corelli
fueron resueltas con una intencionalidad expresiva muy lograda. Los tempi
estuvieron muy bien llevados y la sucesión de danzas de El
burgués gentilhombre de Lully manifestaron, una a una, su carácter
contrastante con precisión rítmica buena dirección sonora y estupendos
enlaces. Los
pequeños fallos puntuales en el sonido no restaron un ápice de méritos
al resultado de un concierto cuyo recinto colaboró con una buena
respuesta acústica. Los intérpretes tuvieron el privilegio de ser los
primeros en vivir la emocionante experiencia de tocar en él. Pero también
se enfrentaron al frío y al esfuerzo extra de mantener templadas las
cuerdas de tripa de sus delicados instrumentos. Y, por añadidura,
supieron controlar los vericuetos de la música con sus ágiles dedos. Nos
faltó poder contemplar la belleza del estrellado cielo que en lejanos
tiempos decorara el techo abovedado de la biblioteca. Desde 1506 a
principios del siglo XX, sucesivos problemas y abandonos dieron al traste
con la mayoría de las pinturas. Hoy tenemos que conformarnos con los
restos que la restauración ha conservado fuera de su lugar original. No
nos queda otro remedio que contemplarlos -en una de las bóvedas de la
sala del Museo Universitario del Patio de Escuelas Menores- e imaginarlos
multiplicados por tres iluminando el conocimiento acumulado en los libros.
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