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FRANCÉS AL CIEN POR CIENPor Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum. Sevilla, Teatro de la Maestranza. 4 de febrero de 2002. Ciclo “El Mundo Sinfónico”, organizado por Promúsica. Marie-Ange Todorovitch, mezzosoprano. Orchestre National de Lille. Jean-Claude Casadesus, director. Obras de Berlioz y Saint-Saëns. Un
acierto pleno el tercer concierto de la presente temporada del ciclo “El
Mundo Sinfónico” que, de manera harto irregular en sus resultados,
viene ofreciendo en los últimos años, en el Maestranza de Sevilla, la
organización Promúsica en colaboración con el diario El Mundo.
Y lo ha sido no sólo por el más que notable resultado artístico,
sino ante todo por la extraordinaria belleza de las páginas congregadas,
desde luego sobradamente conocidas por la mayoría de los aficionados,
pero por un motivo u otro infrecuentes en las salas de concierto. En
la primera parte del programa, la obertura El Carnaval Romano (de
la ópera Benvenuto Cellini) y La muerte de Cleopatra,
soberbias páginas salidas de la fecunda imaginación del artista al que
en esta ocasión se ha consagrado el referido ciclo, el siempre
sorprendente Héctor Berlioz. En la segunda, la Tercera Sinfonía,
“con órgano”, de Camille Saint-Saëns, no ciertamente una obra
maestra pero sí una creación de gran vuelo lírico, repleta de hallazgos
melódicos y riqueza tímbrica, amén de brillante y espectacular en el
buen sentido. Memorable
actuación de la mezzo de Montpellier
Marie-Ange
Todorovitch, dueña
de una voz
potentísima y muy hermosa, de timbre sensual, esmaltada y homogénea,
quizá no especialmente extensa. Su encarnación de Cleopatra,
independientemente de las virtudes de la materia prima, fue de todo punto
memorable por su intensidad dramática, al explorar a tumba abierta y sin
perder los estribos los diferentes estados anímicos del personaje que da
pie a esta acongojante partitura. Lástima que no ofreciera propina
alguna. La
Orquesta Nacional de Lille y el que es su eterno director, el respetado
Jean-Claude Casadesus, no defraudaron las expectativas. Si bien la formación
no puede considerarse de primera fila, cuenta con una madera de sonido
compacto y con una cuerda sencillamente sensacional, aterciopelada y homogénea.
La batuta dirige con atención al equilibrio de planos, notable sentido
del color y gran sensibilidad lírica, ajena en todo momento a la retórica
vacua y al efectismo. Eso sí, se echó de menos una dosis mayor de
sentido dramático y de carácter visionario, sobre todo en Saint-Säens.
Digamos que fue más apolínea que dionisíaca, lo que no en todo momento
parecía conveniente. En todo caso, el nivel fue muy alto. Los dos fragmentos de Carmen ofrecidos de propina permitieron al respetable entrar en el juego de las comparaciones y apreciar hasta qué punto fue mediocre la actuación el día anterior de Daniel Lipton y la Filarmónica de Málaga en el recital de Carlos Álvarez. En fin, un gran concierto, francés cien por cien, en un ciclo que aún ha de conocer las esperadas actuaciones de Frans Brüggen y Antonio Pappano.
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