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CONCIERTOS EN OVIEDO:
LORIN MAAZEL
Oviedo, Auditorio Príncipe
Felipe. 30 de enero de 2002. Bruckner: Sinfonía nº 8.
Orquesta Philharmonia de Londres. Director: Lorin Maazel.
Anunciado con escasos días en antelación, como
un "concierto extraordinario" (es decir, no
previsto inicialmente en la temporada), la visita de
Maazel y la Philharmonia acabó mereciendo el
calificativo de verdaderamente extraordinario. En el
programa, uno de los mayores monumentos sonoros de la
literatura sinfónica, la catedralicia Octava
Sinfonía de Anton Bruckner. La categoría de la
histórica orquesta británica y del maestro de fama
mundial hacían que se pudiera esperar algo por encima de
lo habitual.
En el primer movimiento, quizás lo menos logrado, ya era
indudable que Maazel se sabía la obra absolutamente de
memoria, con un absoluto dominio técnico y marcando
hasta los más mínimos detalles, aunque con un cierto
gesto displicente. El movimiento le sonó
"misterioso" como una música de película
hollywoodiense, muy poco "germánico", aunque
no por ello dejaba de tener su atractivo. El segundo
movimiento, "Scherzo", hizo subir el nivel pese
a cierto exceso de volumen sonoro. El tercero,
"Adagio", alcanzó el clima "ominoso"
necesario, fue angustioso como pide la obra, y el cuarto
fue vibrante y arrebatado, con la orquesta absolutamente
entregada.
Una interpretación, por tanto, que fue de menos a más
(pero de un "menos" ya muy alto) a medida que
transcurría el concierto, con una profesionalidad y una
entrega de la orquesta que es tanto más de admirar por
la habitualmente bochornosa conducta del público, que
dio un verdadero "recital" de toses entre
movimientos, haciendo esperar a Maazel con la batuta en
el sobaco hasta que los señores espectadores terminasen
de toser, y donde tampoco faltó el imprescindible
teléfono móvil sonando, en este caso en la coda del
primer movimiento.
La Orquesta Philharmonia estuvo sensacional, a la altura
de su fama, con una fabulosa sección de cuerda, y sólo
se le podría reprochar una afinación un poco
"problemática" en algún metal que también
mejoró mucho en el cuarto movimiento. En resumen, lo
dicho, un "concierto extraordinario"
verdaderamente extraordinario.
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