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Número 25º - Febrero 2.002


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AÑO NUEVO CON OZAWA

 Por "Don Profondo".

 

  Dado que el nombramiento de Seiji Ozawa como director musical de la Ópera de Viena le ha convertido en algo así como el titular de la Filarmónica -desde tiempos de Maazel nadie se ha situado al frente de tan quisquillosa formación-, estaba cantado que el director oriental tenía que dirigir el Concierto de Año Nuevo. Proliferación de quimonos en la sala del Musikverein, intensa presencia mediática y un monumental éxito de ventas del compacto (¡lanzado en tan sólo tres días!) han sido las consecuencias más visibles de esta novedad. Todos contentos, especialmente la casa discográfica. ¿Y cómo estuvo el espectáculo?

Pues ni más ni menos que como se esperaba: claramente por debajo de los logros de un Kleiber, un Karajan o -rezagado con respecto a los anteriores- un Maazel, pero en conjunto bastante bien. De hecho, quien esto suscribe prefiere a Ozawa antes que a Abbado, Metha, Harnoncourt o incluso a Muti, directores que, con desigual fortuna, han frecuentado la sala dorada en los primero de enero de la última década. Por supuesto que la labor de la Filarmónica de Viena supone, por sí misma, una garantía de que esta música va a sonar con la belleza y el idioma que debe, pero los seguidores de estos conciertos bien saben que de una batuta a otra la cosa puede variar bastante.

Se notó la huella de Ozawa, para lo bueno y para lo menos bueno. Fluidez, sentido del color, elegancia, finura y transparencia orquestal son sus puntos fuertes; cierta blandenguería y fragilidad, así como un evidente distanciamiento expresivo, por no decir sosería, suelen restar puntos a su labor. Pues bien, todas estas características se hicieron presentes en mayor o menor medida en las piezas interpretadas el pasado 1 de enero en Viena. Pero no se piense que el director quiso ofrecer lecturas marcadamente personales, como sí hizo Harnoncourt el pasado año. Antes al contrario, intentó en todo momento resultar idiomático, si bien lo logró de manera intermitente (su uso del rubato, por ejemplo, a veces resultaba harto discutible). En general podríamos decir que en las polcas rápidas y algunos de los valses alcanzó su mayor inspiración, limitándose en el resto a cumplir sin más.

La elección de las obras resulta convincente, habiendo combinado páginas nuevas para atraer al comprador veterano (todo un hallazgo la Danza diabólica de Joseph Hellmesberger II), piezas de éxito en los últimos años (La Libélula) y maravillosas creaciones de siempre (El Murciélago, Sangre Vienesa, Polca Tic Tac). Total, un buen Concierto de Año Nuevo a cargo de un director irregular y no afín a estas músicas, pero lleno de talento y voluntad. Si volvemos a verle en estas circunstancias en futuras ocasiones, tendremos la oportunidad de comprobar si avanza en su dominio del repertorio. Ah: el sonido y la presentación del compacto son buenos. La duración, muy aprovechada, pero no ha cabido todo el concierto. Esperemos que aparezca un DVD que lo incluya en su integridad.

Concierto de Año Nuevo 2002.
Joseph Hellmesberger II: Danza diabólica.
Oberturas, valses, polcas y marchas de la familia Strauss.
Orquesta Filarmónica de Viena.

Seiji Ozawa. 79’.
Philips 468 999-2.