|
UN
REPASO A LA 'EDICIÓN STERN'
Por Angel
Riego Cue. Lee su Curriculum.
Con ocasión del
fallecimiento el pasado año de Isaac Stern, el sello
Sony Classical volvió a lanzar al mercado la edición
que había dedicado al gran violinista en 1995, con
motivo de su 75 aniversario, que llevaba por título
"Isaac Stern: una vida en música". Esta
edición constaba entonces de 4 cajas con un total de 44
CD's, distribuidos por cajas según géneros: la primera
estaba dedicada a Conciertos para violín del gran
repertorio (11 CD's), la segunda a conciertos del siglo
XX (9 CD's), la tercera a tríos para piano, violín y
cello (12 CD's) y la cuarta a sonatas para violín y
piano (otros 12 CD's). Quedan fuera otras formas
musicales, como la música de cámara en otras
combinaciones (por ejemplo, el Trío de Cuerdas o las
obras para cuerda y viento, en las que Stern ha dejado
también grabaciones señeras). Aparte de eso, de las
obras aquí recogidas muchas veces existe más de una
grabación por Stern, y a menudo se han preferido las
tomas más modernas, pues sólo se ha incluido una
grabación por obra. Por todo ello, esta edición no es
ni mucho menos todo lo que Stern grabó para Sony, antes
CBS, el sello para el que trabajó en exclusiva desde
1945; pero sí es suficientemente representativa de su
arte y tiene títulos de enorme interés.
A continuación presentamos un repaso por algunas de las
grabaciones que nos parecen de mayor interés de esta
colección, sin pretender abarcarla en su totalidad,
fijándonos especialmente en las obras que presenten
menos competencia en el mercado. Se indican entre
paréntesis las referencias de todos los discos de esa
colección de los que hemos podido disponer.
Comenzando por el volumen I, conciertos del gran
repertorio, obviaremos las grabaciones de Vivaldi y Bach,
pues el Barroco que hacía Stern no es hoy día muy
rescatable, y también las dedicadas a Beethoven y
Brahms, por la enorme competencia que hay en los
conciertos de estos autores. En cambio sí merece la pena
detenerse en su ciclo de los Conciertos para violín
de Mozart (SM3K 66475, 3 CD's), aunque "a
priori" tampoco parecería el autor ideal para
Stern, pues al violinista norteamericano se le suele
reprochar un sonido excesivamente "rotundo",
poco contenido (alguna vez incluso se ha llegado a decir,
con evidente exageración, que Stern nunca tocó una nota
en "pianisimo"), más adecuado por tanto para
los autores románticos. No obstante, en este ciclo
Mozart se pueden encontrar diversos alicientes que lo
hacen recomendable.
La grabación se hizo en muy distintas fechas: en
1961-63, Stern registró los Conciertos 1,3 y 5 con la
Columbia Symphony bajo la dirección de George Szell,
quien se ocupa de que todo esté en su sitio y logra
incluso un cierto estilo mozartiano "lúdico",
todo un logro del gran director pese a los inconvenientes
de una orquesta demasiado nutrida y no muy refinada, y de
que en general el Mozart de la época se hacía más
romántico de lo que hoy se suele admitir. Quince años
tardaría Stern en completar el ciclo, hasta que en 1976
grabara los nºs 2 y 4, más el Adagio K 261 y el Rondó
K 373 (solamente le faltaría el Rondó concertante K 269
para tener una verdadera integral mozartiana para violín
y orquesta); en este caso su acompañante fue la English
Chamber Orchestra con dirección de Alexander Schneider,
más pedestre que Szell, aparte de que el propio
violinista ya no estaba en tan buen momento de forma; con
todo, sirvió para completar la integral de una forma
digna.
Entre medias, en 1971-73, Stern había grabado el Concertone
para dos violines K 190 y la Sinfonía
concertante para violín y viola K 364 con Pinchas
Zukerman como compañero de "tándem" (al 2º
violín y a la viola, respectivamente) y con el
acompañamiento asimismo de la English Chamber, pero
dirigida ahora por Daniel Barenboim. Aquí se halla el
mayor atractivo de esta caja, el incluir una de las pocas
versiones auténticamente grandes de la Sinfonía
Concertante (otra sería, por supuesto, la de
Kondrashin con los Oistrakh). Barenboim busca el drama
desde el primer compás, y se aleja de las
interpretaciones que ven en esta música algo
"fácil" o simplemente bonito; a pesar de que
su dirección no es perfecta, y que maneja la orquesta
con una contundencia de principiante en algunos acordes,
al menos sabe crear el clima adecuado para que Stern y
Zukerman (que dan mucho juego, llegando a momentos
memorables) hagan el resto: una versión de serena
belleza, y de una carga dramática sobrecogedora. La obra
gana mucho así, aunque no le ocurre lo mismo al Concertone
K 190, en el que Barenboim se empeña en buscar también
el drama, aunque en este caso sea más difícil
encontrárselo.
Dentro de
los conciertos para violín del "gran
repertorio" son justamente célebres las grabaciones
que Stern realizara con Eugene Ormandy dirigiendo la
Orquesta de Filadelfia. El disco más difundido en su
día de esta colaboración fue una grabación de 1958 que
incluía los Conciertos para violín de Mendelssohn y
Tchaikovsky: versiones bellas, aunque totalmente
convencionales, con Stern luciendo su mejor sonido y
Ormandy quizá demasiado "festivo"; ambas
ideales para escuchar estas obras por primera vez. Para
esta edición se ha roto ese clásico acoplamiento:
Mendelssohn ha ido a compartir disco con Dvorak (de cuyo
Concierto hay bien pocas alternativas en el mercado
actual), y Tchaikovsky se ha juntado con Sibelius (SMK 66
829), otro acoplamiento "clásico" de
conciertos. Esta versión de Sibelius, de 1968, recoge a
Ormandy en uno de sus buenos días, con una impresionante
exhibición orquestal, y a Stern en su habitual
"arrebato virtuosístico", como le ocurre a
menudo ganaría puntos si se moderase un poco, pero en
todo caso una espléndida versión. Debe añadirse que
existe aún otra muestra de la colaboración
Stern-Ormandy, un disco con los Conciertos para violín
de Bruch (nº 1) y Wieniawski (nº 2).
En la segunda caja, dedicada a Conciertos del siglo XX,
encontramos muchas interpretaciones del máximo interés,
por la personalidad de los intérpretes, la escasa
competencia de estas obras en el mercado, o incluso el
hecho de ser obras tocadas por su dedicatario. Así, el
Concierto para violín de Stravinsky dirigido por el
propio compositor se recomienda solo, y más aún cuando
el CD añade una "rara avis" como el Concierto
de George Rochberg. En cambio, los Conciertos de
Maxwell-Davis y Dutilleux (El árbol de los sueños),
ambos dedicados a Stern y que originalmente venían
juntos en un CD, aparecen aquí repartidos en dos discos,
con el complemento de grabaciones dirigidas por Leonard
Bernstein (su propia Serenata y el Concierto de
Barber); parece, pues, más interesante buscar el
acoplamiento original en un compacto de CBS.
Del
Concierto de Hindemith, escrito en un vigoroso estilo
neoclásico en 1939 como "respuesta" al de
Bartok que acababa de estrenarse en Amsterdam, siempre se
ha tenido como versión de referencia la dirigida por el
autor con David Oistrakh como solista; no obstante, la de
Stern con la Filarmónica de Nueva York y Bernstein es
asimismo espléndida, puede servir para conocer la obra,
sobre todo si no se encuentra la de Oistrakh, y cuenta
con un director que ha grabado reconocidas
interpretaciones de otras páginas de Hindemith, como su
sinfonía Matías el Pintor. Además, este disco
(SMK 64 507) posee un atractivo añadido, la única
grabación disponible del Concierto para violín de
Penderecki, dedicado a Stern (el nº 1, pues el 2º como
es sabido se lo dedicó a Anne-Sophie Mutter). Esta obra
de 1976 marcó el comienzo de la etapa
"neo-romántica" de Penderecki, buscando un
estilo más tradicional que conectara con el público,
algo que entonces se le reprochó ferozmente desde
posiciones de vanguardia; escuchada hoy, es una obra
magnífica, que no desentona con la de Hindemith, y que
puede ser escuchada con agrado por todo tipo de público,
lo que seguramente era la intención del autor.
Acompañan aquí a Stern los artífices del esterno
americano de la obra, la Orquesta de Minnesota y
Stanislaw Skrowaczewski.
Para terminar con los Conciertos del siglo XX, los de
Prokofiev fueron uno de los "caballos de
batalla" de Stern en toda su carrera, ya en los
años 50 grabó un nº 1 con Mitropoulos que Sony ha
reeditado en los álbumes de título "Isaac Stern:
The Early Concerto Recordings". Aquí se nos
presentan las grabaciones de 1982 (en digital) de ambos
conciertos, con el concurso de la Filarmónica de Nueva
York y Zubin Mehta; con ese acompañamiento y conociendo
el carácter de Stern, el apasionamiento y la
"rotundidad" está asegurada, a pesar de que el
violinista ya por entonces hubiera comenzado un cierto
declive en lo técnico; en todo caso aún se mantiene en
buena forma. Un disco (SMK 64 503) totalmente
recomendable, que puede ser una vía idónea para conocer
estos conciertos, y que por si fuera poco añade dos
obras de las que hay bien poca competencia, las Rapsodias
para violín y orquesta de Bartok, en este caso en una
grabación dirigida por Bernstein en 1962.
En el terreno de la música de cámara, nos encontramos
en la tercera caja con varios discos para trío de
violín, cello y piano interpretados por el célebre
trío que formara Stern en los años 60-70 junto al
cellista Leonard Rose y al pianista Eugene Istomin, este
último algo inferior a sus dos compañeros, a nuestro
juicio. La agrupación, dominada como no podía ser menos
por la enérgica personalidad del violinista, ha dejado
grabaciones de muchos tríos del repertorio, aunque en
los autores más clásicos como Haydn y Mozart la
competencia de otras formaciones como el Trío Beaux Arts
es muy fuerte, y en Beethoven (del que grabaron el ciclo
completo) puedan ser preferibles otros intérpretes como
Du Pré-Zukerman-Barenboim. Nos fijaremos, por tanto, en
dos álbumes de atractivo programa y escasa competencia
en el mercado: el primero contiene los dos Tríos de
Mendelssohn (SMK 64 519), que es difícil encontrar
juntos en un solo disco, y más de serie media; en el nº
1 muchos aficionados recordarán a Casals, Schneider y
Horzsowski en el "Concierto en la Casa Blanca"
ante Kennedy; versión más ensoñadora que esta de
Stern-Istomin-Rose (tan vigorosa y enérgica), pero con
el inconveniente una toma de sonido espantosa; frente a
ella, el sonido de todos estos discos de Stern es siempre
muy bueno, y los reprocesados son ejemplares.
Otra grabación a atesorar del trío Stern-Istomin-Rose
son los Tríos con piano de Brahms, de los que
tampoco hay muchas grabaciones (la más destacada quizá
sea la de Katchen, Suk y Starker) pero que cuentan con el
atractivo de añadir los aún más infrecuentes Cuartetos
para piano y cuerda, grabados en los 80, ya en DDD,
por Stern, Jaime Laredo (viola), Yo-Yo Ma (cello) y
Emmanuel Ax (piano); con ese acoplamiento (SM3K 64 520, 3
CD's), posiblemente estemos ante la mejor oportunidad
para hacerse con estas obras .
Para finalizar, la última caja de la edición se dedica
a sonatas para violín y piano, de las que
seleccionaremos principalmente las del siglo XX (sólo la
de Franck se quedará en el XIX), que nos parece se
adaptan mejor a la fuerte personalidad de Stern que las
de Beethoven o Schubert. En casi todas ellas el pianista
acompañante es Alexander Zakin, que no será un virtuoso
de su instrumento al mismo nivel que Stern, pero cumple
más que dignamente.
El primer disco de sonatas que comentaremos (SMK 63 532)
contiene dos obras muy conocidas, las de Franck y
Debussy, junto a otra infrecuente que le da su mayor
interés al CD: la nº 3 de Enesco, inspirada en el
folklore de su Rumania natal (como sus famosas Rapsodias
Rumanas), y cuyo mejor elogio posible es que no
desmerece al lado de sus dos compañeras, de las que sí
hay muchas versiones, alguna de las cuales podría
preferise a esta (por ejemplo, Menuhin o Grumiaux en
Debussy).
El CD de
sonatas de Hindemith, Copland y Bloch (SMK 64 533) se
recomienda por sí solo al no existir versiones
alternativas en estas obras, algunas de gran interés
como la de Ernest Bloch, compositor a menudo inspirado en
melodías del folklore judío, como en su Baal Shem,
y autor también de una Sonata con un
sorprendente movimiento lento. La de Hindemith, ejenmplo
del estilo neoclásico del autor, fue escrita en 1939 y
sólo 7 años después ya la grababa Stern, lo que
demuestra su interés por la música de su tiempo. La de
Copland, grabada con el autor al piano, es de la misma
época en que escribía obras inspiradas en la música
del Oeste americano, como Rodeo o la Primavera
Apalache (1942-43).
Por último, Stern ha grabado las sonatas para violín y
piano de dos de los autores del siglo XX que se han
impuesto más rápidamente como clásicos, Prokofiev y
Bartok. De las dos de Prokofiev (SMK 64 534), presentadas
en un disco de sólo 49 minutos y con sonido
"mono", es posible que se encuentren otras
versiones más atractivas (por ejemplo Mintz-Bronfman,
digital, a precio medio y añadiendo la Sonata de Ravel),
pero es indudable lo adecuadas que son para el
temperamento de Stern. Menos competencia tienen las de
Bartok (SMK 64 534) de las que hay bien pocas versiones
en serie media de las dos sonatas "numeradas"
(hay otras 3 de juventud), como no sea recurriendo a
sellos del tipo Naxos; estas de Stern, que añaden las 5
piezas Op. 7 de Webern con Charles Rosen al piano,
podrían aspirar al puesto de honor. El sonido en todos
estos discos de Sonatas es casi siempre muy bueno,
excepto en las grabaciones "mono" (Hindemith y
Prokofiev) donde se aprecia alguna distorsión.
|