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María Bayo Triunfa en el Teatro Real Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. Pelléas
et Mélisande, Drame
lyrique
en cinco actos y trece cuadros. Música de Claude Debussy, basado
en el drama homónimo de Maurice Maeterlinck. María
Bayo (Mélisande), Simon
Keenlyside (Pelléas), Jean-Philippe
Lafont (Golaud), Franz-Josef Selig (Arkel). Coro
y Orquesta
Sinfónica de Madrid. Director
musical: Armin
Jordan.
Directores
de escena: Patrice
Caurier y Moshe Leiser. Producción del Grand Théâtre de Ginebra. Teatro
Real, Madrid, enero de 2002. Para
celebrar el centenario de su estreno, el Teatro Real de Madrid ha ofrecido
durante el pasado mes de enero Pelléas
y Mélisande, la
única ópera compuesta por el genial Claude Debussy sobre la obra
teatral homónima de Maurice Maeterlinck. Esta singular ópera fue
estrenada en medio de un sonado escándalo en la Ópera Cómica de París
el 30 de abril de 1902. Ahora hemos podido ver en Madrid una nueva
producción creada por el
Grand Théâtre de Ginebra. María Bayo ha encabezado un reparto de
primera categoría, secundada por unos espléndidos Simon
Keenlyside,
Jean-Philippe Lafont y Franz-Josef Selig. Todos los intérpretes han
brillado por sus dotes privilegiadas y por su depurada técnica, haciendo
uso de una dicción de una inusual claridad, todo ello puesto al servicio
de la música y del drama. Además de ser cantantes poderosos, mostraron
ser unos excelentes actores, lo cual no es frecuente en este género que
confía en la imaginación del público y en el poder de sugestión del
teatro. María Bayo realiza además un esfuerzo físico en su interpretación
dramática del personaje y hace gala de una envidiable agilidad. Trepa, se
moja, nada y se entrega en cuerpo y alma. Con este trabajo afirma la
solidez de una admirable carrera artística. La Orquesta Sinfónica de
Madrid, dirigida por un enérgico Armin Jordan, se esforzó en ofrecer una
aseada versión de la intensa partitura orquestal, sacrificando matices,
color y profundidad en favor de las líneas sonoras. El resultado fue
apreciable, sobre todo en los hermosos interludios orquestales. La
propuesta escénica fue provocativa. El legendario reino de Allemonde se
presentó como una caja negra, concebida por Patrice
Caurier y Moshe Leiser, que sustituye las tablas por una inmensa piscina
cubierta con plataformas móviles. La idea llamó la atención pero resultó
pobre (y probablemente costosa) frente al escaso provecho que se hizo del
líquido elemento, poco visible además. El minimalismo y estatismo de la
solución escénica estaban lejos del modernismo que inspiró en su época
este espectáculo. Una vez, más la dirección escénica vulnera la idea
original de la obra sin enriquecerla, aunque el resultado no deje mostrar
en esta ocasión finura y elegancia. Conserva algo del misterio evocador
que inspiró a Debussy, pero no lo desarrolla. La programación en el
Teatro Real de está obra moderna, singular, contradictoria y
extraordinaria ha sido una prueba irrefutable de que la ópera no es
siempre un género convencional y decimonónico. En todo caso, estamos
ante un gran monumento de la historia de la ópera que bien merece este
homenaje con ocasión de su centenario. Ha pasado el tiempo, pero esta
obra maestra no ha envejecido, sino que aún es una fuente de esperanza
para el futuro, siempre polémico, de la ópera. (Fotografía de Javier del Real) Próximos
espectáculos del Teatro Real 14
de febrero a 6 de marzo
Falstaff de Verdi
Producción del Teatro alla Scala de Milán 25
de febrero a 11 de abril
Babel 46 de Xavier Montsalvatge
L’Enfant et les sortilèges de Maurice Ravel
Nueva Producción del Teatro Real y del Gran Teatre del Liceu |