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Doce cuerdas para António Pinho BrojoPor
Isabel Francisca Álvarez Nieto.
Sobre
dos colinas, y ocupando un enclave central del país, se levanta la
antigua Aeminium, la actual
ciudad de Coimbra, cuya belleza se hace cristalina al reflejarse en
las aguas del Mondego. En este enclave, y con un destino quizás encauzado por el entorno (pues
entre sus casas, jardines y calles se respira una calma secular, sin duda idónea
para la composición musical), nació, un 28 de noviembre de
1927, António Pinho Brojo, quien años más tarde se convertiría en
el gran promotor musical de la ciudad. Brojo comenzó sus estudios de guitarra a los catorce años, de la mano
de guitarristas consagrados como João Bagão, José María Amaral y
Carvallo Homem, a los que acompañó a partir de 1945. Pero, además, sus inquietudes le llevaron a la Universidad de Oporto,
donde en 1950 se licenció
en Ciencias Farmacéuticas, continuando
sus estudios para doctorarse once años después y llegar a ser
vicerector de la misma. Estas dos pasiones, la Universidad y la Guitarra, vertebraron su vida,
y a ellas les entregó lo mejor de sí mismo. Pero, quizás fue con la
guitarra donde Brojo dio a conocer puramente su espíritu, ya que su música,
manifestación de los sentidos, de la inteligencia y del alma, asombró
a todos con su inconfundible sensibilidad. Gran representante de la tradición guitarrística portuguesa, no dudó
por un instante en alentar la renovación musical de su ciudad natal,
proponiendo y apoyando, entre otras cosas, que la mujer tomara un
papel más activo en esta disciplina, asunto que levantó más de un
debate, especialmente en los sectores más retrógrados. Este prolífico instrumentista, participó en los años 50 y 60 con
colegas como Zeca Alfonso, Luíz Goes, António Portugal (al que
conoceremos en artículos venideros) o Fernando Rolim en
la elaboración de trabajos discográficos, publicando en 1953
ocho discos. También colaboró en Oporto con el Orfeón Universitario
y con cantantes y guitarristas como Cunha Gomes, Viriato Santos,
Aureliano Veloso, Álvaro Andrade o Napoleão Amorim. A partir de este momento,
la guitarra de Pinho Brojo se convierte en auténtica embajadora de
Portugal, pues viaja de África al Extremo-Oriente, sin olvidar las Américas.
Tras estas peregrinaciones, en 1961 se traslada a Angola y Mozambique,
como profesor en un Curso de vacaciones. En Lourenço Marques, en el
Radio Club Mozambique, graba el disco Coimbra
em Lourenço Marques, en el que, entre otros, colaboró Almeida
Santos como cantante. A este período sigue otro de menor actividad, quizás influenciado por
la crisis académica del 69 que casi derrota al fado y que sin
iniciativas como seminarios de fados,
conferencias, etc. según el propio Brojo, “o
fado teria certamente morrido” (el fado
ciertamente habría muerto); aunque en 1977 regresa para grabar dos
nuevos discos con José Mesquita. Su gran compañero fue siempre António Portugal, cuyo procaz estilo
musical, congeniaba a la perfección con la finura y melodía de
nuestro catedrático de guitarra, con el que fundó el Cuarteto de
Guitarras de Coimbra. Con él también viajó en 1994 a Tailandia y
Malasia, a cuyo regreso falleció António Portugal, dejando
incompleta la grabación de dos discos de guitarra que ambos
preparaban como solistas. Dos años después, Pinho Brojo publicó Variaçoes Inacabadas (Variaciones Inacabadas) en la que también
incluyó composiciones de António Portugal. Tres años más tarde, el 25 de agosto de 1999, fallecería Pinho Brojo
legándonos su última y premonitoria publicación Memória de uma Guitarra. Para finalizar, hago mías las palabras del poeta Manuel Alegre que, a
su muerte, lo definió como un intérprete para el que “não havia notas caídas, que tocava as sílabas todas” (“no había
notas caídas, que tocaba las sílabas todas”). Con esta condensada definición me despido hasta el próximo artículo,
en el que conoceremos a otra intérprete de cuerda de reconocimiento
internacional, la
pianista Maria João Pires.
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