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EL ARTE DE CARMIGNOLA
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
Sony Classical acaba de publicar dos nuevos discos del violinista
Giuliano Carmignola: el primero con las Sonatas para violín y
clave de J. S. Bach (SK 89469) y el segundo, centrado en Pietro
Locatelli y cuatro de sus conciertos para violín pertenecientes a L’Arte
del violino op 3 (SK 89729).
Compuestas durante la estancia de Bach
en Cöthen, el grupo de seis sonatas BWV 1014-1019 goza de justificada
fama y ha sido objeto de numerosas grabaciones entre las que podemos
destacar las de Monica Huggett y Ton Koopman (Philips), Reinhard
Goebel y Robert Hill (Archiv) y Sigiswald Kuijken y Gustav Leonhardt
(DHM), todas ellas con instrumentos originales.
Curiosamente en un breve espacio de
tiempo hemos sido testigos de un aluvión de nuevas grabaciones que
han venido a enriquecer aún más un repertorio bien representado y es
que sólo con instrumentos originales hay más de quince versiones en
catálogo. Parece que todos los violinistas barrocos actuales se han
puesto de acuerdo para grabar estas obras. Entre las últimas
versiones aparecidas podemos destacar las de Lucy van Dael y Bob van
Asperen (Naxos), Fabio Biondi y Roberto Alessandrini (Opus 111),
Andrew Manze y Richard Egarr (Harmonia Mundi) y la de Rachel Podger y
Trevor Pinnock (Channel Classics). Ahora, hay que sumar también la
que es objeto de este comentario con la que finalmente Carmignola se
enfrenta a una de las grandes obras del repertorio camerístico
barroco no italiano. Y podemos adelantar desde ya que su versión
asciende directamente a los puestos más altos entre las
recomendaciones.
Dos son las características que más llaman la atención en esta
nueva grabación: en primer lugar, la absoluta compenetración entre
ambos músicos que dialogan con extraordinaria fluidez, aspecto que se
convierte en una de las grandes bazas de esta versión. Escúchense,
por ejemplo, el Allegro final de la sonata BWV 1017 o el de la BWV
1019 en la que ambos ofrecen toda una lección de sintonía y
musicalidad. No hay que perderse en esta última la forma en la que
Carmignola hace la repetición del tema principal.
En segundo lugar, el violinista resalta
la expresividad por encima de todo y acentúa el aspecto cantabile
de la música. Atendiendo a la naturaleza de la música de Bach
-al fin y al cabo Bach no es Vivaldi a pesar de las influencias
italianas- Carmignola toca con sobriedad y no abusa de las
ornamentaciones en una versión más contenida de lo que se podría
esperar de él y lejos del carácter trasgresor que supuso la grabación
de Goebel y Hill.
Un buen ejemplo del aliento expresivo
del veneciano lo encontramos en el movimiento inicial de la BWV 1017
cuyos paralelismos con el "Erbarme dich" de la Pasión
según San Mateo son evidentes. El instrumento vuela con
sentimiento y tristeza introduciendo al oyente en un universo sonoro
de total ingravidez. También ensoñador resulta el Largo inicial de
la sonata BWV 1018 donde Carmignola hace cantar un melancólico
lamento al violín que es acompañado por el clave con igual
expresividad.
Carmignola y Marcon son comedidos en los tempi elegidos y no buscan la
provocación como Goebel y Hill (Allegro inicial de la BWV 1019). Los
movimientos rápidos son ágiles pero nunca vertiginosos y los lentos
son llevados con serenidad. Esto priva a la versión de cierta
vitalidad aunque esta ausencia nunca se convierta en pesadez como sí
ocurre a veces en la versión de Kuijken y Leonhardt.
Andrea Marcon está espléndido en el famoso solo de clave de la BWV
1019 en el que demuestra gran precisión rítmica aunque quizás le
falte un punto de entusiasmo. Asimismo, es suave y acariciador en el
Adagio de la BWV 1018 que pocas veces ha sonado de una forma tan
musical.
Carmignola y Marcon han optado por presentar únicamente las seis
sonatas sin versiones alternativas (como suele ocurrir en otras
grabaciones) con lo que los dos discos son de escasa duración. Esto
no ha de ser motivo para no hacerse con esta gran versión que pide
sitio en las estanterías de cualquier aficionado a la música de
Bach. Hermosa acústica la del monasterio benedictino de San Jorge de
Venecia donde se realizó la grabación en Octubre de 2000. Muy
recomendable.
L’Arte
del violino op 3 de Locatelli es una colección de doce conciertos
para violín que refleja todas las posibilidades técnicas del
instrumento en tiempos del compositor. La estructura de movimientos es
la habitual en Vivaldi, rápido-lento-rápido pero con un curioso
elemento: cada concierto incluye un capricho para violín solo que se
toca “ad libitum” cuya duración a veces excede la del propio
movimiento y casi siempre va seguido de una cadencia improvisada.
Naturalmente los caprichos muestran la destreza y el virtuosismo del
solista que ha de enfrentarse a considerables dificultades técnicas.
Sin duda, esta pionera colección de Locatelli sirvió de modelo al
conjunto de 24 Capricci op 1 que un Paganini compusiera cien años
después.
Carmignola nos presenta un total de cuatro conciertos de la colección:
los núms. 1, 2, 10 & 11. Como ya comentamos en otras ocasiones,
calidez, virtuosismo y una cierta extravagancia son características
de este extraordinario violinista italiano que una vez más despliega
todas sus habilidades en unas obras que le vienen como anillo al dedo.
Ocurre con frecuencia que muchas de estas partituras tan vistosas se
quedan en meros ejercicios de pirotecnia por parte del solista.
Carmignola no sólo es capaz de superar todas los dificultades técnicas
sino que también da muestra de una gran musicalidad huyendo de la
superficialidad del mero virtuosismo.
La violinista Elizabeth Wallfisch que grabara la obra completa es, sin
duda, el referente para estas obras. Su grabación con la Raglan
Baroque Orchestra y Nicholas Kraemer sigue siendo hoy una buena opción,
especialmente para quienes deseen tener la obra completa. Pero
Carmignola y la Venice Baroque Orchestra han superado al conjunto inglés
en prácticamente todo. Carmignola es técnicamente tan perfecto como
Wallfisch pero añade esa dimensión de profundidad no siempre
presente en la australiana. Además, trata la obra de Locatelli con
mimo y fantasía haciendo, por ejemplo, unas entradas rebosantes de
imaginación. Sólo hay que comparar a ambos músicos en la entrada
del violín en el Largo del concierto nº 2 para saber quién de los
dos cree más en la música del italiano. Carmignola entra como en un
susurro y hace crecer el sonido lentamente con ligeras disonancias
para luego encarar con gran expresividad la frase inicial. Wallfisch
por su parte hace una entrada mucho más prosaica y sin nada de magia.
La Venice Baroque Orchestra hace un
acompañamiento perfumado, de gran dulzura en los movimientos lentos y
robustez e ímpetu en los rápidos. Aquí los ingleses poco tienen que
hacer frente a la musicalidad de los italianos. Sirva como ejemplo el
Allegro del Concierto nº 11 en el que Kraemer además de
elegir un tempo demasiado lento da muestras de una pesadez de la que
la música se resiente. Por su parte, Marcon hace que la orquesta
suene con una fuerza y vigor contagiosos, la música despega, vuela y
sirve una introducción ágil y chispeante para que Carmignola empiece
su viaje por el registro más agudo del instrumento sin sacrificar
nunca la musicalidad de la obra.
En conclusión, no puede haber mejor introducción a la opus 3 de
Locatelli que la de Carmignola y Marcon, servidores del mejor barroco
italiano en interpretaciones cálidas e intensas. Excelentes sonido y
presentación con un interesante artículo firmado por Fulvia Morabito
de la Fondazione Pietro Antonio Locatelli que preside el musicólogo
Albert Dunning, autor de la edición crítica de la obra de Locatelli.
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