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1840...MEIN LIEDERJAHR
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
A comienzos de Septiembre de 1840 Clara Wieck daría su último
concierto en Weimar bajo ese apellido. Pocos días después, y tras
largas disputas con su padre que terminarían en sentencia judicial,
se convertía para su regocijo y tranquilidad personales en Clara
Schumann, feliz esposa del compositor, Robert Schumann.
Más de la mitad de las doscientas cincuenta canciones compuestas por
éste fueron escritas durante aquel año, conocido como “el año de
las canciones” pues durante ese año verían la luz sus más
importantes colecciones como Dichterliebe, Liederkreis
op 24 & op 39, Frauenliebe und Leben, etc.
Las canciones incluidas en el último disco del barítono austríaco
Wolfgang Holzmair pertenecen a este fecundo período artístico en la
vida de los Schumann y comprenden los Kerner Lieder op 35
basados en doce poemas de Justinus Kerner así como una selección del
Myrten op 25 (su regalo de bodas a Clara) y otra del Liebesfrühling
op 37. También hay sitio para algunas canciones compuestas por Clara
Schumann que muestran su faceta de compositora por la que es menos
conocida. (PHILIPS 462 610-2).
El interés de Holzmair por Schumann se remonta ya a los comienzos de
su carrera en los que grabara un bello disco dedicado a Schumann para
la casa Edelweiss (ED 1023). Desde entonces, su instrumento se ha
oscurecido ligeramente y ganado en cuerpo y expresividad.
Perteneciente a la generación de Olaf Bär está considerado como
unos de los mejores liederistas del circuito internacional además de
ser profesor en el Mozarteum de Salzburgo. Cuenta con varias
grabaciones a sus espaldas siempre para Philips con la que tiene
contrato desde 1993.
Fue el gran barítono berlinés Dietrich Fischer-Dieskau el primero
que presentó completa la op 35 en concierto y seguramente el primero
en grabarla. Sin embargo, no goza de la popularidad de sus otras
colecciones. Es de agradecer a Holzmair que ponga este interesante
ciclo de nuevo en primer plano porque musicalmente merece mayor atención.
En cuanto a los poemas, no se puede hablar de un solo tema subyacente.
Por el contrario, recorren diferentes temas y motivos haciendo que
esta variedad temática se vea reconocida y descrita en la inspirada música
de Schumann. Holzmair en una línea poco intervencionista con el texto
da muestra de una gran complicidad con la música de Schumann. Modela
su instrumento de barítono ligero según la atmósfera de cada canción.
Nunca compromete la belleza de tono para buscar un efecto dramático
concreto y al mismo tiempo muestra una dicción clara y precisa y una
técnica muy trabajada. Utiliza los reguladores más para dar una
pincelada de color que para impresionar lo cual en Schumann es un
acierto.
Otro ciclo que merece más atención es Myrten op 25. Lo cierto
es que no todas las canciones están al mismo nivel musical pero entre
las veintiséis que conforman el ciclo encontramos algunas de las
mejores de Schumann. Sin ir más lejos, la que abre el ciclo, Widmung,
con uno de los comienzos más bonitos y directos del compositor. Aquí
encontramos un ejemplo de cómo Holzmair aplica los reguladores. En
este caso hace un piano sobre la palabra "Schmerz" para
darle un color especial y consigue que toda la frase adquiera otro carácter.
Un detalle de categoría. Otro momento delicioso es la Venetianische
Lied I con un acompañamiento a cargo de Imogen Cooper muy
schumaniano, enseñando lo justo. Una de las canciones más bellas y más
populares del ciclo Der Nubbaum con
un final sereno hecho como en una suave respiración por Holzmair y
Cooper. El barítono muestra una bella línea de canto, un
extraordinario legato y consigue que la música hable por sí misma.
Otro ejemplo, de la línea no intervencionista del austriaco es la
breve Aus dem Schenkenbuch im Divan I con texto de Goethe donde
el poeta reclama su deseo de estar solo junto a su copa de vino.
Holzmair transmite con la justa dosis de simpatía ese deseo de
soledad quizás alegrado por el efecto del vino. Si la comparamos con
la versión de Bär (EMI) ,vemos como el alemán -cuya categoría como
liederista está fuera de toda duda- parece pedir compañía más que
querer estar solo. En su habitual línea subjetivista manipula
vocalmente el texto haciendo que suene casi bufonesco y le acerca más
a un Papageno que a un lied de Schumann.
A la luz de las canciones de Clara Schumann incluidas aquí parece que
la escasa fama como compositora está justificada. La parte pianística
es elaborada como corresponde a una de las mejores pianistas de su época
comparada en su día con Camilla Pleyel, Thalberg e incluso Liszt,
pero a sus canciones les falta la originalidad, la atmósfera, la
inspiración y su lenguaje de reminiscencias schumanianas tampoco
ayuda mucho. Agradables al oído y con ciertos destellos de
personalidad como el O Lust, o Lust sus canciones no se pueden
comparar con las mejores de su marido. Sin embargo, su inclusión aquí
es pertinente pues nos permite recordar el ambiente creativo de uno de
los matrimonios más famosos de toda historia de la música.
En definitiva, una interesante velada en compañía de los Schumann
que nos transporta a aquel 1840 de la mano de dos intérpretes de
categoría.
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