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Número 29º - Junio 2.002


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1840...MEIN LIEDERJAHR

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


A comienzos de Septiembre de 1840 Clara Wieck daría su último concierto en Weimar bajo ese apellido. Pocos días después, y tras largas disputas con su padre que terminarían en sentencia judicial, se convertía para su regocijo y tranquilidad personales en Clara Schumann, feliz esposa del compositor, Robert Schumann. 

Más de la mitad de las doscientas cincuenta canciones compuestas por éste fueron escritas durante aquel año, conocido como “el año de las canciones” pues durante ese año verían la luz sus más importantes colecciones como Dichterliebe, Liederkreis op 24 & op 39, Frauenliebe und Leben, etc. 

Las canciones incluidas en el último disco del barítono austríaco Wolfgang Holzmair pertenecen a este fecundo período artístico en la vida de los Schumann y comprenden los Kerner Lieder op 35 basados en doce poemas de Justinus Kerner así como una selección del Myrten op 25 (su regalo de bodas a Clara) y otra del Liebesfrühling op 37. También hay sitio para algunas canciones compuestas por Clara Schumann que muestran su faceta de compositora por la que es menos conocida. (PHILIPS 462 610-2). 

El interés de Holzmair por Schumann se remonta ya a los comienzos de su carrera en los que grabara un bello disco dedicado a Schumann para la casa Edelweiss (ED 1023). Desde entonces, su instrumento se ha oscurecido ligeramente y ganado en cuerpo y expresividad. Perteneciente a la generación de Olaf Bär está considerado como unos de los mejores liederistas del circuito internacional además de ser profesor en el Mozarteum de Salzburgo. Cuenta con varias grabaciones a sus espaldas siempre para Philips con la que tiene contrato desde 1993. 

Fue el gran barítono berlinés Dietrich Fischer-Dieskau el primero que presentó completa la op 35 en concierto y seguramente el primero en grabarla. Sin embargo, no goza de la popularidad de sus otras colecciones. Es de agradecer a Holzmair que ponga este interesante ciclo de nuevo en primer plano porque musicalmente merece mayor atención. En cuanto a los poemas, no se puede hablar de un solo tema subyacente. Por el contrario, recorren diferentes temas y motivos haciendo que esta variedad temática se vea reconocida y descrita en la inspirada música de Schumann. Holzmair en una línea poco intervencionista con el texto da muestra de una gran complicidad con la música de Schumann. Modela su instrumento de barítono ligero según la atmósfera de cada canción. Nunca compromete la belleza de tono para buscar un efecto dramático concreto y al mismo tiempo muestra una dicción clara y precisa y una técnica muy trabajada. Utiliza los reguladores más para dar una pincelada de color que para impresionar lo cual en Schumann es un acierto. 

Otro ciclo que merece más atención es Myrten op 25. Lo cierto es que no todas las canciones están al mismo nivel musical pero entre las veintiséis que conforman el ciclo encontramos algunas de las mejores de Schumann. Sin ir más lejos, la que abre el ciclo, Widmung, con uno de los comienzos más bonitos y directos del compositor. Aquí encontramos un ejemplo de cómo Holzmair aplica los reguladores. En este caso hace un piano sobre la palabra "Schmerz" para darle un color especial y consigue que toda la frase adquiera otro carácter. Un detalle de categoría. Otro momento delicioso es la Venetianische Lied I con un acompañamiento a cargo de Imogen Cooper muy schumaniano, enseñando lo justo. Una de las canciones más bellas y más populares del ciclo Der Nubbaum con un final sereno hecho como en una suave respiración por Holzmair y Cooper. El barítono muestra una bella línea de canto, un extraordinario legato y consigue que la música hable por sí misma. Otro ejemplo, de la línea no intervencionista del austriaco es la breve Aus dem Schenkenbuch im Divan I con texto de Goethe donde el poeta reclama su deseo de estar solo junto a su copa de vino. Holzmair transmite con la justa dosis de simpatía ese deseo de soledad quizás alegrado por el efecto del vino. Si la comparamos con la versión de Bär (EMI) ,vemos como el alemán -cuya categoría como liederista está fuera de toda duda- parece pedir compañía más que querer estar solo. En su habitual línea subjetivista manipula vocalmente el texto haciendo que suene casi bufonesco y le acerca más a un Papageno que a un lied de Schumann.

A la luz de las canciones de Clara Schumann incluidas aquí parece que la escasa fama como compositora está justificada. La parte pianística es elaborada como corresponde a una de las mejores pianistas de su época comparada en su día con Camilla Pleyel, Thalberg e incluso Liszt, pero a sus canciones les falta la originalidad, la atmósfera, la inspiración y su lenguaje de reminiscencias schumanianas tampoco ayuda mucho. Agradables al oído y con ciertos destellos de personalidad como el O Lust, o Lust sus canciones no se pueden comparar con las mejores de su marido. Sin embargo, su inclusión aquí es pertinente pues nos permite recordar el ambiente creativo de uno de los matrimonios más famosos de toda historia de la música. 

En definitiva, una interesante velada en compañía de los Schumann que nos transporta a aquel 1840 de la mano de dos intérpretes de categoría.