Revista mensual de publicación en Internet
Número 29º - Junio 2.002


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KRYSTIAN ZIMERMAN EN OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

Oviedo, Auditorio Príncipe Felipe. 19 de mayo de 2002. Brahms: Piezas para piano op. 118. Sonata nº 2, op. 3. Sonata nº 3, op. 5. Krystian Zimerman, piano.

Como clausura de las Jornadas de Piano que se celebran cada año en Oviedo, y que en la presente edición contaron con Sokolov, Davidovich, Kocsis, Mustonen, Lubimov y Andsnes, nos visitó de nuevo Krystian Zimerman, bien conocido por el público ovetense pero cuya presencia sigue levantando expectación, no en vano es quien podría aspirar con más merecimiento a ser llamado "el mejor pianista del mundo"; de entre los vivos, se entiende.

El pianista polaco nos ofrecía en esta ocasión un programa íntegramente dedicado a Brahms, que más parecía propio de una grabación discográfica que de un recital en vivo, y que lleva interpretando cierto tiempo en sus últimos recitales, siempre las mismas obras. Tal vez, en un perfeccionista a ultranza como Zimerman, esto sea indicio de que está "rodando" el programa con vistas a una futura grabación discográfica. Si así fuera, en el caso de las Sonatas sería ya la segunda vez, pues entre 1979 y 1982 grabó para DG las 3 Sonatas, las 4 Baladas, el Scherzo Op. 4, y las transcripciones hechas por Brahms de la Chacona de Bach (para la mano izquierda) y del Andante de su Sexteto nº 1. Estas obras circularon en su día LP, pero al poco de pasarse a CD llegó el veto de Zimerman, que al parecer no las consideraba lo bastante perfectas, y tuvieron que ser retiradas del mercado, añadiendo un capítulo más a la leyenda de extravagancias que rodea a este gran artista.

El Brahms que nos ofreció Zimerman fue más que romántico, apasionado, arrebatado, con uso abundante del pedal y una enorme dinámica, reforzada por alguna "actuación" suplementaria como el ponerse en pie para hacer mayor fuerza sobre el teclado. En fin, un Brahms que podría sonar a Chopin, lo que para el Brahms primerizo de las Sonatas no le viene mal, pero que tampoco excluyó algunos momentos intimistas donde se pudo advertir en Zimerman ese "toque especial" de delicadeza que está reservado sólo a los grandes; podrían citarse en este sentido la Romanze de la Op. 118 o el Andante de la Sonata nº 3.

En resumen, el recital fue una grata velada, donde pudimos escuchar a un gran músico y que tuvo también su pequeña historia dentro de lo anecdótico, como una reprimenda del pianista a una espectadora que le pretendía fotografiar. A sus 45 años (y ya con el cabello encanecido), Zimerman sigue siendo "genio y figura".