Revista mensual de publicación en Internet
Número 29º - Junio 2.002


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MONA SE QUEDA

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 21 de mayo. P. Luna: El niño judío. C. González, B. Pomeroy, B. Ojea, P. M. Martínez, R. Castejón, A. Montserrat, J. P. García Marqués, C. Estébanez, M. Martín. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. M. Roa, director musical. J. Castejón director escénico. Producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Hoy resulta "políticamente correcto" reivindicar el españolísimo género de la zarzuela, reclamar para ella su consideración como música no menos interesante que la de -por ejemplo- la opereta vienesa, y demandar la inversión de esfuerzo financiero y creativo a la altura de las circunstancias. El mismísimo Andrés Amorós vino hasta Sevilla para recordárnoslo en la presentación de la producción de El niño judío realizada por el teatro de la madrileña calle Jovellanos. Claro que si adoptamos una postura desapasionada nos terminamos topando con la dura realidad: por muy excelso que sea el nivel interpretativo alcanzado en la recuperación de nuestros más afamados títulos, poca "miga" se puede obtener de algunos de ellos. Es el caso.

Formidable sin reparos la producción escénica, que contaba con unos espectaculares decorados y figurines de Ana Garay, una buena coreografía de Goyo Montero, un espléndido grupo de actores encabezados por el histriónico Pedro Miguel Martínez y una inteligente dirección de Jesús Castejón. Especialmente destacada fue la labor de este último, pues sin salirse de madre logró sacar el mayor partido posible de las más que previsibles situaciones cómicas del libreto de Antonio Paso y Enrique García Álvarez. Se mostró especialmente creativo a la hora de solventar puntos tan peligrosos como la canción española, resuelta jugando de manera inteligente con el kitsch; esto resultó muy agradecido en esos días de patrioterismo barato en los que la participación española en el Festival de Eurovisión pasó a convertirse en Asunto de Interés Nacional.

A menor altura rayó la vertiente musical. Tan correcta, sólida, apasionada y un tanto gruesa como siempre la labor de Miguel Roa, en este caso frente a una Sinfónica de Sevilla que podía haber estado más aprovechada. Mejor el coro de lo que suele. El nivel vocal resultó en conjunto aceptable, si bien nos encontrábamos más ante actores que saben cantar que ante cantantes profesionales; destacable, en todo caso, la hermosa voz y elegante línea de canto del barítono Albert Montserrat, que aún ha de mejorar su técnica. Correcta sin más Carmen González en la tan esperada canción española, que tanto éxito le procuraría a su autor en el estreno (5 de febrero de 1918).

Claro que, musicalmente, tampoco había mucha tela que cortar. Salvo el referido "De España vengo" y la Danza del fuego felizmente extraída de la zarzuela Benamor, del propio Pablo Luna, para rellenar esta producción, la partitura no es gran cosa ni en lo melódico ni en lo que se refiere al colorido orquestal. Sin llegar a ser un mediocridad como El asombro de Damasco, página recuperada no hace mucho por el jerezano Teatro Villamarta, la inspiración resulta más bien discreta, sin menoscabo de que en los pentagramas del maestro aragonés haya buen oficio y determinados elementos de interés.

Por descontado, hay que aplaudir al Teatro de la Zarzuela por plantear la recuperación de esta obra; al fin y al cabo, es nuestro deber conocer y difundir el patrimonio musical español. Igualmente ha acertado el Teatro de la Maestranza al ofrecer esta y otras zarzuelas, por la razón antedicha y porque hay un importante sector del público que demanda tal repertorio. Ahora bien, quizá debamos empezar a plantearnos seriamente el auténtico valor musical de algunos títulos, por muy bien que vayan siendo puestos en escena: aunque la mona se vista de seda...