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Número 29º - Junio 2.002


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DIEZ CITAS CON LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA EN EL TEATRO CENTRAL DE SEVILLA

Por Ismael González Cabral.

Sevilla, Teatro Central. Ciclo de Música Contemporánea. De febrero a mayo de 2002.

En estas fechas en las que las programaciones de los teatros descansan y la vida cultural de la ciudad se apaga, es momento de echar la vista atrás y hacer balance de lo que unas temporadas y otras nos han legado para el recuerdo.

            Casi siempre, la programación musical en Sevilla es asociada con el Teatro de la Maestranza, o a veces hasta se llega a mencionar el Teatro Lope de Vega – con su habitual Ciclo de Música Antigua -, pero se suele olvidar, si bien cada vez menos, el esfuerzo que realiza el Teatro Central en colaboración con la Universidad de Sevilla y la Junta de Andalucía, por ofrecer una alternativa de escucha a aquellos oyentes que demandan un producto menos digerido y más estimulante. Así, el Ciclo de Música Contemporánea (prácticamente idéntico en Granada y Sevilla) se viene consolidando como la cita más esperada por algunos de que cuantas pueblan el calendario cultural de la ciudad.

            A lo largo de diez conciertos repartidos entre los meses que van de febrero a mayo, ha habido de todo, de lo mejor a lo peor, pasando por lo simplemente admisible. Optaremos aquí por ir desgranando cronológicamente lo que este Ciclo de Música Contemporánea nos ha ofrecido.

       Claro que todavía no se puede pensar en esta música, sin plantear una base teórica que sea capaz de formar a nuevos oyentes o de interesar al habitual de este Ciclo. Así, paralelamente a los conciertos, un Curso de Estética y Apreciación de la Música Contemporánea ha ido copando tardes enteras dedicadas con devoción a desgranar el universo musical del siglo XX. Citaremos las ilustrativas y amenas lecciones de José Luis Téllez, paseándose desde Debussy a Xenakis, o desde Milhaud a Stockhausen. No menos atractivo fue el taller del Michaël Levinas junto al viola Gerard Causse, o la presentación en Sevilla de Pauline Oliveros, una pionera de la composición electrónica. Por su parte, Francisco Ramos, especialista en esta música y autor de textos que son referencia para entender la creación contemporánea, dio al público reunido suculentas propuestas de escucha. De elevado interés fue también la pequeña clase ofrecida por el compositor José María Sánchez Verdú, como impresionante fue la presencia en Sevilla del gran músico holandés Louis Andriessen desgranando su trayectoria musical...

            Pese a las variadas citas que presentaba el cartel del Ciclo este año, se puede decir que no empezó con buen pie. Y es que el concierto ofrecido por Solistas de Sevilla (20-II) y el estreno de la ópera electroacústica Amor Pelirrojo (27-II), fueron con mucho, lo peor que ha pasado por estos encuentros en varios años. El primero por lo impresentable de las obras programadas; piezas de Gramatges, Brouwer, Wilkinson, junto a naderías como los Americans icons de Michael Daugherty, en donde el solista de fagot salía ataviado como Elvis Presley. Después de esto, el hermoso pero fuera de lugar, en un Ciclo como este, “Adios Nonino” de Piazzolla cerró un concierto en el que se echó de menos una actitud más militante, desbandada general ante el bodrio y la tomadura de pelo.

            Una idea que se viene fraguando desde hace bastante tiempo es la de poder estrenar cada año una ópera de cámara encargada a algún compositor español. Fabuloso proyecto siempre que se sepa elegir bien al autor. No era el caso. Bastaba con hacer un breve repaso por la obra del compositor malagueño Rafael Díaz (1943) para intuir que muy poco de saludable iba a tener un encargo como este en su pluma. De esta manera, su Amor Pelirrojo, ópera electrónica para cuatro voces solistas, coro de voces blancas y trío de figurantes, tan sólo nos movió al sonrojo y casi a la lástima. Son innegables las buenas intenciones de Díaz, como digna de alabar es su empeñada labor al frente del Taller de Música Contemporánea de Málaga, pero su genio como creador queda reducido a determinadas miniaturas electrónicas y camerísticas. Una ópera le viene grande. Tampoco vino a ayudarle la elección de un libreto con premisas andalucistas, hilvanado por el literato Rafael Ballesteros, basándose en un original José Moreno Villa.. Después de hora y media de insufrible representación uno se pregunta ¿qué hace gente tan competente enfrascada en semejante tarea?

           Tras dos conciertos olvidables, siguieron otros dos que hicieron correr un tupido velo por lo anterior y engrandecer un Ciclo de estas características. Así, el 5 de marzo se presentaba en Sevilla el compositor Louis Andriessen (1939) junto a la Orkest de Volharding, agrupación de interpretes de metal especialistas en la música del holandés. Traían bajo el brazo un interesante programa que incluía composiciones de autores como Termos, de Jong, de Man y el propio Andriessen, protagonista del concierto. De él escuchamos, entre otras, su magnífica M is for Man, Music, Mozart para orquesta de metales, voz y video. La voz corrió a cargo de Christina Zavalloni, mejor actriz que cantante, que pese a no pocas dificultades, imprimió a la obra una gran viveza y espontaneidad. El video, tan impactante o más que la propia música, y que en comunión con aquella formaba una unión fulminante era del cineasta Peter Greenaway. La música, desligándose un tanto de los comienzos repetitivos - recordemos Workers Union u Hoketus - que dieron fama a su autor, sigue teniendo la misma capacidad de síntesis y frescura que aquella, y su autor acaba demostrando que al margen de modas, es una de las figuras claves de la composición en la segunda mitad del siglo XX, y plenamente vigente en el XXI.

           Más Andriessen pero acompañado ahora de músicas de Ligeti, Desprez, Sánchez-Verdú, Hillborg y Smolka hubo en el que quizás haya sido el concierto más recordado de esta temporada en Sevilla, el que ofreciera el SWR Vokalensemble de Stuttgart el 8 de marzo en el incomparable marco del Monasterio de la Cartuja. No sobró nada, si acaso la obra de Smolka se nos antojó un tanto arbitraria en un programa soberbio donde escuchamos el Lux aeterna de Ligeti resplandeciendo en la cúpula del Monasterio, la comprometida pieza de Andriessen, Flora Tristan y la impronunciable pero sobrecogedora y de una fiereza in extremis, muo:a:yiy:oum de Anders Hillborg. Y qué decir de la Déploration sur la mort d'Ockeghem de José María Sánchez Verdú, estrenada en el Festival de Granada el pasado año. El arriba cronista no puede más que reafirmarse en las impresiones que allí percibió, se trata de una fantástica composición para coro y tres instrumentos que partiendo de la intertextualidad que le brinda la homónima composición de Josquin Desprez, elabora un discurso propio, que aprovecha al máximo las posibilidades de la espacialización del sonido y que puede presumir de una escritura para voces formidable, rara vez evidenciada en composiciones contemporáneas, en fin, fruto del que quizás sea compositor más interesante de su generación.

           No menos esperada era, especialmente por los aficionados más inquietos, la presencia de Pauline Oliveros (20-III), mujer pionera en la composición con medios electroacústicos y creadora de un nuevo concepto de oír música  denominado la escucha profunda o "deep listening". Su concierto, titulado "Playful Meditations", defraudó en tanto que aquí no existía interacción con sonidos electrónicos, sino que optó por un recital acústico acompañada de su inseparable acordeón, de las percusiones y voces de Pablo Heras, la guitarra y la voz de Rafael Liñán y la voz de la performer Ione. Propuesta original la que nos brindó Oliveros que pese a todo, nos supo dejar con un buen sabor de boca. Y es que tenerla en Sevilla, era un acontecimiento que hubiera merecido muchísima mayor trascendencia mediática. Tirón de orejas el que se merece el grueso de la crítica, por no haber comparecido en un concierto que probablemente queda al margen de sus intereses, y de su conocimiento...

           Si adjudicáramos colores a los conciertos, gris sería el ofrecido por el Orpheus Quartett (3-IV) con intrascendentes páginas de Veress, Halffter y Naón. Tan sólo el Quinteto de Luis de Pablo - que contó con la intervención del clarinetista José Luis Estellés -, vino a paliar un tanto, un concierto en el que no sabíamos que admirar más, si la falta de ensayos de los músicos del Orpheus, o el desacierto en las obras programadas.

         Siguió el 10 de abril, TAIMA-Granada, con una extensa comparecencia, donde apreciamos mucho las obras de Magnus Lindberg y Harrison Birtwistle, de éste escuchamos su Secret Theatre, pieza por cierto muy querida por Boulez. No es para menos, la escritura instrumental del inglés es de una riqueza tímbrica abrasiva. En la segunda parte, una correcta Partita de Jesús Torres, y la Chamber Symphony de John Adams, que vino a poner una nota de humor en una velada que tuvo que competir con el fútbol televisado, y en el que se echó de menos, más que en ningún  otro concierto, el público.

          Los que ya los conocíamos no hicimos más que corroborar la enorme satisfacción que nos produce ver como un grupo sevillano como Taller Sonoro (24-IV) se va abriendo camino. En su recital combinaron obras de Crumb, Sánchez Verdú, Feldman, de Pablo, Cage y un estreno de Vicente Blanes. Digno de mencionar es el exquisito cuidado por la puesta en escena, y por el sentido de las obras programadas. Un excelente concierto, por cierto, aplaudidísimo.

          El 15 de mayo llegaba a Sevilla, y por ende también a Granada, el renombrado Ensemble L'Itineraire acompañado por el viola Gerard Causse, con obras representativas de la música espectral pertenecientes al  malogrado Gerard Grisey y a Michaël Levinas. Del primero escuchamos su Prologue para viola sola y Talea para cinco instrumentos, demostrando una vez más que con su muerte se perdió a uno de los creadores más originales de la nueva música, y del segundo, además de dos piezas de relativo interés, nos asombramos con Rebonds, escrita para flauta, clarinete, violín, violonchelo, y tres pianos, uno de ellos afinado en dieciseisavos de tonos. El único ejemplar de piano así que existe se encuentra en el Conservatorio de París y era traído bajo el brazo con ocasión de este concierto. Levinas, presente en la sala recogió los calurosos aplausos de un público entregado.

         Mención aparte merecen los dos conciertos en los que participó la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. El primero de ellos dedicado a la música de Cristóbal Halffter (3-V) y el segundo, con la presencia de la orquesta en el escenario del Teatro Central por vez primera, en un programa planteado por Carlos Cruz de Castro en el que se incluían partituras de él mismo, Zulema de la Cruz, Tomás Marco y Javier Jacinto, ninguna indispensable y a la vez todas con su apunte de interés.

          Si han llegado hasta aquí, esto es lo que ha dado de sí el Ciclo de Música Contemporánea de Sevilla y Granada, con ligeras diferencias. La meta, conseguir nuevo público año tras año y que la programación de conciertos de estas características no sea de la atención exclusiva de unos pocos teatros. Lo que sí se ha demostrado en esta ocasión, es que en Andalucía empieza a haber un grueso de oyentes que demanda esta música, que otorga un buen aforo a los conciertos, y que espera con ilusión, la programación del Ciclo que viene. Nada nos causaría más sorpresa que poder disfrutar de la presencia y de la música de Salvatore Sciarrino, quién por diversos motivos se descolgó del cartel de este año. No lo descuiden, seguro que él y otros tantos músicos y grupos están deseando poder asomarse por estas tierras.