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Número 29º - Junio 2.002


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Una apreciable Tosca en el Villamarta

Por Ismael González Cabral.

 

Jerez de la Frontera. Teatro Villamarta. 8 de junio de 2002.  G.Puccini: Tosca. Ópera en tres actos con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica basado en la obra homónima de Victorien Sardou. Producción escénica del Festival de Ópera de Oviedo. Dirección escénica: Julio Galán. Realización de Escenografía: Enrique López. Realización de Vestuario: Cornejo. Utilería: Mateos. Floria Tosca: Anda-Louise Bogza. Mario Cavaradossi: Carlos Moreno. Barón Scarpia: Greer Grimsley. Cesare Angelott:. Francisco Santiago. Sacristán: Luis Álvarez. Spoletta: Eduardo García Sandoval. Sciarrone: Ángel Tomás Pérez Cruceira. Carcelero: Joaquín Miguel Segovia Miranda. Pastora: Mª Teresa Simonet Morales. Orquesta Filarmónica de Málaga. Coro del Teatro Villamarta. Director: Ángel Hortas. Escolanía Los Trovadores. Directora: Maria Jesús Durán. Dirección Musical: Miquel Ortega.

          Con el público puesto en pie y ovacionando al elenco que durante casi tres horas había traído a la escena la magia del drama pucciniano Tosca, finalizó la representación de la que acaso sea la obra más prodigada de su autor, y con ella también la notable temporada lírica del Teatro Villamarta de Jerez, que ha ofrecido cosas tan interesantes como la Lucia di Lamermoor.

          Lo dicho no deja lugar a dudas: la función fue un éxito. Al fin y al cabo, es difícil que no suscite admiraciones y vítores una ópera tan sobradamente conocida y querida por el público habitual -y no tan habitual- del repertorio tradicional. Claro que en realidad no hubo ningún elemento en esta representación que debiera mover ni a la exaltación ni al pataleo. Sí quizá al sonrojo, pero eso son matices que intentaremos desgranar en las siguientes líneas.

         El reparto vocal se movió entre los límites que marca la corrección. La soprano rumana Anda-Louis Bogza encarnó una Floria Tosca que vocalmente satisfizo las necesidades que demanda su personaje. Es dueña de una voz de extensión suficiente y flexibilidad sobrada, y más bien oscura, aspecto que viene de perlas a una soprano dramática como ella. Quizá no llegue a marcar su impronta en el personaje, pero esto es sin duda debido, más que a sus capacidades canoras, a su alarmante falta de saber estar en el escenario. Y es que sus movimientos eran atropellados, caía en tics ridículos (medirle el pulso a Mario cuando ha sido asesinado...) y en fin, durante toda su actuación pareció actuar como si no existiera otra presencia más que la suya en el escenario.

          Mario Caravadossi era aquí un Carlos Moreno que padeció el distanciamiento teatral de Bogza, y que ayudó a que sus declaraciones de amor resultaran bien poco creíbles en el contexto de un argumento de por sí difícil de encajar por un público contemporáneo. En lo vocal se presentó como una voz de tenor de emisión centrada aunque algo encorsetada, que no obstante brindó un par de buenos momentos, y que solventó sin hacer proezas la famosa aria "Recondita Armonia".

        El "malo" en esta historia de un amor imposible abocado a un final trágico, es el encantador -por ingenuo- Barón Scarpia, que tuvo aquí al barítono Greer Grimsley como protagonista. Mejor actor que Bogza y Moreno, el norteamericano hizo gala de un instrumento de gran alcance expresivo y de poderoso aliento.

        Entre los secundarios, mención aparte merece el barítono Luis Álvarez -un habitual del Villamarta-, quién rubricó el papel del Sacristán combinando buen hacer en lo vocal y en lo teatral. Deseosos estamos de conocer como solventará las muchas dificultades que le esperan en el estreno absoluto de La Profesión de Enrique Igoa, en el próximo Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante.

         El director de escena Julio Galán, además de enfrentarse a la escasa colaboración escénica que le brindó Anda-Louise Bogza, fue el encargado de ofrecer una visión clásica y tradicional, pero sin duda correcta, disfrutable y con algún momento francamente hermoso, como es todo el primer acto, y particularmente su final. La batuta la empuñó el director barcelonés Miquel Ortega, quien dio lo mejor de sí mismo en los dos primeros actos, cayendo en la rutina en el tercero. La Orquesta Filarmónica de Málaga demostró que, si está bien dirigida, puede alcanzar un nivel más que aceptable.

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La próxima temporada lírica del Teatro Villamarta ofrece no pocos puntos de interés, comenzando por La pequeña flauta mágica, adaptación infantil del conocido singspiel mozartiano a cargo de Joan Font (19 y 20 de octubre). El 2 de noviembre actuará la prestigiosa Cappella Currende Consort & Concierto bajo la dirección de Eric van Nevel, y el 14 de diciembre llegará un Mesías navideño. La voz de la temporada será la de Carlos Álvarez, que ofrecerá un recital el 22 de marzo.

La ópera se concentrará en tres títulos. Primero, un Romeo y Julieta protagonizado por Ainhoa Arteta en la producción del propio Villamarta que comentara en esta revista Ángel Riego a raíz de su estreno en Oviedo. La seguirá un Orfeo y Euridice de Gluck con el sopranista Flavio Oliver, Beatriz Lanza y la ascendente Ruth Rosique (viernes 4 de abril). Finalmente, un Nabucco de Verdi (30 de mayo y 1 de junio) con María Russo y Genaro Sulvaran. Por lo que a la temporada de conciertos respecta, nombres como los de Elisabeth Leonskaja, Gol Shaham, Andreas Staier, Victoria Mullova y Giuliano Carmignola a buen seguro despertarán el interés del aficionado.