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Número 3º - Abril 2000


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ENTREVISTA A JOAQUÍN ACHÚCARRRO

Por Daniel Mateos  y Anuska Requena.

 Entrevista realizada al finalizar un concierto ofrecido por Achúcarro en Málaga.

¿Cuál es su opinión sobre la Orquesta Ciudad de Málaga?
Estupenda.
 

¿Respecto a los años anteriores ha notado algún cambio?
Yo siempre la he tenido por una orquesta estupenda, creciendo, mejorando y empastándose cada vez mejor. Desde luego, esta vez hemos tenido una relación musical estupenda. El modo cómo me escuchaban y cómo me dejaban hacer... el maestro Galduf también ha tenido algo que ver, claro.

¿Qué es para usted la música?
Lo mismo que para usted la palabra aire...

¿A qué edad empezó a tocar?
Según a lo que se le llame tocar; es decir, me sentaron con 3 ó 4 años delante de un piano, y entonces me gustaba, pero luego me fue gustando cada vez más. Mis estudios los hice por matrícula libre en Bilbao. Yo estaba en el colegio y allí nos tenían desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche y, claro, quedaba sólo media hora para poder estudiar. Así hice la carrera. No sé si ahora se puede hacer, no sé cuáles son las últimas leyes musicales de educación, pero por lo que he oído son demasiado rígidas y cuadriculadas, y no prevén la posibilidad de que un talento pueda saltarse varios cursos de una vez.

¿Y cuándo tuvo claro que lo suyo era el piano?
Inconscientemente o inocentemente, me dí cuenta el día que toqué en el cincuentenario de la Filarmónica de Bilbao, que fue el 20 de Mayo de 1946. Toqué un concierto de Mozart con la Orquesta de Bilbao.

¿Qué edad tendría usted entonces, en esa época?
Pues 13 años... (nos asombramos)... Bueno, hoy día se ven cosas peores... Sin ir más lejos, mi mujer tuvo el premio extraordinario de solfeo con 8 años, y el de piano con 13 años. Cuando yo dí aquel concierto aún no había terminado la carrera. Terminé la carrera a los 15 años. Entonces sólo había que hacer ocho años de carrera.

¿Su vocación hacia la música viene de familia de artistas?
Mi vocación hacia la música ha ido creciendo poco a poco, es decir, primero hubo un germen y luego ha ido a más... Pero sí, en mi casa se oía mucha música. Por ejemplo, mi abuelo (que yo no le conocí) hace ahora cien años o más, tocaba música por las tardes con tres amigos. Tocaban cuartetos de cuerda. Para entenderlo hay que retroceder a un mundo en donde no había ni radio, ni discos, ni películas; no había nada. Lo que uno quisiera hacer en música, lo tenía que hacer uno mismo y por eso proliferaron tanto las reducciones a cuatro mano, las reducciones de cuartetos, sinfonías… de todo había una edición a cuatro manos. Mi abuelo hacía los cuartetos originales, con otros tres amigos más. Ellos tocaban para “desengrasar” un cuarteto de Haydn... les daba para casi todo el año. Luego tocaban lo que podían, algo contemporáneo. Unas veces también estaba un tío abuelo mío que también tocaba el piano muy bien, pues hacían quintetos con él. Interpretaban cosas modernas, cosas contemporáneas, o sea Brahms... (nos reímos).

Ah, ¡Brahms! estaba pensando que estarían tocando Shostakovich...
¡Es que Shostakovich aún no había nacido! -nos reímos...-.

¿Qué pianista/s ha admirado más?
Pues, en muchísimas grabaciones y muchísimos conciertos he tenido la suerte de oír a Rubinstein. Rubinstein “duró” tanto que siempre que se anunciaba un concierto de Rubinstein, pensábamos: ‘éste seguro que será el último, entonces, vamos a oírle’. Pero el último fueron... no sé cuántos conciertos fueron el último... Murió con 94 años y dejó de tocar con 90. A los 90 años tocaba maravillosamente bien.
Después he oído muchos discos de Rachmaninov, de Horowitz, de Giesekin y de Schnabel... de todos aquellos que me precedieron, los que entonces eran los ídolos.

... Y precisamente hablando ahora de estos pianistas, opina usted que, aunque ahora haya más pianistas, ¿la calidad interpretativa de antes era mayor?¿Quizás antes se tocaba el piano con más vida y buscando menos la perfección virtuosística que ahora se busca?
Antes no había la cantidad de información que hay ahora, es decir, si ahora un violinista quiere tocar la Chacona de Bach, tiene a su disposición las grabaciones de Heifetz, Oistrakh, Milstein, Ayo, Accardo, Sara Chang, Berman... hay un montón de grabaciones. Uno puede escoger e intentar copiar. En aquella época no pasaba eso ya que cada uno tenía que buscarse su manera de hacer y, entonces, estos artistas que surgieron por su poder de comunicación y de interpretación, tenían que decir algo muy personal. Yo entiendo que la búsqueda de cualquier artista es encontrarse a sí mismo.

Entonces, quizás lo que ahora ocurre es que todo se toca más parecido...
Claro, hay una alarmante igualdad en muchísimas cosas.

De todos los directores con los que ha tocado, ¿cuál es el que mejor se ha acoplado en su manera de tocar?
¡Uy! no sé... es que me dejaría algunos directores en el tintero. Casi prefiero no nombrar porque seguro que no los diría todos. Desde luego sí recuerdo las grabaciones de los que hoy son los grandes como Mehta, Abbado, Simon Rattle y Adrian Boult... he tocado con 306 directores y no me puedo acordar de todos -se sonríe-. He tocado con un montón de directores españoles, creo que prácticamente con todos; con ellos me entiendo de maravilla.

¿Qué conciertos recuerda con especial cariño?
Pues aquel 20 de mayo, porque aquél fue un punto clave en mi vida. Después, la Filarmónica de Berlín dirigida por Menuhin, también es una cosa a recordar, ya que fue dos días antes de que cayese el muro. Recuerdo el día, además, porque estaba a punto de caer el muro. Los conciertos con la Filarmónica de Nueva York, con la Filarmónica de Londres, con la Nacional de París, con la Santa Cecilia de Roma, o con la Filarmónica de Tokio (con los que he tocado ahora mismo, hace poco, en enero). He tocado con 200 orquestas distintas a lo largo de mi vida, no me acuerdo de todas, pero afortunadamente las tengo escritas.

¿Qué cualidad interpretativa valora más en un solista?
Encontrar siempre un punto culminante y único en cada pieza, en cada obra y en cada frase. Interpretar es precisamente eso, interpretar es encontrar ese punto, encontrar el por qué de ese punto. Interpretar siempre es dar algo a alguien, es decir, no es tocar aquí y me voy a la cama y no me oye nadie. Cualquier artista, quiéralo o no, necesita un público y piensa en un público. No se puede pensar aisladamente en el artista sin el público. Es una simbiosis que se establece para convencer a ese público. Entonces, el músico debe de tocar para el público; sino, ¿para quién va a tocar?

Basándose en su afirmación anterior, cuando se compone este tipo de música actual “clásica” que se separa tanto de la música que el público acepta… ¿Deberían de volver a músicas de periodos anteriores, más romántica, para que el público viniera a los conciertos?
Bueno, yo imagino que los compositores que están haciendo música que el público hoy no entiende, esperan que habrá un público que les entenderá, quiere decir, que están escribiendo para ese público que les va a entender. Un compositor no escribe para luego romper la partitura... si la deja escrita es porque espera que alguien la lea, que alguien la vea, la ame y la interprete.

Con respecto a los conciertos de Rachmaninov, ¿cuál es la grabación que más le gusta?
Pues creo que las de Rachmaninov. Todos hemos aprendido de esas grabaciones, y todo lo que hay de Rachmaninov es una lección de tocar el piano y de saber modelar el sonido en el piano, encontrando el punto culminante. La música de Rachmaninov es peligrosamente deformable (se tiende a romantizarla), licencias que uno jamás se permitiría en Beethoven o en Mozart. Quiere decir, que a partir de la música romántica, los intérpretes pueden empezar a hacer... qué sé yo, no sé cómo llamarlo...

¿Qué obras o compositores le ha costado más trabajo estudiar?
El segundo Concierto de Bartok, ese fue un hueso muy duro de roer... y el tercero de Rachmaninov, claro...

Este último lo va a tocar dentro de poco...
Bueno... este ya lo llevo tocando unas cuarenta veces  -lo mira para asegurarse en la última página de la partitura del Concierto nº3 de Rachmaninov, donde los tiene apuntados todas las veces que las tocó-... no, no, lo he tocado ya 49 veces -matiza-... Pues gracias a que lo tengo aquí apuntado, sé los directores y las orquestas con quienes he tocado. Es interesante la historia de este concierto... la primera vez que toqué este concierto fue en el año 1972 en Tenerife, con Armando Alfonso. Con Walter Weller tengo un recuerdo de un concierto estupendo en el Festival Hall de Londres... por aquí estará apuntado -nos lo enseña...-.

¿Tiene usted predilección por algún compositor?¿Se especializa en algún compositor en concreto?
Pues, voy a decir los quince que se dicen siempre, empezando por Bach hasta Bartók, pasando por Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Chopin, Ravel, Debussy, Rachmaninov, Albéniz, Falla, Granados, etc, etc.

No me especializo en ninguno en particular, porque todos son tan estupendos y tan personales que estudiarlos enriquece muchísimo.

¿Considera necesaria la ejecución diaria de ejercicios pianísticos u opina que, llegado cierto punto, la técnica se aprende con el repertorio?
Bueno, eso son fórmulas que una vez que se aprenden ahí quedan. Pero aún así, vamos a extrapolar el asunto del músculo del pianista al músculo del futbolista. El futbolista, o el tenista, o el golfista, tienen que practicar sus golpes y sus cosas. Yo entiendo que hay quien dice que no, pero hay que ir todos los días al piano, y no lo considero ninguna penitencia, simplemente una fiesta. Los músculos tienen que estar flexibles. Al estudiar un pasaje difícil se puede hacer de mil maneras diferentes, y un señor que se pase seis horas al día ante el piano, ya tiene los músculos preparados.

¿Qué pasos sigue a la hora de estudiar una pieza?¿Qué hace cuando se enfrenta por primera vez a ella?
Intentar leerla y dejar un poco el instinto ver cómo las manos negocian las dificultades que hay. Lo primero es eso, desbrozar un poco lo que hay. Y luego poco a poco ir entrando en detalles, es decir, el ir especulando con digitaciones diferentes o con pedales diferentes. Al mismo tiempo, a fuerza de estar encima de una obra, uno la va entendiendo mejor y entonces las cosas que te han parecido bien el primer día, al cabo de un mes de estudiarlo, te pueden parecer de otra manera. Yo creo que no habría una regla fija, pero el tocarla de arriba abajo varias veces da una idea, sin duda.

A la hora de interpretar una obra, ¿cuál es la esencia fundamental que busca usted?
Pues lo que hemos dicho hace un momento, comunicar más que nada...

¿Cómo se siente antes y después de un concierto ante un gran auditorio?
Antes nervioso, y después, si el concierto ha ido bien, contento, y si ha ido mal, fastidiado. Los nervios, hay veces que más u otras que menos, pero desde luego, nunca más he sentido aquella sensación de mi primer concierto, momentos en que las piernas no te sostienen. Lo cual quiere decir que ahora sé mucho más, lo que se llaman tablas.

¿Y recuerda alguna anécdota curiosa en su vida de músico?
Montones de anécdotas. No sé si habéis oído los “Clásicos Populares” de Radio Nacional de España. Allí me tuvieron una hora contándoles anécdotas. Luego hubo que parar porque el que estaba en los controles andaba por el suelo tirado de risa y seguimos con las anécdotas luego...

Recuerdo una anécdota en México: en síntesis, lo que ocurrió fue que llegué a las 4 de la madrugada conduciendo un coche a Guadalajara porque el taxista se había puesto enfermo. Él me tenía que llevar desde León (México) a Guadalajara (México) después de un concierto en León. Había que ir por el desierto, y bueno, como digo, el taxista se puso enfermo. Afortunadamente yo no me había tumbado en el asiento de atrás, sino que iba al lado del taxista y pude echar mano al volante porque, si no, nos salimos de la carretera. El taxista llegó a Guadalajara durmiendo en el asiento de atrás y yo conduciendo el taxi... Esto fue a las 4 de la mañana, y a las 10 había ensayo. Fui al ensayo provisto con el concierto para la mano izquierda de Ravel, que era lo que creía que íbamos a tocar, y resulta que me dicen que se va a tocar “Noches en los Jardines de España” porque del Concierto de Ravel acababa de llegar la partitura y la orquesta no se lo sabía bien. Bueno, pues “Noches en los Jardines de España”... la ensayamos, y luego en el entreacto, pregunté a una persona si además íbamos a tocar el Concierto de Ravel y me dijeron que sí, y en el entreacto empecé a ensayar la cadencia del Concierto de la mano izquierda y vino la misma persona y me dijo: “ay! qué bonito maestro... ay! ojalá lo pudiéramos tocar un año de estos...”. Y yo le pregunté: “¿pero cuál vamos a tocar?”, y me contesto: “¡¡pues vamos a tocar el otro, el Concierto en Sol Mayor de Ravel!!”. Es decir, que yo iba provisto del Concierto de la mano izquierda de Ravel y tenía que tocar “Las noches en los Jardines de España” y el otro concierto de Ravel. Eso es falta de información y falta de conexión en los mandos. En fin, que por algo parecido se ha estrellado un aparato en Marte, por falta de... unos llamaban centímetros y otros pulgadas...

Bueno, alguna otra anécdota como salir sin corbata porque no podía abrochármela o salir sin zapatos porque me los he dejado... sin zapatos, o con zapatos de agua, zapatos de color rojo subido, con un frac, por ejemplo, porque no tenía otros (me los había dejado en Buenos Aires)… aquello me ocurrió en Santa Fe.

 

¿Cuál o cuáles cree que son las mejores escuelas para formar a futuros pianistas tanto en Europa como fuera?
Tendría que decir que la mía, pero no lo sé, no las conozco bien. En Norteamérica está la Curtis, la Peabody y la Julliard; son tres conservatorios importantes junto a la Universidad de Indiana. Pero en mi Universidad (Southern Methodist University), y en mi clase, hemos ganado once premios internacionales, once primeros premios en los últimos tres años. Estoy muy satisfecho y muy orgulloso de mis estudiantes y de cómo estudian.

En su labor pedagógica (Seminarios y Clases Magistrales), ¿cuáles son los puntos fundamentales que enseña a sus alumnos?
Casi siempre depende de lo que tenga delante. Por ejemplo, un médico no puede recetar azúcar a un diabético, sino al contrario. Cada persona es un problema distinto, incluyéndome a mí. Todos nosotros tenemos una manera de tocar, un repertorio de movimientos técnicos; algunos sirven y otros no. A lo mejor alguno falla por insuficiencia rítmica, otro por no haber entendido bien el ritmo, a lo mejor por una posición equivocada de la mano, del codo, del hombro, quién sabe... Hay tantas cosas que confluyen en el acto de que, no es tan simple como bajar una nota de manera que la siguiente esté preparada, eso se dice facilísimamente. Lizst decía: “la nota justa, en el momento justo, con la intensidad justa”. También es facilísimo de decir esto último.

Después de haber tocado por tantos sitios y haber participado en concursos, ¿qué recomendaría a los jóvenes que quieren abrirse paso en el mundo del piano?
Yo creo que el noventa y nueve por ciento no tienen más posibilidades que hacer concursos. De vez en cuando hay algún privilegiado que lo consigue sin hacer concursos, como en el caso de Kissin, que Karajan lo arropó. Pero normalmente, los concursos, no hay más remedio, entre otras cosas porque a los concursos va gente (no solamente el jurado que da el premio) sino otra gente que puede tener manera de dar a conocer una persona que no haya ganado el primer premio, que pueda o no estar de acuerdo con el jurado como sucede con tanta frecuencia.

¿Piensa usted realizar alguna integral más aparte de la que ya realizó sobre Falla?
Es la integral de Falla relativamente fácil de hacer porque no escribió mucho, pero la integral de Schumann es terrible, o la integral de Mozart, o de Bach, por ejemplo... y hay quien lo hace y yo admiro a esa gente muchísimo, pero a mí me lleva mucho tiempo aprender una pieza y el pulirla, el pensarla y meditarla. Eso de grabar a destajo, primero esta página, luego esta otra, más tarde la otra, y mañana estas dos, no se me da bien.

Próximos conciertos.
Pues, el Concierto nº3 de Rachmaninov en breve. Tengo un recital en México. Luego un recital en Dallas (el concierto de Ravel). El Concierto nº3 de Rachmaninov en Hamburgo, también un concierto en el Guggenheim de Bilbao, Caracas, una tournée con la Orquesta de Euskadi por América del Sur y en este momento tengo a mis espaldas Tokio, Dallas, Madrid, Seattle, Singapur...

¿Merece la pena tanta dedicación, tantos viajes, y vivir de esta manera?¿Lo encuentra realmente satisfactorio?
Yo todavía no me he aburrido para nada. Para mí es divertidísimo, pero claro, siempre con la angustia de que tengo que tocar esto...

 

Próximas grabaciones.
Ahora está a punto de salir un disco que he grabado con obras de Ravel; ya estamos pensando un segundo disco con obras de Brahms.