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"Officium Hebdomadae Sanctae" Los Responsorios de Tinieblas de Semana Santa Por Juan Luis de la Montaña Conchina La Semana Santa, junto con las festividades del Corpus Christi y Navidad, era una de las fechas de mayor significación dentro del calendario litúrgico católico. En estas ocasiones la música polifónica e instrumental era ejercitada en nuestros templos utilizando para ello todos los recursos disponibles tales como voces repartidas en varios coros, ministriles que también podían estar divididos en varias agrupaciones distribuidas por puntos estratégicos de las naves catedralicias. Y de todo ello resultó que las músicas compuestas para tan excepcional ocasión alcanzaron cotas realmente soberbias de expresión y profundidad. Los Responsorios de Tinieblas, conocidos como “Officium Hebdomadae Sanctae”, pueden considerarse como uno de los monumentos musicales de la liturgia católica de Semana Santa de mayor originalidad y brillantez compositiva. El ritual católico divide los Responsorios de
Tinieblas en tres días que se corresponden al Jueves Santo (Feria V, In
Coena Domini), Viernes Santo (Feria VI, In Parasceve) y Sábado Santo (Sabbato
Sancto), días conocidos en el ritual como Triduum
Sacrum. Las composiciones destinadas para estos días se cantaban en
los primeros albores del día, cuando aún la oscuridad o las tinieblas (tenebrae)
invadían las grandes naves de las catedrales. La interpretación de las piezas se realizaba agrupándolas
según los denominados nocturnos.
Todos ellos estaban encabezados por motetes y composiciones de similar
naturaleza. A continuación, en el primer nocturno, eran entonadas las
Lamentaciones (las conocidas Lamentaciones de Jeremías) que en número de
tres se interpretaban con antelación a los propios Responsorios que,
finalmente, cerraban el ciclo. El Responsorio propiamente dicho es una forma polifónica
de excepcional factura ya que originalmente no procede del gregoriano, de
donde parten muchas otras formas compositivas habituales en la música
sacra de este tiempo, al menos los compuestos para la liturgia de la
Semana Santa. Samuel Rubio lo ha descrito admirablemente señalando las
dos partes que lo integran: una llamada cuerpo del Responsorio, que lleva
incorporado una frase breve (estribillo) que se repite; otra denominada
verso, después del cual se repite el estribillo. Como señala el padre
Rubio, entre el verso y el resto del Responsorio suelen apreciarse ciertas
diferencias estilísticas. La más notable es que el cuerpo del
Responsorio es de una polifonía muy sencilla, muy cercana a la homofonía.
Por el contrario, el verso es de estructura polifónica de estilo
imitativo. Hablar de Responsorios de Semana Santa es tener
que incidir sobre la figura y la obra de uno de nuestros más ilustres
compositores del llamado Siglo de Oro y que el único que abordó dicha
temática: Tomás Luis de Victoria. Este genial maestro nació en Ávila
en 1548 y muy pronto se convertiría en niñocantor de la catedral de Ávila
bajo la maestría de Bernardino de Ribera. Tras una larga estancia en Roma
trabajando al lado de Palestrina, regresaría a Madrid y ejercería como
maestro del Convento de las Descalzas de Madrid desde 1587 hasta 1611,
fecha de su muerte.
Calificar los Responsorios de Tinieblas de Victoria
como joya musical del Renacimiento no es suficiente. Ya fue estimada en su
momento como una de las colecciones de música para el Triduum
Sacrum de Semana Santa más impresionantes jamás compuesta, y de
mayor aceptación entre intérpretes y oyentes. Y así es. Las piezas que integran la recopilación
de Responsorios, que vieron la luz en Roma en 1585, rayan la perfección
dentro del contexto polifónico de la época: en todos ellos puede
distinguirse una correcta adaptación de texto y música, claridad en las
líneas melódicas, cuidados esbozos de homofonía perfectamente
combinadas con pasajes polifónicos, disonancias magníficamente tratadas
que crean ambientes de tensión inigualables, elaborado y limpio
contrapunto. Es un obra perfectamente adaptada al contexto litúrgico más
estricto y responde en su totalidad a la seriedad del momento en que debía
ser interpretada. Podríamos hablar largo y tendido sobre cada
uno de los Responsorios, pero quizá sería interesante destacar algunas
de las líneas generales presente en el conjunto de la obra. Así, es
obligado subrayar la intensidad, la calma triste y la carga dramática de
la totalidad de sus piezas, aspectos que pueden detectarse especialmente
en los Responsorios Animam meam dilectam o Sepulto
Domino y el soberbio Tenebrae
factae sunt, quizá el más emocionante por cuanto describe con música
las últimas palabras de Jesús instantes antes de expirar. En este
Responsorio queda patente la capacidad de Victoria de recrear a través de
sonidos y notas de corta y larga duración el instante en el que el alma
abandona el cuerpo. La intensidad y la emoción logrados son,
sencillamente, insuperables. |