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EMMANUEL
PAHUD, UN JOVEN FLAUTISTA EN EL PRIMER ATRIL DE BERLÍN
Por Ignacio
Deleyto Alcalá.
La Filarmónica de Berlín es para muchos la
mejor orquesta del mundo (sólo Viena y alguna americana
pueden discutirle el título). En la actualidad esta élite
berlinesa es cada vez más joven. Sólo hay que fijarse
en cualquiera de sus múltiples apariciones en TV para
ver músicos que difícilmente superan los 30 años. De
la época Karajan ya sólo queda un puñado de músicos
lo cual quiere decir que durante el mandato de Abbado, la
orquesta se ha regenerado, como si una de una etapa de
transición se tratara, dando paso a una nueva formación
que entra en el nuevo milenio con una nueva cara aunque
ya sin Abbado. Este se jubila voluntariamente abandonando
el puesto directorial más codiciado del mundo. Simon
Rattle, que recibirá el testigo de Abbado en el 2002, ya
ha hablado de cambios en el repertorio; cambios
aplaudidos por los jóvenes valores que le votaron
mayoritariamente.
Entre estos nuevos valores se encuentra uno que desde
hace tiempo brilla con luz propia. Nos estamos refiriendo
al suizo de 29 años, Emmanuel Pahud. Este flautista que
tuvo como profesor a otro ex-filarmónico, Auréle
Nicolet, fue nombrado primer flauta de la Filarmónica
con tan sólo 22. Hoy es uno de los músicos de la
orquesta con mayor proyección internacional y con una
apabullante carrera de solista a sus espaldas,
especialmente desde que firmara un contrato en exclusiva
para EMI CLASSICS. Además de sus intervenciones en la
orquesta aquí y allá, ofrece entre 50 y 60 recitales al
año a lo que hay que sumar sus crecientes compromisos en
los estudios de grabación. Si a ello sumamos las horas
de ensayos y estudio de nuevas obras puede uno pensar que
Pahud va demasiado rápido, ese mal que aqueja a los
artistas de nuestro tiempo. Quizás algún día,
siguiendo el ejemplo de otro ilustre ex-filarmónico,
James Galway, renuncie a la orquesta y dedique todos sus
esfuerzos a su carrera como solista. El tiempo lo dirá.
Por ahora, hablaremos de tres recientes grabaciones para
EMI.
"Paris" (EMI
CDC 56488) es el título genérico del primer disco
dedicado a siete maestros franceses de nuestro siglo. El
programa es variado y coherente pues todo él gira en
torno a compositores (profesores) que trabajaron o
escribieron en el Conservatorio de París o simplemente
vivieron en esa ciudad. No es un repertorio fácil pues
se pasa de la más absoluta calma a momentos de angustia
o incluso violencia. No hace falta decir que Pahud es un
instrumentista excepcional con un tono firme y un sonido
bien proyectado. Se defiende con igual soltura en los
registros bajos como en los altos. Y lo más interesante
de todo, técnica aparte, es que sabe recrear la
partitura. Tiene elegancia y suavidad en los ataques pero
también sabe resaltar lo agresivo de la música con un
sonido afilado y viril si es preciso. Tras escuchar
alguna de estas obras me quedo con la impresión de que
la interpretación es mejor que la obra (algunas fueron
meros ejercicios compuestos para exámenes en el
conservatorio) lo cual habla en favor del intérprete.
También hay obras de indudable interés como la Sonata
de Poulenc que abre el disco con un tercer movimiento de
una gran belleza o "el Mirlo Negro" de Messiaen,
compositor muy interesado en la naturaleza y en el canto
de los pájaros en particular, donde toma como punto de
partida el canto de este pájaro para crear una obra con
moderadas disonancias. Aquí secciones a modo de
cadencias para la flauta se combinan con otras acompañadas
de piano. Una vez más Pahud es el intérprete ideal
desplegando una gran variedad de recursos interpretativos
al igual que en la obra de Jolivet que cierra el disco,
partitura misteriosa de una gran carga emocional, donde
los elogios hay que hacerlos extensivos al pianista
acompañante, Eric Le Sage. En definitiva, un disco
excelente con una portada que no hace honor a la calidad
de lo que hay en su interior.
Sorprende en el
siguiente disco (EMI CDC56577) que todavía aparezca
Haydn en la portada como autor del Concierto de Flauta en
re mayor. Durante muchos años atribuido a Haydn, hoy día
su autoría es ya rechazada en favor de la de Leopold
Hoffmann, prolífico compositor vienés, contemporáneo
de Haydn y hoy prácticamente desconocido. Su concierto
es una obra amable de corte clásico sin grandes
aspiraciones. El concierto de J. M. Haydn es una obra más
inspirada que la anterior, recuerda a las serenatas del
joven Mozart, aunque sin que esto suponga mayores
dificultades para el intérprete. A lo largo del disco
Pahud toca con exquisitez y refinamiento sin ser
empalagoso. Subraya cada uno de los detalles con
expresividad y frasea con fluidez. Su virtuosismo queda
demostrado en el Allegro molto del concierto de Hoffmann
que le sirve de lucimiento personal con su brillante
final.
Más interesantes son los Scherzandi de Haydn que forman
la parte central del disco. Vienen a ser sinfonías en
miniatura muy agradables al oído con algunos movimientos
muy bellos. Están escritos para dos violines, bajo
continuo, dos oboes, dos trompas sustituidas por la
flauta en los tríos de los minuetos. La orquesta -formada
por músicos de la Filarmónica- arropan al solista en
todo momento con una cuerda brillante y precisa. El
programa de este disco demuestra lo reducido que es el
repertorio para flauta desde el barroco hasta nuestro
siglo. En el Clasicismo pocas son las obras importantes
para flauta y menos aún en el Romanticismo. De ahí que
los flautistas a la hora de confeccionar sus programas
tengan que recurrir a lo que hay disponible, en la mayoría
de los casos, obras menores. Estamos, pues, ante un disco
interpretado magistralmente pero que no enriquecerá gran
cosa la discoteca del aficionado.
Y llegamos a Mozart y sus cuartetos para flauta y cuerdas
(EMI CDC 56829). Una vez más (y parece una constante en
los discos de Pahud) la portada resalta el "físico"
del artista con una foto propia de cualquier modelo
publicitario. Las compañías piensan que hay que abrir
mercado como sea y están en su derecho. Lo que me extraña
es que los artistas se presten a ello (véase también la
portada del último disco de la Mutter).
Sus cuartetos para flauta son obras delicadas que aunque
no se encuentran entre lo mejor de su producción camerística
sí contienen suficiente valor musical. Prueba de ello es
la cantidad de grabaciones actualmente en catálogo. Y,
por supuesto, siempre que hablamos de una obra del
salzburgués, hablamos de momentos de gran belleza e
inspiración. Estos son algunos ejemplos de la
maravillosa música que encierran estas obras: el melancólico
adagio del cuarteto en re mayor con la flauta por encima
del pizzicato de las cuerdas, el efervescente allegro que
concluye el cuarteto, el bellísimo andante del K 285a y
el Tema y variaciones del cuarteto en do mayor que es
casi idéntico al sexto movimiento de la Serenata para
trece instrumentos de viento K 361 (¡una de esas obras
que uno se llevaría a una isla desierta!)
Esta nueva versión cuenta con la colaboración de tres
excelentes instrumentistas perfectamente compenetrados (Ch.
Poppen, H. Schlichtig y J.G. Queyras). Las cuerdas
dialogan entre sí con fluidez, las texturas son
transparentes, la flauta se acopla sin brusquedades.
Pahud demuestra una vez más su control de las líneas,
su excelente fraseo y una emisión delicada. ¿Lo mejor
del disco...? el primero de los cuartetos donde al buen
entendimiento entre los músicos se suma una interpretación
que convence de principio a fin; chispeante en los
allegros y ensoñadora en el adagio. Puede que en algún
momento se eche de menos un poco más de carácter, más
gracia y entusiasmo, pero, en general, es una versión
muy equilibrada y sobretodo, muy bien interpretada. A
nadie defraudará.
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