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Número 3º - Abril 2000


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“Felix Austriae”
De mvsica Imperatoris

Por Juan Luis de la Montaña Conchina

   

         El pasado día 1 de abril la Capella Currende, Consort y Concerto, dirigida por el maestro Erik van Nevel, ofreció en el incomparable marco de la Catedral de Badajoz un brillante recital que, bajo el título de "Carolus. Honor, guerra y paz", nos propuso un recorrido por el amplio elenco de músicas que rodeó la azarosa vida política del rey Carlos V en sus repetidas estancias en el norte de Europa. El concierto se enmarcaba en el V Centenario del nacimiento del citado monarca y su magnífica organización estuvo a cargo de la Sociedad Estatal para la conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V. Colaboraban la Fundación Academia Europea de Yuste y el Excelentísimo Cabildo de la catedral metropolitana de Badajoz. Una muestra de dicha organización fue el elaborado y completo programa de mano.

El planteamiento del concierto fue realmente excepcional. Partiendo de la concepción de la música al servicio de determinadas efemérides como el feliz encuentro del Emperador Maximiliano de Austria con Carlos V (1515) o la venturosa entrada del monarca en Cambrai (1540), se construyó un recital mesurado en la forma y exquisito en el contenido. La selección de piezas que evocaron tamaños episodios fue más que acertada. Así, sonaron desde fanfarrias que acompañaba la entrada de los músicos, canciones instrumentales (de las que se sabe gustaba escuchar y acompañarse el Emperador en sus horas de retiro), hasta grandes piezas de un denso contrapunto de carácter imitativo, del que hacían buen uso y cuidado dominio los compositores francoflamencos de la primera mitad del siglo XVI. Las efemérides a las que se puso música fueron previamente narradas y acompañadas con un fondo musical inigualable que tuvo en las diferencias sobre la Canción del Emperador (la hermosa canción Mille Regretz de Josquin Desprez), interpretadas en el sereno y dulce sonido del laúd, una parte de la originalidad que otorgó prestancia y etiqueta al concierto.

Y si viajamos con el séquito del Emperador por el norte de Europa, la selección de obras no podía por menos que tener como eje fundamental a maestros directa e indirectamente relacionados con el monarca, compositores flamencos algunos de los cuales pasaron por España al frente de la capilla real. No faltaron piezas de los inconmensurables Nicolas Gombert, a la sazón maestro de la capilla de Carlos V en España, Pierre de Manchicourt, sobre el que se fijó posteriormente Felipe II y al que mantuvo al frente de su capilla flamenca entre 1559-1564, Jacobus Clemens non Papa, Benedictus de Opitiis, Thomas de Crecquillon, Tielman Susato, y el organista burgalés Antonio de Cabezón. Todas las obras, divididas en dos bloques, siguieron un riguroso orden cronológico según los hechos históricos que reflejaban.

Además de las piezas más conocidas tales como La canción del Emperador a6 (variaciones sobre el original de Josquin Desprez que realizó Gombert), Felix Austriae, impresionante himno dedicado a la casa de los Habsburgo (con el cual buscaba seguramente el mecenazgo de tan poderosa familia), y su hermosa Triste Départ, lamento que quizá sonó repetidamente en las estancias del monarca cuando le llegó la noticia de la muerte de su esposa, la hermosa Isabel de Portugal, tuvimos oportunidad de escuchar piezas no demasiado conocidas que dieron altura y caché a la Capella de van Nevel como O Quam Maestas Dies y Carole, Magnus Eras, de Clemens non Papa, Venite Populi Terrae de Jean Courtois y Praeter Rerum Seriem del gran maestro referente de los polifonistas del siglo XVI, Josquin Desprez. Entre las piezas a capella se interpretaron obras instrumentales de entre las cuales destacó la Bataglia Italiana de Matthias Werrecorem y Por un Plaisir del genial Thomas Crecquillon.

Sobre la Capella Currende, Consort y Concerto hay poco que decir nuevo que no sea reconocer sus innumerables aciertos. La extensa discografía del grupo así como el amplio índice de éxitos dentro y fuera de Europa avalan esta afirmación. La cuidada preparación del conjunto de voces e instrumentos es la nota habitual en esta agrupación y, exceptuando reconocidos nombres que proporcionan solidez y firmeza al conjunto, hay que resaltar la juventud y el buen hacer de sus integrantes. En esta ocasión, Currende nos deleitó con una formación apropiada de voces e instrumentos sobre la que probablemente habría reparado gustosamente el propio Emperador. Doce escogidas voces de sopranos, contratenores, tenores y bajos y un acompañamiento de "ministriles" integrado por dos sacabuches, una corneta, bajón, laúd, dos vihuelas de arco (violas da gamba) y una dulzaina o chirimía, que en ocasiones interpretaba el mismo van Nevel, dieron vida a aquellas músicas compuestas para tan significativos momentos.

La interpretación fue cuidada al máximo. En lo que se refiere a lo meramente artístico, además de la extremada afinación de vientos, cuerdas y voces, -no siempre fácil si tenemos en cuenta las condiciones y temperatura de los espacios donde se interpretan estas músicas- hay que señalar el sonido compacto y equilibrado de la agrupación rebosante de matices y colorido que logró cautivar al público asistente. El grupo vocal destacó por la proporción de las voces y su correcta utilización en cuanto a las piezas que se interpretaban.

El concierto no quedo exclusivamente en una interpretación puramente profesional. La formación que sabiamente lidera Erik van Nevel intentó aprovechar los recursos acústicos de tan soberbio edificio. De esta forma, tuvimos la oportunidad de asistir a la búsqueda de efectos sonoros, por otro lado muy habituales en la época, logrados a través de la colocación de miembros de la Capella en distintos lugares de la nave central. Así ocurrió con dos sopranos, dos tenores y un sacabuche que, separados del grupo principal, se distribuyeron entre el altar y el coro, respectivamente.

En suma, un apasionante concierto del que es fácil guardar un grato recuerdo y sobre el que el mismo Emperador, muy exigente en sus gustos musicales según nos cuentan sus cronistas, habría mostrado seguramente su total complacencia.