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LERMA REVISITED
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
Paul McCreesh vuelve a dedicar sus energías a la polifonía renacentista
y, en particular, a la española de la que es un consumado intérprete. Su
último trabajo para ARCHIV titulado “Música para el Duque de Lerma” es
un ambicioso proyecto gestado durante años dentro y fuera de nuestras
fronteras con la colaboración de varias personas, entre ellas, la del
profesor y también intérprete de instrumentos renacentistas, Douglas
Kirk. Este disco que incluye mayormente música de maestros españoles,
fue grabado en Septiembre del año pasado (coincidiendo con el luctuoso
suceso de las Torres Gemelas) y supone todo un acontecimiento por la
recreación de un patrimonio músico-cultural de incalculable valor y la
recuperación con todo lujo de detalles de un contexto socio-histórico de
extraordinario interés.
Tradición viva, tradición perdida
El propio McCreesh aporta su comentario a esta grabación que nos ayudará
a entender la fascinación por el descubrimiento de tesoros musicales y el
empeño puesto en este proyecto. McCreesh se refiere a uno de los dos órganos
de la Iglesia de San Pedro situados en una tribuna encima del coro hasta
la que se accede por una pequeña escalera lateral: “Y entonces, de
repente, la vista se detiene en un antiguo manuscrito encuadernado,
cubierto de polvo. Está abierto por una de sus páginas, utilizada por
una generación tras otra de organistas, y en ella se encuentra el famoso
himno español Pange lingua, que sigue cantándose en la
actualidad. La conservación de este manuscrito único es, por supuesto,
una casualidad casi milagrosa como lo es la propia ciudad de Lerma [...]
Aparecer allí una maravillosa tarde de domingo con un grupo de cantantes
e instrumentistas, un auténtico cargamento de instrumentos y un buen número
de partituras recién transcritas fue una experiencia a un tiempo
emocionante y aterradora. Una buena parte de esta música no se había
interpretado desde hacía cuatrocientos años e incluso para los músicos
especialistas que participaban se trataba absolutamente de nuevo
repertorio. Y esta iglesia era el lugar auténtico por excelencia para
interpretarla”. (Traducción de Luis Gago)
Puede que alguno sienta cierto recelo porque sean de nuevo los ingleses
quienes tengan que redescubrir nuestro patrimonio y encima con financiación
española, “con el generoso apoyo de La Caja de Burgos y el Ayuntamiento
de Lerma” reza en la carpetilla del disco. Pero hay que rendirse a la
evidencia histórica. Los ingleses siempre han preservado con mimo la música
en las iglesias pues para ellos forma parte fundamental de los objetivos
principales de un lugar de oración y adoración. Todas las catedrales
británicas mantienen coros en activo (ahora también coros femeninos
aparte) que estudian, ensayan e interpretan a diario un ingente patrimonio
coral que llega hasta nuestros días con figuras como Britten, Stanford y
Vaughan Williams, por citar sólo a algunos y no de la última generación.
Lo que puede resultarnos más curioso es que los polifonistas españoles
siempre han formado parte de su repertorio junto a otros del
“Continente”, como dicen ellos. Uno puede entrar en una catedral,
cualquier día, durante un acto religioso (o un ensayo) y sorprenderse de
escuchar un motete de Guerrero o un magnificat de Victoria entre Britten y
Palestrina. No es de extrañar, por tanto, que durante décadas hayan sido
ellos (muchos de los intérpretes actuales fueron coristas de niños) una
referencia en la interpretación de la polifonía española y que sigan
sintiendo auténtica veneración e interés por nuestra música.
Desde un punto de vista musical, en España las catedrales e iglesias han
perdido todo el esplendor que tuvieron durante el siglo XVI y posteriores
cuando eran un referente tanto cualitativa como cuantitativamente. Se
rompió una tradición ejemplar que todavía hoy sigue siendo motivo de
admiración para los estudiosos. Es cierto que sigue habiendo sitios donde
ocasionalmente se puede disfrutar de aquella música y por supuesto quedan
archivos con partituras por descubrir (y transcribir) y muchos órganos
históricos aunque algunos necesiten restauración. Pero rota la tradición,
difícil parece recuperarla. No es lugar aquí para valorar el estado de
las cosas en nuestro país, ni las razones que llevaron a ignorar este
patrimonio durante décadas así como los tímidos esfuerzos que se han
hecho en los últimos años pero quizás este tipo de proyectos haga
reflexionar a más de uno y sirvan de acicate para que aprendamos a
recuperar una tradición nosotros mismos que, salvo excepciones, hoy está
perdida.
Un Grande de España y sus agasajos al Rey
El Duque de Lerma, don Francisco Gómez de
Sandoval y Rojas, fue valido de Felipe III durante más de veinte años y
una figura con fama de despilfarrador e intrigante, entre otros adjetivos,
todos igual de edificantes. Sin embargo, fue un hombre apasionado por el
arte. En 1601 el Duque ordenó reconstruir su pueblo haciendo construir
iglesias, palacios y conventos dotándolos de organistas, cantores y
ministreles. También hizo ampliar y reformar la famosa Iglesia Colegial
de San Pedro en su Lerma natal.
El Duque fue anfitrión del rey en varas ocasiones organizando numerosos
espectáculos para él y su corte. La última ocasión y, según parece,
la más memorable tuvo lugar en Octubre de 1617. El rey y todo su séquito
fueron obsequiados con dos semanas de eventos que incluían comedias,
corridas de toros, fuegos artificiales y liturgias especiales. Uno de
tales eventos fue el Traslado del Santísimo Sacramento a la Iglesia
Colegial de San Pedro para su nueva consagración donde se cantaron las
Primeras Vísperas durante una misa pontifical. Al día siguiente, se
celebró una gran procesión que culminó con el canto del himno Pange
lingua gloriosi y el servicio de la Salve después de las Segundas Vísperas
donde se cantó, entre otros, el Salve Regina que representaba el
momento central de la liturgia.
No extraña que haya sido McCreesh el protagonista de resucitar esta ocasión
pues cuenta en su haber con varias reconstrucciones similares, todas
grabadas para ARCHIV. Basándose en manuscritos, inventarios del archivo
musical de la iglesia y crónicas de la corte, Paul McCreesh y su Gabrieli
Consort han recreado estas celebraciones en su contexto histórico, es
decir, en la propia Iglesia Colegial de San Pedro donde tuvo lugar la
grabación que ahora nos ocupa. Para más datos sobre la figura del Duque,
las fuentes, las corrientes interpretativas en los servicios religiosos de
la época y las obras elegidas, léase el extenso pero interesantísimo
artículo de Douglas Kirk incluido en el libreto del disco.
Música para el Duque de Lerma
Lo primero que sorprende es la variedad de obras y autores elegidos. El
doble disco comprende obras polifónicas corales además de un buen número
de antífonas, canto llano y piezas instrumentales. Tanta variedad que
puede restar homogeneidad al disco y hacerle caer en una cierta dispersión,
sirve para emular fielmente aquellos servicios religiosos que de haber
sido así, demostrarían la riqueza e importancia que se daba a la música
en las iglesias y catedrales españolas de la época*. Junto a
compositores de la categoría de Guerrero y Victoria, tenemos otros como
Alonso Lobo (no confundir con el portugués Duarte Lôbo), Mateo Romero,
Juan de Urreda, Philippe Rogier, etc.
Lugar de honor tendrían las obras para órgano
de Cabezón y de Juan de Urreda interpretadas en los dos órganos de San
Pedro de hermoso sonido, cálido y solemne a la vez, como se puede
apreciar en los fabordones Tono II de Cabezón. El disco también
recoge una de las tradiciones españolas más importantes de la época: el
alternatim, es decir, canto llano alternado con un instrumento o
grupo de instrumentos. En el caso de la obra de Cabezón, canto llano y órgano
interpretados alternativamente, seguido después por otra pieza de Rogier
que alterna canto llano con un intimista conjunto de violines a 5. Quizás
la obra instrumental más interesante sea los fabordones a6/a4, tono
VIII de Guerrero para cornetas tapadas, bajoncillos españoles
(especialmente construidos para la grabación), bajones y flautas dulces.
También destacaremos en el apartado
instrumental las piezas de Rogier, Lobo y Urreda que conforman “La
Procesión” y que suponen una bella muestra de la riqueza instrumental y
sonora de los famosos ministreles españoles (conjunto de instrumentistas
de viento formado por cornetas, sacabuches, chirimías, bajones y flautas
dulces). Sin olvidar las breves piezas para arpa española doble
interpretada con gusto y delicadeza por Siobhan Armstrong.
Además de varios motetes y el ya mencionado himno Pange Lingua,
hay dos composiciones de Tomás Luis de Victoria que brillan con luz
propia y que vienen a ser la parte central de cada uno de los servicios:
el Salve Regina a 8 y el Magnificat a 12, tono VI .
Sin querer entrar en demasiados detalles, existen varias corrientes
interpretativas en cuanto a música polifónica renacentista y de todas
tenemos muestras en los diferentes conjuntos especializados que la cantan.
Desde la más tradicional con coro de hombres y niños pasando por
coros mixtos de mujeres y hombres hasta coros formados únicamente por
hombres con contratenores o falsetistas tomando las voces tiple como
es el caso del Gabrieli Consort. Para esta grabación, 4 falsetistas, 3
tenores, 2 barítonos y 4 bajos, uno de ellos el lector o celebrante. También
suele variar el número de voces que puede ir desde un nutrido número de
coristas hasta una sola voz por parte.
Además, unos conjuntos cantan a capella
mientras que otros deciden doblar las voces con instrumentos como se
supone era costumbre entonces. Los instrumentos elegidos pueden variar
también proporcionando un color y una atmósfera diferentes. Unas
versiones pueden buscar una mayor autenticidad, ser más o menos solemnes,
devocionales, íntimas o contemplativas. La elección final dependerá
como siempre del criterio del director, muchos de los cuales han
investigado por su cuenta las fuentes originales y su adaptación a los
medios vocales y recursos interpretativos actuales.
Por ejemplo, se cree que el Salve Regina a 8 era interpretado en el
Convento de las Descalzas Reales de Madrid en tiempos de Victoria con
acompañamiento de órgano en el coro I y bajón doblando los bajos en el
coro II, como en la versión de Bruno Turner y Pro Cantione Antiqua (PCA).
McCreesh, sin embargo, hace acompañar al coro I de 2 cornetas, 2
sacabuches, órgano y arpa y al coro II de 2 bajoncillos, 2 bajones, órgano
y arpa. La diferencia entre ambas versiones es, como se puede suponer,
enorme aunque ambas agrupaciones estén formadas por voces masculinas. Si
además cogemos la versión de Jordi Savall y su Capella Reial de
Catalunya nos encontramos con voces femeninas y masculinas y un rico
acompañamiento que, como no, incluye conjunto de violas además de
cornetas, trombones y órgano. ¿Qué versión es la mejor? Difícil
respuesta, es más, se podría decir que “la pregunta no ha lugar”.
La de PCA es una versión más atenta al
texto que favorece el protagonismo de las voces individualmente, cada
parte se proyecta con mayor claridad aunque por momentos deja traslucir
cierta tosquedad. La versión se inclina por la austeridad normalmente
asociada con Victoria pero con toques de pasión o fervor religioso, según
se prefiera. El acompañamiento es discreto y no interfiere con las
amplias líneas de Victoria. La de Savall es más intimista, más cálida,
no sólo por las voces femeninas y las violas sino por la suave forma de
terminar las frases que tiene Savall. En conjunto, resulta más terrenal y
el acompañamiento aún siendo nutrido, no molesta. Sin embargo, hay
cierta rigidez en el registro alto que le resta belleza.
La versión de McCreesh es la más
brillante de todas, las más pulida, con un sonido mucho más perfecto que
las anteriores; se favorece el conjunto más que el protagonismo de cada
parte y el despliegue de instrumentos, no siempre bien equilibrados,
transforma el espíritu de la obra especialmente al final, a partir de
“O Clemens” donde la interpretación gana en intensidad. Al contrario
que Savall, y en menor medida que Turner, McCreesh subordina la expresión
a la técnica constructiva de Victoria. Así todo resulta una versión que
sabe ser contemplativa y ceremoniosa.
El Magnificat a 12 recibe una interpretación luminosa con un
registro alto bien proyectado y de gran belleza así como un tempo más
vivo. El acompañamiento está limitado a un instrumento por coro: órgano
1 & 2 y arpa lo cual redunda en un mayor protagonismo de las voces. El
Gabrieli Consort consigue una versión rica, de amplias líneas y
contrastada, más propia de una catedral que de una pequeña iglesia de
pueblo. El final es poderoso con un "Amén" resonante
majestuosamente respondido por el órgano que cierra la parte.
Seguidamente y en estimulante contraste, escuchamos el tierno y cálido O
quam suavis est, Domine a 6 de Alonso Lobo dulcemente acompañado por
el arpa. Estamos ante una música de indescriptible belleza contemplativa
capaz de crear un atmósfera de absoluto recogimiento.
En definitiva, todo un acontecimiento discográfico en el campo de la
polifonía que nadie medianamente interesado en ella debiera dejar
escapar. La presentación es de auténtico lujo con un cuidado libreto de
más de ochenta páginas y una excelente reproducción del imponente
retrato ecuestre del Duque de Lerma de Rubens (Museo del Prado, Madrid)
con detalle interior del rostro en el que se puede apreciar la al mismo
tiempo noble y sagaz mirada del Duque. Muy recomendable.
MÚSICA PARA EL DUQUE DE LERMA: obras de
Cabezón, Guerrero, Lobo, Rogier, Romero, Urreda, Victoria, etc. Gabrieli
Consort & Players. Paul McCreesh, director.
ARCHIV PRODUKTION 471 694-2. 2 CDs.
*Un clásico
sobre el tema es el estudio de Robert Stevenson titulado La Música en
las catedrales españolas del Siglo de Oro publicado en castellano por
Alianza Editorial en su colección Alianza Música.
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