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EL TURCO EN OVIEDO
Oviedo, Teatro Campoamor, 12 de
octubre de 2002. Rossini: Il Turco in Italia.
A. Blancas, I. Adrazakov, B. Praticó, J.J. Lopera, J.J. Frontal, J.M.
Zapata, S. Santiago. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (OSCO). Coro de
la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera. Dir. musical: Alberto
Zedda. Dir. escénica: Pier Luigi Pizzi
Las representaciones de Il Turco in Italia que se dieron en el
Campoamor estuvieron marcadas por el fallecimiento de la soprano Ángeles
Gulín, madre de la cantante que asumía el rol protagonista en la obra,
Ángeles Blancas. En la segunda función (el 10 de octubre), se anunció
en el teatro la muerte de Gulín, que tantas veces había actuado en el
coliseo ovetense y a la que los aficionados recuerdan con gran cariño. En
la función de ese mismo día, la Blancas fue sustituida por María José
Moreno. Para la tercera representación, del 12 de octubre (la que me tocó
presenciar), había la duda de si también sería sustituida... pero no
fue así: cantó Ángeles Blancas.
Antes de comenzar la función, la megafonía del teatro anunció que
"a pesar de padecer una afección catarral [sic] la señora Ángeles
Blancas cantará esta función". No decían nada de que su madre
hubiera muerto tres días antes, aunque el público ya lo sabía.
Su cavatina de entrada, "Non si dà follia maggiore" dejó algo
que desear, efectivamente se le notaba la voz "griposa" aunque
el público la premió con un aplauso comedido, se supone que por cariño
hacia la cantante y teniendo en cuenta su situación personal. Pero a
partir, aproximadamente, de la mitad del acto 1, la Blancas ya cantaba con
la voz plenamente entonada, y su Fiorilla fue de gran calidad.
Así siguió en el segundo acto, pero lo memorable de la noche estaba aún
por llegar. Ya cerca del final, cantó el aria "Qual colpo!" con
un dramatismo y una desolación que se salían de lo conocido; aunque sea
el momento más dramático de la obra (la esposa que cree que su marido la
ha repudiado para siempre, debido a sus infidelidades), no deja por ello
toda la obra de estar llena del toque "ligero" y frívolo típico
de Rossini. Esta aria sí fue premiada con una cerrada ovación y gritos
de "brava". Y, cuando poco después, Ángeles Blancas sale a
saludar al terminar la ópera, mientras el público la aclama, ella hunde
la cabeza entre sus manos: está llorando. Entonces pudo verse cuál era
en realidad su estado emocional, y pudo comprobar el público la enorme
profesionalidad de una artista que en semejante situación puede
interpetar a una mujer frívola y coqueta, que aparece ante el público
(en esta escenografía, se entiende) en ropa interior durante su primera
escena.
Al lado de lo que supuso encontrarse con un acontecimiento como este,
parecería que el resto de la interpretación quedara en segundo plano.
Pero es obligado mencionar también algunos otros nombres. Del resto del
reparto destacó sobre todos el Poeta que cantó José Julián Frontal,
todo un descubrimiento de un cantante magnífico de voz y excepcional de
presencia escénica, aunque en este aspecto todo el reparto estuvo muy
bien. El Selim que cantó Ildar Abdrazakov estuvo bien, aunque podría
esperarse más de un papel de esa importancia y en general fue demasiado
"serio". Bien Susana Santiago como Zaida (un papel al que nunca
se le da la importancia que merece) y el Albazar de José Manuel Zapata, y
lo menos bueno desde el punto de vista vocal fueron el Geronio de Bruno
Praticó y el Narciso de Juan José Lopera, ambos solamente discretos
aunque el segundo se redimió en su aria del acto 2, "Tu seconda il
mio disegno". En todo caso, la excelencia de la interpretación escénica
de todos ellos hizo que se les perdonara con creces cualquier limitación
vocal.
Los conjuntos estuvieron a buen nivel, tanto el coro como la Orquesta Sinfónica
Ciudad de Oviedo (OSCO), a la que únicamente se podría reprochar una
obertura poco cuidada, con desafinaciones en los metales; en el resto, el
maestro Alberto Zedda volvió a demostrar su profundo conocimiento de
Rossini. La obra se presentó con algunos cortes, por ejemplo la escena en
que Zaida lee la buenaventura a Geronio y le dice que pertenece "al
signo del carnero".
La dirección de escena, a cargo de Pier Luigi Pizzi, fue muy típica del
Rossini que se hace hoy: el frívolo argumento era trasladado a la
"Belle Époque", con señores vistiendo trajes de colores
vistosos con corbata y bombín, y escenarios que se desplazaban llevándose
a los personajes de una escena e introduciendo a los de la siguiente, lo
que reforzaba la imagen de fivolidad de la trama. Dentro de una decoración
en general austera, los diferentes escenarios eran sugeridos con la
proyección de fotografías en blanco y negro sobre el fondo.
En cuanto a los personajes, como se ha apuntado antes, todos respondían
perfectamente al concepto que se pretendía para la obra: el Poeta era un
cínico en la línea de Oscar Wilde, Geronio era un marido increíblemente
obeso, que hace parecer "lógicas" las infidelidades de su
hermosa mujer; Narciso, un mequetrefe oportunista; Selim tenía la
majestad de un príncipe y no es extraño que despertara el interés de
Fiorilla... en conjunto, la obra funcionó escénicamente y levantó las
risas del público en varias ocasiones, que era de lo que se trataba,
aunque su protagonista por dentro estuviese llorando.
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