"TOSCA" EN OVIEDO
Oviedo, Teatro Campoamor. 20 de
septiembre de 2002. Puccini: Tosca.
O. Romanko, W. Fraccaro, F. Grundheber, S. Orfila, M. Moncloa, E. Sánchez,
M. García Gutiérrez, M.J. Iglesias. Orquesta Sinfónica del Principado
de Asturias (OSPA), Coro y Coro Infantil de la Asociación Asturiana de
Amigos de la Ópera, Dir. musical: S. Ranzani. Dir. de escena: F. López.
La
temporada operística asturiana se inauguró por todo lo alto con uno de
los títulos emblemáticos del repertorio, la Tosca de Puccini,
cuya primera función se dio el mismo día que se cumplían 25 años de la
muerte de la más famosa intérprete del papel titular, María Callas, lo
que se podía interpretar como un homenaje a "La Divina".
El acontecimiento era de los que merecía "echar la casa por la
ventana", incluso a pesar de los recortes de presupuesto que ha
sufrido la Temporada de Ópera de Oviedo, que este año se ha visto
reducida a sólo cuatro títulos, y puede decirse que, a pesar de que como
siempre hubiera sus más y sus menos, en conjunto esta producción de Tosca
fue digna de la ocasión que celebraba.
En primer lugar hay que destacar a la protagonista, la soprano rusa Olga
Romanko, poseedora de un gran caudal de voz y que realizó una
interpretación en general más inclinada hacia lo dramático que a lo lírico
(sobre todo en sus celos en el primer acto), aunque también supo darnos
un exquisito "Vissi d'arte" que arrancó una merecida ovación
del público. Escénicamente se le podría reprochar quizás cierto
histrionismo propio de las "primadonnas" de antes, pero es un
defecto muy menor, y puede decirse que estuvo a la altura requerida.
A menor nivel estuvo el tenor Walter Fraccaro como Cavaradossi, una
muestra de lo difícil que es encontrar actualmente buenas voces de tenor,
aunque el timbre es bello y el fraseo no carece de elegancia, está
siempre escaso de "fuelle", en las frases la voz se le termina
demasiado pronto, y debe recurrir a trucos de todo tipo. Añádase que escénicamente
es lo más parecido que se pueda encontrar a un saco de patatas. Si su
"Recondita armonia" levantó aplausos muy moderados, un agudo
mal dado en el "E lucevan le stelle" fue contestado por el público
con absoluta frialdad. En conjunto, puede decirse que, al menos, cumplió.
Escénicamente el mejor fue el veterano Franz Grundheber como Scarpia, a
pesar de que vocalmente se le notaba mermado (se anunció antes del
segundo acto que padecía una afección bronquial, pero que seguiría
cantando la función pese a hallarse indispuesto). Su Scarpia es malvado,
por supuesto, pero refinado y señorial, tiene "clase", no es
zafio y vulgar como tantas veces se nos muestra (por algo es un barón, no
es un esbirro cualquiera como Spoletta o Sciarrone). Correctos los
secundarios, entre ellos Marco Moncloa en el doble papel de un
cantinflesco Sacristán y de Sciarrone, y lo mismo se puede decir de los
dos coros empleados. La OSPA estuvo a una altura superior a su nivel
habitual, como suele ocurrir en las inauguraciones de temporada, y la
dirección de Stefano Ranzani soprendió agradablemente por captar tan
bien el colorido orquestal de la obra, y tuvo un punto de efectismo que
tampoco le venía mal.
La puesta en escena, como también es lo habitual en Oviedo, fue muy
modesta y en realidad se trataba de un reciclaje de la producción que se
pudo ver en el Campoamor en 1995. Hubo algún detalle discutible (¿cómo
puede escapar Angelotti arrastrando una capa tan pesada?); sin embargo,
visualmente tuvo cierta belleza, sirvió bien al argumento y tuvo momentos
muy logrados (como la aparición de Scarpia en el acto 1 que causa una
"conmoción" entre los presentes). En resumen, como se ha dicho,
una producción digna de la ocasión y que en general dejó satisfecho al
público.