Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

"TOSCA" EN OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

Oviedo, Teatro Campoamor. 20 de septiembre de 2002. Puccini: Tosca.
O. Romanko, W. Fraccaro, F. Grundheber, S. Orfila, M. Moncloa, E. Sánchez, M. García Gutiérrez, M.J. Iglesias. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro y Coro Infantil de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera, Dir. musical: S. Ranzani. Dir. de escena: F. López.

La temporada operística asturiana se inauguró por todo lo alto con uno de los títulos emblemáticos del repertorio, la Tosca de Puccini, cuya primera función se dio el mismo día que se cumplían 25 años de la muerte de la más famosa intérprete del papel titular, María Callas, lo que se podía interpretar como un homenaje a "La Divina".

El acontecimiento era de los que merecía "echar la casa por la ventana", incluso a pesar de los recortes de presupuesto que ha sufrido la Temporada de Ópera de Oviedo, que este año se ha visto reducida a sólo cuatro títulos, y puede decirse que, a pesar de que como siempre hubiera sus más y sus menos, en conjunto esta producción de Tosca fue digna de la ocasión que celebraba.

En primer lugar hay que destacar a la protagonista, la soprano rusa Olga Romanko, poseedora de un gran caudal de voz y que realizó una interpretación en general más inclinada hacia lo dramático que a lo lírico (sobre todo en sus celos en el primer acto), aunque también supo darnos un exquisito "Vissi d'arte" que arrancó una merecida ovación del público. Escénicamente se le podría reprochar quizás cierto histrionismo propio de las "primadonnas" de antes, pero es un defecto muy menor, y puede decirse que estuvo a la altura requerida.

A menor nivel estuvo el tenor Walter Fraccaro como Cavaradossi, una muestra de lo difícil que es encontrar actualmente buenas voces de tenor, aunque el timbre es bello y el fraseo no carece de elegancia, está siempre escaso de "fuelle", en las frases la voz se le termina demasiado pronto, y debe recurrir a trucos de todo tipo. Añádase que escénicamente es lo más parecido que se pueda encontrar a un saco de patatas. Si su "Recondita armonia" levantó aplausos muy moderados, un agudo mal dado en el "E lucevan le stelle" fue contestado por el público con absoluta frialdad. En conjunto, puede decirse que, al menos, cumplió.

Escénicamente el mejor fue el veterano Franz Grundheber como Scarpia, a pesar de que vocalmente se le notaba mermado (se anunció antes del segundo acto que padecía una afección bronquial, pero que seguiría cantando la función pese a hallarse indispuesto). Su Scarpia es malvado, por supuesto, pero refinado y señorial, tiene "clase", no es zafio y vulgar como tantas veces se nos muestra (por algo es un barón, no es un esbirro cualquiera como Spoletta o Sciarrone). Correctos los secundarios, entre ellos Marco Moncloa en el doble papel de un cantinflesco Sacristán y de Sciarrone, y lo mismo se puede decir de los dos coros empleados. La OSPA estuvo a una altura superior a su nivel habitual, como suele ocurrir en las inauguraciones de temporada, y la dirección de Stefano Ranzani soprendió agradablemente por captar tan bien el colorido orquestal de la obra, y tuvo un punto de efectismo que tampoco le venía mal.

La puesta en escena, como también es lo habitual en Oviedo, fue muy modesta y en realidad se trataba de un reciclaje de la producción que se pudo ver en el Campoamor en 1995. Hubo algún detalle discutible (¿cómo puede escapar Angelotti arrastrando una capa tan pesada?); sin embargo, visualmente tuvo cierta belleza, sirvió bien al argumento y tuvo momentos muy logrados (como la aparición de Scarpia en el acto 1 que causa una "conmoción" entre los presentes). En resumen, como se ha dicho, una producción digna de la ocasión y que en general dejó satisfecho al público.