Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


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La sección del apócrifo: ¿Fortuna o dinero?

Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.


En ocasiones no se sabe bien el porqué de algunos éxitos y el estrepitoso ridículo de los fracasos. Buscar el genio del éxito o el culpable del fracaso es difícil aunque siempre se puede decir que los recursos utilizados y la opinión del público son los dos factores que determinan el futuro de una composición.

Recuerdo cuando leí el Conde Lucanor y me maravilló las historias que en él se relataban, en concreto una que trataba sobre una apuesta entre don Dinero y doña Fortuna. La apuesta consistía en decidir cuál de los dos podía ser más decisivo en la vida de un hombre. Finalmente, la que se llevaba el gato al agua era la fortuna.

En la vida de una composición musical pasa algo parecido, por lo menos en algunos casos. Me refiero a esos casos en los que se invierte una cantidad considerable de dinero y luego el resultado es un desastre. Muchas veces no es que sea un desastre, pero quizás se esperaba mucho más de lo que se consigue finalmente.

Por el contrario, las discográficas tienen a veces la suerte de grabar un disco con un autor totalmente desconocido que sin embargo consigue arrasar en las listas de ventas con un trabajo que ha costado muy poco en comparación con lo que cuesta grabar un disco con un artista más consagrado.

Es a eso a lo que me refiero, la fortuna de hacer una composición de la gente no tiene que ver nada con los recursos que cuente el compositor. Por ejemplo, si yo me firmara un contrato multimillonario con alguna discográfica, me enseñaran todo lo que no sé de música (es decir, todo todito todo) y esperaran a que hiciera un composición de éxito yo diría que se han vuelto totalmente locos. Y encima seguro que el único instrumento que podría dominar sería el tambor. Siendo optimistas, claro esta.

Sin embargo, un joven compositor que esta sentado en una cafetería de cualquier ciudad, siente el pinchazo de la inspiración y comienza a escribir en una servilleta el boceto de lo que él no sabe que será una canción tarareada por millones de personas en todo el mundo. Bueno, por millones de personas entre las que no estaría yo, tengan en cuenta que yo y mi tambor seriamos su competencia (por decir algo).

Es posible que la discográfica consiguiera colocar mi canción en todas las emisoras del país y que no pudieras salir a la calle sin oírla por todas partes. Sin embargo, el joven compositor de la cafetería a grabado su canción en una cinta usando una simple grabadora de bolsillo. Esa cinta comienza a pasar de mano en mano hasta que llega a una discográfica modesta que ayuda a los nuevos talentos.

Sin anuncios en televisión, sin campaña publicitaria, sin apenas apoyo de los medios la canción de la cafetería utiliza el medio de transmisión del "boca a boca" para abrirse paso entre la gente. Al principio la mayoría de las copias son piratas porque los originales, aunque baratos, son difíciles de encontrar porque se han hecho pocas copias de la primera tirada. A pesar de eso la canción se escucha cada vez más y más.

En conclusión, teniendo el dinero de mi lado no conseguí tener éxito en la música, tuve que vender mi tambor y dedicarme a otra cosa. Sin embargo, aquel joven músico que escribió una canción en la servilleta de una cafetería vende discos como rosquillas y es un compositor de éxito internacional. Una vez más pudo la fortuna con el dinero.

Como aclaración he de decir que en lugar de fortuna debería referirme a inspiración o brillantez. Es injusto adjudicar a la fortuna algo que es fruto de muchos años de estudio y sacrificio. Pero de todas formas se ha de reconocer que es necesario un poco de fortuna o inspiración para conseguir encontrar una composición de éxito. Dejémoslo en mitad y mitad.