Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

BODAS DE SANGRE: DEL TEATRO A LA ÓPERA

Por María del Mar Gallego García. Profesora de Lengua Extranjera.


Lorca

Giraba,
giraba la rueda
y el agua pasaba,
porque llega la boda,
que se aparten las ramas
y la luna se adorne
por su blanca baranda.
¡Pon los manteles!
Cantaban,
cantaban los novios
y el agua pasaba,
porque llega la boda,
que relumbre la escarcha
y se llenen de miel
las almendras amargas.

Se preparan las mesas, la luna se adorna, cantan los novios porque la boda llega... Boda marcada por la tragedia, donde los personajes no pueden evadir al yugo de la tradición... Me refiero a la universal obra del ilustre Federico García Lorca, cuyo drama escrito en tres actos traspasa las bambalinas del teatro para refugiarse en libretos de óperas y danzas de ballets.

Lorca, poeta y dramaturgo granadino nacido  en 1898, es uno de los escritores españoles más famosos del siglo XX. Nació en Fuente Vaqueros, en el seno de una familia de posición económica desahogada, estudió bachillerato y música en su ciudad natal y, entre 1919 y 1928, vivió en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, un centro importante de intercambios culturales donde se hizo amigo del pintor Salvador Dalí, del cineasta Luis Buñuel y del también poeta Rafael Alberti, entre otros, a quienes cautivó con sus múltiples talentos. Viajó a Nueva York y Cuba en 1929-30. Volvió a España y escribió obras teatrales que le hicieron muy famoso. Fue director del teatro universitario La Barraca, conferenciante, compositor de canciones y tuvo mucho éxito en Argentina y Uruguay, países a los que viajó en 1933-34. Su ideología antifascista y su fama le convirtieron en una víctima fatal de la Guerra Civil española, en Granada, donde le fusilaron. 

Una de sus obras, en la que se inspiran muchos artistas para crear sus ballets y composiciones operísticas es Bodas de Sangre, escrita en 1932, drama en tres actos donde la fatalidad aboca a sus protagonistas a ver su amor teñido de sangre. Se trata de una tragedia que se intuye desde la primera escena, el dolor de una madre que ha perdido el marido y a un hijo y que teme perder al otro. Teme a la soledad y odia a muerte a los Félix, asesinos de sus hombres. Pero el azar hará que su último hijo se enamore de una joven de buena familia, con tierras, pero que tiempo atrás había tenido relaciones con un joven de la familia de los Félix, Leonardo, ahora casado. El novio no hace caso de los rumores y conciertan las Bodas. La pasión de la novia hacia Leonardo, hacen que huya con él después de la boda. El novio cerca a la pareja en el bosque. Cuando se encuentran, el desenlace es fatídico, ambos mueren. Mientras trasladan los cuerpos de los hombres, las mujeres lloran a sus muertos.

           En el artículo de este mes, quiero partir del mundo de García Lorca, que supone una capacidad creativa, poder de síntesis y facultad natural para captar, expresar y combinar la mayor suma de resonancias poéticas, sin esfuerzo aparente, y llegar a la perfección, no como resultado de una técnica conseguida con esfuerzo, sino casi espontánea, donde la variedad de formas y tonalidad resulta deslumbrante, con el amor, presentado en un sentido cósmico, la esterilidad, la infancia y la muerte como motivos fundamentales... para trasladar dicha obra no sólo al teatro sino a la ópera. 

En teatro destacar el montaje de Rahim Burhan, que se apoya en una poética de imágenes y de sombras y en la expresividad del gesto; en la radicalidad del dolor, el resentimiento, el amor, la pasión y la muerte. Empieza la función con la obertura de Carmen, de Bizet, mientras dos personajes azuzan dos gallos de pelea y la novia asiste temerosa, con una gallina en las manos, a la amenaza del odio y de los celos. Esta música, y la violenta danza que la sigue, es la única concesión al lorquismo y la españolidad de Bodas de Sangre, que no es otra cosa que el AMOR y la MUERTE unidos en un destino de consecuencias fatales y eso es lo que consigue transmitir el Ballet Flamenco "Esencias Andaluzas" en su espectáculo. La obra está cargada de colorido y movimiento, no faltan en ella momentos de alegría y fiesta en una aparente boda en la que se brinda, se baila y se canta por Tangos y Bulerías. En el mercado se compra y se vende a compás de unas alegrías en las que el bullicio es el propio de los mercados andaluces, pero el trágico desenlace se hace patente.

   
Juan José Castro

Traspasando las bambalinas, como comenzábamos este artículo, hasta sumergirse en el plano musical operístico, señalar al compositor argentino de Juan José Castro, autor de la ópera Bodas de Sangre. Castro fue uno de los músicos argentinos, nacido en Avellaneda (Buenos Aires) en 1895,  de mayor prestigio de la primera mitad del siglo, compositor, director de orquesta, violinista y  pianista. Su talento y profesionalidad le permitieron ocupar el podio de las principales orquestas del mundo y despertar, con sus creaciones, la admiración de renombres como Stravinsky y Honegger... Su formación, llevada a cabo en Buenos Aires y en Europa, lo guió por el camino del nacionalismo de tipo romántico y las tendencias propias de la Schola Cantorum parisina. Pero en 1929, junto a su hermano mayor José María (1892-1964), Juan Carlos Paz, Gilardo Gilardi y Jacobo Ficher, creó el Grupo Renovación y con ello se abría paso hacia expresiones de vanguardia desconocidas por esa época en Argentina. 

Su progenitor ocupaba el puesto de violoncelista en las orquestas de los teatros Colón y Opera. Como era un compañero casi inseparable de sus hijos, resulta obvio que reconociera y fomentara el talento particular de cada uno de ellos. Según Raquel Aguirre de Castro (1909), segunda esposa del compositor, "apenas Juan José cumplió doce años, su padre empezó a llevarlo al teatro para que se acostumbrara a ese ambiente". 

Dentro de dicho marco sinfónico - popular iluminado por los reflectores de las grandes salas de teatro, Juan José encontró el estímulo para iniciar sus estudios regulares junto a Manuel Posadas (violín), Eduardo Fornarini y Constantino Gaito (composición). Su carrera fue rápidamente en ascenso. Ya en 1914 la Sociedad Argentina de Música de Cámara le había estrenado su Sonata para violín y piano (1914) y en 1917 la Asociación Wagneriana su Pieza sinfónica para violín, clarinete y piano (1916). En 1916 se había hecho acreedor al Gran Premio Europa, instituido por el Congreso de la Nación (1896) para el perfeccionamiento de estudios musicales. Pero como este premio nunca llegó a hacerse efectivo, en 1920 viajó por sus propios medios a París para cursar composición con Vincent D'Indy y piano con Eduardo Risler.  Habiendo ingresado en la Schola Cantorum sin el apoyo económico que le correspondía por la beca, debió ganarse la vida dirigiendo orquestas. Eran tiempos en los que alternaba su necesidad de ganarse un sueldo, con la de ejecutar junto a Risler la versión para dos pianos del Concierto op 79 de Weber (1921) o la de realizar giras de conciertos como la que llevó a cabo por España acompañando al violinista Manuel Quiroga (1924).  

Sus obras fueron estrenadas en Europa por intérpretes de la talla de Ricardo Viñes, entre otros. Y aunque Castro permaneció en Francia hasta 1925, nunca perdió contacto con la Argentina, en donde se sabía de su progreso especialmente a través de partituras tales como la del Poema Sinfónico En el jardín de los muertos (París, 1923), que obtuvo el Premio de la Asociación del Profesorado Orquestal (APO), en 1924. 

Cuando regresó a Buenos Aires, fundó la Sociedad del Cuarteto (1925) y la Orquesta de Cámara Renacimiento (1928). Ocupó el podio de las orquestas Estable del Teatro Colón (1929-1943), Filarmónica de la APO (1930-1931), Asociación Sinfónica (1931), Asociación Filarmónica (1939-1948)... Pero de todas las iniciativas en las que participó durante este período, la que mayor repercusión histórica alcanzó dentro de su país fue, sin lugar a dudas, la creación del Grupo Renovación (1929). Este hecho marcó un hito particular porque cambió el rumbo planteado por el bloque numeroso y compacto de la generación anterior a la de Juan José Castro. La de sus maestros, nacidos en la década de los 80, que habían dominando durante un cuarto de siglo el movimiento de su arte en todos los campos sobre la base de las enseñanzas de la Schola Cantorum parisina, la impronta de Debussy, el elemento formal germánico o el influjo operístico italiano (Puccini principalmente). Técnicas que trataron de amalgamar con un nacionalismo ideológicamente fuerte, que alcanzó manifestaciones musicales de singular relevancia. 

Castro compartió con el Grupo Renovación la necesidad de abrirse hacia una nueva tendencia, hacia una línea distinta que quiso oponerse, en cierta manera, a aquello con lo cual convivía y que había heredado. Su generación, la del 90, conformó un grupo heterogéneo que halló sus puntos de referencia en Stravinsky, Ravel, Honegger, Schoenberg y Bartok. 

Este músico argentino, no solamente sobresalió como violinista y director de orquesta, sino que fue autor de numerosas obras (como hemos mencionado) de estilo neoclásico, destacando también como violonchelista; moriría el 3 de septiembre de 1968.  Para Juan José Castro "trabajar por la música es hacer obra útil". Esto no sólo se manifestó en su actividad pública sino también en la de creador. Su producción comprende desde las obras destinadas al género lírico, al ballet, a la música incidental para el teatro y el cine, hasta la orquesta, los conjuntos de cámara, las canciones y las partituras para instrumentos solistas. En la misma se pueden distinguir varias tendencias: la argentinista, la de inspiración hispánica, como las obras con texto de García Lorca (donde se engloba Bodas de Sangre escrita en 1952, ópera de tres actos de la que hablamos en este artículo, que tiene una formación: 3.3.3.3 - 4.3.3.1; timbal, percusión, glockenspiel, vibráfono, xilófono, celesta, arpa, cuerdas.  Su estreno en Buenos Aires fue el 9 de agosto de 1956, en el Teatro Colón y la universal, próxima a los lineamientos trazados por la Escuela de Viena.

A lo largo de la historia, Juan José Castro no ha sido el único músico que compone una libreto operístico a partir del drama “Bodas de Sangre” de García Lorca. Ejemplos de esta influencia son el músico vasco José Luis Iturralde, el francés Charles Chaynes y el compositor húngaro Sándor Szokolay.

         Charles Chaynes, compositor francés nacido el 11 de julio de 1925 en Toulouse, tuvo como base de su cuna la música, puesto que sus padres sentían afición por ésta. En el Conservatorio de Toulouse inició sus estudios, que más tarde desembocaría en el Conservatorio Superior Nacional de París: violín, armonía, fuga (fuga), composición, siendo Primer premio de todas estas disciplinas (Primer Gran Premio de Roma en 1951). Otros premios que obtiene por su genialidad son: en 1955, Gran Premio Musical de la Ciudad de París; en 1960, premio del Príncipe Rainiero de Mónaco de competencia musical.  Destaca igualmente en: 1965, director del canal musical de Francia en el ORTF (hasta 1975); en 1975, líder del Servicio de la Creación Musical en Rancia radio (hasta  1990); Premiado por la UNESCO; Gran Premio del Disco de la Academia Carlos Cros (por su ópera Erzsebet); en 1989, Gran Premio del Disco de la Academia Carlos Cros, Música del SACD (por sus Uniones matrimoniales de Ópera de Sangre).

 “ … Su  técnica de escritura está  marcada por una independencia profunda. La búsqueda de tonos, las combinaciones, ...,  es un constante en su producción. Él entendió el sentido de las búsquedas durante su tiempo, contribuyendo con una invención profunda...”, comenta Claudio Rostand (Diccionario de la música contemporánea).

Otro músico que quedó influenciado por la temática lorquiana, es el compositor húngaro Sándor Szokolay (1.931), que estudió en la Academia de Budapest, de la que posteriormente sería profesor, y trabajó para la radio de Hungría.  Sus composiciones (como es el caso de la Ópera Bodas de Sangre, 1.962-4)  tienen reminiscencias de modelos pre-clásicos, que logran un aire de deleite puro en las capacidades expresivas de la música.

Pero la repercusión de la obra del genial literato granadino, no sólo alcanza al mundo musical, sino al del baile. Entre otros, destacar la versión de “Bodas de Sangre” de Antonio Gades, o la de Cristina Hoyos, que declaró en su día: “... quería ponerme una bata de cola, quería hacer Carmen o Bodas de Sangre o la Hija de Bernarda Alba, no sé quería hacer Cristina Hoyos, bailando con sus sentimientos, con sus raíces andaluzas, sevillanas...”.

Como hemos podido comprobar por este breve viaje por el mundo del arte teatral, del mundo del baile y musical, el influjo lorquiano ha sabido navegar a través del tiempo, por su temática de símbolos o personajes fantásticos como la muerte y la Luna, lírico, en ocasiones, con un sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida.