Sergiu
Celibidache (1912-1996) ha sido uno de los más admirados directores de
orquesta. Su rotunda negativa a grabar discos y a convertir la música en
un fenómeno comercial, desmentida no tanto por el registro de algunos
DVDs en los últimos años de su vida como por las altísimas tarifas que
cobraba a la hora de permitir la retrasmisión radiofónica de sus
actuaciones, le transformaron en un verdadero mito viviente. Cada
concierto suyo se convertía en un acontecimiento, y los que teníamos de
tarde en tarde la oportunidad de escucharle salíamos maravillados ante el
talento creativo desplegado. Sus personalísimas y polémicas opiniones,
que lanzaba en sus esperadas alocuciones en público, contribuían a
alimentar la leyenda. Tras su muerte comenzaron a finalmente a aparecer
numerosas grabaciones en los sellos EMI y DG que venían a sustituir a las
antiguas piratadas de
deficiente sonido. Y entonces se alteró un tanto nuestra percepción.
Algunas
cosas
quedaron claras. Por ejemplo, que se dio una evidente evolución en la
batuta desde una relativa ortodoxia hasta un estilo personalísimo que se
percibe, sobre todo, a partir de la mitad de los ochenta, es decir, en su
etapa al frente de la Filarmónica de Munich; la adopción de unos tempi
lentísimos sería quizá su rasgo más perceptible. Al mismo tiempo, se
puso en evidencia que junto a interpretaciones heterodoxas pero de
absoluta genialidad (Tchaikovsky, Bruckner, Debussy) ofrecía algunas de
mucho menor interés (su Beethoven, sin ir más lejos) en las que las
excentricidades del maestro no iban parejas de un concepto interpretativo
convincente. Aun así, se trató sin duda de uno de los grandes.
De
su faceta compositiva -como de la de un Markevich o un Klemperer- apenas
teníamos noticia. Por eso recibimos con alegría este último lanzamiento
de la colección Celibidache de
DG (integrada en su mayor parte por registros al frente de la Sinfónica
de la Radio de Stuttgart). Se trata, paradójicamente, de una grabación
de estudio que en su momento apareció en elepé y que, como se nos cuenta
en la carpetilla de esta reedición en compacto, estaba destinada a
recaudar fondos para UNICEF, pues precisamente la obra en cuestión está
elaborada con el mundo de la infancia en mente.
Der
Taschengarten (algo así como "El jardín de bolsillo") es
el título de esta simpática página de tres cuartos de hora de duración,
integrada por trece piezas de carácter más o menos programático que
hacen referencia al mundo de la naturaleza visto desde los ojos de un niño.
Como era de esperar, no se trata de una creación de gran relevancia, pero
queda bien reflejada la personalidad de su creador: extraordinario sentido
del color, lucidez para la arquitectura, un finísimo sentido del humor y
un lirismo contenido pero sincero. Estilísticamente las cosas están
claras: aquí están buena parte de los compositores que más admiraba y
mejor interpretaba, esto es, Debussy, Ravel, Milhaud y Prokofiev, entre
otros.
La
inspiración, insistimos, no es muy elevada, pero la escritura es sólida
e ingeniosa y la obra se escucha con gran placer si se es amante de la música
francesa del primer tercio del siglo XX (como señalamos, su principal
fuente de inspiración). Ni que decir tiene que la interpretación alcanza
una gran altura, a pesar de la relativa calidad de la orquesta. Sólo un
reparo: para tratarse de un registro de estudio realizado en 1979, el
sonido deja que bastante desear. Aun así, recomendable.
Celibidache: Der
Taschengarten.
Orquesta Sinfónica
de la Radio de Stuttgart, Sergiu Celibidache. 44'22.
DG 471
612-2.