Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


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MI AVENTURA CON STARKER... Y SEÑORA
Aperitivo para una entrevista

Por Alejandra Pin Zambrano (Guayaquil, Ecuador).


Janos Starker

Me pregunto si querrían saber la historia de cómo llegué a convertirme en una piedrecita en el zapato de Janos Starker, y de cómo él, finalmente, logró librarse de mí -hasta ahora, ya saben ustedes aquello de la inmortalidad de la mala hierba-. Por si resulta interesante, suelto el rollo:

1.999: En aras de enriquecer mi trabajo periodístico sobre uno de sus alumnos, me atreví a emailear solicitando su opinión profesional sobre dicho colega. Incapaz de negarse a dar al césar lo que es del césar, don Janos me honró con sus líneas. Tuvieron que pasar tres años y la espolada de nuestro editor, Daniel Mateos, para que una servidora tuviese las polleras de proponer la entrevista.

No hubo respuesta a mi primera solicitud, pero decir periodismo es decir cara dura, y tengo tanta resistencia a los portazos... Casi dos meses después (en los que pasé mis noches prometiéndole una vela a cada santo), su gentil esposa contestó, quizás desorientada sobre mis reales intenciones con su amorcito. Confieso le dije que me parecía demasiado egoísta pretender tenerlo sólo para mí. Ahí es donde podrían surgir malos entendidos.

Aún antes de solicitar la entrevista formalmente, empollaba planes y se me ocurrió que sería demasiado egoísmo acribillar al maestro con mis preguntas (sabe Dios que en eso no tengo límites) cuando tantos músicos desearían tener oportunidad para dilucidar dudas profesionales. Así que me puse manos a la obra de contactar cellistas en todo el mundo. Desde Armenia hasta Argentina. El universo conspiró a mi favor, como se dice ahora, y al terminar tenía ¡CINCUENTA! consultas de gente de cuerdas... No sabía si reír o llorar. A esto, agreguemos mis propias inquietudes. Al principio tuve el firme propósito de sólo preguntar UNA cosa. Luego me amplié a tres, para fijar un número cabalístico. Las tres pasaron a ser cinco, hasta ahí llegué, porque finalmente recibí el email de la señora Starker.

Detesto jugarle al lector con doble baraja, como suelen cineastas y escritores modernos. Pero es necesario que retrocedamos en nuestro libreto unas cuantas páginas. Como recordarán, no me llegaba ni un no de parte de mi entrevistado platónico, así que recabar preguntas era un poco fustigar caballo muerto. Por fin, obtuve respuesta a un segundo email, un poco buscando reacción, decía aquello de tenerlo "sólo para mí". Recibí dos líneas algo desconcertadas de la Sra. Starker: su adorado tormento no tenía la más remota idea de quién podría ser la invasora con tales proposiciones.

Entonces me reiteré en las mismas, especificando mejor que un tropel de cellistas me había confiado sus preguntas al maestro, y aunque me sería más agradable tenerlo sólo para mí (en el sentido periodístico), a cualquier estudiante del instrumento sería más útil leer respuestas eruditas a dudas que probablemente muchos otros colegas comparten. A eso aspira mi trabajo en esta ocasión, más que a develar la personalidad del hombre tras el mito, como se ha dicho hasta el cansancio, despejar interrogantes de todos quienes enfrentan los molinos armándose apenas con cuatro cuerdas y un arco.

Explicado lo anterior y con alma de padre que tiene todo maestro por vocación más convicción, Janos Starker decidió conceder la entrevista, asegurando hacerlo sólo -inmensísima suerte para mí- porque soy tocaya de una de sus nietas. Dios bendiga a mi madre, quien escogió mi nombre.

Debo confesar que me hubiera dado igual si aceptaba por compasión a los miopes o por solidaridad con personas alérgicas. Para el caso era lo mismo si ganaba la entrevista como premio a un reality show. Lo que importa es que hoy trabajo en ella y en el próximo número será leída por nuestros fieles amigos y los nuevos amigos futuros fieles amigos a quienes ustedes avisarán.

En fin. Por ahora les adelanto que el maestro húngaro es de pocas palabras y muchas respuestas. En mi sueño más feliz no esperaba que respondiera ni cinco preguntas. Hasta hubo quien rebuznó: "¿Por qué los mejores cellistas son calvos? Starker, Feuermann, Casals…". Fue necesario, pues, preseleccionar. Sobrevivieron treinta preguntas para que él escogiera. Y... ¿qué creen? ¡Las respondió todas! Pasé la noche en vela de pura euforia, tanto por mí como por todos a quienes la entrevista será útil. Quizás debo escribir otro email a la señora Starker diciéndole que no duermo pensando en su maridito. ¿Ustedes qué piensan? ¡Hasta el próximo número!