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BOCCANEGRA, CORRECTO Y GRIS Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. Simon Boccanegra, ópera en un prólogo y tres actos. Música de Giuseppe Verdi y libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra homónima de Antonio García Gutiérrez, revisado por Arrigo Boito. Alexandru Agache (Simon Boccanegra), Elisabete Matos (Amelia Grimaldi), Giacomo Prestia (Jacopo Fiesco), Marco Berti (Gabriele Adorno), Anooshah Golesorkhi (Paolo Albani). Diector de escena: Giancarlo del Monaco. Director musical: Gabriele Ferro. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real (Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid). Teatro Real de Madrid, 1 al 15 de octubre de 2002. Nueva producción del Teatro Real. Simon Boccanegra es un título sin grandes arias, ni obertura, ni temas conocidos. Compuesta en 1857, la ópera fracasó en su estreno y fue revisada profundamente en 1881. A pesar de su aparente discreción, la partitura sirve con maestría al texto, subrayando con gran eficacia todo su oscuro dramatismo. No pretende deslumbrar, sino hacer un drama musical de oscuras pasiones y fondo político, de dimensión pública y privada, cargado de fuerza psicológica. Es una obra ambiciosa, inspirada en Shakespeare y en el teatro griego. La producción del Teatro Real no ha sabido enfatizar completamente la fuerza psicológica de esta pieza: ha sido una propuesta correcta pero irregular. Destacan en primer lugar unas voces estupendas, muy dramáticas y adecuadas. El barítono Alexandru Agache crea un Simon Boccanegra colosal, que flaquear en ningún momento sino que se crece a medida que la acción discurre; el tenor Marco Berti cosechó éxito con una voz que presenta un estupendo color metálico; Elisabete Matos realiza una Amelia delicada y sensible. El maestro Gabriele Ferro, director musical de la Ópera de San Carlo de Nápoles, fue rudo y turbio pero obtuvo de la Orquesta Sinfónica de Madrid (ahora titular del Real) una versión dinámica, con una línea musical tersa. El punto débil de la producción estuvo en una puesta en escena que aporta poco. Resultó muy estática y se resolvió en cuadros fijos de estampa tópica, a través de actitudes y gestos explícitos, pero muy pasados. El decorado fijo (una perspectiva monumental de pilares en mármol rojo que la iluminación aprovecha poco) tampoco ayudó al espectáculo y la proyección de unas olas agitadas permanentemente termina fatigando. 28 de mayo a 15 de junio de 2002. Nueva producción del Teatro Real y la Sächische Staasoper Dresden Semperoper.
El Teatro Real de Madrid ha emprendido el reto de presentar la tetralogía de El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner, su obra más ambiciosa e imponente, cumbre de la ópera alemana. Con El oro del Rin a dado comienzo esta gran faena que presentará a lo largo de las tres próximas temporadas las jornadas consecutivas: La walquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses. Es un reto con el que el Teatro Real de Madrid demuestra que ya ha conquistado su madurez como coliseo operístico, pues la representación de esta obra colosal constituye una prueba de fuerza para cualquiera de los grandes teatros del mundo. La Semperoper de Dresden acompaña al Real en la ambiciosa operación. La dirección musical está a cargo de Peter Schneider y la puesta de escena corre a cargo de Willy Decker, que causó una excelente impresión con la versión de Peter Grimes, de Benjamín Britten, presentada hace unos años en Madrid. Su propuesta de El oro de Rin también ha gustado por su espectacularidad. La fórmula que ha ideado es arriesgada, pero muy wagneriana: trata de romper el arco de proscenio dando continuidad al patio de butacas a través del escenario, con las filas que inundan, desestructuradas y como un océano, el escenario. Es una idea provocadora, pero que dificultan los movimientos de los intérpretes sobre las tablas, aunque hay pasarlas y plataformas auxiliares. El decorado y vestuario de Wolfgang Gusmann es geométrico y futurista. Huye del historicismo pero trata de preservar la esencia del drama lírico wagneriano con mucho acierto. L reparto vocal fue excelente, aunque la dicción en lengua alemana dejó basante que desear en varios casos. El Teatro Real comienza así una colaboración con la compañía discográfica Decca, cuyo primer paso será difundir entre los aficionados la histórica introducción del musicólogo Deryck Cooke (1919-1976) a "El anillo del Nibelungo", por primera vez en castellano. Aún con todo, la calidad de Verdi, la fuerza de los cantantes y el entusiasmo del coro y de la orquesta sacaron adelante una función que gana fuerza a partir del segundo acto. (Fotografía de Javier del Real)
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