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Zarzuela sin chispa
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee
su curriculum.
La Rosa del Azafrán. Zarzuela de dos actos y seis cuadros. Música de Jacinto Guerrero. Libro de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Reparto: Beatriz Lanza, Mar Abascal, Alicia Sánchez, Luis Cansino, Fernando Conde, Carlos Crooke. Dirección de escena: Jaime Chávarri. Dirección musical: Pascual Osa. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela de Madrid, 5 de junio al 13 de julio de 2003. Nueva Producción del Teatro de la Zarzuela. La rosa del azafrán se estrenó en 1930, en la última etapa de esplendor de la zarzuela. Es una obra muy bien escrita a pesar de su pobreza argumental: un pueblerino se enamora de una rica y solo podrá unirse a ella tras elevar su posición gracias a una inverosímil adopción. Es un historia clasista y manida, pero expuesta con gracia, fluidez y acierto; acompañada de una partitura inspirada y con algunas bellas romanzas. Pero las virtudes de la pieza quedan empañadas por una puesta en escena de las más pobres que ha presentado el Teatro de la Zarzuela de Madrid, templo de género, al que siempre trata con cariño en producciones de calidad. El responsable de este desacierto ha sido Jaime Chávarri, un solvente cineasta, director de algunas comedias aceptables y de El desencanto, una impresionante película. Pero de teatro y de zarzuela sabe muy poco, a la vista del poco provecho que ha sacado del material que han puesto en sus manos. La dirección escénica es torpe, cuando no es inexistente. Solo hay algunos detalles lúcidos en la segunda parte del espectáculo, que son gotas en un océano se sosería. No ayudan nada los decorados, feos, resueltos con visillos que parecen comprados en la rebajas, ni la iluminación, que arroja más sombras que luces. El descuido se advierte incluso en lo mal atadas que llevan casi todos las alpargatas, un detalle secundario pero significativo. Los artistas cantan muy bien e interpretan algo sus personajes personajes. Fernando Conde hace un Don Generoso caricaturesco pero teatral y Carlos Crooke consigue dar vida a su Moniquito. La orquesta cumple su papel desde el foso, indiferente a lo que ocurre en el escenario escena. El público habitual aplaude con cortesía y disfruta recordando la versión original de un título, que en sus últimas apariciones, de la mano de una compañía privada, no había sido respetado. El espectáculo es anodino y no está a la altura que suele ofrecer el Teatro de la Zarzuela, sin duda a causa de la puesta en escena aunque, tal vez, también hayan influido los recientes conflictos internos y el cambio de dirección. Esperamos que el nuevo equipo mantenga y mejore la calidad de los espectáculos que habitualmente han subido a este querido escenario madrileño y cuente con el necesario apoyo de las autoridades ministeriales. La zarzuela y su teatro lo merecen. (Foto de Jesús Alcántara)
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