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VI SEMANA DE MÚSICA
ANTIGUA DE GIJÓN
Por sexto año consecutivo se celebró en Gijón en el mes de
julio la Semana de Música Antigua, un evento que comprende actuaciones de
solistas y conjuntos destacados en este campo junto con cursos, seminarios
y hasta un taller de construcción de instrumentos. Gran parte de las
actuaciones son además gratuitas, todo un lujo al alcance de cualquiera, y
el interés que despierta esta iniciativa se puede comprobar en las largas
colas que se forman ante la entrada de la Colegiata de San Juan Bautista
(donde se celebran los conciertos gratuitos).
Este año he asistido a todos los conciertos excepto los tres primeros:
María Luz Alvarez y Jesús Sánchez (17 de julio), Jill Feldman e Il
Concerto delle Viole (18 de julio) y The Harp Consort con Andrew
Lawrence-King, ofreciendo el espectáculo "Luz y Norte" (18 de
julio, el único "de pago" de los tres y que se celebró en el Teatro
Jovellanos). De estos últimos intérpretes conocía el disco del mismo
título aparecido en Deutsche Harmonia Mundi, con lo que hay que esperar
que el repertorio fuera similar, es decir, danzas españolas del siglo
XVII.
Curiosamente, parece que los conciertos "de pago" del Jovellanos son los
que han ofrecido un repertorio más "popular", quedando lo más "exquisito"
para los gratuitos. Así, aparte del reseñado de "Luz y Norte",
que si es lo mismo que el CD se movería en esta órbita, el 25 de julio
pudimos asistir a un concierto de "Le Poème Harmonique" cuyo título
genérico era: "Il Fasolo". Venecia en el siglo XVII. De los cantos de
carnaval a la ópera veneciana. Los componentes vocales de este grupo
demostraron ser excelentes cantantes-actores, dotados además para el
ballet, escenificando una historia ambientada en el Carnaval veneciano con
músicas del XVII, de la que es una lástima que no se incluyera el texto en
el programa ni se sobretitulara, a pesar de lo cual se ganaron la simpatía
del público. A destacar el detalle de actuar a la luz de una hilera de
velas, minuciosamente encendidas al comienzo (aunque eso sí, los músicos
llevaban atriles con luz eléctrica).
El otro concierto del Jovellanos al que asistí fue el ofrecido por el
grupo "La Correnta" el 25 de julio, y aquí ya se aparta del repertorio que
podríamos llamar "popular", pues lo ofrecido era un programa de música
española de los siglos XVI-XVII, de autores como Cabanilles, Juan Hidalgo,
Santiago de Murcia o Francisco Guerrero, con gran abundancia de
villancicos y obras de tema religioso, aunque tampoco faltaron danzas
instrumentales. Escuchando la interpretación del grupo que dirige Juan
Carlos Rivera nos recordaba a los conocidos discos de Jordi Savall
dedicados a los Cancioneros españoles, incluso los modos interpretativos
de la soprano Ana Huete traían cierto recuerdo a Montserrat Figueras. La
interpretación fue en general de buena altura y nos descubrió músicas de
enorme belleza como ¡Ay amor, ay ausencia! de Juan Hidalgo, con
texto de Calderón de la Barca; una vez más hay que repetir, aunque suene a
tópico, el desconocimiento que tenemos los españoles de nuestro propio
patrimonio musical.
En cuanto el resto de los conciertos, gratuitos y celebrados en la
Colegiata de San Juan Bautista, el primero al que asistí fue el celebrado
el 20 de julio, un recital de clave interpretado por Jacques Ogg, con
obras de iban desde Frescobaldi y su discípulo Froberger, hasta Weckmann,
Kuhnau, d'Anglebert y Muffat. La precisa interpertación de Ogg fue
acompañada por algún comentario suyo sobre las biografías de los
compositores, lo cual agradeció el público.
El 21 de julio tuvo lugar el que era posiblemente el concierto "estrella"
de toda la Semana, el de los hermanos Pierre y Jerome Hantaï, clavecinista
y violagambista, respectivamente, con un programa que comprendía dos
Suites de Marais y dos Sonatas de Bach. Su interpretación,
virtuosa pero también poética e imaginativa, demostró por qué ambos están
situados en la elite de la interpretación barroca actual.
El 23 de julio le tocó el turno al laudista Robert Barto, con un programa
de música alemana del XVIII, centrada fundamentalmente en Weiss, y con
obras también de Conradi y Falckenhagen. En este recital lo más
"reseñable" fueron los ruidos externos que interrumpieron la delicadísima
música de Weiss, desde cohetes de fiesta hasta un recital de canción
asturiana en la cercana Plaza Mayor; parece increíble que no se haya
tenido en cuenta que la Colegiata no está precisamente insonorizada a la
hora de programar dos eventos el mismo día a la misma hora y situados a
tan corta distancia, algo en lo que se debieron tomar medidas pues en los
días sucesivos no se volvió a repetir. Se dio el simpático detalle de que
(si no lo entendí mal) un gaitero al que durante la primera parte se oyó
desde el exterior, en la segunda estaba sentado entre el público
escuchando a Barto.
El 24 de julio pudimos escuchar en la Colegiata a nuestra aportación
autóctona a la música antigua, el ensemble langreano "Forma Antiqva",
compuesto por jóvenes músicos que han estudiado con algunos de los
solistas extranjeros presentes en la Semana (Ogg, los Hantaï, etc.), y que
ofrecieron un programa titulado "Francia versus Italia": música
francesa en la primera parte (Marais, Duphly, Couperin) e italiana en la
segunda (Marini, Piccininni, Frescobaldi, Falconiero). Nuevamente hay que
destacar el entusiasmo y las ganas que le echan estos jóvenes intérpretes,
aunque en lo que se refiere a madurez interpretativa no todo el conjunto
está a la altura de los hermanos Zapico, verdadera "alma" de la
agrupación, que también interpretaron, como de costumbre, piezas en
solitario y a cuyo padre (fallecido el pasado año) estuvo dedicado el
concierto. En todo caso, los "nervios de la actuación en directo" se
notaron más, en general, en estos jóvenes que en los músicos más veteranos
que actuaron otros días.
Por fin, el 26 de julio fue el concierto de clausura, a cargo de alumnos
que habían participado en los seminarios que tuvieron lugar en paralelo a
estos conciertos, y a los que pudimos escuchar tocando mano a mano al lado
de figuras como Kees Boeke o Jerome Hantaï, quien asimismo probó una viola
de gamba construida en la semana que duró el taller de luthiers, y a quien
pudo encontrarse entre el público asistente en todos los conciertos donde
no intervenía, algo que en menor medida también ocurrió con otros
artistas, que podían reconocerse entre el público en conciertos donde no
tocaran ellos, un detalle más de "accesibilidad" dentro del ambiente
cordial que presidió toda esta Semana.
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